Su sueño habÃa sido siempre cantar. Pero como el Señor no le habÃa regalado ni una pizca de talento, doña Teresa puso todas sus ilusiones en su retoño. «Me ha salido un Pavarotti», presumÃa ante sus amistades cuando hablaba de la voz de su hijo. Y se echaban a temblar cuando escuchaban aquella frase, porque eso significaba que lo que venÃa a continuación era una tortuosa audición privada donde el chavalÃn hacÃa gala de su poderÃo. Tan segura estaba del buen hacer de su hijo que le apuntó al coro de la parroquia.
—Verá usted, don MatÃas, cómo mi niño atraerá más feligreses a sus oficios.
Y, contra todo pronóstico, asà fue. Pronto corrió la voz por todo el vecindario de las asombrosas interpretaciones del muchacho, y cada vez más y más gente se plantaba en la casa del Señor para escuchar al chaval cada domingo. Doña Teresa no cabÃa en sà de orgullo:
—Se lo dije, don MatÃas, mire cómo está la iglesia y todo gracias a él.
Segura del vozarrón del muchacho, avisó a un músico amigo de la familia para que acudiera a escucharle el siguiente domingo. «Verá qué voz tiene mi chico. La gente se vuelve loca al oÃrle. ¡Si hasta se les ve más felices, de tanto como sonrÃen!», le avisó poco antes de que empezara la misa. Sonaron los primeros acordes y el muchacho inició su solo:
—Yo tengo un pozo en Arabia, grande, pozo en Arabia, grande…
El hombre apenas pudo disimular una sonrisa, que doña Teresa interpretó como señal de aprobación.
—¿Qué le parece?, ¿a que tiene una voz estupenda? —preguntó la mujer.
—Voz no sé, pero oÃdo, ni un poco —respondió muerto de la risa el músico.
Pocas cosas hacen más gracia que escuchar a alguien cantar a su bola la letra de una canción y comprobar que lo que dice la original y lo que sale por su boca no puede ser más diferente (y jocoso). No encontramos en el diccionario tradicional una palabra que defina este tipo de errores fonéticos, pero la gente de Sin Faltas se atrevió a ponerle nombre al fenómeno: pomporruta.
En inglés se usa mondegreen, palabro que acuñó la periodista Sylvia Wright cuando interpretó un verso de una balada escocesa, And laid him on the green, como and lady Mondegreen. De una manera parecida, se gestó lo de pomporruta. Fernando Colomo cuenta en su cortometraje Pomporrutas imperiales (1976) que uno de sus personajes, al escuchar el himno falangista Montañas nevadas, en lugar de por rutas imperiales, entendió pomporrutas imperiales.
Pomporrutas célebres son Juan Talavera por guantanamera, pingüino RodrÃguez por (All right) [I] think we’re gonna make it (de la canción del mismo tÃtulo de Christopher Cross) o, más de andar por casa, le daré verde a los pinos y amarillo al alquimista, como cantaba un amigo mÃo que prefiere mantenerse en el anonimato, en lugar de amarillo a la genista, en el tema Mediterráneo, de Joan Manuel Serrat.
Pero, oye, que prevalezca la alegrÃa y la música en tiempos tan grises como los que atravesamos. Y si el oÃdo falla, bienvenida y bendita sea la risa que provoca.