Esta es la historia de un ilustrador que estaba hasta las pelotas de trabajar para clientes y se hizo artista. Ocurrió en arrebato. Geoff Hand estaba en su estudio trabajando de noche, solo, un poco borracho, y de pronto sintió la necesidad de enviar una postal a alguien. Una de las decenas de esas postales vintage y horteras que habÃa ido comprando en tiendas de souvenirs, ferias y eventos de caridad para ir haciendo una colección del horror.
En apenas dos minutos unas 50 personas habÃan contestado. ¡Yo! Pero el más rápido fue un tal Jonathan Hopkins, de Forest Hill. El ilustrador cogió una postal, dibujó unas piernas gordas como botas y escribió:
«Que te jodan, Jonathan. Que te jodan y que jodan a tus piernas de mierda»
Al dÃa siguiente, le puso un sello y, con la firma de Mr. Bingo, la envió a la dirección de Hopkins. Y justo antes de introducirla en el buzón le echó una foto y la publicó en sus redes sociales. Desde todas partes del mundo empezaron a llegarle peticiones para que les mandara una postal con un improperio dibujado.
Fueron tantas que Mr. Bingo pensó que ahà habÃa negocio. A los pocos dÃas creó un servicio llamado Hate Mail para enviar insultos a domicilio por solo cinco libras. Los pedidos lo desbordaron y al cabo de unos dÃas decidió suspenderlos porque no daba abasto.
El ilustrador envió los 400 insultos que habÃa cobrado y cerró el servicio hasta nuevo aviso. A partir de entonces les subió el precio a 40 libras y solo lo abre cada cierto tiempo, un dÃa, apenas unas horas, y ahà le llegan suficientes peticiones para dedicarse durante varias semanas a dibujar vituperios.
«Esos dos tuits, el mÃo y el de Jonathan, cambiaron mi vida», dijo el ilustrador, encima del escenario del DDD, vestido con un jersey naranja, unos pantalones cortos amarillos y unas botas rosas. «Llevaba 15 años trabajando para clientes y el Hate Mail me hizo ver que podÃa vivir de la gente. En vez de hacer encargos para empresas podÃa crear productos para personas».
Desde entonces se dedica a hacer lo que le apetece y, en vez de esperar la aprobación de un cliente, consulta sus ideas con decenas de desconocidos. En esto se basa parte de lo que presentó como su proceso creativo:
Pienso una idea estúpida.
La publico en internet.
Y si la mayorÃa dice que le gusta,
la hago realidad.
El artista dibujó varias escenas de ejecutivos trabajando en una oficina. Todo muy convencional, sobrio, tan aburrido como las fotos de stock. Una mesa, sillas, una pantalla, mujeres con tacón de ejecutiva, hombres con chaqueta y corbata, pero Mr. Bingo metió al diablo en los detalles. Al mirar de cerca cada una de esas escenas aparece una canallada: un ejecutivo apuntándose con una pistola, un cadáver en el equipo de trabajo, dos tortugas fornicando…
Esta es la historia de un ilustrador que estaba hasta las pelotas de trabajar para clientes y se hizo artista. Ocurrió en arrebato. Geoff Hand estaba en su estudio trabajando de noche, solo, un poco borracho, y de pronto sintió la necesidad de enviar una postal a alguien. Una de las decenas de esas postales vintage y horteras que habÃa ido comprando en tiendas de souvenirs, ferias y eventos de caridad para ir haciendo una colección del horror.
En apenas dos minutos unas 50 personas habÃan contestado. ¡Yo! Pero el más rápido fue un tal Jonathan Hopkins, de Forest Hill. El ilustrador cogió una postal, dibujó unas piernas gordas como botas y escribió:
«Que te jodan, Jonathan. Que te jodan y que jodan a tus piernas de mierda»
Al dÃa siguiente, le puso un sello y, con la firma de Mr. Bingo, la envió a la dirección de Hopkins. Y justo antes de introducirla en el buzón le echó una foto y la publicó en sus redes sociales. Desde todas partes del mundo empezaron a llegarle peticiones para que les mandara una postal con un improperio dibujado.
Fueron tantas que Mr. Bingo pensó que ahà habÃa negocio. A los pocos dÃas creó un servicio llamado Hate Mail para enviar insultos a domicilio por solo cinco libras. Los pedidos lo desbordaron y al cabo de unos dÃas decidió suspenderlos porque no daba abasto.
El ilustrador envió los 400 insultos que habÃa cobrado y cerró el servicio hasta nuevo aviso. A partir de entonces les subió el precio a 40 libras y solo lo abre cada cierto tiempo, un dÃa, apenas unas horas, y ahà le llegan suficientes peticiones para dedicarse durante varias semanas a dibujar vituperios.
«Esos dos tuits, el mÃo y el de Jonathan, cambiaron mi vida», dijo el ilustrador, encima del escenario del DDD, vestido con un jersey naranja, unos pantalones cortos amarillos y unas botas rosas. «Llevaba 15 años trabajando para clientes y el Hate Mail me hizo ver que podÃa vivir de la gente. En vez de hacer encargos para empresas podÃa crear productos para personas».
Desde entonces se dedica a hacer lo que le apetece y, en vez de esperar la aprobación de un cliente, consulta sus ideas con decenas de desconocidos. En esto se basa parte de lo que presentó como su proceso creativo:
Pienso una idea estúpida.
La publico en internet.
Y si la mayorÃa dice que le gusta,
la hago realidad.
El artista dibujó varias escenas de ejecutivos trabajando en una oficina. Todo muy convencional, sobrio, tan aburrido como las fotos de stock. Una mesa, sillas, una pantalla, mujeres con tacón de ejecutiva, hombres con chaqueta y corbata, pero Mr. Bingo metió al diablo en los detalles. Al mirar de cerca cada una de esas escenas aparece una canallada: un ejecutivo apuntándose con una pistola, un cadáver en el equipo de trabajo, dos tortugas fornicando…
Pies para que os quiero,
Si tengo alas para volar
Volar siempre puedes,
los pies fallan-/Aprende a volar)
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