Lory Money sonrÃe hasta en la hora de la siesta. Dice que esa sonrisa a libre disposición fue la que le permitió superar los baches y ser hoy un tipo conocido para gran parte de un paÃs. De Senegal a una patera, de la patera al top manta y, de ahÃ, a estrella de Youtube con más de 200.000 seguidores y millones de visitas en sus vÃdeos. Integración a golpe de clic.
Se llama, realmente, Dara DÃa, nació en Senegal y es experto en conseguir un efecto que podrÃamos bautizar como sÃndrome de Chiquito de la Calzada: o sea, una capacidad de inocular en el cerebro de la población expresiones extrañas que no poseen en principio una comicidad genuina, pero que, al llegar teatralizadas, burlescas, casi mofadas de sà mismas, se hacen irresistibles y adictivas.
«Ola k ase», «ajoaceite nena», «pa k kieres saber eso», «flow», «suaj», «tiene money, tiene cash, el pequeño Nicolás», y asÃ. La historia comienza en Senegal. «Antes de venir, hacÃa rap en mi paÃs, con los demás jóvenes, cantando en la calle. Allà la gente escucha mucho rap». Pero no fue la vocación artÃstica lo que le trajo a la penÃnsula. En aquellas tierras, las pasiones están obligadas a reducirse a lo terrenal.
«No hay trabajo ni dinero; quien tiene trabajo es por suerte y porque tiene familia que se lo puede dar, si no, no tienes una oportunidad. Piensas en el mañana y no ves futuro delante». Entonces arrancó la andadura que llevó al hoy icono del cachondeo virtual a ser uno más de esas imágenes vergonzosas que vemos en la prensa cada semana.
«Los vecinos de tu barrio que venÃan de allà llegaban con coche, con dinero, te saludaban y te daban 10 o 20 euros: toma, esto para ti. Entonces te motivas», recuerda. El viaje en patera durarÃa tres dÃas (le mintieron) y le costarÃa mil euros (ahà no le mintieron). Pidió el dinero a su madre, «ya sabes cómo son las madres», y se lo dio. La decisión final fue un órdago a sà mismo: «Mira», se dijo, «si hay suerte y llego, pues adelante; si no hay suerte, Dios manda y hace lo que hace».
Llegó a España. Durmió algunas noches en la calle. Acabó vendiendo gafas por la calle. En una charla de TED, contó que quienes les suministraron el material le dijeron que aprenderÃa tres idiomas que, al final, resultaron ser tres palabras: «Gafas diez euros».
Le encantaba el rap. Le encantaba ponerse música en el móvil, encasquetarse los auriculares y subirse a la bicicleta. Por las tardes, se iba a un locutorio a ver vÃdeos de raperos. Tomaba bases y cantaba encima. Su amigo del bar descubrió su afición a la música y le propuso grabar algo.
Radios y televisiones lo acribillaron a llamadas. Decidió abandonar la manta y dedicarse a la música. Sin embargo, seguÃa marcado por su pasado y por su color de piel. Dos policÃas secretos lo interceptaron en la calle y lo detuvieron porque no tenÃa papeles. Money asegura que al dÃa siguiente el Gobierno tenÃa preparado un avión para deportar inmigrantes y que buscaban cómo llenarlo.
Su reciente fama lo salvó. El mismo Lory Money, es decir, Dara DÃa, meses antes, habrÃa acabado de regreso en su paÃs. Eso mismo le ocurrió, según Diagonal, a su amigo Asand.
Los agentes lo llevaron a un despacho. «HabÃa 15 policÃas y me pusieron mi canción y me pidieron fotos, aunque me dijeron que no lo contara». Su abogado llegó a la comisarÃa y demostró que Dara DÃa tenÃa actividades en España: acababa de firmar un contrato con una discográfica.
El verbo que más usa Lory Money durante la conversación con Yorokobu es «motivar». Su motivación es de gatillo fácil. Encuentra inspiración en cualquier cosa. Un ejemplo: el «ajoaceite nena». Le encantaba comer alioli. Pensaba que su elaboración era compleja, que requerÃa varios productos y sustancias picantes. En cambio, un dÃa descubrió la sencillez: solo necesita ajo, aceite y mortero. «Hostia, de esto hay que sacar algo», se motivó.
Gracias a su iniciativa, a su humor y a la puerta abierta de Youtube, Money logró ser reconocido como parte integrante de la sociedad. Una anomalÃa: para que se le estimara como a un igual, tuvo que levantar una revolución en la red, algo que depende de una alquimia complejÃsima en la que el azar juega un papel primordial. Él muestra un caso excepcional que no cambia el drama de la inmigración, pero que merece la pena celebrar.
Lory Money sonrÃe hasta en la hora de la siesta. Dice que esa sonrisa a libre disposición fue la que le permitió superar los baches y ser hoy un tipo conocido para gran parte de un paÃs. De Senegal a una patera, de la patera al top manta y, de ahÃ, a estrella de Youtube con más de 200.000 seguidores y millones de visitas en sus vÃdeos. Integración a golpe de clic.
Se llama, realmente, Dara DÃa, nació en Senegal y es experto en conseguir un efecto que podrÃamos bautizar como sÃndrome de Chiquito de la Calzada: o sea, una capacidad de inocular en el cerebro de la población expresiones extrañas que no poseen en principio una comicidad genuina, pero que, al llegar teatralizadas, burlescas, casi mofadas de sà mismas, se hacen irresistibles y adictivas.
«Ola k ase», «ajoaceite nena», «pa k kieres saber eso», «flow», «suaj», «tiene money, tiene cash, el pequeño Nicolás», y asÃ. La historia comienza en Senegal. «Antes de venir, hacÃa rap en mi paÃs, con los demás jóvenes, cantando en la calle. Allà la gente escucha mucho rap». Pero no fue la vocación artÃstica lo que le trajo a la penÃnsula. En aquellas tierras, las pasiones están obligadas a reducirse a lo terrenal.
«No hay trabajo ni dinero; quien tiene trabajo es por suerte y porque tiene familia que se lo puede dar, si no, no tienes una oportunidad. Piensas en el mañana y no ves futuro delante». Entonces arrancó la andadura que llevó al hoy icono del cachondeo virtual a ser uno más de esas imágenes vergonzosas que vemos en la prensa cada semana.
«Los vecinos de tu barrio que venÃan de allà llegaban con coche, con dinero, te saludaban y te daban 10 o 20 euros: toma, esto para ti. Entonces te motivas», recuerda. El viaje en patera durarÃa tres dÃas (le mintieron) y le costarÃa mil euros (ahà no le mintieron). Pidió el dinero a su madre, «ya sabes cómo son las madres», y se lo dio. La decisión final fue un órdago a sà mismo: «Mira», se dijo, «si hay suerte y llego, pues adelante; si no hay suerte, Dios manda y hace lo que hace».
Llegó a España. Durmió algunas noches en la calle. Acabó vendiendo gafas por la calle. En una charla de TED, contó que quienes les suministraron el material le dijeron que aprenderÃa tres idiomas que, al final, resultaron ser tres palabras: «Gafas diez euros».
Le encantaba el rap. Le encantaba ponerse música en el móvil, encasquetarse los auriculares y subirse a la bicicleta. Por las tardes, se iba a un locutorio a ver vÃdeos de raperos. Tomaba bases y cantaba encima. Su amigo del bar descubrió su afición a la música y le propuso grabar algo.
Radios y televisiones lo acribillaron a llamadas. Decidió abandonar la manta y dedicarse a la música. Sin embargo, seguÃa marcado por su pasado y por su color de piel. Dos policÃas secretos lo interceptaron en la calle y lo detuvieron porque no tenÃa papeles. Money asegura que al dÃa siguiente el Gobierno tenÃa preparado un avión para deportar inmigrantes y que buscaban cómo llenarlo.
Su reciente fama lo salvó. El mismo Lory Money, es decir, Dara DÃa, meses antes, habrÃa acabado de regreso en su paÃs. Eso mismo le ocurrió, según Diagonal, a su amigo Asand.
Los agentes lo llevaron a un despacho. «HabÃa 15 policÃas y me pusieron mi canción y me pidieron fotos, aunque me dijeron que no lo contara». Su abogado llegó a la comisarÃa y demostró que Dara DÃa tenÃa actividades en España: acababa de firmar un contrato con una discográfica.
El verbo que más usa Lory Money durante la conversación con Yorokobu es «motivar». Su motivación es de gatillo fácil. Encuentra inspiración en cualquier cosa. Un ejemplo: el «ajoaceite nena». Le encantaba comer alioli. Pensaba que su elaboración era compleja, que requerÃa varios productos y sustancias picantes. En cambio, un dÃa descubrió la sencillez: solo necesita ajo, aceite y mortero. «Hostia, de esto hay que sacar algo», se motivó.
Gracias a su iniciativa, a su humor y a la puerta abierta de Youtube, Money logró ser reconocido como parte integrante de la sociedad. Una anomalÃa: para que se le estimara como a un igual, tuvo que levantar una revolución en la red, algo que depende de una alquimia complejÃsima en la que el azar juega un papel primordial. Él muestra un caso excepcional que no cambia el drama de la inmigración, pero que merece la pena celebrar.
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