3 de noviembre 2011    /   ENTRETENIMIENTO
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El problema de la fe ciega en la tecnologĂ­a

3 de noviembre 2011    /   ENTRETENIMIENTO     por          
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Al igual que los mercados, el humano ha elevado la tecnología al nivel de dios. Pero la fe ciega en ella como un fin por sí solo, es una apuesta segura para estar abocados al fracaso. Lo dijo Malcolm Gladwell en una ponencia en TED y a continuación explicamos por qué.

Para ilustrar este punto de vista, Gladwell hace lo que mejor se le da: redescubrir personajes olvidados que han tenido una transcendencia crucial en la historia. Esta vez, su atenciĂłn se centra en la figura de Carl Norden, un ingeniero americano de origen suizo.

Norden fue el inventor de la Mira Norden, un dispositivo para ayudar a las tripulaciones de los bombarderos a mejorar la precisiĂłn de sus bombas y que se empleĂł principalmente durante la Segunda Guerra Mundial. “En la era antes del GPS y el radar, eso era algo muy complejo. Tienes un aviĂłn a miles de pies en el aire, viajando a cientos de millas por hora. Estas intentando lanzar un elemento sobre un objetivo estático con todo tipo de impedimentos como el viento y la obstrucciĂłn de las nubes”, cuenta Gladwell en su ponencia.

Mejorar este proceso fue un problema en el que trabajaron numerosos cientĂ­ficos pero nadie encontrĂł la soluciĂłn hasta la llegada de este aparato. “El ingeniero desarrolla un dispositivo increĂ­blemente complejo que pesa más 20 kilos (…) Permite que el responsable de lanzar las bombas visualice el objetivo desde el morro de plexiglás del bombardero. Introducen la altitud del aviĂłn, la velocidad en la que viaja el aviĂłn, la velocidad del viento y las coordenadas del objetivo. La mira informaba sobre el momento idĂłneo para lanzar la bomba”, añade.

Antes de la llegada de este artilugio, Gladwell explica que  no era inusual que un bombardero fallara en alcanzar su objetivo en más de un kilómetro.

El Santo Grial

El ejercito de EEUU puso tanto interĂ©s en el dispositivo que llegĂł a invertir más de 1.500 millones de dĂłlares en el proyecto en los años 30 y 40. “Para ponerlo en perspectiva, es la mitad del presupuesto del Proyecto Manhattan, el más importante del siglo 20. Una enorme cantidad de dinero”, explica Gladwell. “Estaban convencidos de que marcarĂ­a la diferencia durante la Segunda Guerra Mundial”.

Durante el transcurso del conflicto el ejército se hace con más de 90.000 de estos dispositivos. Todo que tiene que ver con la Mira Norden se rodea de un secretismo extremo. Cada uno de los militares que lo utiliza tiene que hacer un juramento diciendo que si son capturados, no revelarán ni un detalle de su existencia. Se prohíbe terminantemente hacer fotos del aparato.

Norden, un hombre de profundas convicciones cristianas, también pensó que la Mira Norden tenía una dimensión moral. La precisión del invento ayudaría a limitar el sufrimiento de los civiles en la guerra.

En definitiva: “La mira de Norden era el SANTO GRIAL de la Ă©poca”, exclama Gladwell. “Excepto una cosa. ResultĂł no ser el Santo Grial”, matiza enseguida el escritor canadiense.

El humano habĂ­a vuelto a caer en el mismo error. Confiar más en la práctica que en la realidad. “Su funcionamiento estaba pensado para condiciones perfectas pero las condiciones nunca son perfectas durante una guerra. Era muy difĂ­cil de utilizar (…) se estropeaba mucho y no funcionan muy bien en las batallas. Necesitaba cielos despejados para ser efectivo”.

En realidad, su efectividad era tan deficiente, que de las más de 85.000 bombas que se lanzaron sobre una planta química de 300 hectáreas propiedad del régimen Nazi, solo un 10% cayeron dentro del perímetro de la planta.

La obsesiĂłn por el secretismo tampoco valiĂł para mucho. Durante los años 30 Norden trabajĂł con muchos ingenieros alemanes. “Uno de ellos llamado Herman Lang en 1938 se reuniĂł con los Nazis y reconstruyĂł de memoria todos los planos del proyecto. Durante toda la guerra ellos tambiĂ©n tuvieron su propia Mira Norden que tampoco funcionaba muy bien”.

 

¿Qué podemos aprender de esta historia?

SegĂşn el pensador canadiense tenemos que dejar de tener fe ciega en la tecnologĂ­a. “Vivimos rodeados de gente inteligente que hoy en dĂ­a sigue diciendo que ha inventado gadgets que cambiarán el mundo para siempre”.

El Pentágono está lleno de Carl Norden’s actuales y la tecnologĂ­a ya existe para lanzar bombas con extrema precisiĂłn. Pero el colaborador del New Yorker dice que esto tiene mucha menos relevancia de lo que pensamos.

“Ya en la primera guerra del golfo el ejercito estadounidense mandĂł dos escuadrones de aviones F-15 al desierto iraquĂ­ equipados con cámaras que costaban 5 millones de dĂłlares. Su misiĂłn era destruir todos los sistemas SCUD de misiles anti aĂ©reos (…) DespuĂ©s de la guerra hicieron una auditorĂ­a para analizar cuantos SCUDs habĂ­an destruido. La respuesta fue cero. Ni una”.

El fracaso de la misiĂłn no tenĂ­a nada que ver con la falta de precisiĂłn de las bombas estadounidenses. Eso estaba ampliamente demostrado. El problema es que no tenĂ­an ni idea donde estaba el objetivo. “El problema no es lanzar una bomba sobre un barril de pepinillos, el problema es saber como encontrarlo”, enfatiza.

En Afganistán la cosa no ha ido mucho mejor en su opinión, a pesar de contar con la tecnología más avanzada. Allí, el arma más utilizada son los drones, que no requieren piloto y son capaces de lanzar misiles con una precisión del 95%. Durante los últimos años han operado centenares de estos aparatos para atacar a militantes en la parte norte de Pakistán y la frontera de Afganistán.

Pero no han sido la panacea, ni mucho menos. “En ese mismo periodo el nĂşmero de ataques suicidas en Afganistán se ha multiplicado por 10. A medida que hemos sido más eficientes para matarlos a ellos, ellos han tenido más rabia y motivaciĂłn para matarnos a nosotros. No he descrito una historia de Ă©xito. He descrito lo opuesto a una historia de Ă©xito”.

ÂżSu conclusiĂłn?

“Este es el problema con nuestra enamoramiento con las cosas que fabricamos. Pensamos que pueden solucionar nuestros problemas. Pero nuestros problemas son mucho más complejos que eso. La cuestiĂłn no es la precisiĂłn de las bombas que tienes. Es cĂłmo utilizas las bombas que tienes o si realmente es necesario utilizar las bombas”.

Fotos: Wikipedia

Al igual que los mercados, el humano ha elevado la tecnología al nivel de dios. Pero la fe ciega en ella como un fin por sí solo, es una apuesta segura para estar abocados al fracaso. Lo dijo Malcolm Gladwell en una ponencia en TED y a continuación explicamos por qué.

Para ilustrar este punto de vista, Gladwell hace lo que mejor se le da: redescubrir personajes olvidados que han tenido una transcendencia crucial en la historia. Esta vez, su atenciĂłn se centra en la figura de Carl Norden, un ingeniero americano de origen suizo.

Norden fue el inventor de la Mira Norden, un dispositivo para ayudar a las tripulaciones de los bombarderos a mejorar la precisiĂłn de sus bombas y que se empleĂł principalmente durante la Segunda Guerra Mundial. “En la era antes del GPS y el radar, eso era algo muy complejo. Tienes un aviĂłn a miles de pies en el aire, viajando a cientos de millas por hora. Estas intentando lanzar un elemento sobre un objetivo estático con todo tipo de impedimentos como el viento y la obstrucciĂłn de las nubes”, cuenta Gladwell en su ponencia.

Mejorar este proceso fue un problema en el que trabajaron numerosos cientĂ­ficos pero nadie encontrĂł la soluciĂłn hasta la llegada de este aparato. “El ingeniero desarrolla un dispositivo increĂ­blemente complejo que pesa más 20 kilos (…) Permite que el responsable de lanzar las bombas visualice el objetivo desde el morro de plexiglás del bombardero. Introducen la altitud del aviĂłn, la velocidad en la que viaja el aviĂłn, la velocidad del viento y las coordenadas del objetivo. La mira informaba sobre el momento idĂłneo para lanzar la bomba”, añade.

Antes de la llegada de este artilugio, Gladwell explica que  no era inusual que un bombardero fallara en alcanzar su objetivo en más de un kilómetro.

El Santo Grial

El ejercito de EEUU puso tanto interĂ©s en el dispositivo que llegĂł a invertir más de 1.500 millones de dĂłlares en el proyecto en los años 30 y 40. “Para ponerlo en perspectiva, es la mitad del presupuesto del Proyecto Manhattan, el más importante del siglo 20. Una enorme cantidad de dinero”, explica Gladwell. “Estaban convencidos de que marcarĂ­a la diferencia durante la Segunda Guerra Mundial”.

Durante el transcurso del conflicto el ejército se hace con más de 90.000 de estos dispositivos. Todo que tiene que ver con la Mira Norden se rodea de un secretismo extremo. Cada uno de los militares que lo utiliza tiene que hacer un juramento diciendo que si son capturados, no revelarán ni un detalle de su existencia. Se prohíbe terminantemente hacer fotos del aparato.

Norden, un hombre de profundas convicciones cristianas, también pensó que la Mira Norden tenía una dimensión moral. La precisión del invento ayudaría a limitar el sufrimiento de los civiles en la guerra.

En definitiva: “La mira de Norden era el SANTO GRIAL de la Ă©poca”, exclama Gladwell. “Excepto una cosa. ResultĂł no ser el Santo Grial”, matiza enseguida el escritor canadiense.

El humano habĂ­a vuelto a caer en el mismo error. Confiar más en la práctica que en la realidad. “Su funcionamiento estaba pensado para condiciones perfectas pero las condiciones nunca son perfectas durante una guerra. Era muy difĂ­cil de utilizar (…) se estropeaba mucho y no funcionan muy bien en las batallas. Necesitaba cielos despejados para ser efectivo”.

En realidad, su efectividad era tan deficiente, que de las más de 85.000 bombas que se lanzaron sobre una planta química de 300 hectáreas propiedad del régimen Nazi, solo un 10% cayeron dentro del perímetro de la planta.

La obsesiĂłn por el secretismo tampoco valiĂł para mucho. Durante los años 30 Norden trabajĂł con muchos ingenieros alemanes. “Uno de ellos llamado Herman Lang en 1938 se reuniĂł con los Nazis y reconstruyĂł de memoria todos los planos del proyecto. Durante toda la guerra ellos tambiĂ©n tuvieron su propia Mira Norden que tampoco funcionaba muy bien”.

 

¿Qué podemos aprender de esta historia?

SegĂşn el pensador canadiense tenemos que dejar de tener fe ciega en la tecnologĂ­a. “Vivimos rodeados de gente inteligente que hoy en dĂ­a sigue diciendo que ha inventado gadgets que cambiarán el mundo para siempre”.

El Pentágono está lleno de Carl Norden’s actuales y la tecnologĂ­a ya existe para lanzar bombas con extrema precisiĂłn. Pero el colaborador del New Yorker dice que esto tiene mucha menos relevancia de lo que pensamos.

“Ya en la primera guerra del golfo el ejercito estadounidense mandĂł dos escuadrones de aviones F-15 al desierto iraquĂ­ equipados con cámaras que costaban 5 millones de dĂłlares. Su misiĂłn era destruir todos los sistemas SCUD de misiles anti aĂ©reos (…) DespuĂ©s de la guerra hicieron una auditorĂ­a para analizar cuantos SCUDs habĂ­an destruido. La respuesta fue cero. Ni una”.

El fracaso de la misiĂłn no tenĂ­a nada que ver con la falta de precisiĂłn de las bombas estadounidenses. Eso estaba ampliamente demostrado. El problema es que no tenĂ­an ni idea donde estaba el objetivo. “El problema no es lanzar una bomba sobre un barril de pepinillos, el problema es saber como encontrarlo”, enfatiza.

En Afganistán la cosa no ha ido mucho mejor en su opinión, a pesar de contar con la tecnología más avanzada. Allí, el arma más utilizada son los drones, que no requieren piloto y son capaces de lanzar misiles con una precisión del 95%. Durante los últimos años han operado centenares de estos aparatos para atacar a militantes en la parte norte de Pakistán y la frontera de Afganistán.

Pero no han sido la panacea, ni mucho menos. “En ese mismo periodo el nĂşmero de ataques suicidas en Afganistán se ha multiplicado por 10. A medida que hemos sido más eficientes para matarlos a ellos, ellos han tenido más rabia y motivaciĂłn para matarnos a nosotros. No he descrito una historia de Ă©xito. He descrito lo opuesto a una historia de Ă©xito”.

ÂżSu conclusiĂłn?

“Este es el problema con nuestra enamoramiento con las cosas que fabricamos. Pensamos que pueden solucionar nuestros problemas. Pero nuestros problemas son mucho más complejos que eso. La cuestiĂłn no es la precisiĂłn de las bombas que tienes. Es cĂłmo utilizas las bombas que tienes o si realmente es necesario utilizar las bombas”.

Fotos: Wikipedia

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