La historia de unos marineros abandonados en las aguas de Canarias

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CorrÃa el mes de septiembre de 2009 cuando el petrolero con bandera panameña Iballa G arribó al Puerto de Las Palmas. Uno de sus motores estaba dando problemas y habÃa que repararlo. Iba a ser una parada corta, el tiempo necesario para solucionar los problemas mecánicos del barco y continuar ruta hacia los caladeros de Mauritania, Senegal y el golfo de Guinea. Aquel viejo petrolero se encargaba de suministrar combustible a los buques que faenaban en aquellas zonas.
Pero los dÃas pasaban y los repuestos no llegaban. Su tripulación empezó a inquietarse. Algo no estaba saliendo como debÃa. Tres meses después, el armador del Iballa G, José Antonio Gámez, desaparece dejando en abandono a su tripulación. No llegó jamás el dinero para la reparación del motor. Tampoco hubo dinero para pagar los sueldos atrasados de los marineros que trabajaban en el barco. La situación se habÃa complicado terriblemente: sin dinero, sin papeles y abandonados en un paÃs que no era el suyo.
La mayor parte de los 22 tripulantes del buque regresó a sus paÃses de origen dándolo todo por perdido. Pero cinco de ellos eligieron quedarse y luchar por sus derechos, dejando atrás familias y una vida. Sus nombres: Ismael Reyes (Cuba), Issa Sidifall (Mauritania), Mor Thiam (Senegal), Virara (EtiopÃa) y Pedro Leyva (Cuba).
Esta es la historia que la fotógrafa grancanaria Sara Yun ha querido contar en Óxido, una serie de 24 fotografÃas que recoge el dÃa a dÃa de estos luchadores durante el tiempo que el barco permaneció en el Muelle de La Luz de Las Palmas. «Muchos volvieron a sus paÃses y otros quisieron quedarse porque yéndose del barco darÃan la razón a su armador, y ellos querÃan que se hiciera justicia», explica la fotógrafa. «La prolongada situación de incertidumbre oxida no solo su salud, al no poder cubrir las necesidades básicas, sino también sus almas».
La espera de estos marineros, que iba a ser de dÃas, se convirtió en años. «Años a la deriva».
Sin papeles, sin dinero, sin trabajo, la rutina de estos cinco hombres era tremendamente dura. SobrevivÃan gracias a la caridad de algunas personas y a la ayuda que podÃa proporcionarles la ONG Stella Maris, que les abastecÃa con algunos vÃveres indispensables. «Casi no pasaba nada», explica Yun, «los dÃas pasaban lentamente. Issa y Mor, los chicos africanos, trabajaban en negro durante el dÃa e intentaban pasar el menor tiempo posible en el barco, volviendo solo para dormir. Pedro e Ismael, los cubanos, por el contrario, pasaban la mayor parte del dÃa en el barco, escribiendo cartas, escuchando la radio, leyendo, contemplando el dÃa pasar, jugando al ajedrez, esperando…».
Yun se interesó enseguida por la historia y la situación de estas personas. «La soledad de todos me conmovÃa y me sorprendÃa su bondad», indica. «De verdad, eran y son personas nobles. No entendÃa cómo se les podÃa abandonar de esa manera, que las autoridades se pasaran la pelota y nadie se hiciera cargo de la situación. Ellos sólo querÃan recuperar el dinero que habÃan trabajado (que no era mucho para nosotros pero que para sus respectivos paÃses eran meses de comida asegurada)».
Consiguió el teléfono de uno de ellos y quedó con los marineros para ir a conocerles. Aquellos hombres que malvivÃan en un barco cada vez más deteriorado, cada vez más oxidado, como sus propias vidas, recibieron a la fotógrafa de buen grado y se mostraron dispuestos desde el primer momento a colaborar con ella. «QuerÃan que su historia se conociese y desde el primer dÃa me sentà cómoda. Y han cuidado de mi todo el tiempo».
Durante cinco años, Yun acudÃa al barco intermitentemente para fotografiar el dÃa a dÃa de los marineros abandonados. «Sentà necesidad de contarlo porque me pareció una situación injusta. QuerÃa poner mi granito de arena, hacer ruido, contar su historia para que no quedaran invisibles ante la sociedad. Admiraba su tesón en esta lucha en forma de espera», afirma con rotundidad. «ArtÃsiticamente no espero nada, pero para mà siempre es un aprendizaje».
Los hombres le fueron contando durante ese tiempo sus historias. «Issa estaba embarcado para ocho dÃas nada más y su novia le esperaba, le esperaba una boda. Pero él no querÃa volver sin dinero, eso serÃa una vergüenza…El armador les decÃa que esperasen, que esto se solucionarÃa pronto, pero pasaron los dÃas y los meses y la prometida de Issa (o la presión familiar) se cansó de esperar», recuerda la grancanaria.
«A Mor Thiam le esperaban su mujer y sus dos hijos. Ahora tampoco están juntos. Pedro jugaba al ajedrez solo, decÃa que era para mantener su mente activa y no caer enfermo. Ismael escribÃa cartas a su mujer todas las semanas, que yo escaneaba y enviaba por email».
La fotógrafa eligió la fotografÃa documental y no la meramente artÃstica para dar voz a los marineros. «Ambas me gustan y con ambas aprendo. La documental me mueve las entrañas, me remueve a nivel personal y la artÃstica es más un bálsamo. Quizás me sienta más cómoda con la documental porque ahà no hay lugar para la mentira. Es honesta y siento que con ella utilizo la fotografÃa como altavoz».
Abarloado en el puerto en tercera fila, entrar y salir del petrolero era una aventura cada vez más peligrosa. Tanto que uno de ellos, Virara, murió tratando de pasar del primer al segundo barco. «Virara falleció tres dÃas antes de que yo llegara al barco. Pasando de un barco a otro. Esta es la historia que más me ha marcado. Me marcó el silencio mediático respecto a este tema, y no sólo mediático, sino de las autoridades. Ni los propios tripulantes supieron qué se hizo con el cuerpo. A él va dedicado este trabajo», afirma Yun.
Un dÃa, la Guardia Civil informó a los cuatro supervivientes que debÃan abandonar el Iballa G. El barco habÃa sido vendido. El armador se habÃa declarado insolvente y el barco serÃa trasladado a TurquÃa. La asociación Stella Maris solicitó el embargo preventivo del petrolero para garantizar los salarios de sus tripulantes, y a dÃa de hoy, aún están en espera de juicio.
Los marineros debÃan rehacer sus vidas. Sólo Ismael regresó a Cuba junto a su familia. A él le esperaban allà desde hacÃa cinco años su mujer y sus hijos. A dÃa de hoy sigue sin trabajo. «Mor se busca la vida en Italia, Pedro en EEUU e Issa ha formado una familia en Fuerteventura y espera poder encontrar un trabajo desde hace tiempo», cuenta Sara Yun. «En realidad, lo que han hecho todos menos Ismael (que ya le esperaba su mujer), es rehacer sus vidas porque la que tenÃan cuando se embarcaron la perdieron».
La historia de Mor, Issa, Ismael y Pedro no es algo único y aislado. Yun asegura que casos asà se repiten en muelles de todo el mundo. Óxido pretende denunciar una de esas historias y mostrar el ejemplo de dignidad y lucha de cuatro personas que lo tenÃan todo perdido.
La obra de Sara Yun ha sido expuesta en diferentes lugares. Formó parte de la selección de autores de Fotonoviembre 2015 y estuvo expuesta en el TEA de Tenerife y en Gran Canaria Espacio Digital. Por el momento, Yun busca seguir difundiendo la historia de estas. Pero, puestos a soñar, a la fotógrafa le encantarÃa poder ver convertido Óxido en un fotolibro.
«Les pregunto hoy en dÃa si se arrepienten de haberse embarcado y de haber esperado», concluye Sara Yun. «Alguno sÃ, porque como aún no se ha solucionado nada, ven tiempo que han perdido. Otros lo ven, como una batalla más en la vida que les ha hecho más fuertes».
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CorrÃa el mes de septiembre de 2009 cuando el petrolero con bandera panameña Iballa G arribó al Puerto de Las Palmas. Uno de sus motores estaba dando problemas y habÃa que repararlo. Iba a ser una parada corta, el tiempo necesario para solucionar los problemas mecánicos del barco y continuar ruta hacia los caladeros de Mauritania, Senegal y el golfo de Guinea. Aquel viejo petrolero se encargaba de suministrar combustible a los buques que faenaban en aquellas zonas.
Pero los dÃas pasaban y los repuestos no llegaban. Su tripulación empezó a inquietarse. Algo no estaba saliendo como debÃa. Tres meses después, el armador del Iballa G, José Antonio Gámez, desaparece dejando en abandono a su tripulación. No llegó jamás el dinero para la reparación del motor. Tampoco hubo dinero para pagar los sueldos atrasados de los marineros que trabajaban en el barco. La situación se habÃa complicado terriblemente: sin dinero, sin papeles y abandonados en un paÃs que no era el suyo.
La mayor parte de los 22 tripulantes del buque regresó a sus paÃses de origen dándolo todo por perdido. Pero cinco de ellos eligieron quedarse y luchar por sus derechos, dejando atrás familias y una vida. Sus nombres: Ismael Reyes (Cuba), Issa Sidifall (Mauritania), Mor Thiam (Senegal), Virara (EtiopÃa) y Pedro Leyva (Cuba).
Esta es la historia que la fotógrafa grancanaria Sara Yun ha querido contar en Óxido, una serie de 24 fotografÃas que recoge el dÃa a dÃa de estos luchadores durante el tiempo que el barco permaneció en el Muelle de La Luz de Las Palmas. «Muchos volvieron a sus paÃses y otros quisieron quedarse porque yéndose del barco darÃan la razón a su armador, y ellos querÃan que se hiciera justicia», explica la fotógrafa. «La prolongada situación de incertidumbre oxida no solo su salud, al no poder cubrir las necesidades básicas, sino también sus almas».
La espera de estos marineros, que iba a ser de dÃas, se convirtió en años. «Años a la deriva».
Sin papeles, sin dinero, sin trabajo, la rutina de estos cinco hombres era tremendamente dura. SobrevivÃan gracias a la caridad de algunas personas y a la ayuda que podÃa proporcionarles la ONG Stella Maris, que les abastecÃa con algunos vÃveres indispensables. «Casi no pasaba nada», explica Yun, «los dÃas pasaban lentamente. Issa y Mor, los chicos africanos, trabajaban en negro durante el dÃa e intentaban pasar el menor tiempo posible en el barco, volviendo solo para dormir. Pedro e Ismael, los cubanos, por el contrario, pasaban la mayor parte del dÃa en el barco, escribiendo cartas, escuchando la radio, leyendo, contemplando el dÃa pasar, jugando al ajedrez, esperando…».
Yun se interesó enseguida por la historia y la situación de estas personas. «La soledad de todos me conmovÃa y me sorprendÃa su bondad», indica. «De verdad, eran y son personas nobles. No entendÃa cómo se les podÃa abandonar de esa manera, que las autoridades se pasaran la pelota y nadie se hiciera cargo de la situación. Ellos sólo querÃan recuperar el dinero que habÃan trabajado (que no era mucho para nosotros pero que para sus respectivos paÃses eran meses de comida asegurada)».
Consiguió el teléfono de uno de ellos y quedó con los marineros para ir a conocerles. Aquellos hombres que malvivÃan en un barco cada vez más deteriorado, cada vez más oxidado, como sus propias vidas, recibieron a la fotógrafa de buen grado y se mostraron dispuestos desde el primer momento a colaborar con ella. «QuerÃan que su historia se conociese y desde el primer dÃa me sentà cómoda. Y han cuidado de mi todo el tiempo».
Durante cinco años, Yun acudÃa al barco intermitentemente para fotografiar el dÃa a dÃa de los marineros abandonados. «Sentà necesidad de contarlo porque me pareció una situación injusta. QuerÃa poner mi granito de arena, hacer ruido, contar su historia para que no quedaran invisibles ante la sociedad. Admiraba su tesón en esta lucha en forma de espera», afirma con rotundidad. «ArtÃsiticamente no espero nada, pero para mà siempre es un aprendizaje».
Los hombres le fueron contando durante ese tiempo sus historias. «Issa estaba embarcado para ocho dÃas nada más y su novia le esperaba, le esperaba una boda. Pero él no querÃa volver sin dinero, eso serÃa una vergüenza…El armador les decÃa que esperasen, que esto se solucionarÃa pronto, pero pasaron los dÃas y los meses y la prometida de Issa (o la presión familiar) se cansó de esperar», recuerda la grancanaria.
«A Mor Thiam le esperaban su mujer y sus dos hijos. Ahora tampoco están juntos. Pedro jugaba al ajedrez solo, decÃa que era para mantener su mente activa y no caer enfermo. Ismael escribÃa cartas a su mujer todas las semanas, que yo escaneaba y enviaba por email».
La fotógrafa eligió la fotografÃa documental y no la meramente artÃstica para dar voz a los marineros. «Ambas me gustan y con ambas aprendo. La documental me mueve las entrañas, me remueve a nivel personal y la artÃstica es más un bálsamo. Quizás me sienta más cómoda con la documental porque ahà no hay lugar para la mentira. Es honesta y siento que con ella utilizo la fotografÃa como altavoz».
Abarloado en el puerto en tercera fila, entrar y salir del petrolero era una aventura cada vez más peligrosa. Tanto que uno de ellos, Virara, murió tratando de pasar del primer al segundo barco. «Virara falleció tres dÃas antes de que yo llegara al barco. Pasando de un barco a otro. Esta es la historia que más me ha marcado. Me marcó el silencio mediático respecto a este tema, y no sólo mediático, sino de las autoridades. Ni los propios tripulantes supieron qué se hizo con el cuerpo. A él va dedicado este trabajo», afirma Yun.
Un dÃa, la Guardia Civil informó a los cuatro supervivientes que debÃan abandonar el Iballa G. El barco habÃa sido vendido. El armador se habÃa declarado insolvente y el barco serÃa trasladado a TurquÃa. La asociación Stella Maris solicitó el embargo preventivo del petrolero para garantizar los salarios de sus tripulantes, y a dÃa de hoy, aún están en espera de juicio.
Los marineros debÃan rehacer sus vidas. Sólo Ismael regresó a Cuba junto a su familia. A él le esperaban allà desde hacÃa cinco años su mujer y sus hijos. A dÃa de hoy sigue sin trabajo. «Mor se busca la vida en Italia, Pedro en EEUU e Issa ha formado una familia en Fuerteventura y espera poder encontrar un trabajo desde hace tiempo», cuenta Sara Yun. «En realidad, lo que han hecho todos menos Ismael (que ya le esperaba su mujer), es rehacer sus vidas porque la que tenÃan cuando se embarcaron la perdieron».
La historia de Mor, Issa, Ismael y Pedro no es algo único y aislado. Yun asegura que casos asà se repiten en muelles de todo el mundo. Óxido pretende denunciar una de esas historias y mostrar el ejemplo de dignidad y lucha de cuatro personas que lo tenÃan todo perdido.
La obra de Sara Yun ha sido expuesta en diferentes lugares. Formó parte de la selección de autores de Fotonoviembre 2015 y estuvo expuesta en el TEA de Tenerife y en Gran Canaria Espacio Digital. Por el momento, Yun busca seguir difundiendo la historia de estas. Pero, puestos a soñar, a la fotógrafa le encantarÃa poder ver convertido Óxido en un fotolibro.
«Les pregunto hoy en dÃa si se arrepienten de haberse embarcado y de haber esperado», concluye Sara Yun. «Alguno sÃ, porque como aún no se ha solucionado nada, ven tiempo que han perdido. Otros lo ven, como una batalla más en la vida que les ha hecho más fuertes».
Excelente
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