Los padres de las ‘malvadas multinacionales’

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Se habla mucho de capitalismo extractivo, transnacionales implacables y del control que hoy ejercen sobre el mundo. Sea o no merecida esta percepción, esta situación tiene su precedente histórico y no es ni mucho menos una anomalÃa de los tiempos que corremos.
Frente a la CompañÃa Británica de las Indias Orientales, los reyes del capitalismo castizo parecen unos auténticos principiantes. A lo largo de sus 274 años de historia, esta compañÃa recurrió a la corrupción, manipulación y violencia sin escrúpulos para garantizar que sus accionistas recibiesen sus dividendos cada año desde la comodidad de sus mansiones en Londres. La búsqueda incesante del beneficio les llevó a reunir un ejército de 250.000 hombres y amasar una cuenta corriente muy superior a la del Estado británico. Repasar su historia ayuda a entender muchas de las dinámicas económicas que existen hoy en el mundo y supone un aviso a los peligros de desequilibrar la balanza entre los intereses comerciales y sociales.
East India Company
1600-1874
Rest in Pieces
La primera transnacional
Hace tiempo que circulan por la red reportajes que comparan los ingresos de las megacorporaciones con el PIB de algunos paÃses. Aunque la comparación tiene algunos fallos de base, crÃticos del sistema capitalista lo utilizan como un indicador del poderÃo desproporcionado que han adquirido las multinacionales. En un reportaje de Business Insider publicado en 2011, los ingresos de Nike eran presentados como comparables al PIB de Paraguay; GE, al de Nueva Zelanda; y Walmart, mayor que el de Noruega. Comparaciones que se quedan pequeñas cuando las contrastamos con las de East India Company. En su apogeo, la transnacional tenÃa más ingresos que el Gobierno del Reino Unido, controlaba India y el sudeste asiático y tenÃa potestad sobre una quinta parte de la población mundial.
Comienzos frugales
Hoy se conoce a la CompañÃa Británica de las Indias Orientales como una de las más grandes corporaciones que jamás haya existido, pero pasarÃan casi dos siglos antes de llegar a poseer ese tamaño e influencia. Inicialmente empezó siendo una pequeña flota de barcos respaldados por marchantes y prÃncipes adinerados de Londres que consiguió una licencia de la realeza para operar con exclusividad en las Indias Orientales. «Cuando se fundó, Inglaterra era un reino marginado intentando sobrevivir frente a los imperios católicos de Portugal, Francia y España, además de los comerciantes calvinistas de Holanda», dice Nick Robins en su artÃculo ‘Loot: in search of the East India Company’.
El plan inicial de la compañÃa era centrarse en las Indias, apelativo que en aquel entonces se utilizaba para describir lo que hoy vendrÃa a ser el sudeste asiático. Una vez allÃ, encontraron que la zona estaba copada por los holandeses y poco a poco desplazaron su atención hacia India, paÃs que en lugar de especias tenÃa una boyante industria textil.
Comercio entre iguales
Durante el primer siglo de su entrada a India, la compañÃa tuvo que recurrir a métodos empresariales que hoy se consideran absolutamente normales, legÃtimos y necesarios. Los empleados destinados en la región se esforzaron en aprender los idiomas autóctonos, abrieron relaciones diplomáticas con el imperio Mughal, que controlaba gran parte del territorio, y hasta algunos se casaron con mujeres de esta comarca. La relación no tenÃa nada que ver con la explotación que acabarÃa imponiéndose. La empresa operaba con el beneplácito de los lÃderes locales que les concedÃa licencias de explotación a cambio de dinero.
Los dirigentes indios contaban además con una ventaja importante frente a los británicos que acudÃan a sus costas en busca de bienes. El paÃs estaba lleno de productos que los europeos deseaban y que adquirÃan a los comerciantes autóctonos por plata u oro como moneda de cambio con una balanza comercial que jugaba a favor del paÃs asiático. Pese a todo, el negocio seguÃa siendo rentable para los británicos.
Imagen: Retrato de un oficial de la East India Company. By Dip Chand (artist) [Public domain], via Wikimedia Commons
Control de riesgos
Al igual que una startup busca financiación de inversores para los primeros años de su existencia, durante las primeras misiones que partieron en el siglo XVII, las expediciones necesitaban un sistema sofisticado de financiación para salir adelante y ser rentables.
«Ten en cuenta que se tardaba mucho en conseguir las especias. Se empleaban entre 12 y 18 meses de viaje para llegar a Asia. Una vez allà habÃa que conseguir el producto», explicaba el historiador Huw Bowens en un especial de la BBC4 sobre la compañÃa. No era raro que pasasen cuatro años antes de recuperar el dinero. «Esto requerÃa un alto nivel de inversión. Al no recibir un retorno inmediato, los accionistas optaban por compartir los costes y los riesgos».
Una vez que el negocio empezó a estar más profesionalizado, en 1657, se optó por convertir la empresa en una sociedad limitada. Los accionistas eran mercantes y aristócratas que recibÃan un dividendo anual completamente separado del de un equipo gestor que se encargaba de llevar el dÃa a dÃa de la compañÃa. «Se establecieron las pautas precursoras de cómo funcionan las multinacionales de hoy en dÃa», según Nick Robins.
Joint ventures
El mundo empresarial frecuentemente recurre a alianzas para abrir mercados y aprovechar ‘sinergias’ (Dios nos perdone por usar esta palabra). El conglomerado británico se alió varias veces a lo largo del XVII con la CompañÃa Holandesa de las Indias Orientales para realizar ataques a los barcos españoles y portugueses en las inmediaciones de los puertos chinos, protegiendo asà sus intereses.
Cuota de mercado
En 1720, el 15% de los productos que se importaban al Reino Unido procedÃan de India. De ese porcentaje, la práctica totalidad de la mercancÃa pasaba por manos de la compañÃa. Una cifra de negocio gigantesca. Un dominio facilitado por el monopolio concedido con el beneplácito de la realeza desde sus orÃgenes. En 1730 lograron renovar esa licencia con una ley aprobada por el Parlamento británico.
¿Cómo le dieron la vuelta a la balanza?
La situación de equidad relativa entre los distintos paÃses empezó a cambiar a mediados del siglo XVIII. El imperio Mughal estaba en un lento declive y la compañÃa aprovechó sus buenas relaciones y poderÃo económico para otorgar préstamos a los lÃderes locales a cambio de tierras. Asà fue, por ejemplo, cómo consiguieron Calcuta en 1690. El acuerdo les permitÃa construir una fortificación en la localidad que, poco a poco, fueron extendiendo a las demás. A medida que aumentaba su influencia, la compañÃa empezó a obtener impuestos de los locales y a desequilibrar la balanza comercial. «Los lingotes dejaron de fluir hacia el este, pero las especias, textiles y seda seguÃan viajando hacia el occidente», según el historiador Robins. Preocupados por la creciente militarización de la zona, el gobernante de Bengala atacó la base británica y se la arrebató en 1756, antes de que los británicos la recuperasen al año siguiente. La compañÃa ya no era una multinacional preocupada exclusivamente por el negocio. Poco a poco se estaba haciendo con el control de toda esta región.
Empiezan los abusos
Al controlar ambos lados de la cadena, la compañÃa podÃa comprar barato y vender caro. Esto les llevó a organizar golpes de estado contra lÃderes locales y nombrar marionetas en su lugar. A mediados del siglo XVIII, la compañÃa estaba ignorando deliberadamente los acuerdos y concesiones comerciales y usurpando funciones polÃticas.
En junio de 1757 se libró la batalla de Plassey en la que la compañÃa venció al lÃder local de Bengala dando pie a la anexión total de la zona. Tras la victoria, la empresa se adueñó del tesoro de la región y se lo llevó a su fortificación. El botÃn traducido al cambio actual era de más de 300 millones de euros.
Yo te obligo a comprarme opio, tú me das té a cambio
En China, la empresa nunca llegó a tener el control que poseÃa en India, pero rápidamente aprendieron que se puede ejercer una fuerte presión imponiendo condiciones de comercio abusivas.
China era poseedora de la mayor parte de las plantaciones de té, un producto cada vez más solicitado en Europa, y, al igual que India, sus marchantes solo aceptaban oro o plata por sus artÃculos. Una situación que la CompañÃa de las Indias Orientales empezó a subvertir importando ilegalmente el opio al paÃs, aprovechando las plantaciones que tenÃa en Bengala.
El negocio era redondo, el opio les costaba poco producirlo con mano de obra esclava. Venderlo e intercambiarlo en China les permitÃa hacerse con el té, un producto que luego traÃan de vuelta a Europa y expendÃan en todo el continente con unos márgenes de beneficios altÃsimos.
Un ejemplo actual serÃa el que un paÃs como España se negara a comprar el bacalao portugués con dinero ofreciendo heroÃna en su lugar como material de intercambio. Los vendedores de bacalao reciben una heroÃna que luego tienen que vender en el mercado, algo que acaba creando un consumo de droga altÃsimo en la población. Esa misma población serÃa cada vez más adicta y cautiva de este producto, incrementando su demanda. Los españoles, en cambio, estarÃan encantados ya que controlarÃan las plantaciones de heroÃna y recibirÃan el mejor bacalao del mundo.. Esto, en resumen, es lo que acabó ocurriendo en China.
Si no accedes a mis demandas…
Estados Unidos se ha mostrado implacable a la hora de proteger sus intereses económicos con acciones militares en el último siglo, pero no están solos. Cuando los gobernantes chinos deciden detener la entrada de opio al paÃs (en 1838 se importaron más de 1.400 toneladas de forma ilegal), se desata una guerra en la que triunfa el Reino Unido, recibiendo a cambio el puerto de Hong Kong y el control de bastantes de ellos en la región.
Un ejército privado a tu disposición
En la guerra de Irak se llegaron a tener cientos de miles de mercenarios contratados para asistir a labores de seguridad. Una situación similar ocurrió con la East India Company, que fue reuniendo un ejército privado a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX hasta llegar a tener 250.000 hombres a sueldo. Aunque los mandos eran británicos, la mayor parte de la milicia eran ciudadanos locales mercenarios. También habÃa suecos, franceses y daneses en sus filas. En 1809, crearon su propio campo de entrenamiento en la campiña de Surrey para formar a los oficiales de su milicia.
Un poder de lobby incomparable
Hoy ciudades como Washington y Bruselas están repletos de ‘lobbistas’ encargados de influenciar en la polÃtica y defender sus intereses. El activista Lawrence Lessig denunció en 2011 que, durante el intento de reforma del sector financiero tras la crisis de 2008, habÃa 25 personas ocupadas en defender los intereses de la banca por cada profesional que trabajaba en favor de una legislación más restrictiva.
Una de las razones que permitieron a la East India Company mantener su monopolio durante tanto tiempo fue su implacable capacidad para mantener a los polÃticos a raya. «Su talento más valioso o ‘core competence’, esa frase tan querida por los teóricos del management, no fue tanto su habilidad para organizar expediciones a la India, sino su habilidad para gestionar a los polÃticos en casa», según The Economist.
Corrupción sÃ, gracias
Los sobres y su sorprendente capacidad para agilizar trámites y conseguir proyectos en España también tenÃan su equivalente en el poder polÃtico británico. La compañÃa tenÃa un presupuesto asignado para dar regalos a los polÃticos y cortesanos más influyentes. Esa suma traducida a la actualidad superaba las decenas de millones de libras esterlinas.
Las puertas giratorias funcionaban a la inversa. En el Parlamento contaban con el apoyo de un grupo importante de polÃticos, que ya habÃan trabajado con la compañÃa anteriormente. Los trajes de Camps se quedarÃan cortos en este mamoneo ‘consortial’. La compañÃa obsequiaba a ministros, abogados, jueces y curas con artÃculos de lujo y hacÃa regalos al tesoro nacional cuando el Estado se enfrentaba a una posible quiebra. Actuaba como un «motor de dinero para el Estado», según The Economist.
Privatizar las ganancias, socializar las pérdidas
Al igual que un número importante de grandes constructoras y bancos han recurrido al Estado para salvar su modelo de negocio, la CompañÃa Británica de las Indias Orientales era proclive a presionar al Gobierno para legislar a su favor. En 1770 Europa estaba en una depresión económica y las naves de la multinacional británica estaban a reventar de té, que no podÃan vender en el mercado. Un hecho que les hizo pasar por apuros económicos importantes. La empresa pasó al contraataque logrando convencer al Parlamento de que aprobara la Ley del Té de 1773, un traje a medida que le eximÃa de pagar impuestos por este producto que se enviaba a las colonias en las Américas. Esta ley permitió a la East India Company empezar a llevar sus productos directamente a América sin pasar por un intermediario. Sus competidores, en cambio, no tendrÃan estos privilegios, dándoles una ventaja injusta frente a los marchantes de América del Norte.
Comerciantes de Nueva York y Filadelfia se rebelaron contra esta medida organizando bloqueos a la entrada de los barcos. En diciembre de 1773, un grupo de manifestantes vestidos de indios abordaron varios barcos británicos cargados de la mercancÃa y la arrojaron al mar. Su protesta no solo venÃa motivada por la tasa, sino también por el creciente hartazgo de pagar impuestos a un poder polÃtico que les gobernaba desde Reino Unido. El Gobierno británico tomó represalias que causaron una escalada de violencia que acabarÃa contribuyendo a la revolución americana y posterior independencia de Estados Unidos.
Más adelante, el episodio serÃa recordado como el Boston Tea Party por historiadores del siglo XIX. En 2006, un grupo de liberales formaron su propio tea party inspirados en la contienda, pero esta vez con unos propósitos algo distintos. Bajo la supuesta defensa de la libertad se extendió un proyecto polÃtico ultraconservador que, pese a haber perdido peso, sigue siendo muy influyente en la polÃtica estadounidense.
CrÃmenes corporativos
Tragedias como las de Bhopal o el uso de Agente Naranja se recuerdan como uno de los mayores ejemplos de irresponsabilidad empresarial de la historia. Pero ya en el siglo XVIII, la East India Company protagonizó su propio episodio bochornoso. Entre el año 1769 y 1773, la hambruna de Bengala se cebó con 10 millones de vidas en una comarca controlada directamente por la compañÃa. Las polÃticas de la transnacional contribuyeron a esta desastrosa situación al gravar a los agricultores locales con un impuesto del 50% en sus productos. La mayor parte del dinero ni siquiera se quedó en la región y fue sacado del paÃs. Cuando empezó a arreciar la hambruna, la compañÃa subió un 10% más las tasas. Tampoco ayudó que una parte importante de los cultivos de productos comestibles fuesen reconvertidos en plantaciones de opio. Al igual que existen muchos financieros contemporáneos expertos en obtener enormes beneficios de las crisis y especular para subir los precios de los alimentos, el episodio resultó ser extremadamente rentable para las cuentas de la empresa.
Se acabó la fiesta
Consciente del poder polÃtico desproporcionado que estaba adquiriendo, en 1784, el Gobierno, liderado por William Pitt the Younger, empieza a rebajar su poder. Introducen el India Act, que transfiere el control ejecutivo de la polÃtica india a un Consejo que responde ante el Parlamento.
«En los últimos 70 años de su vida, la empresa acabarÃa siendo menos independiente comercialmente y más un brazo administrativo subcontratado del Estado británico, un ejemplo de colaboración público-privada», afirma Robins.
En realidad, no desapareció, el Estado acabó usurpando toda la burocracia y estructura creada a lo largo de más de 250 años. «India ya no se gestionaba desde un consejo de administración, pero sà desde la elegancia imperial de las oficinas del Gobierno», según Robins.
La compañÃa habÃa hecho el trabajo sucio, ahora el Estado podÃa hacerse con los frutos. La nacionalización estaba en marcha y en 1874 se liquidó todos los bienes de la empresa.
Foto: The East India Company Factory (Painam). By Brennand, W. [Public domain], via Wikimedia Commons
Memoria Histórica
El legado de la East India Company, según Robins, debe llevarnos a reflexionar sobre el mundo que hoy habitamos. «El saqueo de la empresa desindustrializó el paÃs y ayudó a financiar la revolución industrial británica. En su esencia, la honorable CompañÃa de las Indias Orientales se encontró una India rica y la dejó pobre. La falta de memoria en torno a la compañÃa permite a los británicos olvidarse de la fuente cuantiosa de su afluencia contemporánea y permite que la continuada pobreza de la India sea vista como un producto de su cultura y su clima en lugar de algo que fue provocado en busca del beneficio externo».
«Cuando visitas el centro financiero de Londres, donde la compañÃa tuvo su sede durante 250 años, nada rememora su auge y caÃda, ni su poderÃo y crÃmenes. Siendo un centro global de comercio, la City sigue teniendo un papel crÃtico en la promoción de la globalización liderada por corporaciones. Pero todavÃa no ha reconocido la responsabilidad de las personas y lugares donde estas actividades han afectado en el pasado y siguen afectando hoy dÃa. Trazar la historia de la CompañÃa Británica de las Indias Orientales permite remediar esta amnesia corporativa para empezar un proceso de memoria y reparaciones».
Quizá, lo más preocupante de todo es que el desequilibrio entre ricos y pobres que dominó la época victoriana, hoy vuelve a ser noticia por sus paralelismos con la era actual tanto en España como en Reino Unido. En Asia, China sigue afianzando su posición en el continente con una agresiva polÃtica económica que le otorga control sobre el proceso polÃtico. La historia se repite.
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Se habla mucho de capitalismo extractivo, transnacionales implacables y del control que hoy ejercen sobre el mundo. Sea o no merecida esta percepción, esta situación tiene su precedente histórico y no es ni mucho menos una anomalÃa de los tiempos que corremos.
Frente a la CompañÃa Británica de las Indias Orientales, los reyes del capitalismo castizo parecen unos auténticos principiantes. A lo largo de sus 274 años de historia, esta compañÃa recurrió a la corrupción, manipulación y violencia sin escrúpulos para garantizar que sus accionistas recibiesen sus dividendos cada año desde la comodidad de sus mansiones en Londres. La búsqueda incesante del beneficio les llevó a reunir un ejército de 250.000 hombres y amasar una cuenta corriente muy superior a la del Estado británico. Repasar su historia ayuda a entender muchas de las dinámicas económicas que existen hoy en el mundo y supone un aviso a los peligros de desequilibrar la balanza entre los intereses comerciales y sociales.
East India Company
1600-1874
Rest in Pieces
La primera transnacional
Hace tiempo que circulan por la red reportajes que comparan los ingresos de las megacorporaciones con el PIB de algunos paÃses. Aunque la comparación tiene algunos fallos de base, crÃticos del sistema capitalista lo utilizan como un indicador del poderÃo desproporcionado que han adquirido las multinacionales. En un reportaje de Business Insider publicado en 2011, los ingresos de Nike eran presentados como comparables al PIB de Paraguay; GE, al de Nueva Zelanda; y Walmart, mayor que el de Noruega. Comparaciones que se quedan pequeñas cuando las contrastamos con las de East India Company. En su apogeo, la transnacional tenÃa más ingresos que el Gobierno del Reino Unido, controlaba India y el sudeste asiático y tenÃa potestad sobre una quinta parte de la población mundial.
Comienzos frugales
Hoy se conoce a la CompañÃa Británica de las Indias Orientales como una de las más grandes corporaciones que jamás haya existido, pero pasarÃan casi dos siglos antes de llegar a poseer ese tamaño e influencia. Inicialmente empezó siendo una pequeña flota de barcos respaldados por marchantes y prÃncipes adinerados de Londres que consiguió una licencia de la realeza para operar con exclusividad en las Indias Orientales. «Cuando se fundó, Inglaterra era un reino marginado intentando sobrevivir frente a los imperios católicos de Portugal, Francia y España, además de los comerciantes calvinistas de Holanda», dice Nick Robins en su artÃculo ‘Loot: in search of the East India Company’.
El plan inicial de la compañÃa era centrarse en las Indias, apelativo que en aquel entonces se utilizaba para describir lo que hoy vendrÃa a ser el sudeste asiático. Una vez allÃ, encontraron que la zona estaba copada por los holandeses y poco a poco desplazaron su atención hacia India, paÃs que en lugar de especias tenÃa una boyante industria textil.
Comercio entre iguales
Durante el primer siglo de su entrada a India, la compañÃa tuvo que recurrir a métodos empresariales que hoy se consideran absolutamente normales, legÃtimos y necesarios. Los empleados destinados en la región se esforzaron en aprender los idiomas autóctonos, abrieron relaciones diplomáticas con el imperio Mughal, que controlaba gran parte del territorio, y hasta algunos se casaron con mujeres de esta comarca. La relación no tenÃa nada que ver con la explotación que acabarÃa imponiéndose. La empresa operaba con el beneplácito de los lÃderes locales que les concedÃa licencias de explotación a cambio de dinero.
Los dirigentes indios contaban además con una ventaja importante frente a los británicos que acudÃan a sus costas en busca de bienes. El paÃs estaba lleno de productos que los europeos deseaban y que adquirÃan a los comerciantes autóctonos por plata u oro como moneda de cambio con una balanza comercial que jugaba a favor del paÃs asiático. Pese a todo, el negocio seguÃa siendo rentable para los británicos.
Imagen: Retrato de un oficial de la East India Company. By Dip Chand (artist) [Public domain], via Wikimedia Commons
Control de riesgos
Al igual que una startup busca financiación de inversores para los primeros años de su existencia, durante las primeras misiones que partieron en el siglo XVII, las expediciones necesitaban un sistema sofisticado de financiación para salir adelante y ser rentables.
«Ten en cuenta que se tardaba mucho en conseguir las especias. Se empleaban entre 12 y 18 meses de viaje para llegar a Asia. Una vez allà habÃa que conseguir el producto», explicaba el historiador Huw Bowens en un especial de la BBC4 sobre la compañÃa. No era raro que pasasen cuatro años antes de recuperar el dinero. «Esto requerÃa un alto nivel de inversión. Al no recibir un retorno inmediato, los accionistas optaban por compartir los costes y los riesgos».
Una vez que el negocio empezó a estar más profesionalizado, en 1657, se optó por convertir la empresa en una sociedad limitada. Los accionistas eran mercantes y aristócratas que recibÃan un dividendo anual completamente separado del de un equipo gestor que se encargaba de llevar el dÃa a dÃa de la compañÃa. «Se establecieron las pautas precursoras de cómo funcionan las multinacionales de hoy en dÃa», según Nick Robins.
Joint ventures
El mundo empresarial frecuentemente recurre a alianzas para abrir mercados y aprovechar ‘sinergias’ (Dios nos perdone por usar esta palabra). El conglomerado británico se alió varias veces a lo largo del XVII con la CompañÃa Holandesa de las Indias Orientales para realizar ataques a los barcos españoles y portugueses en las inmediaciones de los puertos chinos, protegiendo asà sus intereses.
Cuota de mercado
En 1720, el 15% de los productos que se importaban al Reino Unido procedÃan de India. De ese porcentaje, la práctica totalidad de la mercancÃa pasaba por manos de la compañÃa. Una cifra de negocio gigantesca. Un dominio facilitado por el monopolio concedido con el beneplácito de la realeza desde sus orÃgenes. En 1730 lograron renovar esa licencia con una ley aprobada por el Parlamento británico.
¿Cómo le dieron la vuelta a la balanza?
La situación de equidad relativa entre los distintos paÃses empezó a cambiar a mediados del siglo XVIII. El imperio Mughal estaba en un lento declive y la compañÃa aprovechó sus buenas relaciones y poderÃo económico para otorgar préstamos a los lÃderes locales a cambio de tierras. Asà fue, por ejemplo, cómo consiguieron Calcuta en 1690. El acuerdo les permitÃa construir una fortificación en la localidad que, poco a poco, fueron extendiendo a las demás. A medida que aumentaba su influencia, la compañÃa empezó a obtener impuestos de los locales y a desequilibrar la balanza comercial. «Los lingotes dejaron de fluir hacia el este, pero las especias, textiles y seda seguÃan viajando hacia el occidente», según el historiador Robins. Preocupados por la creciente militarización de la zona, el gobernante de Bengala atacó la base británica y se la arrebató en 1756, antes de que los británicos la recuperasen al año siguiente. La compañÃa ya no era una multinacional preocupada exclusivamente por el negocio. Poco a poco se estaba haciendo con el control de toda esta región.
Empiezan los abusos
Al controlar ambos lados de la cadena, la compañÃa podÃa comprar barato y vender caro. Esto les llevó a organizar golpes de estado contra lÃderes locales y nombrar marionetas en su lugar. A mediados del siglo XVIII, la compañÃa estaba ignorando deliberadamente los acuerdos y concesiones comerciales y usurpando funciones polÃticas.
En junio de 1757 se libró la batalla de Plassey en la que la compañÃa venció al lÃder local de Bengala dando pie a la anexión total de la zona. Tras la victoria, la empresa se adueñó del tesoro de la región y se lo llevó a su fortificación. El botÃn traducido al cambio actual era de más de 300 millones de euros.
Yo te obligo a comprarme opio, tú me das té a cambio
En China, la empresa nunca llegó a tener el control que poseÃa en India, pero rápidamente aprendieron que se puede ejercer una fuerte presión imponiendo condiciones de comercio abusivas.
China era poseedora de la mayor parte de las plantaciones de té, un producto cada vez más solicitado en Europa, y, al igual que India, sus marchantes solo aceptaban oro o plata por sus artÃculos. Una situación que la CompañÃa de las Indias Orientales empezó a subvertir importando ilegalmente el opio al paÃs, aprovechando las plantaciones que tenÃa en Bengala.
El negocio era redondo, el opio les costaba poco producirlo con mano de obra esclava. Venderlo e intercambiarlo en China les permitÃa hacerse con el té, un producto que luego traÃan de vuelta a Europa y expendÃan en todo el continente con unos márgenes de beneficios altÃsimos.
Un ejemplo actual serÃa el que un paÃs como España se negara a comprar el bacalao portugués con dinero ofreciendo heroÃna en su lugar como material de intercambio. Los vendedores de bacalao reciben una heroÃna que luego tienen que vender en el mercado, algo que acaba creando un consumo de droga altÃsimo en la población. Esa misma población serÃa cada vez más adicta y cautiva de este producto, incrementando su demanda. Los españoles, en cambio, estarÃan encantados ya que controlarÃan las plantaciones de heroÃna y recibirÃan el mejor bacalao del mundo.. Esto, en resumen, es lo que acabó ocurriendo en China.
Si no accedes a mis demandas…
Estados Unidos se ha mostrado implacable a la hora de proteger sus intereses económicos con acciones militares en el último siglo, pero no están solos. Cuando los gobernantes chinos deciden detener la entrada de opio al paÃs (en 1838 se importaron más de 1.400 toneladas de forma ilegal), se desata una guerra en la que triunfa el Reino Unido, recibiendo a cambio el puerto de Hong Kong y el control de bastantes de ellos en la región.
Un ejército privado a tu disposición
En la guerra de Irak se llegaron a tener cientos de miles de mercenarios contratados para asistir a labores de seguridad. Una situación similar ocurrió con la East India Company, que fue reuniendo un ejército privado a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX hasta llegar a tener 250.000 hombres a sueldo. Aunque los mandos eran británicos, la mayor parte de la milicia eran ciudadanos locales mercenarios. También habÃa suecos, franceses y daneses en sus filas. En 1809, crearon su propio campo de entrenamiento en la campiña de Surrey para formar a los oficiales de su milicia.
Un poder de lobby incomparable
Hoy ciudades como Washington y Bruselas están repletos de ‘lobbistas’ encargados de influenciar en la polÃtica y defender sus intereses. El activista Lawrence Lessig denunció en 2011 que, durante el intento de reforma del sector financiero tras la crisis de 2008, habÃa 25 personas ocupadas en defender los intereses de la banca por cada profesional que trabajaba en favor de una legislación más restrictiva.
Una de las razones que permitieron a la East India Company mantener su monopolio durante tanto tiempo fue su implacable capacidad para mantener a los polÃticos a raya. «Su talento más valioso o ‘core competence’, esa frase tan querida por los teóricos del management, no fue tanto su habilidad para organizar expediciones a la India, sino su habilidad para gestionar a los polÃticos en casa», según The Economist.
Corrupción sÃ, gracias
Los sobres y su sorprendente capacidad para agilizar trámites y conseguir proyectos en España también tenÃan su equivalente en el poder polÃtico británico. La compañÃa tenÃa un presupuesto asignado para dar regalos a los polÃticos y cortesanos más influyentes. Esa suma traducida a la actualidad superaba las decenas de millones de libras esterlinas.
Las puertas giratorias funcionaban a la inversa. En el Parlamento contaban con el apoyo de un grupo importante de polÃticos, que ya habÃan trabajado con la compañÃa anteriormente. Los trajes de Camps se quedarÃan cortos en este mamoneo ‘consortial’. La compañÃa obsequiaba a ministros, abogados, jueces y curas con artÃculos de lujo y hacÃa regalos al tesoro nacional cuando el Estado se enfrentaba a una posible quiebra. Actuaba como un «motor de dinero para el Estado», según The Economist.
Privatizar las ganancias, socializar las pérdidas
Al igual que un número importante de grandes constructoras y bancos han recurrido al Estado para salvar su modelo de negocio, la CompañÃa Británica de las Indias Orientales era proclive a presionar al Gobierno para legislar a su favor. En 1770 Europa estaba en una depresión económica y las naves de la multinacional británica estaban a reventar de té, que no podÃan vender en el mercado. Un hecho que les hizo pasar por apuros económicos importantes. La empresa pasó al contraataque logrando convencer al Parlamento de que aprobara la Ley del Té de 1773, un traje a medida que le eximÃa de pagar impuestos por este producto que se enviaba a las colonias en las Américas. Esta ley permitió a la East India Company empezar a llevar sus productos directamente a América sin pasar por un intermediario. Sus competidores, en cambio, no tendrÃan estos privilegios, dándoles una ventaja injusta frente a los marchantes de América del Norte.
Comerciantes de Nueva York y Filadelfia se rebelaron contra esta medida organizando bloqueos a la entrada de los barcos. En diciembre de 1773, un grupo de manifestantes vestidos de indios abordaron varios barcos británicos cargados de la mercancÃa y la arrojaron al mar. Su protesta no solo venÃa motivada por la tasa, sino también por el creciente hartazgo de pagar impuestos a un poder polÃtico que les gobernaba desde Reino Unido. El Gobierno británico tomó represalias que causaron una escalada de violencia que acabarÃa contribuyendo a la revolución americana y posterior independencia de Estados Unidos.
Más adelante, el episodio serÃa recordado como el Boston Tea Party por historiadores del siglo XIX. En 2006, un grupo de liberales formaron su propio tea party inspirados en la contienda, pero esta vez con unos propósitos algo distintos. Bajo la supuesta defensa de la libertad se extendió un proyecto polÃtico ultraconservador que, pese a haber perdido peso, sigue siendo muy influyente en la polÃtica estadounidense.
CrÃmenes corporativos
Tragedias como las de Bhopal o el uso de Agente Naranja se recuerdan como uno de los mayores ejemplos de irresponsabilidad empresarial de la historia. Pero ya en el siglo XVIII, la East India Company protagonizó su propio episodio bochornoso. Entre el año 1769 y 1773, la hambruna de Bengala se cebó con 10 millones de vidas en una comarca controlada directamente por la compañÃa. Las polÃticas de la transnacional contribuyeron a esta desastrosa situación al gravar a los agricultores locales con un impuesto del 50% en sus productos. La mayor parte del dinero ni siquiera se quedó en la región y fue sacado del paÃs. Cuando empezó a arreciar la hambruna, la compañÃa subió un 10% más las tasas. Tampoco ayudó que una parte importante de los cultivos de productos comestibles fuesen reconvertidos en plantaciones de opio. Al igual que existen muchos financieros contemporáneos expertos en obtener enormes beneficios de las crisis y especular para subir los precios de los alimentos, el episodio resultó ser extremadamente rentable para las cuentas de la empresa.
Se acabó la fiesta
Consciente del poder polÃtico desproporcionado que estaba adquiriendo, en 1784, el Gobierno, liderado por William Pitt the Younger, empieza a rebajar su poder. Introducen el India Act, que transfiere el control ejecutivo de la polÃtica india a un Consejo que responde ante el Parlamento.
«En los últimos 70 años de su vida, la empresa acabarÃa siendo menos independiente comercialmente y más un brazo administrativo subcontratado del Estado británico, un ejemplo de colaboración público-privada», afirma Robins.
En realidad, no desapareció, el Estado acabó usurpando toda la burocracia y estructura creada a lo largo de más de 250 años. «India ya no se gestionaba desde un consejo de administración, pero sà desde la elegancia imperial de las oficinas del Gobierno», según Robins.
La compañÃa habÃa hecho el trabajo sucio, ahora el Estado podÃa hacerse con los frutos. La nacionalización estaba en marcha y en 1874 se liquidó todos los bienes de la empresa.
Foto: The East India Company Factory (Painam). By Brennand, W. [Public domain], via Wikimedia Commons
Memoria Histórica
El legado de la East India Company, según Robins, debe llevarnos a reflexionar sobre el mundo que hoy habitamos. «El saqueo de la empresa desindustrializó el paÃs y ayudó a financiar la revolución industrial británica. En su esencia, la honorable CompañÃa de las Indias Orientales se encontró una India rica y la dejó pobre. La falta de memoria en torno a la compañÃa permite a los británicos olvidarse de la fuente cuantiosa de su afluencia contemporánea y permite que la continuada pobreza de la India sea vista como un producto de su cultura y su clima en lugar de algo que fue provocado en busca del beneficio externo».
«Cuando visitas el centro financiero de Londres, donde la compañÃa tuvo su sede durante 250 años, nada rememora su auge y caÃda, ni su poderÃo y crÃmenes. Siendo un centro global de comercio, la City sigue teniendo un papel crÃtico en la promoción de la globalización liderada por corporaciones. Pero todavÃa no ha reconocido la responsabilidad de las personas y lugares donde estas actividades han afectado en el pasado y siguen afectando hoy dÃa. Trazar la historia de la CompañÃa Británica de las Indias Orientales permite remediar esta amnesia corporativa para empezar un proceso de memoria y reparaciones».
Quizá, lo más preocupante de todo es que el desequilibrio entre ricos y pobres que dominó la época victoriana, hoy vuelve a ser noticia por sus paralelismos con la era actual tanto en España como en Reino Unido. En Asia, China sigue afianzando su posición en el continente con una agresiva polÃtica económica que le otorga control sobre el proceso polÃtico. La historia se repite.
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