Mucho se habla de terapias como la meditaciĂ³n trascendental, promocionada con ahĂnco por David Lynch, y otros mĂ©todos de alcanzar estados mentales propicios a mejorar nuestro desarrollo personal. Pero con frecuencia son instrumentos fuera del alcance de muchos bolsillos que ademĂ¡s exigen tiempo, dedicaciĂ³n, disciplina y rigor. Hoy proponemos una soluciĂ³n asequible y a la vuelta de la esquina: los paraĂsos capilares.
Hace muchos años que no visito una peluquerĂa de caballeros excepto para regalarme algĂºn afeitado turco el dĂa de mi cumpleaños. La razĂ³n es mi melena, que me acompaña desde la adolescencia, y de la que no logro desprenderme (tampoco me atreverĂa a hacerlo). Por ello frecuento establecimientos que exhiben el letrero Unisex en el exterior, pero en cuyo interior solo se ven señoras.
En estas peluquerĂas no se dirimen asuntos de Estado, como sucede en las barras de los bares. Es por ello que el parloteo inocuo y leve de las clientas tiene un efecto sedante y beatĂfico. Calma los nervios como el arrullo de las olas junto a la lĂnea de playa. Si a este rumor se añade de vez en cuando el sonido poderoso de los secadores de pelo, se obtiene un paisaje sonoro perfecto para perderse en cavilaciones y ensimismamientos diversos, provocando una textura fĂ©rtil para resolver problemas o tomar decisiones que se venĂan posponiendo desde tiempo atrĂ¡s.
En estos tiempos de correcciĂ³n polĂtica extrema debo aclarar que no menoscabo la calidad de las conversaciones femeninas con respecto a las que se escuchan en una peluquerĂa de caballeros. Pero son distintas. Las de las clientas son mĂ¡s sinceras, y mĂ¡s llenas de detalles cotidianos y minucias que, si bien puedan situarse en las antĂpodas de mis intereses, contribuyen a generar un estado de Ă¡nimo positivo, propicio para controlar la ira y otras ventajas que normalmente solo se atribuyen a terapias mucho mĂ¡s costosas.
Hablamos de una experiencia muy sensorial, pues el aroma inconfundible y penetrante del tinte, o el de la laca que se aplica con diligencia para fijar los peinados de las señoras, son ingredientes muy valiosos para alcanzar ese estado mental tan codiciado como escurridizo que llamamos «paz interior».
AdemĂ¡s, en las de caballeros solo hallaremos publicaciones de automĂ³viles, prensa deportiva y alguna revista masculina del tipo Icon, GQ o InterviĂº. Y las conversaciones versarĂ¡n sobre la Liga, la Champions o las curvas de la Ăºltima novia de Cristiano Ronaldo.
Para complementar esta suerte de «Nirvana de barrio» que se alcanza en las peluquerĂas unisex frecuentadas por señoras, lo ideal es hojear despreocupadamente cualquiera de las cuatro cabeceras editoriales que reinan en estos templos del pelo y la livianidad, que son Hola, Lecturas, Diez Minutos y Semana. Repasemos someramente las virtudes terapĂ©uticas de cada una de ellas.
¡Hola!
Sus fastuosas pĂ¡ginas repletas de fotografĂas de mansiones imposibles en las que posan despreocupadamente mujeres muy bien vestidas y muy bien casadas no tienen desperdicio.
Si usted tiene fuertes sentimientos republicanos y antimonĂ¡rquicos, esta es la revista que debe hojear mientras cuidan su cabello, porque mĂ¡s de la mitad (ademĂ¡s de la portada) estĂ¡ dedicada a las casas reales europeas y a sus bodas, funerales y bautizos. Y toreros, ¡muchos toreros! Respire hondo mientras le peinan. Control de la ira, ¿recuerdan?
Recomendada para estados de Ă¡nimo con tendencia a la depresiĂ³n, pero solo si usted tiene un carĂ¡cter fuerte, de lo contrario puede inducir al suicidio.
Lecturas
Aunque resulte paradĂ³jico el nombre de esta cabecera, pues apenas hay nada que leer en su interior, debo admitir que tiene las mejores recetas, en las pĂ¡ginas finales, que se pueden recortar y coleccionar en forma de fichas. AdemĂ¡s, son recetas de platos que no engordan.
Perfecta para relajarse imaginando que cocinamos esas mismas recetas, paso a paso, mientras nos cortan las puntas y nos nutren el cabello con misteriosos productos.
Diez Minutos
Es mĂ¡s o menos el tiempo que se tarda en descubrir que no hay mucho donde pinchar, excepto en su estupenda doble pĂ¡gina dedicada a los HorĂ³scopos. Por supuesto, Terelu y su madre tienen aquĂ un lugar privilegiado. Y RocĂo Carrasco. Lleva cerca de 3.500 nĂºmeros publicados, mĂ¡s de medio siglo, y se ha modernizado en varias ocasiones.
Especialmente indicada para amantes de las tonadilleras y de sus amantes, valga la redundancia, ademĂ¡s de cuñados, exparejas y gente que pasaba por allĂ. La ligereza de sus reportajes es un bĂ¡lsamo para personas con el Ă¡nimo quebrado por lecturas nocturnas de filĂ³sofos cenizos, como Schopenhauer.
Semana
Las protagonistas de la portada suelen ser (sĂ, tambiĂ©n) Terelu y su madre o cualquier persona relacionada con esa peculiar saga.
No se pierdan la viñeta a todo color de la Ăºltima pĂ¡gina, firmada por el legendario G. Recal. Son chistes que solo harĂan reĂr a Pitita Ridruejo o a Carmen Lomana, o a las abuelas de ambas, si vivieran. Y ahĂ radica su encanto. Un humor conservado en formol que, si bien nunca nos arrancarĂ¡ una sonrisa, nos ayudarĂ¡ a tener una actitud mĂ¡s zen ante la vida.
OlvĂdese del yoga Vindyasa, Kundalini, Astanga o Bikram, asĂ como de costosos coachers que le van a arruinar el bolsillo y la vida. Simplemente, acuda a la peluquerĂa unisex de su barrio, sea usted dama o caballero, y sumĂ©rjase en la sanadora atmĂ³sfera de estos templos del culto capilar.
Y de paso, no hay nada malo en sanear esas puntas, que ya va siendo hora, ¿no le parece?
No en todas las pelus hay revistas del corazĂ³n…afortunadamente.Muy simpĂ¡tico el artĂculo.
Un abrazo.
Totalmente de acuerdo, y porque no te debes depilar, nada comparado con conversaciones con la esteticista, el mero hecho de andar merodeando por los lugares mĂ¡s recĂ³nditos de tu intimidad en busca de algĂºn pelo rebelde genera el derecho a que te pueda contar su vida con todo detalle transmietiendo a la perfecciĂ³n la casi siempre desgarradora historia de su vida suficiente para salir de allĂ considerĂ¡ndote la mujer mĂ¡s privilegiada del planeta, ni coach no psicoanĂ¡lisis ni mindfulness, conversaciones con la esteticista
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