Estás acostumbrado a conducir a más de trescientos kilómetros por hora y lo llevas retenido a treinta y cinco los últimos cuatrocientos noventa kilómetros. Tu coche es el mismo seiscientos en el que tus padres se fueron de luna de miel. El suyo, una mezcla del DeLorean de regreso al futuro y un Mirage supersónico.
Tu ritmo es el de siempre, el de toda la vida, el que te ha justificado el sueldo desde que aprobaste la oposición: un dÃa memorable. Oleadas de imberbes han pasado y se han adaptado al ritmo. Sus referentes han sido iguales a los tuyos y la realidad algo común para todos.
VivÃais en el mismo mundo, compartÃais un código. Uno enseña, el otro aprende. Mismo planeta, misma galaxia.
Pero uno cambió de órbita hace años y aceleró, aceleró y aceleró. En los mismos cinco minutos de antes, emprende siete actividades distintas, concentra y desconcentra su atención tres o cuatro veces, marca once goles, acribilla a ocho aliens y revienta tres pájaros chillones contra cerdos sebosos. Y todo esto intentando tumbar la menor cantidad posible de ladrillos y bloques.
Encerrar a uno de estos multipresionadores de botones y activadores de joysticks compulsivo en un aula de cincuenta o sesenta metros cuadrados, a media luz o luz completa, con el impacto visual de una tiza sobre una pizarra y con una performance de un señor o señora sentado en una silla raÃda pasando páginas, durante horas y horas, dÃas, semanas, meses… debe ser el equivalente a introducir una piraña en una pecera rebosante de sangre fresca con una pinza en la boca. Insoportable, insufrible.
Aprenden a mil por hora y les quieren enseñar a diez. Sus cerebros ya han volado antes de que hayas pronunciado Pitágoras si lo que vas a explicarles es el teorema. Saben que el conocimiento de la humanidad está condensado en la red y alguien se ocupará de actualizarlo. No necesitan retenerlo, está en la nube siempre disponible.
Y respecto a entender, lo que los profes creen que deben entender, ellos no lo entienden.
Sus referentes han fracasado en sus estudios y han triunfado en la vida. Cambiando el mundo, creando en una sola generación compañÃas como Apple, Microsoft, Globalia o Zara.
Ojalá se pongan de acuerdo, ojalá se actualicen y armonicen. Ojalá tiendan puentes de entendimiento por la cuenta que nos tiene.
Estás acostumbrado a conducir a más de trescientos kilómetros por hora y lo llevas retenido a treinta y cinco los últimos cuatrocientos noventa kilómetros. Tu coche es el mismo seiscientos en el que tus padres se fueron de luna de miel. El suyo, una mezcla del DeLorean de regreso al futuro y un Mirage supersónico.
Tu ritmo es el de siempre, el de toda la vida, el que te ha justificado el sueldo desde que aprobaste la oposición: un dÃa memorable. Oleadas de imberbes han pasado y se han adaptado al ritmo. Sus referentes han sido iguales a los tuyos y la realidad algo común para todos.
VivÃais en el mismo mundo, compartÃais un código. Uno enseña, el otro aprende. Mismo planeta, misma galaxia.
Pero uno cambió de órbita hace años y aceleró, aceleró y aceleró. En los mismos cinco minutos de antes, emprende siete actividades distintas, concentra y desconcentra su atención tres o cuatro veces, marca once goles, acribilla a ocho aliens y revienta tres pájaros chillones contra cerdos sebosos. Y todo esto intentando tumbar la menor cantidad posible de ladrillos y bloques.
Encerrar a uno de estos multipresionadores de botones y activadores de joysticks compulsivo en un aula de cincuenta o sesenta metros cuadrados, a media luz o luz completa, con el impacto visual de una tiza sobre una pizarra y con una performance de un señor o señora sentado en una silla raÃda pasando páginas, durante horas y horas, dÃas, semanas, meses… debe ser el equivalente a introducir una piraña en una pecera rebosante de sangre fresca con una pinza en la boca. Insoportable, insufrible.
Aprenden a mil por hora y les quieren enseñar a diez. Sus cerebros ya han volado antes de que hayas pronunciado Pitágoras si lo que vas a explicarles es el teorema. Saben que el conocimiento de la humanidad está condensado en la red y alguien se ocupará de actualizarlo. No necesitan retenerlo, está en la nube siempre disponible.
Y respecto a entender, lo que los profes creen que deben entender, ellos no lo entienden.
Sus referentes han fracasado en sus estudios y han triunfado en la vida. Cambiando el mundo, creando en una sola generación compañÃas como Apple, Microsoft, Globalia o Zara.
Ojalá se pongan de acuerdo, ojalá se actualicen y armonicen. Ojalá tiendan puentes de entendimiento por la cuenta que nos tiene.
Ya, pero parasarán los años y se darán cuenta de que los aburridos comentarios de texto, las manualidades, las integrales, el sistema diédrico, la regla de tres… y muchas otras chorradas que parecÃan innecesarias se han convertido, de golpe y porrazo, en el pan de cada dÃa. Tener las herramientas, o conocer las fuentes, no significa saber utilizarlas. Y no saber qué hacer con ellas, pero todavÃa…
Muy buena reflexión David.
QuerÃa decir “Y no saber qué hacer con ellas, peor todavÃa…”
Gracias.
interesante articulo , como lo dice ojala tiendes puentes de entendimientos
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