Ā«Las opiniones son como los culos. Todo el mundo tiene unoĀ», afirmaba Clint Eastwood en una de las pelĆculas de la saga de Harry Ā«el sucioĀ». Sin embargo, no a todasĀ las opiniones se les presta la misma atención. Mientras que algunas nacen y mueren en la barra del bar, otras consiguen salir de ese hĆ”bitat e influir en la opinión pĆŗblica a travĆ©s de las columnas de opinión de los medios de comunicación.
Para que ello sea posible, esas opiniones deben cumplir con una serie de condiciones que el columnista de The New York Times Bret Stephens explicó asĆ:
Atrapa al lector
Lo mĆ”s habitual ante una mala columna es que el lector deje de leerla, segĆŗn Stephens. Para evitarlo, es imprescindible captar su atención desde el primer momento. Para ello, antes de escribir una sola lĆnea, es necesario hacerse tres preguntas: ĀæPor quĆ© es interesante el tema que se va a tratar? ĀæCuĆ”l es la razón por la que estĆ” de actualidad? ĀæPor quĆ© le va a interesar al lector lo que tĆŗ opinas?

Conoce a tu audiencia
Si el consejo del OrÔculo de Delfos era «Conócete a ti mismo», en el caso de las columnas de opinión, la mÔxima es «Conoce a tu lector». Piensa que no escribes para tus colegas de profesión, ni para impresionar a los competidores, ni para fardar con tus amigos. Escribes para un lector medio, que estarÔ encantado de leer lo que le cuentas siempre que sea interesante y esté bien explicado.
Es tu opinión
BÔsicamente, las columnas de opinión se basan en transmitir la opinión del columnista, algo que parece sencillo pero no lo es tanto. En ocasiones, bien por comodidad, bien por talento, el periodista se limita a repetir las ideas de otros sin aportar ningún anÔlisis personal. En esos casos es mejor ser honesto y ceder el espacio a otros profesionales. En otras palabras: aporta algo o deja sitio.

No te columpies…
Una cosa es dar tu opinión y otra no tener ni idea del tema. Si no conoces de quĆ© vas a hablar con un mĆnimo de rigor, el asunto del que debes abordar es otro. AsĆ de claro.
…ni te gustes demasiado
Piensa que estÔs escribiendo una columna de opinión, no el Ulises de Joyce. Procura que tus frases sean cortas, evita los hipérbatos y mete puntos de vez en cuando, que el lector también necesita respirar.
”Viva la diferencia!
Si todos los expertos de un tema tienen una opinión unĆ”nime sobre Ć©l, las posibilidades de que te elijan como columnista son mucho menores que si tienes una opinión fundada pero discrepante. Por ejemplo, un ecologista que defienda la energĆa nuclear serĆ” una pieza mĆ”s codiciada para un periódico que un amante de la naturaleza que defienda a ultranza las energĆas renovables. Eso sĆ, a ver quiĆ©n es el guapo que encuentra a ese ecologista tan peculiar.
Juventud, divino tesoro
En esto de opinar, ser joven es una ventaja. Por evidentes cuestiones vitales, los escritores de menos edad son casi todo opinión y poca experiencia. Lo llaman frescura y, a muchas cabeceras, les encanta.

LlƩvate la contraria
AdelƔntate y cuestiona las afirmaciones que hagas en tu columna antes de que lo haga el lector. De este modo, ademƔs de fortalecer tu discurso y tu razonamiento, transmitirƔs en el lector la idea de que sabes de quƩ estƔs hablando y no eres un trilero de las argumentaciones.
Evita el cuƱadismo
Mejor que no transites lugares comunes, ni abuses de los tópicos, la demagogia o los argumentos manidos. Eso estÔ bien para el bar, las sobremesas y las cenas navideñas. Y no siempre.

La periodicidad
Normalmente, un periodista de opinión publica una columna una vez a la semana, tal vez dos. Sin embargo, el diario sale todos los dĆas. Por eso es conveniente que estĆ©s al tanto de lo que se publica en el medio en que trabajas. Solo asĆ evitarĆ”s repetir temas ya tratados o abordarlos con el mismo punto de vista que tus colegas. AdemĆ”s, es muy cutre que ni siquiera leas el medio en el que trabajas. Ya te vale.
PrepƔrate para lo peor
El periodismo ha cambiado mucho en los Ćŗltimos aƱos. Antes, una información errónea o una opinión intempestiva tenĆan como respuesta alguna llamada de los lectores oĀ una carta que, como mucho, podĆa aparecer en la sección de cartas al director. Sin embargo, gracias a las redes sociales,Ā hoy los lectores pueden corregirte y criticarte pĆŗblicamente sin filtro alguno. Por eso, aunque la humildad no sea lo tuyo,Ā es un buen momento para ponerla en prĆ”ctica.

Y tambiĆ©n tener presente que la brevedad es el alma del ingenio, que decĆa Shakespeare.
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