NanoWrimo: Las 1.667 palabras diarias con las que conseguirás escribir tu novela

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Tengo muchos principios y escasos finales. Quizá era un final lo que escondÃa la carta. O era un principio. O las dos lÃneas en la secuencia. A veces los principios y los finales se solapan. Se raspan, se tuercen. Porque no es lo mismo comenzar que acabar. Y el ánimo es diferente, claro. Llueve fuera y se escucha un trueno lejano. El cartero debe estar mojándose mientras cambia de calle en su moto ridÃcula. Y sin embargo yo estoy en el cubÃculo, frente a una lumbre sin fuego, una persiana sin luz. Y una carta junto al cenicero y la pipa. Una pasión sin causa. Un final que empuja al principio. Supongo, entonces, cuando la carta, elegante, redondeada, pesada, profunda, encerrada, toda ella, frente a mà y esperando a que mis manos la rasguen, la maltraten para después ella maltratarme. Con palabras, dolorosas seguro, algo cadentes, como cuando los italianos hablan y dejan las letras arrastrándose, para tratar tal vez de que los recuerdos penetren en la memoria. Para asegurarse de que ocurre. Estoy seguro de que la carta debe tener un pasado italiano. No debe ser de origen Capuleto ni Montesco, porque el amor no se derrama sobre ella. Supe más tarde que era al contrario. En las lÃneas estaban las consecuencias de amar demasiado, hasta que sale el corazón por la boca.
Y con este párrafo ya tendrÃa el 13,5% de mi tarea de hoy destinada a escribir una novela en 30 dÃas.
Los grandes pensadores de la antigüedad ya afirmaban que para hacer algo que realmente ansiamos es necesario el hecho tan simple de comenzar a hacerlo. «Lo que tenemos que aprender, lo aprendemos haciendo», expresó Aristóteles en una idea que impulsó siglos después la teorÃa constructivista del aprendizaje. De este paradigma nace, en parte, el movimiento National Novel Writing Month (NanoWrimo), que anima a las personas que desean escribir una novela a hacerlo en los 30 dÃas del mes de noviembre.
El proceso se basa en la cantidad por delante de la calidad. Simone de Beauvoir parafraseó a Aristóteles y dijo que a «escribir se aprende escribiendo». Un razonamiento que llevó al escritor Chris Baty a iniciar en 1999 este proyecto de escritura que, según palabras del propio Baty en su página web, «persigue que el hecho de que escribir sea una labor grupal, en la que aquellos que desean escribir una novela se puedan ayudar mutuamente».
Para ello trató de transformar un arte tan abstracto como el de crear una buena historia en algo mucho más matemático: si escribes 1.667 palabras cada jornada durante 30 dÃas, tendrás en tus manos una novela corta de 50.000 palabras, o al menos el grueso consistente de una obra más larga.
La historia de Baty es la de unos cuantos amigos y la necesidad de escribir una novela. Puede ser que la mayorÃa de los mortales no estemos tocados por la varita mágica que impregnó las obras de los grandes literatos. Pero eso no es una causa para tirar la toalla de la escritura. Y de completar esa escritura. «Bajando nuestras expectativas, conseguimos lograr nuestros retos. Cuando acabamos nuestras primeras novelas en julio de 1999, no tenÃamos un libro para ser vendido inmediatamente en las librerÃas. Pero sà tenÃamos ya una obra completa que modificar y mejorar», argumenta Baty.
Continúo con mi tarea.
En este caso, salió una casa. Una casa de dos plantas en una ciudad frente al mar, con calles angostas, macetas en los balcones, casas coloreadas. Pájaros que salen de sueños pintados en las paredes. Azulejos caÃdos. Una casa en la que el agua entra diariamente, a borbotones, mientras el viento orea las flores cuidadas. Calles donde las mujeres van a comprar el pan y los hombres van a venderlo. Y se escucha el ruido en los callejones, donde en ocasiones se encuentra la salida, tras un escondite y al final de una aguja usada. Otra vez el final junto al principio. Mientras que suena Juanito Alimaña, la casa surge de los párrafos, usa las vocales para las puertas, las consonantes son sus tuberÃas. Quien la describe es una madre. Una madre que tuvo que dejar a un hijo en manos de unos desconocidos por una casa, por un hogar y por el olvido. Dice que tiene tanto que contarme que tan solo puede morirse para que su hijo, que soy yo, lo pueda descubrir sin muros, sin paredes. Para que pueda palpar todo lo que pasó, explicárselo a sà mismo, cuestionárselo y sacar las propias conclusiones que son más fiables que las de los demás.
 Ya casi llego a la mitad de mi trabajo de hoy…
Aquellos 21 amigos son hoy más de 300.000 personas intentando escribir su novela. En la mayorÃa de los casos las obras nunca ven la luz y el proceso sirve para completar una necesidad interior de los escritores. Pero sà hay algunas novelas que son hijas de NanoWrimo.
Según dicen desde el propio proyecto, ya se han publicado 398 novelas escritas por autores que se acogieron al NanoWrimo. Por lo tanto, no se trata tan sólo de darle forma a esa idea que pesa en la cabeza del escritor. También existe un fin productivo y que en ocasiones puede derivar en una obra completa y que consigue llegar a las librerÃas.
No plot? No problem! es un libro escrito por Chris Baty en el que recoge el pensamiento que le llevó a crear este proyecto local que se ha transformado en el eje de su vida como creador. En él, Baty explica en unos pocos pasos, como si se tratase de una de aquellas novelas de aventuras en las que habÃa que elegir lo que iba a hacer el protagonista, cómo conseguir escribir un libro. En primer lugar, recomienda organizar el calendario del mes de noviembre con el fin de eliminar algunas de las actividades que realizamos todos los dÃas, para dejar dos horas libres destinadas a la escritura.
Después debemos decÃrselo a todas las personas que están en nuestro cÃrculo más Ãntimo. De esa forma conseguiremos que nos pregunten por nuestra obra potenciando nuestra constancia a la hora de escribir. También deberemos planear los posibles malos dÃas que tengamos. «Unos dÃas serán mejores que otros. Pero eso no significa que debamos parar», dice uno de los directores de NanoWrimo, Grant Faulkner.
También será necesario unirse a una comunidad que esté realizando el mismo proceso que nosotros. De esa forma, conseguiremos apoyo si la motivación decae. NanoWrimo, de hecho, facilita una plataforma a través de la cual los escritores pueden leer e interactuar con las opiniones de otras personas que también están tratando de escribir su novela. Un último consejo es dar el primer paso, pero sin desaconsejables presiones para ello. «Cada escritor es diferente. Por eso lo que hace uno no vale para otro. NanoWrimo crea una atmósfera que nos impulsa y nos presiona, pero en su justa medida».
Sigo con mi ejercicio:
«Hijo. Siempre lo fuiste y lo serás. No se puede luchar contra los designios que te vieron brotar aquella noche de luna limpia. Te abandoné con señores trajeados mientras llorabas y pedÃas mis brazos. Pero tú dejaste un hogar y yo por siempre te protegÃ. Te veÃa en mis sueños, llorando y pidiendo mis brazos. Te dibujaba cada año, haciéndote más viejo a pesar de tu niñez, ayudándome de tu cara que nunca olvidarÃa y de tu presencia que se me aparecÃa cada 28 dÃas, tras la primera luna llena».
«Madre», musité. No recordaba haberla visto nunca, pero siempre habÃa estado conmigo. Como una ausencia, sÃ, pero estaba. Que es lo que importa. Era un vacÃo que mi madrastra habÃa tratado de rellenar mediante todo lo que tenÃa a su alcance. Pero era incapaz. Por eso, fue la primera persona a la que llamé para que al fin descansara. Cogió el teléfono y ya lo supo. «Hoy fue. Hoy supiste que existÃa». «Sà pero ya está muerta. Aunque tapó el vacÃo con solo dos párrafos». «Hijo mÃo, yo que utilicé tantas palabras para tratar de conseguirlo». Colgó y el tren pasó, exacto. Ya no existe la magia de la imperfección en las ciudades, todas amanecen al mismo tiempo que las máquinas se ponen en funcionamiento. Y cuando la manilla da las vueltas completas, la noche se echa sobre ellas. Y ella se tapa…
 La casa sigue frente a mÃ. Una tormenta caribeña, esta vez, la maltrata. El agua entra por los desagües, dejándolos sin aliento. Las plantas gotean y sus hojas se deprimen. El sol en el horizonte del océano se mantiene inerte, intacto, inmóvil, y la ciudad se colorea de gris, con la tristeza de las calles desiertas que deja la lluvia. Los paraguas apretados bajo las estrechas ménsulas. Y el sol al fondo…
 Leyendo las lÃneas sentà alivio en las palabras. En las de ella, esa madre desconocida, y en las que yo iba descifrando. El vacÃo se ocultaba, pero el tanque de la curiosidad dentro de mà se llenaba. ¿Qué era esa casa? ¿Cómo eran esas ventanas? DecÃa la mano que escribió aquella misiva que todo lo que habÃa dentro era por mÃ. Se podÃa entrever que yo no habÃa sido un hijo deseado. O al menos, no llegaba en el justo momento. Como me habÃa pasado siempre después.
Ahora sà he llegado a la mitad de mi tarea: más de 800 palabras para el principio de una novela.
Charles Bukowski, muy lejano a este argumento de Baty, dijo en uno de sus poemas más crudos y viscerales, dedicado a aquellos que tienen la intención de escribir:
Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
(…)
No seas como tantos escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman a sà mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
La mayorÃa de nosotros no podemos ni tan siquiera imaginarnos cómo serÃamos capaces de lograr transmitir en 50.000 palabras lo que un escritor como Bukowski es capaz en unas cuantas lÃneas. Pero el mismo autor norteamericano dijo también: «Si vas a intentarlo, ve hasta el final; de lo contrario, no empieces siquiera». Quién sabe si en el principio está escondido ese final. Y NanoWrimo puede ayudarnos a descubrirlo.
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Tengo muchos principios y escasos finales. Quizá era un final lo que escondÃa la carta. O era un principio. O las dos lÃneas en la secuencia. A veces los principios y los finales se solapan. Se raspan, se tuercen. Porque no es lo mismo comenzar que acabar. Y el ánimo es diferente, claro. Llueve fuera y se escucha un trueno lejano. El cartero debe estar mojándose mientras cambia de calle en su moto ridÃcula. Y sin embargo yo estoy en el cubÃculo, frente a una lumbre sin fuego, una persiana sin luz. Y una carta junto al cenicero y la pipa. Una pasión sin causa. Un final que empuja al principio. Supongo, entonces, cuando la carta, elegante, redondeada, pesada, profunda, encerrada, toda ella, frente a mà y esperando a que mis manos la rasguen, la maltraten para después ella maltratarme. Con palabras, dolorosas seguro, algo cadentes, como cuando los italianos hablan y dejan las letras arrastrándose, para tratar tal vez de que los recuerdos penetren en la memoria. Para asegurarse de que ocurre. Estoy seguro de que la carta debe tener un pasado italiano. No debe ser de origen Capuleto ni Montesco, porque el amor no se derrama sobre ella. Supe más tarde que era al contrario. En las lÃneas estaban las consecuencias de amar demasiado, hasta que sale el corazón por la boca.
Y con este párrafo ya tendrÃa el 13,5% de mi tarea de hoy destinada a escribir una novela en 30 dÃas.
Los grandes pensadores de la antigüedad ya afirmaban que para hacer algo que realmente ansiamos es necesario el hecho tan simple de comenzar a hacerlo. «Lo que tenemos que aprender, lo aprendemos haciendo», expresó Aristóteles en una idea que impulsó siglos después la teorÃa constructivista del aprendizaje. De este paradigma nace, en parte, el movimiento National Novel Writing Month (NanoWrimo), que anima a las personas que desean escribir una novela a hacerlo en los 30 dÃas del mes de noviembre.
El proceso se basa en la cantidad por delante de la calidad. Simone de Beauvoir parafraseó a Aristóteles y dijo que a «escribir se aprende escribiendo». Un razonamiento que llevó al escritor Chris Baty a iniciar en 1999 este proyecto de escritura que, según palabras del propio Baty en su página web, «persigue que el hecho de que escribir sea una labor grupal, en la que aquellos que desean escribir una novela se puedan ayudar mutuamente».
Para ello trató de transformar un arte tan abstracto como el de crear una buena historia en algo mucho más matemático: si escribes 1.667 palabras cada jornada durante 30 dÃas, tendrás en tus manos una novela corta de 50.000 palabras, o al menos el grueso consistente de una obra más larga.
La historia de Baty es la de unos cuantos amigos y la necesidad de escribir una novela. Puede ser que la mayorÃa de los mortales no estemos tocados por la varita mágica que impregnó las obras de los grandes literatos. Pero eso no es una causa para tirar la toalla de la escritura. Y de completar esa escritura. «Bajando nuestras expectativas, conseguimos lograr nuestros retos. Cuando acabamos nuestras primeras novelas en julio de 1999, no tenÃamos un libro para ser vendido inmediatamente en las librerÃas. Pero sà tenÃamos ya una obra completa que modificar y mejorar», argumenta Baty.
Continúo con mi tarea.
En este caso, salió una casa. Una casa de dos plantas en una ciudad frente al mar, con calles angostas, macetas en los balcones, casas coloreadas. Pájaros que salen de sueños pintados en las paredes. Azulejos caÃdos. Una casa en la que el agua entra diariamente, a borbotones, mientras el viento orea las flores cuidadas. Calles donde las mujeres van a comprar el pan y los hombres van a venderlo. Y se escucha el ruido en los callejones, donde en ocasiones se encuentra la salida, tras un escondite y al final de una aguja usada. Otra vez el final junto al principio. Mientras que suena Juanito Alimaña, la casa surge de los párrafos, usa las vocales para las puertas, las consonantes son sus tuberÃas. Quien la describe es una madre. Una madre que tuvo que dejar a un hijo en manos de unos desconocidos por una casa, por un hogar y por el olvido. Dice que tiene tanto que contarme que tan solo puede morirse para que su hijo, que soy yo, lo pueda descubrir sin muros, sin paredes. Para que pueda palpar todo lo que pasó, explicárselo a sà mismo, cuestionárselo y sacar las propias conclusiones que son más fiables que las de los demás.
 Ya casi llego a la mitad de mi trabajo de hoy…
Aquellos 21 amigos son hoy más de 300.000 personas intentando escribir su novela. En la mayorÃa de los casos las obras nunca ven la luz y el proceso sirve para completar una necesidad interior de los escritores. Pero sà hay algunas novelas que son hijas de NanoWrimo.
Según dicen desde el propio proyecto, ya se han publicado 398 novelas escritas por autores que se acogieron al NanoWrimo. Por lo tanto, no se trata tan sólo de darle forma a esa idea que pesa en la cabeza del escritor. También existe un fin productivo y que en ocasiones puede derivar en una obra completa y que consigue llegar a las librerÃas.
No plot? No problem! es un libro escrito por Chris Baty en el que recoge el pensamiento que le llevó a crear este proyecto local que se ha transformado en el eje de su vida como creador. En él, Baty explica en unos pocos pasos, como si se tratase de una de aquellas novelas de aventuras en las que habÃa que elegir lo que iba a hacer el protagonista, cómo conseguir escribir un libro. En primer lugar, recomienda organizar el calendario del mes de noviembre con el fin de eliminar algunas de las actividades que realizamos todos los dÃas, para dejar dos horas libres destinadas a la escritura.
Después debemos decÃrselo a todas las personas que están en nuestro cÃrculo más Ãntimo. De esa forma conseguiremos que nos pregunten por nuestra obra potenciando nuestra constancia a la hora de escribir. También deberemos planear los posibles malos dÃas que tengamos. «Unos dÃas serán mejores que otros. Pero eso no significa que debamos parar», dice uno de los directores de NanoWrimo, Grant Faulkner.
También será necesario unirse a una comunidad que esté realizando el mismo proceso que nosotros. De esa forma, conseguiremos apoyo si la motivación decae. NanoWrimo, de hecho, facilita una plataforma a través de la cual los escritores pueden leer e interactuar con las opiniones de otras personas que también están tratando de escribir su novela. Un último consejo es dar el primer paso, pero sin desaconsejables presiones para ello. «Cada escritor es diferente. Por eso lo que hace uno no vale para otro. NanoWrimo crea una atmósfera que nos impulsa y nos presiona, pero en su justa medida».
Sigo con mi ejercicio:
«Hijo. Siempre lo fuiste y lo serás. No se puede luchar contra los designios que te vieron brotar aquella noche de luna limpia. Te abandoné con señores trajeados mientras llorabas y pedÃas mis brazos. Pero tú dejaste un hogar y yo por siempre te protegÃ. Te veÃa en mis sueños, llorando y pidiendo mis brazos. Te dibujaba cada año, haciéndote más viejo a pesar de tu niñez, ayudándome de tu cara que nunca olvidarÃa y de tu presencia que se me aparecÃa cada 28 dÃas, tras la primera luna llena».
«Madre», musité. No recordaba haberla visto nunca, pero siempre habÃa estado conmigo. Como una ausencia, sÃ, pero estaba. Que es lo que importa. Era un vacÃo que mi madrastra habÃa tratado de rellenar mediante todo lo que tenÃa a su alcance. Pero era incapaz. Por eso, fue la primera persona a la que llamé para que al fin descansara. Cogió el teléfono y ya lo supo. «Hoy fue. Hoy supiste que existÃa». «Sà pero ya está muerta. Aunque tapó el vacÃo con solo dos párrafos». «Hijo mÃo, yo que utilicé tantas palabras para tratar de conseguirlo». Colgó y el tren pasó, exacto. Ya no existe la magia de la imperfección en las ciudades, todas amanecen al mismo tiempo que las máquinas se ponen en funcionamiento. Y cuando la manilla da las vueltas completas, la noche se echa sobre ellas. Y ella se tapa…
 La casa sigue frente a mÃ. Una tormenta caribeña, esta vez, la maltrata. El agua entra por los desagües, dejándolos sin aliento. Las plantas gotean y sus hojas se deprimen. El sol en el horizonte del océano se mantiene inerte, intacto, inmóvil, y la ciudad se colorea de gris, con la tristeza de las calles desiertas que deja la lluvia. Los paraguas apretados bajo las estrechas ménsulas. Y el sol al fondo…
 Leyendo las lÃneas sentà alivio en las palabras. En las de ella, esa madre desconocida, y en las que yo iba descifrando. El vacÃo se ocultaba, pero el tanque de la curiosidad dentro de mà se llenaba. ¿Qué era esa casa? ¿Cómo eran esas ventanas? DecÃa la mano que escribió aquella misiva que todo lo que habÃa dentro era por mÃ. Se podÃa entrever que yo no habÃa sido un hijo deseado. O al menos, no llegaba en el justo momento. Como me habÃa pasado siempre después.
Ahora sà he llegado a la mitad de mi tarea: más de 800 palabras para el principio de una novela.
Charles Bukowski, muy lejano a este argumento de Baty, dijo en uno de sus poemas más crudos y viscerales, dedicado a aquellos que tienen la intención de escribir:
Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
(…)
No seas como tantos escritores,
no seas como tantos miles de
personas que se llaman a sà mismos escritores,
no seas soso y aburrido y pretencioso,
no te consumas en tu amor propio.
Las bibliotecas del mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
La mayorÃa de nosotros no podemos ni tan siquiera imaginarnos cómo serÃamos capaces de lograr transmitir en 50.000 palabras lo que un escritor como Bukowski es capaz en unas cuantas lÃneas. Pero el mismo autor norteamericano dijo también: «Si vas a intentarlo, ve hasta el final; de lo contrario, no empieces siquiera». Quién sabe si en el principio está escondido ese final. Y NanoWrimo puede ayudarnos a descubrirlo.
Quizá lo de que salga espontáneamente le haya servido a Bukowski, pero es mejor preparar la novela antes de escribirla. Es una buena idea utilizar octubre para planear la novela, noviembre para escribirla y diciembre, enero, febrero, etc. para editarla.
Y a la final ¿Cómo te fue con el reto?, ¿Terminaste?
Creo que tiene mucho mérito la gente se propone escribir 50000 palabras en un mes. Para mà serÃa una tarea titánica. Os deseo la mejor de las suertes en vuestra misión!
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