«Coquetear con la muerte siempre mola, da morbo», lo dice Antonio Dyaz, cineasta, compositor, escritor y colaborador de Yorokobu. Su última pelÃcula propone un revolcón jadeante y parafÃlico con la muerte: los protagonistas deben decidir cómo morir y los hay que desean fallecer bajo una montonera de culos de stripper. Pero ese es solo el último giro de la cinta. En principio, el film cuenta la vida de personas que viven solas en todo el mundo: esa tribu que crece cada año.
«Yo le dije: “Oye, Fernando, como media España te quiere ver muerto, vamos a matarte”, y tuvo la enorme predisposición de invitarnos a su casa en Soria y fallecer amablemente para nosotros», relata Dyaz, siempre con voz de estar jugando a algo. «El tÃo fue fantástico. Tiene un cementerio privado en su mansión con el hueco donde va a morir. Ahà filmamos su muerte, en el nicho adonde irán sus huesos».
Fotograma de la pelÃcula ‘Solo’
Onanismo y obsesión con las lavadoras
Las cámaras volaron hasta Rusia, Suecia, Uruguay, China o Australia. Los 20 protagonistas filman su dÃa a dÃa: «Como no estás observado por nadie tienes una libertad absoluta para todo, te muestras tal y como eres y haces lo que te da la gana: algunas cosas totalmente inofensivas y otras no tanto».
Una de las primeras derivadas de la soledad continuada que dibuja la pelÃcula es el desarrollo de una sexualidad errática. «Soledad y onanismo son pareja. Ahà vamos a encontrar lo más interesante de la pelÃcula, la gente ha perdido todo su pudor con esas cosas, yo el primero».
Dyaz no buscaba cualquier soledad. Le interesa la de los paÃses desarrollados. «Aunque son distintos y hay diferencias culturales, en general la soledad es la misma». Que la historia desemboque en muerte, en 20 muertes, parte de una obsesión que taladra con frecuencia la mente de los solitarios. «Yo me pregunto mucho: ¿Si muriera ahora, cuánto tiempo tardarÃan en descubrir mi cadáver momificado? Es una paranoia importante».
Por eso, en última instancia, cada personaje de la pelÃcula elige su muerte. «Yo no soy nadie para decirle a la gente cómo tiene que morir», declara Dyaz. Aquà van algunos ejemplos: desaparición inmaculada, aburrimiento, sobredosis accidental de alguna droga recreativa, alergia extrema, paro cardÃaco tras excitación súbita, intoxicación por inhalación de insecticida… No hay suicidios: «Aunque no lo parezca, en realidad, estamos ante una comedia», expresa en el texto de la campaña.
«Coquetear con la muerte siempre mola, da morbo», lo dice Antonio Dyaz, cineasta, compositor, escritor y colaborador de Yorokobu. Su última pelÃcula propone un revolcón jadeante y parafÃlico con la muerte: los protagonistas deben decidir cómo morir y los hay que desean fallecer bajo una montonera de culos de stripper. Pero ese es solo el último giro de la cinta. En principio, el film cuenta la vida de personas que viven solas en todo el mundo: esa tribu que crece cada año.
«Yo le dije: “Oye, Fernando, como media España te quiere ver muerto, vamos a matarte”, y tuvo la enorme predisposición de invitarnos a su casa en Soria y fallecer amablemente para nosotros», relata Dyaz, siempre con voz de estar jugando a algo. «El tÃo fue fantástico. Tiene un cementerio privado en su mansión con el hueco donde va a morir. Ahà filmamos su muerte, en el nicho adonde irán sus huesos».
Fotograma de la pelÃcula ‘Solo’
Onanismo y obsesión con las lavadoras
Las cámaras volaron hasta Rusia, Suecia, Uruguay, China o Australia. Los 20 protagonistas filman su dÃa a dÃa: «Como no estás observado por nadie tienes una libertad absoluta para todo, te muestras tal y como eres y haces lo que te da la gana: algunas cosas totalmente inofensivas y otras no tanto».
Una de las primeras derivadas de la soledad continuada que dibuja la pelÃcula es el desarrollo de una sexualidad errática. «Soledad y onanismo son pareja. Ahà vamos a encontrar lo más interesante de la pelÃcula, la gente ha perdido todo su pudor con esas cosas, yo el primero».
Dyaz no buscaba cualquier soledad. Le interesa la de los paÃses desarrollados. «Aunque son distintos y hay diferencias culturales, en general la soledad es la misma». Que la historia desemboque en muerte, en 20 muertes, parte de una obsesión que taladra con frecuencia la mente de los solitarios. «Yo me pregunto mucho: ¿Si muriera ahora, cuánto tiempo tardarÃan en descubrir mi cadáver momificado? Es una paranoia importante».
Por eso, en última instancia, cada personaje de la pelÃcula elige su muerte. «Yo no soy nadie para decirle a la gente cómo tiene que morir», declara Dyaz. Aquà van algunos ejemplos: desaparición inmaculada, aburrimiento, sobredosis accidental de alguna droga recreativa, alergia extrema, paro cardÃaco tras excitación súbita, intoxicación por inhalación de insecticida… No hay suicidios: «Aunque no lo parezca, en realidad, estamos ante una comedia», expresa en el texto de la campaña.
Ondiá, qué bueno…
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