Algunos detractores de Vecinos dicen que el mensaje es demasiado evidente. Ante esto, recordemos a Billy Wilder: «Creen que la lentitud y la solemnidad son sinónimos de profundidad». (Palabras contra la Nouvelle Vague, aplicables a cualquier cineasta pedante peleado con el público). ¿Cuánto metraje gastan otras pelÃculas para decir que la guerra es un asco? Vecinos apenas necesita ocho minutos.
Llevan pantalones de diario, camisa y corbata. Ambos representan al norteamericano urbanita de clase media acomodada. Las mujeres, como se verán adelante, están en sus casas, con sus hijos: ellas no hacen las guerras.
Las sinopsis que encontramos en Internet dicen que «dos vecinos viven en armonÃa hasta que una flor crece entre sus casas».
Pero la armonÃa es una farsa en pos de la convivencia vecinal. Estos hombres se sonrÃen y comparten cerillas como otros compartimos saludos en el ascensor. Estos tipos viven enfrentados desde que amanece. El sistema de imágenes se encarga de remarcar las diferencias —poco sutiles— entre ambos:
La armonÃa acaba cuando un vecino cree que la flor le pertenece y empuja al otro vecino. A partir de ahà comienza una escalada de violencia que pasa de lo cómico a lo trágico. En medio de la pelea, un gesto de «caballerosidad»: un vecino da al otro una estaca: es una declaración formal de guerra.
Finalmente, el escenario desaparece. Destaca el primer plano del vecino que golpea con furia el rostro de su contrincante. El maquillaje no resta efecto; al contrario, acentúa el espÃritu belicoso. Tras la muerte de ambos hombres vuelve la animación, a modo de cierre amable, para dar tiempo al espectador a digerir el mensaje.
Desgraciadamente, lo que cuenta Vecinos es lo que vemos todos los dÃas en la calle, lo que vemos en las noticias. Y no por ello, Vecinos es un ejercicio inútil (a pesar del propio McLaren).
Un artista debe denunciar los comportamientos contrarios a las personas (la violencia, la avaricia, la corrupción…) para que no sean considerados como «cosas normales».
Algunos detractores de Vecinos dicen que el mensaje es demasiado evidente. Ante esto, recordemos a Billy Wilder: «Creen que la lentitud y la solemnidad son sinónimos de profundidad». (Palabras contra la Nouvelle Vague, aplicables a cualquier cineasta pedante peleado con el público). ¿Cuánto metraje gastan otras pelÃculas para decir que la guerra es un asco? Vecinos apenas necesita ocho minutos.
Llevan pantalones de diario, camisa y corbata. Ambos representan al norteamericano urbanita de clase media acomodada. Las mujeres, como se verán adelante, están en sus casas, con sus hijos: ellas no hacen las guerras.
Las sinopsis que encontramos en Internet dicen que «dos vecinos viven en armonÃa hasta que una flor crece entre sus casas».
Pero la armonÃa es una farsa en pos de la convivencia vecinal. Estos hombres se sonrÃen y comparten cerillas como otros compartimos saludos en el ascensor. Estos tipos viven enfrentados desde que amanece. El sistema de imágenes se encarga de remarcar las diferencias —poco sutiles— entre ambos:
La armonÃa acaba cuando un vecino cree que la flor le pertenece y empuja al otro vecino. A partir de ahà comienza una escalada de violencia que pasa de lo cómico a lo trágico. En medio de la pelea, un gesto de «caballerosidad»: un vecino da al otro una estaca: es una declaración formal de guerra.
Finalmente, el escenario desaparece. Destaca el primer plano del vecino que golpea con furia el rostro de su contrincante. El maquillaje no resta efecto; al contrario, acentúa el espÃritu belicoso. Tras la muerte de ambos hombres vuelve la animación, a modo de cierre amable, para dar tiempo al espectador a digerir el mensaje.
Desgraciadamente, lo que cuenta Vecinos es lo que vemos todos los dÃas en la calle, lo que vemos en las noticias. Y no por ello, Vecinos es un ejercicio inútil (a pesar del propio McLaren).
Un artista debe denunciar los comportamientos contrarios a las personas (la violencia, la avaricia, la corrupción…) para que no sean considerados como «cosas normales».
Gracias por compartirlo.
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