En 1968, el artista argentino Federico Peralta Ramos obtuvo una Beca Guggenheim. Se la comió. Bueno, Ć©l y sus amigos a los que invitó a cenar en uno de los mejores restaurantes de Buenos AĆres. Ā«Leonardo pintó La Ćŗltima cena , yo la diĀ», explicó el artista en una carta dirigida a la fundación que lo habĆa becado, cuando le pidieron explicaciones sobre en quĆ© habĆa dilapilado el dinero.
Nacido a finales de los aƱos 30 en Mar del Plata, Federico Peralta Ramos fue uno de los mĆ”ximos exponentes del dadaĆsmo de LatinoamĆ©rica. Su humor y ocurrencias eran imprevisibles. Tanto, que decĆa que no le gustaban los niƱos ni los animales Ā«porque son competencia deslealĀ».
Su lema como artista fue Ā«PintĆ© sin saber pintar, escribĆ sin saber escribir, cantĆ© sin saber cantar. La torpeza repetida se transforma en mi estiloĀ». Sin embargo, a diferencia de esos artistas que deseanĀ Ā«vivir el arteĀ», Peralta Ramos hizo de sĆ mismo y de su vida una obra artĆstica.
Las innumerables anécdotas que envuelven su existencia apenas se diferencian de sus exposiciones o happenings . Entre ellos se encuentran desde la participación habitual en el programa del humorista Tato Bores, destrozar un huevo gigante con un martillo o hacer una exposición de pintura ortodoxa. O casi.
En 1964, por ejemplo, pintó una serie de cuadros a los que denominó Pinturas pesadas . AdemĆ”s de la excesiva carga matĆ©rica de los lienzos, los cuadros tenĆan tales dimensiones, que no entraban en el local de la galerĆa. Peralta Ramos no lo dudó. Los cortó y los expuso tal cual. Una satisfacción que aumentó aĆŗn mĆ”s cuando vio cómo los cuadros comenzaron a derramarse por el suelo a consecuencia del excesivo peso de una pintura que aĆŗn no habĆa secado.
Su forma de vida llegó incluso a convertirse en una religión que Ć©l mismo inventó y de la que era el mĆ”ximo profeta, si es que esa figura cabĆa dentro de ese conjunto de dogmas mĆ”s o menos flexibles y anĆ”rquicos. La llamó religión GĆ”nica y su principal mandamiento era Ā«hacer siempre lo que uno tiene ganasĀ». A fe que lo hizo.
DespuĆ©s de diferentes intervenciones en el vanguardista Instituto Di Tella de Buenos Aires y un ingreso en un hospital psiquiĆ”trico āpara evitar una pena de cĆ”rcel por haber comprado un toro semental en una subasta sin tener dineroā, Peralta Ramos recibió la beca Guggenheim.
CorrĆa 1968 y el artista decidió gastar el monto en invitar a 25 de sus amigos a una cena en el Alvear Palace Hotel, con baile posterior en la boite Ćfrica. En definitiva, una inversión en desarrollar Ā«su personalidad para obtener la āconstituciónā de yoĀ». O lo que es lo mismo,Ā Ā«vivirĀ».
AsĆ se lo explicó a la propia Fundación Guggenheim cuando le pidieron cuentas sobre en quĆ© se habĆa gastado la beca. Peralta Ramos no tuvo ningĆŗn inconveniente en escribir una carta al responsable de la misma, Mr. James F. Mathias, y detallĆ”rselo todo.
De esta forma, ademĆ”s de la cena y la noche de baile por valor de 300 dólares, se sabe que Peralta mandó hacerse tres trajes por valor de 500 dólares y pagó unas deudas de 1000 dólares que tenĆa con una galerĆa de arte.
Lo que restaba de los 3000 dólares de la beca, Peralta Ramos decidió invertirlos en una entidad financiera. Después de unos meses, con el capital y los intereses compró obra de amigos artistas. En total, tres cuadros. Uno de Josefina Robirosa, otro de Ernesto Deira y un tercero de Jorge de la Vega. Los dos primeros se los regaló a su padre y a su madre, respectivamente. El De la Vega, se lo quedó él.
El artista concluĆa la carta mencionando dos de los proyectos en los que habĆa estado inmerso esos aƱos: su participación en el programa de Tato Bores y a la grabación un disco con la casa Columbia. Lanzado en 1970, elĀ single incluĆa dos canciones con cierta inspiración psicodĆ©lica interpretadas por Peralta Ramos: Soy un pedazo de atmósfera y Tengo un algo adentro que se llama el coso . MĆ”s psicodĆ©lico aĆŗn fue el canal de distribución elegido para su venta: las farmacias.
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A la Fundación Guggenheim no le satisfizo la respuesta. Exigió la devolución del dinero y Peralta Ramos, ofendido, les escribió una segunda carta:
Ā«Mi carta del 14 de junio de 1971 es un homenaje a la libertad. Una organización de un paĆs que ha llegado a la luna que tenga la limitación de no comprender y valorizar la invención y la gran creación que ha sido la forma como yo gastĆ© el dinero de la beca, me sumerge en un mundo de desconcierto y asombroĀ», decĆa Peralta Ramos en la misiva y continuaba: Ā«He meditado vuestra sugerencia sobre la devolución de los 3000 dólares y me he dado cuenta que devolverlos significarĆa no creer y contradecir mi actitud, por lo tanto he decidido no devolverlosĀ». No los devolvió.
Se cuenta que la carta de Peralta Ramos se expone hoy enmarcada en la sede neoyorquina de la Fundación Guggenheim. Se dice también que, desde que la recibieron, los responsables de la institución decidieron no volverle a pedir cuentas a ningún artista sobre en qué se gastaba los fondos de sus becas.