La sofisticación de la guerra llegó a un punto en el que los drones se quedaron con buena parte del trabajo sucio. La sangre de los enemigos ya no tendrĆa que salpicar el uniforme de las tropas. Pero si la buena vista es requisito imprescindible para cualquier piloto, no ocurre lo mismo con aquellos artilugios teledirigidos. Desde la altura desde la que operan apenas se divisa la figura humana. Aquello que se ve ahĆ abajo puede ser una persona, aunque mĆ”s bien parece un insecto. Por eso, en la jerga militar se suele emplear la expresión bug splats para referirse a los muertos tras el ataque de un dron.
El enemigo desprovisto de rostro resulta mĆ”s fĆ”cil de matar. Por eso, en un pequeƱo pueblo de PakistĆ”n han decidido que la cara de un niƱo se convierta en la de las miles de potenciales vĆctimas de los drones que sobrevuelan la zona. A la idea, adelantada por Business Insider, se la bautizó como NotABugSplat,Ā en alusión a la despectiva forma en la que las tropas americanas se referĆan a los caĆdos por estos ataques. El proyecto surgió de un grupo de artistas de Pakistan, Estados Unidos y Francia que la materializaron en forma de vinilo del tamaƱo de un campo de fĆŗtbol, con el rostro de un niƱo y que se instaló en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa.
«Preferimos no concretar el nombre del pueblo para proteger a los lugareños», se disculpa Akash Goel a Yorokobu, médico de profesión y miembro del colectivo que abandera el proyecto.

Ahora, los operadores de estos pequeños aviones no tripulados ya no ven pequeñas y anónimas motas en sus monitores, sino la cara de un niño. La pieza se dejó allà por un tiempo, hasta que las gentes de la zona decidieron utilizar la tela para otros fines útiles, como la fabricación de techos. Pero Goel y el resto del equipo siguen guardando la foto de aquel niño. Soñamos con que llegue la paz a esta hermosa región y estamos dispuestos a desplegar mÔs vinilos en otros lugares de la zona.



La sofisticación de la guerra llegó a un punto en el que los drones se quedaron con buena parte del trabajo sucio. La sangre de los enemigos ya no tendrĆa que salpicar el uniforme de las tropas. Pero si la buena vista es requisito imprescindible para cualquier piloto, no ocurre lo mismo con aquellos artilugios teledirigidos. Desde la altura desde la que operan apenas se divisa la figura humana. Aquello que se ve ahĆ abajo puede ser una persona, aunque mĆ”s bien parece un insecto. Por eso, en la jerga militar se suele emplear la expresión bug splats para referirse a los muertos tras el ataque de un dron.
El enemigo desprovisto de rostro resulta mĆ”s fĆ”cil de matar. Por eso, en un pequeƱo pueblo de PakistĆ”n han decidido que la cara de un niƱo se convierta en la de las miles de potenciales vĆctimas de los drones que sobrevuelan la zona. A la idea, adelantada por Business Insider, se la bautizó como NotABugSplat,Ā en alusión a la despectiva forma en la que las tropas americanas se referĆan a los caĆdos por estos ataques. El proyecto surgió de un grupo de artistas de Pakistan, Estados Unidos y Francia que la materializaron en forma de vinilo del tamaƱo de un campo de fĆŗtbol, con el rostro de un niƱo y que se instaló en la provincia de Khyber Pakhtunkhwa.
«Preferimos no concretar el nombre del pueblo para proteger a los lugareños», se disculpa Akash Goel a Yorokobu, médico de profesión y miembro del colectivo que abandera el proyecto.

Ahora, los operadores de estos pequeños aviones no tripulados ya no ven pequeñas y anónimas motas en sus monitores, sino la cara de un niño. La pieza se dejó allà por un tiempo, hasta que las gentes de la zona decidieron utilizar la tela para otros fines útiles, como la fabricación de techos. Pero Goel y el resto del equipo siguen guardando la foto de aquel niño. Soñamos con que llegue la paz a esta hermosa región y estamos dispuestos a desplegar mÔs vinilos en otros lugares de la zona.


