4 de noviembre 2015    /   CREATIVIDAD
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Los Ășltimos seis metros caminados por Duchamp

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La anécdota habría sido perfecta si una Noche de los Muertos, en México, donde vive ahora, el fantasma de Marcel Duchamp se le hubiera aparecido a François Olislaeger a través de una puerta de las que unen el mundo de los difuntos con el de los vivos.
—Dibuja mi vida, François —le habría dicho.
La pena es que esas puertas no existen, y ni Duchamp puede encargar proyectos a nadie ni nosotros podemos ir al mås allå a preguntarle a Camarón de la Isla cómo hacía lo que hacía. En su lugar, lo que sí que cruzó el dibujante belga fue la puerta de un taxi aquella madrugada de los Muertos en México. En ese taxi viajaba también por casualidad una editora de Turner, Diana Hernåndez, que pensó que la historia de Duchamp, contada a través de un cómic muy peculiar, debía leerse en español.
Marcel Duchamp. Un juego entre mĂ­ y yo, que asĂ­ se llama la novela grĂĄfica, naciĂł un poco antes, cuando, coincidiendo con una inauguraciĂłn de una exposiciĂłn en el Centro Pompidou acerca del influyente artista francĂ©s, este cĂłmic se propuso como complemento enriquecedor de dicha retrospectiva. Olislaeger estaba trabajando en el libro desde hacĂ­a algĂșn tiempo y se hicieron coincidir ambos hechos, libro y expo.
Duchamp
La idea surgió porque la influencia de Duchamp en el arte contemporåneo es tal que casi se vio obligado a abordar la figura del artista. «Como aficionado al arte, vi que muchos proyectos llegaban a través de las puertas que Duchamp había abierto un siglo antes», explica el dibujante belga. «Era como si su fantasma estuviera omnipresente en la creación contemporånea».
François Olislaeger materializĂł al fantasma de Duchamp y le puso como guĂ­a de un viaje a travĂ©s de su propia vida en el que repasa los acontecimientos mĂĄs relevantes de su existencia y de su obra. «QuerĂ­a ver al hombre que hay debajo de su figura. EscuchĂ© una frase de su amigo Henri-Pierre RochĂ© en la que decĂ­a que “la mejor obra de Duchamp fue el uso de su tiempo”. Me pareciĂł que una novela grĂĄfica era el medio ideal para dar visibilidad a esa obra».
Duchamp, como Henry David Thoreau, como David Le Breton o como Charles Dickens, era un gran amante de caminar. P0r eso, Marcel Duchamp. Un juego entre mí y yo es un recorrido lineal en un libro con forma de friso de seis metros de extensión a través de la vida del francés. Un gran paseo a pie en el que, como cuenta Olislaeger, «Duchamp parece caminar por una exposición de su vida para verla y comentarla. En Europa, tenemos esta forma lineal de representar el tiempo, de izquierda a derecha».
El volumen es, al igual que la obra de Duchamp, un recordatorio de lo cotidianos que han de ser los objetos artísticos. Es un cómic que estå también pensado para comenzar a abordarse desde cualquier punto. «El lector hace la obra», explica el autor. «Es un participante activo de la narración eligiendo por qué pågina se abre y hacia dónde dirige su mirada. Ademås, a Duchamp le gustaban los libros objeto como cajas verdes o blancas con notas y reproducciones de sus obras organizadas caóticamente. Es interesante que una biografía pueda también ser caótica, ¿no?».
duchamp
El belga explica que querĂ­a conseguir una experiencia singular con el libro. «Me gusta inventar formatos dentro de la narraciĂłn misma, imaginar otro tipo de lectura, de formato, un objeto literario no identificado». AsĂ­, ha hecho de un instrumento comĂșn y cotidiano (aunque extraordinario); de un libro, una pequeña obra de arte. Olislaeger dice que le gusta imaginar a la figura de Duchamp como un hombre sensible a «este tipo de poesĂ­a de lo cotidiano». Su libro no es una pieza de readymade, pero es probable que, al menos, le hubiera sacado una sonrisa.

La anécdota habría sido perfecta si una Noche de los Muertos, en México, donde vive ahora, el fantasma de Marcel Duchamp se le hubiera aparecido a François Olislaeger a través de una puerta de las que unen el mundo de los difuntos con el de los vivos.
—Dibuja mi vida, François —le habría dicho.
La pena es que esas puertas no existen, y ni Duchamp puede encargar proyectos a nadie ni nosotros podemos ir al mås allå a preguntarle a Camarón de la Isla cómo hacía lo que hacía. En su lugar, lo que sí que cruzó el dibujante belga fue la puerta de un taxi aquella madrugada de los Muertos en México. En ese taxi viajaba también por casualidad una editora de Turner, Diana Hernåndez, que pensó que la historia de Duchamp, contada a través de un cómic muy peculiar, debía leerse en español.
Marcel Duchamp. Un juego entre mĂ­ y yo, que asĂ­ se llama la novela grĂĄfica, naciĂł un poco antes, cuando, coincidiendo con una inauguraciĂłn de una exposiciĂłn en el Centro Pompidou acerca del influyente artista francĂ©s, este cĂłmic se propuso como complemento enriquecedor de dicha retrospectiva. Olislaeger estaba trabajando en el libro desde hacĂ­a algĂșn tiempo y se hicieron coincidir ambos hechos, libro y expo.
Duchamp
La idea surgió porque la influencia de Duchamp en el arte contemporåneo es tal que casi se vio obligado a abordar la figura del artista. «Como aficionado al arte, vi que muchos proyectos llegaban a través de las puertas que Duchamp había abierto un siglo antes», explica el dibujante belga. «Era como si su fantasma estuviera omnipresente en la creación contemporånea».
François Olislaeger materializĂł al fantasma de Duchamp y le puso como guĂ­a de un viaje a travĂ©s de su propia vida en el que repasa los acontecimientos mĂĄs relevantes de su existencia y de su obra. «QuerĂ­a ver al hombre que hay debajo de su figura. EscuchĂ© una frase de su amigo Henri-Pierre RochĂ© en la que decĂ­a que “la mejor obra de Duchamp fue el uso de su tiempo”. Me pareciĂł que una novela grĂĄfica era el medio ideal para dar visibilidad a esa obra».
Duchamp, como Henry David Thoreau, como David Le Breton o como Charles Dickens, era un gran amante de caminar. P0r eso, Marcel Duchamp. Un juego entre mí y yo es un recorrido lineal en un libro con forma de friso de seis metros de extensión a través de la vida del francés. Un gran paseo a pie en el que, como cuenta Olislaeger, «Duchamp parece caminar por una exposición de su vida para verla y comentarla. En Europa, tenemos esta forma lineal de representar el tiempo, de izquierda a derecha».
El volumen es, al igual que la obra de Duchamp, un recordatorio de lo cotidianos que han de ser los objetos artísticos. Es un cómic que estå también pensado para comenzar a abordarse desde cualquier punto. «El lector hace la obra», explica el autor. «Es un participante activo de la narración eligiendo por qué pågina se abre y hacia dónde dirige su mirada. Ademås, a Duchamp le gustaban los libros objeto como cajas verdes o blancas con notas y reproducciones de sus obras organizadas caóticamente. Es interesante que una biografía pueda también ser caótica, ¿no?».
duchamp
El belga explica que querĂ­a conseguir una experiencia singular con el libro. «Me gusta inventar formatos dentro de la narraciĂłn misma, imaginar otro tipo de lectura, de formato, un objeto literario no identificado». AsĂ­, ha hecho de un instrumento comĂșn y cotidiano (aunque extraordinario); de un libro, una pequeña obra de arte. Olislaeger dice que le gusta imaginar a la figura de Duchamp como un hombre sensible a «este tipo de poesĂ­a de lo cotidiano». Su libro no es una pieza de readymade, pero es probable que, al menos, le hubiera sacado una sonrisa.

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