François Truffaut fue crÃtico de cine antes que director. En ambas profesiones dejó ejemplos sobre cómo trabajar que pueden interesar a currantes de la escritura.
Como crÃtico enseñó la práctica de la «crÃtica apreciativa», la crÃtica de las cosas que gustan. Truffaut solo escribió de pelÃculas que le gustaron. Su intención, heredada de Bazin —su mentor—, era promover el amor al cine. Y lo hizo con un estilo desenfado y entusiasta.
Truffaut reunió algunas crÃticas en el libro Las pelÃculas de mi vida, en el que también habló del oficio cinematográfico. En la introducción expuso qué actitudes debe tomar el cineasta, el artista, ante los resultados de su obra. (Realmente, es un pequeño listado sin explicaciones). Antes, Truffaut menciona la teorÃa de la mayonesa de Bazin:
Las pelÃculas, como la mayonesa, cuajan o no cuajan.
Esto significa que las pelÃculas no son buenas ni malas; las pelÃculas gustan, convencen o no.
Conforme a la teorÃa de la mayonesa, Truffaut escribió «cosas que hemos aprendido haciendo cine», también aplicables a la escritura. Algún lector quizá considere que Truffaut desalienta a futuros artistas. No es asÃ; el director expone «cosas» que el artista deberÃa asimilar tras finalizar una obra para concentrarse en la siguiente.
Los «consejos» de Truffaut
O cómo aprender a pasar página. Aquà están los consejos acompañados por imágenes del director. El resto del texto es libre interpretación.

A veces uno se sorprende diciendo: «Me he currado 3.000 palabras y lo han leÃdo cuatro gatos», o «tres dÃas en escribirlo y lo han puesto a parir con dos lÃneas… cuatro gatos». Estos pensamientos confunden el esfuerzo con los resultados. Dar vueltas sobre ellos podrÃa llevar a dos caminos contrapuestos, ambos peligrosos:
- Por un lado, lleva a considerar que «no merece la pena el esfuerzo». Una actitud que podrÃa traducirse en trabajos deslucidos y acabar con cualquier carrera.
- Por otro lado, lleva a pensar que «si me esfuerzo más podrÃa triunfar…» Esto no tiene necesariamente por qué ser asà y puede acabar con la salud. Hay un momento en que todo esfuerzo es baldÃo.
Todo trabajo requiere un esfuerzo, una atención y un tiempo concreto. Ni más ni menos. Uno sabe cuándo el trabajo está hecho; cuándo lo muestra al mundo mal acabado o lo retiene por miedo o para retocarlo hasta la extenuación.

No hay ideas tontas: hay ideas que uno deja escapar… y que otros acaban haciendo. Lo que importa son las ganas de dar forma a la idea y el deseo de gritar al mundo: «¡Mirad!» También conviene recordar que la seriedad también puede ser hueca.

En ocasiones uno carece de los conocimientos o las aptitudes necesarias para encarar ciertos temas. Esto no deberÃa ser un impedimento para escribir sobre lo que uno desea. Truffaut es un ejemplo de esto: huye de lo académico y de lo formal, tanto como crÃtico como director. Las crÃticas de Truffaut son muy fáciles de leer y sus pelÃculas parecen desmañadas, pero en ellas hay honestidad, energÃa y un deseo de contar historias. Contar historias, contar la verdad. Ese deberÃa ser el único propósito del que escribe.

Has sido sincero y el mundo te llama MENTIROSO… Esto no puede preverse, ocurre. Puede que el lector tenga mala fe o que uno no haya sabido explicarse o que, a pesar del cuidado puesto, el malentendido sea inevitable. (Todo lo que pueda ser malinterpretado lo será). Uno puede defenderse, aunque esto a veces no funciona. En todo caso, la mejor idea es dar carpetazo y comenzar otra cosa.
Finalmente, uno debe pensar que la escritura es como la mayonesa: hay escritos que cuajan y escritos que no.
genial!
Gran verdad!
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