El cine se hizo para pasárselo bien. Para pasárselo bien en plan dar codazos a tu compañero de butaca, jalear los besos con lengua entre los protagonistas y echar la mano al muslo de tu acompañante cuando hay un subidón en una escena de terror.
Luego llegaron los crÃticos para darle un poco de profundidad y trascendencia a todo esto, para que nos lo tomáramos en serio. En ocasiones es conveniente. Pero no ocurre asà en CutreCon, el festival de cine cutre de Madrid que llega a su quinta edición.
Turbo Kid hace gala de un humor tremendamente fino, en el que el mundo perdido de la mano de dios se sitúa en un terreno yermo en el año 1997. Una mezcla entre Albacete y AlmerÃa en el que todo el mundo se mueve en bicicletas tipo California de BH o Motoretta de GAC. Cuando digo todos, me refiero a un catálogo de personajes de esos que tu abuela catalogarÃa como peligrosos, de los que fuman en pantalla y van sin afeitar.
Previamente a la proyección, el director de CutreCon, Carlos Palencia ya lo advertÃa. «Un poco de seriedad que esta es la pelÃcula buena del programa de CutreCon». Asà fue. Era muy palpable que Turbo Kid contó con un presupuesto de, al menos, 10.000 dólares; que contó con dos localizaciones (un vertedero de áridos en Canadá y un interior que hacÃa las veces de taberna apocalÃptica) y referencias culturales de las que todo ser humano que merezca la pena disfruta: cómics, bicis, robots, sangre de bote por galones y una cantidad de violencia, tan bella como innecesaria, en cantidades industriales.
El cine se hizo para pasárselo bien. Para pasárselo bien en plan dar codazos a tu compañero de butaca, jalear los besos con lengua entre los protagonistas y echar la mano al muslo de tu acompañante cuando hay un subidón en una escena de terror.
Luego llegaron los crÃticos para darle un poco de profundidad y trascendencia a todo esto, para que nos lo tomáramos en serio. En ocasiones es conveniente. Pero no ocurre asà en CutreCon, el festival de cine cutre de Madrid que llega a su quinta edición.
Turbo Kid hace gala de un humor tremendamente fino, en el que el mundo perdido de la mano de dios se sitúa en un terreno yermo en el año 1997. Una mezcla entre Albacete y AlmerÃa en el que todo el mundo se mueve en bicicletas tipo California de BH o Motoretta de GAC. Cuando digo todos, me refiero a un catálogo de personajes de esos que tu abuela catalogarÃa como peligrosos, de los que fuman en pantalla y van sin afeitar.
Previamente a la proyección, el director de CutreCon, Carlos Palencia ya lo advertÃa. «Un poco de seriedad que esta es la pelÃcula buena del programa de CutreCon». Asà fue. Era muy palpable que Turbo Kid contó con un presupuesto de, al menos, 10.000 dólares; que contó con dos localizaciones (un vertedero de áridos en Canadá y un interior que hacÃa las veces de taberna apocalÃptica) y referencias culturales de las que todo ser humano que merezca la pena disfruta: cómics, bicis, robots, sangre de bote por galones y una cantidad de violencia, tan bella como innecesaria, en cantidades industriales.