He tenido la oportunidad de leer una serie de entrevistas que Ximena Roe está realizando a personas en paro (pero) inquietas y que publica como parte del proyecto Parados Inquietos. La muestra no es estadĂsticamente válida: más mujeres, mayorĂa con estudios, en sus treinta, que habĂan estado unos tres años en su trabajo anterior, que disponen de unos 900 euros al mes durante doce meses.
Las entrevistas son anónimas y los entrevistados aparecen fotografiados tapándose la cara o en movimiento para no ser reconocibles. (Si estás en esta situación puedes autoentrevistarte y ampliar la muestra).
Cuando Ximena les pregunta, son incapaces de proyectar un futuro. Manejan muchos futuros a la vez: un campo de probabilidades inciertas. De repente, no queda más que la confianza en sà mismos y en los que les rodean. Ya no se mira hacia arriba para buscar soluciones, se mira al lado. No se pretende cambiar el mundo, basta con sobrevivir en paz y de forma autónoma.
Me preocupa que estos parados inquietos tengan que desarrollar su iniciativa de forma clandestina, que procuren sobre todo que nadie “les pille trabajando” pues perderĂan sus derechos, que tengan que aparecer vencidos y grises ante la sociedad.
Cada vez para más personas el trabajo estable se ha transformado en una sucesión de ocupaciones diversas alternadas con periodos sin ocupación que —al menos unos cuantos— aprovechan para sembrar sus propios futuros y con ellos los nuestros.
Si el paro está aquĂ para quedarse, quizás deberĂamos dejar de verlo como un suceso improbable y excepcional. PodrĂamos pensarlo como un tiempo acotado para crecer y probar. Algo no va si ellos —nuestros lĂderes futuros— no pueden servir de ejemplo.
He tenido la oportunidad de leer una serie de entrevistas que Ximena Roe está realizando a personas en paro (pero) inquietas y que publica como parte del proyecto Parados Inquietos. La muestra no es estadĂsticamente válida: más mujeres, mayorĂa con estudios, en sus treinta, que habĂan estado unos tres años en su trabajo anterior, que disponen de unos 900 euros al mes durante doce meses.
Las entrevistas son anónimas y los entrevistados aparecen fotografiados tapándose la cara o en movimiento para no ser reconocibles. (Si estás en esta situación puedes autoentrevistarte y ampliar la muestra).
Cuando Ximena les pregunta, son incapaces de proyectar un futuro. Manejan muchos futuros a la vez: un campo de probabilidades inciertas. De repente, no queda más que la confianza en sà mismos y en los que les rodean. Ya no se mira hacia arriba para buscar soluciones, se mira al lado. No se pretende cambiar el mundo, basta con sobrevivir en paz y de forma autónoma.
Me preocupa que estos parados inquietos tengan que desarrollar su iniciativa de forma clandestina, que procuren sobre todo que nadie “les pille trabajando” pues perderĂan sus derechos, que tengan que aparecer vencidos y grises ante la sociedad.
Cada vez para más personas el trabajo estable se ha transformado en una sucesión de ocupaciones diversas alternadas con periodos sin ocupación que —al menos unos cuantos— aprovechan para sembrar sus propios futuros y con ellos los nuestros.
Si el paro está aquĂ para quedarse, quizás deberĂamos dejar de verlo como un suceso improbable y excepcional. PodrĂamos pensarlo como un tiempo acotado para crecer y probar. Algo no va si ellos —nuestros lĂderes futuros— no pueden servir de ejemplo.
Comentarios cerrados.