16 de julio 2012    /   IDEAS
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Placeres culpables

16 de julio 2012    /   IDEAS     por          
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Es probable que su origen sea religioso, pues los llamados “guilty pleasures” en el mundo anglosajón constituyen la quinta esencia del vivir cotidiano. Sin ellos, el placer sería tan ñoño como hacer figuritas de plastelina, y la culpa una palabra hueca. Los de ellas suelen estar más relacionados con la comida y los de ellos con el sexo, pero estas fronteras se van difuminando. Solo hay una condición: se cometen en solitario. Y un peligro: que se nos vayan de las manos.

La línea que separa el pecadillo de la gamberrada, o esta del delito, y el delito del genocidio varía según nuestra laxitud ética y según las leyes aplicables. Sin embargo, a menudo esas acciones se larvan en la región del cerebro que aloja el circuito del placer. Pequeñas descargas de oxitocina pueden convertir en adictivas ciertas conductas impropias, cuando no decididamente indignas. Vayan a continuación algunas prácticas más extendidas de lo que se cree.

* Aguardar cada mañana a que El Corte Inglés abra sus puertas a las 10 am para satisfacer nuestras necesidades fisiológicas menos apetecibles. A esa hora los WC están relimpios, y los hunters todavía no merodean el aseo de caballeros.

* Pegar un moco debajo del mantel en casa de los suegros.

* Robar azafrán en el supermercado.

* Defender a ultranza una postura que va contra nuestros ideales, solo para saborear la réplica del desconcertado interlocutor.

* No llevar ropa interior. O llevarla de un género equivocado… A muchas mujeres les conforta ponerse los gayumbos de sus chicos, pero pocas se lo confesarían a su madre.

* Ir solo a ver una peli de zombies. Puedes encontrarte a más solitarios, alguno de ellos conocido. Entonces es muy divertido el desenmascaramiento mutuo:

¿Tú viendo estas películas?

Eeeeh… Creí que era de Eric Rohmmer, me equivoqué de sala.

Ya…

* Desayunar champagne un lunes laborable.

* Perder el tiempo en Internet buscando fotos de celebrities desnudas o en actitudes pornográficas (estas últimas suelen ser trucos fotográficos, y tienen bastante gracia)

* Ir a un karaoke y cantar un tema de los Bee Gees en falsete.

* Oler las bragas sucias de tu compañera de piso.

Que nadie piense que esto es una confesión pública de mis debilidades. Estoy al servicio de los lectores, y para ellos he hecho esta pequeña prospección de opiniones.

La transgresión, la culpa y el puro hedonismo son un cóctel que sabe mejor agitado. La diferencia entre la culpa y el remordimiento es que la primera se disuelve como un azucarillo en nuestra frágil memoria, mientras que el segundo nos puede atormentar durante décadas. Por desgracia, no todos los seres humanos disfrutan de un saludable equilibrio entre sus faltas y sus contricciones.

El problema sobreviene cuando personas con mucho poder sienten la tentación del placer culpable, y dan un golpe de estado, o violan a la camarera del hotel, o recortan los derechos básicos de un país, o inyectan miles de millones a los bancos causantes del desastre, o visten de uniforme y golpean a gente desarmada, o aplauden las noticias funestas, o simplemente sonríen ante la adversidad del prójimo, que ellos mismos han provocado.

El mal y el placer son indivisibles. Usted también.

Fotos: Wikimedia Commons

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Es probable que su origen sea religioso, pues los llamados “guilty pleasures” en el mundo anglosajón constituyen la quinta esencia del vivir cotidiano. Sin ellos, el placer sería tan ñoño como hacer figuritas de plastelina, y la culpa una palabra hueca. Los de ellas suelen estar más relacionados con la comida y los de ellos con el sexo, pero estas fronteras se van difuminando. Solo hay una condición: se cometen en solitario. Y un peligro: que se nos vayan de las manos.

La línea que separa el pecadillo de la gamberrada, o esta del delito, y el delito del genocidio varía según nuestra laxitud ética y según las leyes aplicables. Sin embargo, a menudo esas acciones se larvan en la región del cerebro que aloja el circuito del placer. Pequeñas descargas de oxitocina pueden convertir en adictivas ciertas conductas impropias, cuando no decididamente indignas. Vayan a continuación algunas prácticas más extendidas de lo que se cree.

* Aguardar cada mañana a que El Corte Inglés abra sus puertas a las 10 am para satisfacer nuestras necesidades fisiológicas menos apetecibles. A esa hora los WC están relimpios, y los hunters todavía no merodean el aseo de caballeros.

* Pegar un moco debajo del mantel en casa de los suegros.

* Robar azafrán en el supermercado.

* Defender a ultranza una postura que va contra nuestros ideales, solo para saborear la réplica del desconcertado interlocutor.

* No llevar ropa interior. O llevarla de un género equivocado… A muchas mujeres les conforta ponerse los gayumbos de sus chicos, pero pocas se lo confesarían a su madre.

* Ir solo a ver una peli de zombies. Puedes encontrarte a más solitarios, alguno de ellos conocido. Entonces es muy divertido el desenmascaramiento mutuo:

¿Tú viendo estas películas?

Eeeeh… Creí que era de Eric Rohmmer, me equivoqué de sala.

Ya…

* Desayunar champagne un lunes laborable.

* Perder el tiempo en Internet buscando fotos de celebrities desnudas o en actitudes pornográficas (estas últimas suelen ser trucos fotográficos, y tienen bastante gracia)

* Ir a un karaoke y cantar un tema de los Bee Gees en falsete.

* Oler las bragas sucias de tu compañera de piso.

Que nadie piense que esto es una confesión pública de mis debilidades. Estoy al servicio de los lectores, y para ellos he hecho esta pequeña prospección de opiniones.

La transgresión, la culpa y el puro hedonismo son un cóctel que sabe mejor agitado. La diferencia entre la culpa y el remordimiento es que la primera se disuelve como un azucarillo en nuestra frágil memoria, mientras que el segundo nos puede atormentar durante décadas. Por desgracia, no todos los seres humanos disfrutan de un saludable equilibrio entre sus faltas y sus contricciones.

El problema sobreviene cuando personas con mucho poder sienten la tentación del placer culpable, y dan un golpe de estado, o violan a la camarera del hotel, o recortan los derechos básicos de un país, o inyectan miles de millones a los bancos causantes del desastre, o visten de uniforme y golpean a gente desarmada, o aplauden las noticias funestas, o simplemente sonríen ante la adversidad del prójimo, que ellos mismos han provocado.

El mal y el placer son indivisibles. Usted también.

Fotos: Wikimedia Commons

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Opiniones 16
    • Oscar, yo vivo en Edimburgo la mitad del año (por eso Marcus me ha hecho el guiño del kilt). Y te aseguro que aquí cuando un tipo va al pub con kilt liga seguro. ¡Todas le preguntan lo mismo! (Y algunas lo descubren, je, je)

  • Okey, lo tendré que poner en práctica 😉 Estás seguro de que solo compartís el mac?, jjejejejee, es broma eh?

  • Lo peor es cuando te sientes culpable y encima no obtienes placer. O no obtienes placer y
    encima te sientes culpable (que no es lo mismo).

  • ja,ja que buenos, pero no hay color digo yo entre * Desayunar champagne un lunes laborable y * Oler las bragas sucias de tu compañera de piso. Gracias por las risas 😉

  • Una de dos, o el autor es muy ducho en el tema o tiene alguna “tara sexual”, meto la mano en el fuego. Lo digo por este y otros de sus articulos ºOº

    • Ángela, has dado en el clavo, porque la verdad es que soy muy ducho en el tema, y además tengo muchas taras sexuales (algunas de ellas han sido estudiadas por las más prestigiosas universidades).

  • Comentarios cerrados.