Microcoches: cuando la necesidad era la madre del ingenio
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Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa estaba devastada. Las cifras de muertos ascendĆan a millones,Ā las ciudades estaban destruidas y la falta de alimentos era alarmante. Pero habĆa que seguir viviendo, y viajando. Solo que los pocos vehĆculos que aĆŗn funcionaban consumĆan demasiado combustible. Para muchos, el bien mĆ”s preciado e irremplazable era la bicicleta.
Para otros, fueron unos hĆbridos entre motocicleta y coche que consumĆan tan poco como un scooter. VehĆculos bĆ”sicos, sencillos, creados con un nuevo parĆ”metro de diseƱo:Ā Si tu coche no lo tiene, no se le va a romper.Ā AsĆ nacieron los microcoches. Hoy ya no se ven, pero hubo una dĆ©cada en que estos coches de juguete movĆan Europa.
Si a uno le interesa el diseƱo, es difĆcil no ver por nuestras calles la rĆ”pida evolución de los nuevos automóviles. Pero la historia de la evolución de la industria fue igual de rĆ”pida. A fines del siglo XIX surgen los primeros vehĆculos a vapor y de combustión, aparatosos y del tamaƱo de locomotoras. Comenzado el siglo XX aparecen los frĆ”giles modelos de Ford, una suerte de carruajes sin caballos.
Durante los AƱos Locos el dinero se despilfarra en lujosos descapotables de 8 y 12 cilindros. Y con el auge del sueƱo americano aparecen los cochazos con aletas traseras estilo tiburón. DespuĆ©s vinieron los utilitarios de nuestros padres y abuelos y, finalmente, los estilizados diseƱos de la actualidad. Esa es la historia conocida, pero nadie se acuerda ya de los microcoches.Ā
Se los denominaba āciclocoches, āminicochesā; o ācoches pompaā y tambiĆ©n ācoches burbujaā por su diseƱo redondeado. Aquellos que no les tenĆan aprecio los llamaban āzapatillasā, āhuevosā, ācoches pulgaā e incluso āataĆŗdesā. Es cierto que carecĆan de belleza y detalles de lujo, muchos incluso carecĆan de las seguridades mĆnimas.Ā Pero era lo que habĆa, sobre todo en Alemania del AƱo Cero, donde autobuses, tranvĆas y trenes apenas funcionaban.
Empresas pĆŗblicas y privadas que se habĆan mantenido a flote y en muchos casos hecho fortunasĀ fabricando y reparando maquinaria bĆ©lica āarmamento, aviones y blindadosā vieron la oportunidad de producir vehĆculos funcionales y sencillos: debĆan requerir pocos materiales, ser económicos y fĆ”ciles de construir. La triste ironĆa era que su tarea serĆa ayudar a trasladarse a los miles de minusvĆ”lidos que ellos mismos habĆan contribuido a mutilar.
Messerchmitt, fabricante de los temidos aviones caza, y Heinkel, proveedor deĀ bombarderos, tambiĆ©n tenĆan que sobrevivir en un paĆs vencido. (Lo mismo ocurrirĆa con Mitsubishi y Kawasaki en Japón). Por eso no sorprende que esos coches, por innovadores que fueran,Ā parecieran cabinas de aviones sobre tres ruedas. Pero habĆa que poner el paĆs en marcha, trabajar y reconstruir.
En cambio, EEUU promovĆa el consumo a destajo. DebĆa dar salida a los productos de su inmensa industria, que representaba el 50% de la industria mundial (el otro 50% lo habĆan bombardeado ellos). Europa, aliados incluidos, se esforzaba para recomponerse y pagar los costes multimillonarios de la guerra. Lo lograron, y lo hicieron de la mano de estos cochecitos.
EspaƱa tuvo el BiscĆŗter, fabricado bajo licencia francesa por Autonacional S.A. de Barcelona; ademĆ”s de otras 40 empresas constructoras. Como Orbea, la marca de bicicletas, y Derbi que suministraba motores para los microcoches franceses. En ese paĆs, el nĆŗmero de modelos ascendĆa a 70, incluido el Vespa 400 de patente italiana, que Agnelli, magnate de la Fiat, habĆa prohibido fabricar en su paĆs.
En Italia tambiĆ©n se diseñó el cĆ©lebre Isetta, coche burbuja por excelencia, del que se fabricaron unas 20.000 unidades.Ā Pero el Isetta fue fabricado bajo licencia en Francia, EspaƱa, Gran BretaƱa y Brasil. La versión mĆ”s exitosa fue la alemana, manufacturada por BMW (130.000 unidades). Alemania tambiĆ©n producĆa los exóticos Messerchmitt KR200 y Heinkel Kabine, ademĆ”s de casi un centenar de modelos de todo tipo y formato.
Nuevos modelos de microcoches surgĆan como setas. No habĆa paĆs en Europa que no tuviera el suyo. Incluso los paĆses satĆ©lites de URRS desarrollaron los suyos. Alemania Oriental creó el Trabant; Polonia, el Smyk; y Checoslovaquia, el Velorex. Incluso Gran BretaƱa, paĆs vencedor de la contienda, fabricó el Peel, el mĆ”s diminuto de todos ellos.
Algunos modelos tenĆan tres ruedas, otros cuatro. Los cubrĆan carrocerĆas de latón, madera, fibra de vidrio, aluminio o combinaciones de varios de esos materiales. A unos los impulsaban motoresĀ pequeƱos; a otros, cilindradas de mĆ”s potencia, y hasta hubo unos cuantos que solo contaban con pedales. Casi ninguno de ellos podĆa dar marcha atrĆ”s. No obstante, algunas de las ingeniosas soluciones de diseƱo eran de vanguardia.
Muchas provenĆan de la industria aeronĆ”utica: ruedas retrĆ”ctiles (para circular por calles estrechas), amortiguación independiente en las tres o cuatro ruedas, parabrisas curvos de acrĆlico, chasis y estructura de aluminio, cabinas de aviador, puertas y ventanillas deslizables. Detalles que hoy, 70 aƱos despuĆ©s siguen asombrando.
Pero ninguno de esos avances salvó a los microcoches. En la dĆ©cada de los 60, cuando la economĆa empezó a repuntar, los imperios automotrices vieron el filón e invadieron el mercado con vehĆculos producidos en masa. Muchos de ellos basados en los atrevidos diseƱos de la posguerra. El poder adquisitivo tambiĆ©n habĆa aumentado y la población deseaba automóviles mĆ”s grandes y lujosos, y se lo podĆa permitir.
Pero las ideas no se matan. Mucho menos hoy, cuando nuestras ciudades crecen exponencialmente. Parte del ADN ingenieril de estos vehĆculos sobrevive en el diseƱo de bicicletas, scooters, motos y desde luego en los nuevos minicoches. Pero lo que mĆ”s ha perdurado es la revolucionaria idea del tamaƱo. Pues aunque estemos rodeados de avenidas de cuatro carriles, autovĆas y parkings, aunque nos rodeen 4×4 y monstruos como el Hummer, en el fondo sabemos que para desplazarnos un poco mĆ”s lejos, o llevar algo de carga, realmente no nos hacen falta.
Por cierto, el nombre completo del Smart que vemos a diario es Micro CompactĀ CarĀ Swatch-Mercedes Art. Todo un homenaje a aquellos chiquilines.
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Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa estaba devastada. Las cifras de muertos ascendĆan a millones,Ā las ciudades estaban destruidas y la falta de alimentos era alarmante. Pero habĆa que seguir viviendo, y viajando. Solo que los pocos vehĆculos que aĆŗn funcionaban consumĆan demasiado combustible. Para muchos, el bien mĆ”s preciado e irremplazable era la bicicleta.
Para otros, fueron unos hĆbridos entre motocicleta y coche que consumĆan tan poco como un scooter. VehĆculos bĆ”sicos, sencillos, creados con un nuevo parĆ”metro de diseƱo:Ā Si tu coche no lo tiene, no se le va a romper.Ā AsĆ nacieron los microcoches. Hoy ya no se ven, pero hubo una dĆ©cada en que estos coches de juguete movĆan Europa.
Si a uno le interesa el diseƱo, es difĆcil no ver por nuestras calles la rĆ”pida evolución de los nuevos automóviles. Pero la historia de la evolución de la industria fue igual de rĆ”pida. A fines del siglo XIX surgen los primeros vehĆculos a vapor y de combustión, aparatosos y del tamaƱo de locomotoras. Comenzado el siglo XX aparecen los frĆ”giles modelos de Ford, una suerte de carruajes sin caballos.
Durante los AƱos Locos el dinero se despilfarra en lujosos descapotables de 8 y 12 cilindros. Y con el auge del sueƱo americano aparecen los cochazos con aletas traseras estilo tiburón. DespuĆ©s vinieron los utilitarios de nuestros padres y abuelos y, finalmente, los estilizados diseƱos de la actualidad. Esa es la historia conocida, pero nadie se acuerda ya de los microcoches.Ā
Se los denominaba āciclocoches, āminicochesā; o ācoches pompaā y tambiĆ©n ācoches burbujaā por su diseƱo redondeado. Aquellos que no les tenĆan aprecio los llamaban āzapatillasā, āhuevosā, ācoches pulgaā e incluso āataĆŗdesā. Es cierto que carecĆan de belleza y detalles de lujo, muchos incluso carecĆan de las seguridades mĆnimas.Ā Pero era lo que habĆa, sobre todo en Alemania del AƱo Cero, donde autobuses, tranvĆas y trenes apenas funcionaban.
Empresas pĆŗblicas y privadas que se habĆan mantenido a flote y en muchos casos hecho fortunasĀ fabricando y reparando maquinaria bĆ©lica āarmamento, aviones y blindadosā vieron la oportunidad de producir vehĆculos funcionales y sencillos: debĆan requerir pocos materiales, ser económicos y fĆ”ciles de construir. La triste ironĆa era que su tarea serĆa ayudar a trasladarse a los miles de minusvĆ”lidos que ellos mismos habĆan contribuido a mutilar.
Messerchmitt, fabricante de los temidos aviones caza, y Heinkel, proveedor deĀ bombarderos, tambiĆ©n tenĆan que sobrevivir en un paĆs vencido. (Lo mismo ocurrirĆa con Mitsubishi y Kawasaki en Japón). Por eso no sorprende que esos coches, por innovadores que fueran,Ā parecieran cabinas de aviones sobre tres ruedas. Pero habĆa que poner el paĆs en marcha, trabajar y reconstruir.
En cambio, EEUU promovĆa el consumo a destajo. DebĆa dar salida a los productos de su inmensa industria, que representaba el 50% de la industria mundial (el otro 50% lo habĆan bombardeado ellos). Europa, aliados incluidos, se esforzaba para recomponerse y pagar los costes multimillonarios de la guerra. Lo lograron, y lo hicieron de la mano de estos cochecitos.
EspaƱa tuvo el BiscĆŗter, fabricado bajo licencia francesa por Autonacional S.A. de Barcelona; ademĆ”s de otras 40 empresas constructoras. Como Orbea, la marca de bicicletas, y Derbi que suministraba motores para los microcoches franceses. En ese paĆs, el nĆŗmero de modelos ascendĆa a 70, incluido el Vespa 400 de patente italiana, que Agnelli, magnate de la Fiat, habĆa prohibido fabricar en su paĆs.
En Italia tambiĆ©n se diseñó el cĆ©lebre Isetta, coche burbuja por excelencia, del que se fabricaron unas 20.000 unidades.Ā Pero el Isetta fue fabricado bajo licencia en Francia, EspaƱa, Gran BretaƱa y Brasil. La versión mĆ”s exitosa fue la alemana, manufacturada por BMW (130.000 unidades). Alemania tambiĆ©n producĆa los exóticos Messerchmitt KR200 y Heinkel Kabine, ademĆ”s de casi un centenar de modelos de todo tipo y formato.
Nuevos modelos de microcoches surgĆan como setas. No habĆa paĆs en Europa que no tuviera el suyo. Incluso los paĆses satĆ©lites de URRS desarrollaron los suyos. Alemania Oriental creó el Trabant; Polonia, el Smyk; y Checoslovaquia, el Velorex. Incluso Gran BretaƱa, paĆs vencedor de la contienda, fabricó el Peel, el mĆ”s diminuto de todos ellos.
Algunos modelos tenĆan tres ruedas, otros cuatro. Los cubrĆan carrocerĆas de latón, madera, fibra de vidrio, aluminio o combinaciones de varios de esos materiales. A unos los impulsaban motoresĀ pequeƱos; a otros, cilindradas de mĆ”s potencia, y hasta hubo unos cuantos que solo contaban con pedales. Casi ninguno de ellos podĆa dar marcha atrĆ”s. No obstante, algunas de las ingeniosas soluciones de diseƱo eran de vanguardia.
Muchas provenĆan de la industria aeronĆ”utica: ruedas retrĆ”ctiles (para circular por calles estrechas), amortiguación independiente en las tres o cuatro ruedas, parabrisas curvos de acrĆlico, chasis y estructura de aluminio, cabinas de aviador, puertas y ventanillas deslizables. Detalles que hoy, 70 aƱos despuĆ©s siguen asombrando.
Pero ninguno de esos avances salvó a los microcoches. En la dĆ©cada de los 60, cuando la economĆa empezó a repuntar, los imperios automotrices vieron el filón e invadieron el mercado con vehĆculos producidos en masa. Muchos de ellos basados en los atrevidos diseƱos de la posguerra. El poder adquisitivo tambiĆ©n habĆa aumentado y la población deseaba automóviles mĆ”s grandes y lujosos, y se lo podĆa permitir.
Pero las ideas no se matan. Mucho menos hoy, cuando nuestras ciudades crecen exponencialmente. Parte del ADN ingenieril de estos vehĆculos sobrevive en el diseƱo de bicicletas, scooters, motos y desde luego en los nuevos minicoches. Pero lo que mĆ”s ha perdurado es la revolucionaria idea del tamaƱo. Pues aunque estemos rodeados de avenidas de cuatro carriles, autovĆas y parkings, aunque nos rodeen 4×4 y monstruos como el Hummer, en el fondo sabemos que para desplazarnos un poco mĆ”s lejos, o llevar algo de carga, realmente no nos hacen falta.
Por cierto, el nombre completo del Smart que vemos a diario es Micro CompactĀ CarĀ Swatch-Mercedes Art. Todo un homenaje a aquellos chiquilines.
No veo el micro cohe espaƱol BISCUTER.
Ahà va, Santi. A mi tampoco me abrió.
http://pz01.gestoraderecurso.netdna-cdn.com/wp-content/uploads/2013/02/microcoches_barcelona_03_biscuter_2.jpg
un articulo muy interesante, Gracias. Me parece que el “Balaton” es un FesztivĆ”l āFestivalā de Hungria tambien pero un coche “proto” de KĆ”lmĆ”n Szabadi
Un saludo cordial
Kari Oja
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