La escatologÃa en el arte no es un fenómeno nuevo. Mucho antes de que Piero Manzoni enlatase sus heces y las vendiera según la cotización del oro. Mucho antes de que Andy Warhol invitase a sus amigos a orinar sobre lienzos en blanco para ver cómo se oxidaba la tela, el pis y la caca ya estaban presentes en cuadros y esculturas de una forma más o menos explÃcita.
La primera de las piezas reseñadas en el libro de Jean-Claude Lebensztejn es una crucifixión del siglo XIII que forma parte de los frescos de la BasÃlica de San Francisco de AsÃs. En un rincón, apartado de la acción, un angelote se alivia contra un pilar.
En los siglos XVI y XVII proliferan las pinturas de personas que, independientemente de su sexo, hacen pis en un rincón, desde una ventana, en cuclillas o de pie. En todo caso, y a pesar del realismo de esas representaciones, en opinión de Lebensztejn, esas obras aún mantienen la inocencia de los angelotes.
Lejos de perder su capacidad de escandalizar, el pis continúa siendo algo que incomoda. Ejemplo de ello es una de las piezas que Jean-Claude Lebensztejn ha elegido para acabar su ensayo. Se trata de unas pegatinas en las que Calvin, el niño de Calvin & Hobbes, orina contra algo. El catálogo es variado: contra un equipo de fútbol, contra un colectivo profesional, contra Trump, contra el ISIS, contra una marca comercial…
Todas esas pegatinas son piratas. Bill Watherson nunca autorizó que sus personajes se utilizasen en productos de merchandising. Sin embargo, las demandas derivadas de ellas no proceden del propio autor, sino de aquellos equipos de fútbol, polÃticos, colectivos profesionales o marcas comerciales, que se han sentido ofendidos porque un personaje de ficción orine sobre sus sÃmbolos.
La escatologÃa en el arte no es un fenómeno nuevo. Mucho antes de que Piero Manzoni enlatase sus heces y las vendiera según la cotización del oro. Mucho antes de que Andy Warhol invitase a sus amigos a orinar sobre lienzos en blanco para ver cómo se oxidaba la tela, el pis y la caca ya estaban presentes en cuadros y esculturas de una forma más o menos explÃcita.
La primera de las piezas reseñadas en el libro de Jean-Claude Lebensztejn es una crucifixión del siglo XIII que forma parte de los frescos de la BasÃlica de San Francisco de AsÃs. En un rincón, apartado de la acción, un angelote se alivia contra un pilar.
En los siglos XVI y XVII proliferan las pinturas de personas que, independientemente de su sexo, hacen pis en un rincón, desde una ventana, en cuclillas o de pie. En todo caso, y a pesar del realismo de esas representaciones, en opinión de Lebensztejn, esas obras aún mantienen la inocencia de los angelotes.
Lejos de perder su capacidad de escandalizar, el pis continúa siendo algo que incomoda. Ejemplo de ello es una de las piezas que Jean-Claude Lebensztejn ha elegido para acabar su ensayo. Se trata de unas pegatinas en las que Calvin, el niño de Calvin & Hobbes, orina contra algo. El catálogo es variado: contra un equipo de fútbol, contra un colectivo profesional, contra Trump, contra el ISIS, contra una marca comercial…
Todas esas pegatinas son piratas. Bill Watherson nunca autorizó que sus personajes se utilizasen en productos de merchandising. Sin embargo, las demandas derivadas de ellas no proceden del propio autor, sino de aquellos equipos de fútbol, polÃticos, colectivos profesionales o marcas comerciales, que se han sentido ofendidos porque un personaje de ficción orine sobre sus sÃmbolos.