La anĂ©cdota habrĂa sido perfecta si una Noche de los Muertos, en MĂ©xico, donde vive ahora, el fantasma de Marcel Duchamp se le hubiera aparecido a François Olislaeger a travĂ©s de una puerta de las que unen el mundo de los difuntos con el de los vivos.
âDibuja mi vida, François âle habrĂa dicho.
La pena es que esas puertas no existen, y ni Duchamp puede encargar proyectos a nadie ni nosotros podemos ir al mĂĄs allĂĄ a preguntarle a CamarĂłn de la Isla cĂłmo hacĂa lo que hacĂa. En su lugar, lo que sĂ que cruzĂł el dibujante belga fue la puerta de un taxi aquella madrugada de los Muertos en MĂ©xico. En ese taxi viajaba tambiĂ©n por casualidad una editora de Turner, Diana HernĂĄndez, que pensĂł que la historia de Duchamp, contada a travĂ©s de un cĂłmic muy peculiar, debĂa leerse en español.
Marcel Duchamp. Un juego entre mĂ y yo, que asĂ se llama la novela grĂĄfica, naciĂł un poco antes, cuando, coincidiendo con una inauguraciĂłn de una exposiciĂłn en el Centro Pompidou acerca del influyente artista francĂ©s, este cĂłmic se propuso como complemento enriquecedor de dicha retrospectiva. Olislaeger estaba trabajando en el libro desde hacĂa algĂșn tiempo y se hicieron coincidir ambos hechos, libro y expo.

La idea surgiĂł porque la influencia de Duchamp en el arte contemporĂĄneo es tal que casi se vio obligado a abordar la figura del artista. «Como aficionado al arte, vi que muchos proyectos llegaban a travĂ©s de las puertas que Duchamp habĂa abierto un siglo antes», explica el dibujante belga. «Era como si su fantasma estuviera omnipresente en la creaciĂłn contemporĂĄnea».
François Olislaeger materializĂł al fantasma de Duchamp y le puso como guĂa de un viaje a travĂ©s de su propia vida en el que repasa los acontecimientos mĂĄs relevantes de su existencia y de su obra. «QuerĂa ver al hombre que hay debajo de su figura. EscuchĂ© una frase de su amigo Henri-Pierre RochĂ© en la que decĂa que “la mejor obra de Duchamp fue el uso de su tiempo”. Me pareciĂł que una novela grĂĄfica era el medio ideal para dar visibilidad a esa obra».
Duchamp, como Henry David Thoreau, como David Le Breton o como Charles Dickens, era un gran amante de caminar. P0r eso, Marcel Duchamp. Un juego entre mà y yo es un recorrido lineal en un libro con forma de friso de seis metros de extensión a través de la vida del francés. Un gran paseo a pie en el que, como cuenta Olislaeger, «Duchamp parece caminar por una exposición de su vida para verla y comentarla. En Europa, tenemos esta forma lineal de representar el tiempo, de izquierda a derecha».
El volumen es, al igual que la obra de Duchamp, un recordatorio de lo cotidianos que han de ser los objetos artĂsticos. Es un cĂłmic que estĂĄ tambiĂ©n pensado para comenzar a abordarse desde cualquier punto. «El lector hace la obra», explica el autor. «Es un participante activo de la narraciĂłn eligiendo por quĂ© pĂĄgina se abre y hacia dĂłnde dirige su mirada. AdemĂĄs, a Duchamp le gustaban los libros objeto como cajas verdes o blancas con notas y reproducciones de sus obras organizadas caĂłticamente. Es interesante que una biografĂa pueda tambiĂ©n ser caĂłtica, Âżno?».

El belga explica que querĂa conseguir una experiencia singular con el libro. «Me gusta inventar formatos dentro de la narraciĂłn misma, imaginar otro tipo de lectura, de formato, un objeto literario no identificado». AsĂ, ha hecho de un instrumento comĂșn y cotidiano (aunque extraordinario); de un libro, una pequeña obra de arte. Olislaeger dice que le gusta imaginar a la figura de Duchamp como un hombre sensible a «este tipo de poesĂa de lo cotidiano». Su libro no es una pieza de readymade, pero es probable que, al menos, le hubiera sacado una sonrisa.
La anĂ©cdota habrĂa sido perfecta si una Noche de los Muertos, en MĂ©xico, donde vive ahora, el fantasma de Marcel Duchamp se le hubiera aparecido a François Olislaeger a travĂ©s de una puerta de las que unen el mundo de los difuntos con el de los vivos.
âDibuja mi vida, François âle habrĂa dicho.
La pena es que esas puertas no existen, y ni Duchamp puede encargar proyectos a nadie ni nosotros podemos ir al mĂĄs allĂĄ a preguntarle a CamarĂłn de la Isla cĂłmo hacĂa lo que hacĂa. En su lugar, lo que sĂ que cruzĂł el dibujante belga fue la puerta de un taxi aquella madrugada de los Muertos en MĂ©xico. En ese taxi viajaba tambiĂ©n por casualidad una editora de Turner, Diana HernĂĄndez, que pensĂł que la historia de Duchamp, contada a travĂ©s de un cĂłmic muy peculiar, debĂa leerse en español.
Marcel Duchamp. Un juego entre mĂ y yo, que asĂ se llama la novela grĂĄfica, naciĂł un poco antes, cuando, coincidiendo con una inauguraciĂłn de una exposiciĂłn en el Centro Pompidou acerca del influyente artista francĂ©s, este cĂłmic se propuso como complemento enriquecedor de dicha retrospectiva. Olislaeger estaba trabajando en el libro desde hacĂa algĂșn tiempo y se hicieron coincidir ambos hechos, libro y expo.

La idea surgiĂł porque la influencia de Duchamp en el arte contemporĂĄneo es tal que casi se vio obligado a abordar la figura del artista. «Como aficionado al arte, vi que muchos proyectos llegaban a travĂ©s de las puertas que Duchamp habĂa abierto un siglo antes», explica el dibujante belga. «Era como si su fantasma estuviera omnipresente en la creaciĂłn contemporĂĄnea».
François Olislaeger materializĂł al fantasma de Duchamp y le puso como guĂa de un viaje a travĂ©s de su propia vida en el que repasa los acontecimientos mĂĄs relevantes de su existencia y de su obra. «QuerĂa ver al hombre que hay debajo de su figura. EscuchĂ© una frase de su amigo Henri-Pierre RochĂ© en la que decĂa que “la mejor obra de Duchamp fue el uso de su tiempo”. Me pareciĂł que una novela grĂĄfica era el medio ideal para dar visibilidad a esa obra».
Duchamp, como Henry David Thoreau, como David Le Breton o como Charles Dickens, era un gran amante de caminar. P0r eso, Marcel Duchamp. Un juego entre mà y yo es un recorrido lineal en un libro con forma de friso de seis metros de extensión a través de la vida del francés. Un gran paseo a pie en el que, como cuenta Olislaeger, «Duchamp parece caminar por una exposición de su vida para verla y comentarla. En Europa, tenemos esta forma lineal de representar el tiempo, de izquierda a derecha».
El volumen es, al igual que la obra de Duchamp, un recordatorio de lo cotidianos que han de ser los objetos artĂsticos. Es un cĂłmic que estĂĄ tambiĂ©n pensado para comenzar a abordarse desde cualquier punto. «El lector hace la obra», explica el autor. «Es un participante activo de la narraciĂłn eligiendo por quĂ© pĂĄgina se abre y hacia dĂłnde dirige su mirada. AdemĂĄs, a Duchamp le gustaban los libros objeto como cajas verdes o blancas con notas y reproducciones de sus obras organizadas caĂłticamente. Es interesante que una biografĂa pueda tambiĂ©n ser caĂłtica, Âżno?».

El belga explica que querĂa conseguir una experiencia singular con el libro. «Me gusta inventar formatos dentro de la narraciĂłn misma, imaginar otro tipo de lectura, de formato, un objeto literario no identificado». AsĂ, ha hecho de un instrumento comĂșn y cotidiano (aunque extraordinario); de un libro, una pequeña obra de arte. Olislaeger dice que le gusta imaginar a la figura de Duchamp como un hombre sensible a «este tipo de poesĂa de lo cotidiano». Su libro no es una pieza de readymade, pero es probable que, al menos, le hubiera sacado una sonrisa.