13 de febrero 2017    /   CREATIVIDAD
por
 Ana Mora

Paramodern, la pintura que salió de la rabia del Brexit

13 de febrero 2017    /   CREATIVIDAD     por          Ana Mora
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La madrugada del pasado 24 de junio se conoció el escrutinio del referendo acerca del Brexit. La mayoría de los britÔnicos dijo que quería dejar de pertenecer a la Unión Europea. Comenzó así un proceso de cambio que, si nada lo impide, culminarÔ con un histórico portazo.

A la misma hora, el pintor almeriense Manu Muñoz miraba a la playa desde el paseo marítimo de Cabo de Gata, el pueblo donde vive. Sobre la arena, aún ardían algunas de las hogueras de la noche de San Juan. La metÔfora de la renovación y el cambio de etapa no podía haber quedado mejor dibujada.

[pullquote]Nadie en sus cabales tomaría semejantes decisiones si, por un segundo en su vida, hubiese tenido el placer de emocionarse de verdad y elevarse hasta ese punto dónde se tiene una visión universal de la belleza, una sensación que transciende a todas las estúpidas banderas, fronteras, muros, ideologías o religiones.[/pullquote]

Los mejores meses de la vida de MuƱoz transcurrieron, segĆŗn cuenta, en Londres, donde estuvo viviendo, pintando y conociendo el gran puzzle social que es la capital britĆ”nica. Por eso, lo que sintió el pintor esa madrugada del 24 de junio fue desolación y mucha rabia. Precisamente Londres es uno de los lugares donde el Brexit no se impuso. Ā«El recuerdo que guardo es el de un paĆ­s multicultural, dónde todo encajaba –al menos a mi ojos- a la perfección. Cuando comencĆ© a oĆ­r hablar del Brexit pensaba que serĆ­a una broma de cuatro locos que no llegarĆ­a lejos pero me equivoquĆ©. Solo espero que la situación se revierta pronto y vuelva a ser un paĆ­s al que me apetezca volver. Hoy por hoy, lo descarto sencillamente porque estoy cabreado con este asunto. No quisiera sonar dramĆ”tico pero la sensación que tengo es similar a como si me hubiesen tapiado la puerta de mi casaĀ», explica.

El almeriense explica que el edificio en el que vivía, en Stockwell, representa muy bien la deriva que ha sufrido el Reino Unido hasta el pasado referendo. «Mi edificio, el Eurotower, fue construido en su día para albergar a refugiados políticos venidos de África. Años mÔs tarde la cosa se fue un poco de las manos y terminó siendo una especie de gueto vertical en mitad de Larkhall Park. Posteriormente, se transformó en un hostel barato, con juergas las 24 horas, en el que los mochileros llegados de cualquier parte del mundo pernoctaban por unas pocas libras la noche. Hoy, es propiedad de una gran empresa que alquila sus modernos y remodelados estudios solo a estudiantes que consigan reunir todos los documentos y avales requeridos. Es una especie de macabro epílogo del Brexit», detalla.

De la rabia, Manu Muñoz ha tratado de construir algo hermoso. El 18 de febrero estrena exposición en Madrid, en la Galería Blanca Soto (Almadén, 13) con los trabajos que surgieron, entre otras cosas, de la desazón provocada por todo el asunto.

Paramodern es una colección de pinturas que tiene como pista de despegue la residencia de Muñoz en Londres y también la resistencia a la segregación. Ha querido caminar un poco a la escocesa, como el país que se niega a marcharse junto al resto del Reino Unido de una Europa en la que sí quieren estar.

Tras el caso escocés y lo paradójico de querer separarse de algo (Reino Unido) para permanecer unido a algo mÔs grande (Europa), el pintor almeriense repasa las contradicciones que definen la vida y la maleabilidad de un concepto como la coherencia.

Desde esas premisas, por los lienzos de Paramodern desfila la acción y la agitación de un ejército en combate; el equilibrio de la naturaleza de los flamencos habituales de las salinas del cabo o la exótica armonía de los rostros ajenos al ciudadano occidental.

Inspiración sin militancia

Para Manu Muñoz, las circunstancias políticas han sido uno de los detonadores para crear. Sin embargo, piensa que él no necesita el arte para expresar posiciones de disidencia. «QuizÔ muy al principio, cuando pintaba grafiti, había momentos en los que sentía que tenía que expresar mis ideas en este sentido, pero como era tan joven y casi un completo ignorante en la materia siempre terminaba pintando sobre lo mismo: mensajes y conceptos importados de los videos de hip hop de la MTV, absurdos y completamente ajenos a mi realidad en la mayoría de los casos».

Ahora, sin embargo, con mÔs seguridad en el pincel y en la vida, la búsqueda es otra. «Cualquier posición política tiene su representación social y por lo tanto puede verse reflejada en el arte de ese momento. Particularmente no uso mi trabajo como un manifiesto ni como un arma».

[pullquote]Cuando era joven sĆ­ que recibĆ­ algunos ā€œtrabajos suciosā€ en los que se me encomendaba realizar pintadas contra algĆŗn partido polĆ­tico a cambio de dinero. Nunca lleguĆ© a realizar ninguno, aunque aquel dinero, a tan corta edad, era toda una tentación. Esto es lo mĆ”s cerca que he estado de usar el arte como herramienta de disidencia, o sea, imagĆ­nate…[/pullquote]

El pintor almeriense dice que, para él, el arte es demasiado sagrado para desnaturalizarlo en una fusión con otros conceptos. «Ligarlo o acotarlo dentro de una etiqueta o posicionarlo contra algo lo desvirtuaría. Veo algo absurdo usarlo en un sentido crítico o como arma de lucha aunque, obviamente, respeto a quien decida hacerlo».

MuƱoz justifica su postura explicando que las conciencias que pueden ser removidas por una propuesta creativa no son las que se zambullen luego en la trinchera. Ā«No veo probable que alguien que estĆ” participando en una guerra – por ejemplo- y que es incapaz de considerar la dimensión humana de tal atrocidad vaya a reparar en una manifestación artĆ­stica y deponga su actitud. Sinceramente, no lo veoĀ», explica.

Mucho de lo que ahora forma parte de la obra de Manu Muñoz sedimentó en su conciencia durante su vida en Londres. La próxima vez que vaya, habrÔ mÔs barreras que franquear. MÔs de la mitad de la población de Reino Unido cree que ese es el camino y la decisión, al menos, ha servido como generadora de una respuesta artística.

AdemÔs, simbólicamente, se niega a desaparecer de la falda de Eurotower una precaria construcción donde cuelga el cartel Lambeth Community Refugees of Vietnam. Se trata de un centro social que monta saraos para los desplazados que deciden permanecer en el barrio. «Vietnam resiste», dice Muñoz. Hay que resistir.

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La madrugada del pasado 24 de junio se conoció el escrutinio del referendo acerca del Brexit. La mayoría de los britÔnicos dijo que quería dejar de pertenecer a la Unión Europea. Comenzó así un proceso de cambio que, si nada lo impide, culminarÔ con un histórico portazo.

A la misma hora, el pintor almeriense Manu Muñoz miraba a la playa desde el paseo marítimo de Cabo de Gata, el pueblo donde vive. Sobre la arena, aún ardían algunas de las hogueras de la noche de San Juan. La metÔfora de la renovación y el cambio de etapa no podía haber quedado mejor dibujada.

[pullquote]Nadie en sus cabales tomaría semejantes decisiones si, por un segundo en su vida, hubiese tenido el placer de emocionarse de verdad y elevarse hasta ese punto dónde se tiene una visión universal de la belleza, una sensación que transciende a todas las estúpidas banderas, fronteras, muros, ideologías o religiones.[/pullquote]

Los mejores meses de la vida de MuƱoz transcurrieron, segĆŗn cuenta, en Londres, donde estuvo viviendo, pintando y conociendo el gran puzzle social que es la capital britĆ”nica. Por eso, lo que sintió el pintor esa madrugada del 24 de junio fue desolación y mucha rabia. Precisamente Londres es uno de los lugares donde el Brexit no se impuso. Ā«El recuerdo que guardo es el de un paĆ­s multicultural, dónde todo encajaba –al menos a mi ojos- a la perfección. Cuando comencĆ© a oĆ­r hablar del Brexit pensaba que serĆ­a una broma de cuatro locos que no llegarĆ­a lejos pero me equivoquĆ©. Solo espero que la situación se revierta pronto y vuelva a ser un paĆ­s al que me apetezca volver. Hoy por hoy, lo descarto sencillamente porque estoy cabreado con este asunto. No quisiera sonar dramĆ”tico pero la sensación que tengo es similar a como si me hubiesen tapiado la puerta de mi casaĀ», explica.

El almeriense explica que el edificio en el que vivía, en Stockwell, representa muy bien la deriva que ha sufrido el Reino Unido hasta el pasado referendo. «Mi edificio, el Eurotower, fue construido en su día para albergar a refugiados políticos venidos de África. Años mÔs tarde la cosa se fue un poco de las manos y terminó siendo una especie de gueto vertical en mitad de Larkhall Park. Posteriormente, se transformó en un hostel barato, con juergas las 24 horas, en el que los mochileros llegados de cualquier parte del mundo pernoctaban por unas pocas libras la noche. Hoy, es propiedad de una gran empresa que alquila sus modernos y remodelados estudios solo a estudiantes que consigan reunir todos los documentos y avales requeridos. Es una especie de macabro epílogo del Brexit», detalla.

De la rabia, Manu Muñoz ha tratado de construir algo hermoso. El 18 de febrero estrena exposición en Madrid, en la Galería Blanca Soto (Almadén, 13) con los trabajos que surgieron, entre otras cosas, de la desazón provocada por todo el asunto.

Paramodern es una colección de pinturas que tiene como pista de despegue la residencia de Muñoz en Londres y también la resistencia a la segregación. Ha querido caminar un poco a la escocesa, como el país que se niega a marcharse junto al resto del Reino Unido de una Europa en la que sí quieren estar.

Tras el caso escocés y lo paradójico de querer separarse de algo (Reino Unido) para permanecer unido a algo mÔs grande (Europa), el pintor almeriense repasa las contradicciones que definen la vida y la maleabilidad de un concepto como la coherencia.

Desde esas premisas, por los lienzos de Paramodern desfila la acción y la agitación de un ejército en combate; el equilibrio de la naturaleza de los flamencos habituales de las salinas del cabo o la exótica armonía de los rostros ajenos al ciudadano occidental.

Inspiración sin militancia

Para Manu Muñoz, las circunstancias políticas han sido uno de los detonadores para crear. Sin embargo, piensa que él no necesita el arte para expresar posiciones de disidencia. «QuizÔ muy al principio, cuando pintaba grafiti, había momentos en los que sentía que tenía que expresar mis ideas en este sentido, pero como era tan joven y casi un completo ignorante en la materia siempre terminaba pintando sobre lo mismo: mensajes y conceptos importados de los videos de hip hop de la MTV, absurdos y completamente ajenos a mi realidad en la mayoría de los casos».

Ahora, sin embargo, con mÔs seguridad en el pincel y en la vida, la búsqueda es otra. «Cualquier posición política tiene su representación social y por lo tanto puede verse reflejada en el arte de ese momento. Particularmente no uso mi trabajo como un manifiesto ni como un arma».

[pullquote]Cuando era joven sĆ­ que recibĆ­ algunos ā€œtrabajos suciosā€ en los que se me encomendaba realizar pintadas contra algĆŗn partido polĆ­tico a cambio de dinero. Nunca lleguĆ© a realizar ninguno, aunque aquel dinero, a tan corta edad, era toda una tentación. Esto es lo mĆ”s cerca que he estado de usar el arte como herramienta de disidencia, o sea, imagĆ­nate…[/pullquote]

El pintor almeriense dice que, para él, el arte es demasiado sagrado para desnaturalizarlo en una fusión con otros conceptos. «Ligarlo o acotarlo dentro de una etiqueta o posicionarlo contra algo lo desvirtuaría. Veo algo absurdo usarlo en un sentido crítico o como arma de lucha aunque, obviamente, respeto a quien decida hacerlo».

MuƱoz justifica su postura explicando que las conciencias que pueden ser removidas por una propuesta creativa no son las que se zambullen luego en la trinchera. Ā«No veo probable que alguien que estĆ” participando en una guerra – por ejemplo- y que es incapaz de considerar la dimensión humana de tal atrocidad vaya a reparar en una manifestación artĆ­stica y deponga su actitud. Sinceramente, no lo veoĀ», explica.

Mucho de lo que ahora forma parte de la obra de Manu Muñoz sedimentó en su conciencia durante su vida en Londres. La próxima vez que vaya, habrÔ mÔs barreras que franquear. MÔs de la mitad de la población de Reino Unido cree que ese es el camino y la decisión, al menos, ha servido como generadora de una respuesta artística.

AdemÔs, simbólicamente, se niega a desaparecer de la falda de Eurotower una precaria construcción donde cuelga el cartel Lambeth Community Refugees of Vietnam. Se trata de un centro social que monta saraos para los desplazados que deciden permanecer en el barrio. «Vietnam resiste», dice Muñoz. Hay que resistir.

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