āQuiero algo que me la ponga dura ādijo un ejecutivo de una productora de televisión que habĆa dicho un directivo de una televisión autonómicaā. Con la Ćŗltima telemuvi tuvimos audiencia y premios, pero no me la puso dura.
La reunión llevaba cinco minutos. DudĆ© si era una broma de pĆ©simo gusto o si las palabras de aquel directivo de la televisión autonómica eran ciertas. En cualquier caso, fue chocante. TenĆamos que hablar de un proyecto que tenĆa como trasfondo la dignidad de la mujer. No estaba concebido para provocar erecciones.
MĆ”s tarde descubrĆ que aquella reunión marcarĆa la pauta de los futuros encuentros llenos de lenguaje agresivo, misógino y de intentos de desvirtuar el guion. AprendĆ una lección: si la primera reunión con un productor huele mal, huye.
Aquel productor acabarĆa sugiriendo tres violaciones para que la pelĆcula tuviera chicha. Sus sugerencias fueron rechazadas.
Aquel personaje es un ejemplo de un contrasentido en la industria del cine espaƱol: pelĆculas que denuncian injusticias sociales āincluso enarbolan la bandera del feminismoā producidas por directivos que crean un clima clasista y misógino. QuizĆ” mi pensamiento parezca ingenuo. SĆ© que a la industria le interesa mĆ”s el dinero que el mensaje.
Para algunos hombres de la industria, la mujer es mero objeto de deseo u objeto mercantil. Según el puesto que el hombre ocupe y el poder que acumule. Los que cuentan con menos poder, como los técnicos, aún pueden emplear un lenguaje cargado de alusiones sexuales que para algunas mujeres es ofensivo.
En este mundilloĀ estĆ” el director de cine jactancioso:
āHice la pelĆcula paraĀ ver en pelotas/follarme aā¦
El tono no es confidencial. Es propio del cazador que presume haber abatido un gran número de piezas en una mañana.
Cierto productor comentó a una decena de personas, yo entre ellas,Ā en una comida informal, su cena de negocios con un reputado actor extranjero. Era la estrella de una coproducción. HabĆa modelos en aquella cena.
āĀæEstas dos estĆ”n incluidas en el trato? ādijo el productor que dijo aquel actorā. No, dije yo. Son mĆas.
La anĆ©cdota puede ser cierta o no, pero creĆble. Al menos, la primera parte. Como esta otra:
Un productor nos contó a un puƱado de guionistas, todos hombres, cómo su productora habĆa puesto Ā«dinero para comidas y putasĀ» para convencer a un grupo de empresarios que patrocinara un proyecto. El objetivo se consiguió.
No faltan anĆ©cdotas que podrĆan haber derivado en drama.
Como la historia que me contó una joven, aspirante a actriz, que consigue trabajar como figurante en una producción nacional. Un productor ejecutivo la convence para que asista al preestreno en Madrid: «Para que vayas conociendo gente. Tú no te preocupes que yo me encargo de todo».
La ilusión nubla la razón. Los depredadores lo saben. La joven no se plantea en ningún momento el por qué su inexistente carrera interesa a un productor con el que solo ha charlado comiendo bocadillos y café en el rodaje.
La historia continĆŗa asĆ:
āEstando en la habitación me dice que sube a verme y a mĆ me dio miedo. Yo me encerrĆ©. Al otro lado estaba dando golpes hasta que se fue. Al dĆa siguiente llamĆ© a una amiga que tengo en Madrid y me fui a su piso.
Tras la historia llegan los miedos:
āĀæY si no querĆa nada malo? ĀæY si me cierra las puertas y no vuelvo a trabajar?
āMejor pensar mal que lamentar ādije.
No serĆa la primera vez que una historia asĆ me llegaba de primera o segunda mano. Otra vez fue una directora de cine. Otra vez, una guionista. Por suerte, sin peores consecuencias para las mujeres. QuizĆ”s si hubieran sido violadas no lo hubieran contado. Incluso sin consecuencias mĆ”s graves que el susto, hay un sentimiento de culpa. De vergüenza. De miedo. No solo a que el depredador acabe con la carrera artĆstica. Miedo al daƱo fĆsico.
Al miedo contribuyen leyendas escabrosas sobre algunos hombres que controlan la industria. Siempre hombres. De un conocido productor de cine y empresario se dice que tiene sicarios. Ante tales miedos infundados, que los propios miembros del mundillo esparcen, no extraƱa que las vĆctimas de acoso sexual callen, tanto los hombres como las mujeres.
Los artistas, hombres y mujeres, somos paranoicos. Los artistas jóvenes, mĆ”s.Ā
La actriz Leticia Dolera ha sido valiente al confesar los episodios de abuso sexual sufridos. Por otro lado, su trabajo demuestra que la industria no estƔ podrida. Hay hombres que quieren contar historias y respetan a las compaƱeras de trabajo.
FotografĆa:Ā Donald Tong from Pexels.