Olivier Bonhomme tiene una teorÃa curiosa. «Igual, al ser zurdo, he desarrollado la parte derecha del cerebro, y por eso percibo la realidad de una forma un poco distinta», explica cuando se le pregunta por su estilo. Ciertamente su trazo nervioso, sus colores psicodélicos y sus detalles surrealistas le dan un sello de difÃcil imitación, una forma peculiar de ver las cosas, pero a esta visión ha ayudado también otro factor: el jazz.
Cuenta este ilustrador francés que lleva pegado al lápiz desde que tiene recuerdo y al saxo, veintidós de los treinta y dos años que lleva en este mundo. El jazz y el dibujo han sido siempre sus dos pasiones. Por eso, cuando tuvo que elegir a qué dedicarse, vivió un momento especialmente difÃcil. Tanto que al final no eligió. «Después de muchos años, me he dado cuenta de que puedo mantener las dos cosas», explica.

Asà que Bonhomme pasa los dÃas dibujando («mientras escucho jazz, ¡por supuesto!») y las noches, escupiendo acordes con su saxo por locales de Montpellier. A pesar del esfuerzo, mantiene que esta dicotomÃa artÃstica le beneficia, pues ambas disciplinas están relacionadas.
Para Bonhomme, crear una buena imagen es como componer una buena canción. A fin de cuentas, ambas «tienen que tener puntos fuertes y espacios más libres a la interpretación». Define el jazz como «una parte importante del proceso creativo» y destaca la improvisación de este género como un valor exportable a otras disciplinas artÃsticas.
Siendo saxofonista e ilustrador, era cuestión de tiempo que Bonhomme pusiera el ojo (y la pluma) en Nueva Orleans. Lo hizo hace dos años, en una serie llamada Journey to New Orleans. Irónicamente, lo que Bonhomme no ha puesto nunca en esta ciudad ha sido un pie, asà que el viaje al que hace referencia el tÃtulo es más metafórico que real.
[pullquote author=”Olivier Bonhomme” tagline=”Ilustrador”]Mis dibujos son como una pelÃcula de David Lynch, se mueven en un equilibrio constante entre sueños y realidad[/pullquote]

«¡Justo por eso tenÃa que dibujarlo!», explica divertido. En la serie, Bonhome se esfuerza por representar no tanto la realidad, sino las imágenes borrosas que se forman en su mente. El artista explica este proceso asegurando que es «como una pelÃcula de David Lynch», pues se mueve «en un equilibrio constante entre sueños y realidad». Estos sueños lúcidos cuentan la historia de Nueva Orleans en doce imágenes. «Es difÃcil escoger unos pocos sÃmbolos para representar la identidad de una ciudad y sus habitantes», reflexiona. «Corres el riesgo de ofrecer un cliché, una imagen de postal». Bonhomme sortea este peligro mezclando los sÃmbolos reales con los onÃricos
Además de Nueva Orleans, para Bonhome han posado como modelos ciudades como California o La Habana. A la hora de escogerlas, el artista piensa en una urbe en la que le gustarÃa vivir. Otra exigencia es que la música tenga una presencia importante en su identidad. Y por último, el ilustrador se fija en que tenga una arquitectura particular y bella. Solo entonces, si la modelo cumple todas estas prerrogativas, Bonhome accede a dibujarla. Lo hace imaginándola «como un mundo aparte, con sus propias reglas y sus propios colores». Tiene que afinar los trazos, pues debe contar su historia en solo doce imágenes.
Dice que para conseguirlo tiene un truco. Bonhomme camufla información en cada dibujo, introduciendo referencias y segundas lecturas. «Lo más importante al verlas es leer entre lÃneas», explica, «como cuando escuchas un buen solo de Miles Davis».