Marco Papiro recuerda haber pintado siempre, incluso en aquellos años tempranos de los que el hombre no guarda recuerdo. «TenĂa que tener una buena memoria visual», reconoce a Yorokobu. «Mi madre me ha contado que despuĂ©s de un viaje a Palermo he dibujado el puerto de la ciudad con todo lujo de detalles. Creo que tenĂa cuatro años». Esos detalles se han difuminado en sus dibujos con los años, igual que el realismo, que impregna los trabajos de su infancia como testigo invisible del pintor que Papiro pudo haber sido.


En sus ilustraciones, Papiro juega con los diseños geomĂ©tricos y las fotografĂas, con la tipografĂa, las curvas y las rectas. Este diseñador suizo ha creado un mundo grĂĄfico que dista mucho de aquĂ©l dibujo del puerto de Palermo. «No sabrĂa describir mi estilo, de hecho no estoy seguro de tener uno», reflexiona. Su trabajo ha llamado la atenciĂłn gracias a la portada del Ășltimo disco de Panda Bear. «No conocĂa su mĂșsica muy bien, y ni siquiera he intentado dejar que me inspirara para estos diseños» decĂa hace poco en una entrevista en la web Itâs Nice That.

Noah Lennox, nombre real tras el que se esconde Panda Bear, le sugiriĂł la paleta de colores con los que trabajar. A partir de esta idea, Papiro desarrollĂł unas imĂĄgenes de volĂșmenes planos y curvas simples, unos diseños en los que las lĂneas se entrecruzan hasta sugerir letras escondidas en una orgĂa cromĂĄtica. De este trabajo, Papiro rescatĂł hasta los descartes, que han sido usados para la web interactiva del cantante, intercalados con diseños de otros artistas en un mosaico interactivo simplemente brillante. Pero la relaciĂłn de Papiro con la mĂșsica va mucho mĂĄs allĂĄ de esta colaboraciĂłn.
En su web, Marco Papiro se describe como diseñador grĂĄfico, violinista, mĂșsico modular, DJ y otras 39 cosas. «Me parece inadecuado definirse a travĂ©s de una sola actividad, todas las personas tenemos mĂĄs niveles», defiende. Lo cierto es que en las dos que nos ocupan ha conseguido cierto Ă©xito. Se dedica a ellas a trompicones, basculando entre sus diseños y sus mascotas, que es como llama Ă©l a sus instrumentos. «Ăltimamente he estado mĂĄs centrado en la ilustraciĂłn, pero dentro de un poco empiezo con los conciertos, asĂ que la situaciĂłn volverĂĄ a cambiar», vaticina. Su mĂșsica, como sus diseños, se aleja de lo tradicional y navega por aguas abstractas. Pero ahĂ acaban las coincidencias.

«No creo que mis diseños estĂ©n influenciados de forma alguna por mi mĂșsica» defiende Papiro, «no he intentado aunar las dos cosas, pero no me molesta que alguien lo vea asĂ», afirma cuando se le pregunta si sus dos pasiones son convergen sobre el papel. Lo cierto es que algunos de sus diseños rescatan objetos de la imaginerĂa musical, pero esto se debe quizĂĄ a que Papiro trabaja mucho la cartelerĂa de conciertos.

Cuando estĂĄ cansado de la tableta grĂĄfica y de sus «mascotas», Papiro coge lĂĄpiz y papel y vuelve al dibujo clĂĄsico, a ese que le inspirĂł, hace ya mĂĄs de 30 años, en el puerto de Palermo. Lo hace para enseñar arte, aunque se niega a reconocerse como profesor, «no tengo un tĂtulo para ello», argumenta. En cualquier caso esta actividad, una de las 39 que lo definen, es para Ă©l un estĂmulo, tan grande como crear. «O quizĂĄ el estĂmulo estĂ© en hacer las dos cosas», matiza, «no creo que me gustara enseñar si no fuera activo en el mundo grĂĄfico». De momento, a pesar del tiempo que le roban sus mascotas, parece que seguirĂĄ activo. Marco Papiro recuerda haber pintado siempre. Y no parece que vaya a parar prĂłximamente.






Marco