2 de diciembre 2013    /   CIENCIA
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Por qué el agotamiento del fósforo debería preocuparte

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A 100 kilómetros de El Aiún, la capital del Sáhara Occidental, en pleno desierto, está la mina a cielo abierto de Bou Craa, el depósito de fosfatos más grande del mundo. No es su único récord: desde la mina parte la cinta transportadora más larga del mundo (construida por España en los años 60) hasta el puerto de El Aiún donde los fosfatos serán procesados y embarcados hacia su destino: los campos de Norteamérica, Asia y Australia.

Pocos conocen la existencia de la mina de Bou Craa y menos aún han estado alguna vez allí. Sin embargo, cientos de millones de personas nos alimentamos gracias al fosfato que sale del subsuelo del Sáhara, cuya privilegiada combinación de sequedad, humedad del Atlántico y restos de animales que poblaron el antiguo mar hace 20 millones de años ha permitido la formación del mineral, un fertilizante imprescindible para la agricultura intensiva.

Pero la mina de Bou Craa tiene sus días contados: en algún momento entre los próximos 60 y 70 años el fosfato se agotará y solo quedará un gigantesco agujero en el desierto. Para entonces, la población mundial ascenderá a una cifra entre 10.000 millones y 13.000 millones de personas (dependiendo de varios factores, entre otros la comida disponible) y más vale haber encontrado un fertilizante alternativo para abonar nuestros campos. Porque el fosfato se agota, y no solo en la mina de Bou Craa, sino en todas las excavaciones, según advierte la Iniciativa Global del Fósforo: “No habrá suficientes suministros de fósforo en 30 o 40 años”. Esa es la buena noticia. La mala es que “el fósforo en la agricultura es irremplazable”.

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Vista satélite de la cinta transportadora que lleva el mineral desde Bou Craa al puerto de El Aiún.

¿Por qué es tan importante el fósforo? Para las plantas, se trata de un elemento (P, en la tabla periódica) imprescindible para hacer la fotosíntesis. Por lo que nos concierne a nosotros, el fósforo es el segundo mineral más abundante en el cuerpo humano, tras el calcio. Si no ingerimos entre 800 y 1200 miligramos diarios de fósforo, petamos.

Nuestra avidez por el fósforo explica que cada año extraigamos 170 millones de toneladas de fosfato de la tierra (2,4 millones de ellas, procedentes de Bou Craa). Cada tonelada de fosfatos produce 130 toneladas de cereal. En otras palabras, sin fosfatos, no hay comida para todos.

Esto explica también por qué Marruecos invadió el Sáhara Occidental en 1975, arrebatando su territorio (y sus fosfatos y su pesca) al millón de saharauis que vivían en el protectorado español: “Desde luego no vinieron por sus bonitas playas”, comenta el delegado del Frente Polisario en Euskadi, Lih Beiruk. El principal motivo era la mina de Bou Craa, que supone “en torno al 80% o 90% de las riquezas del Sáhara Occidental, unos 4800 millones de dólares anuales”, según Javier García Lachica, de Western Sahara Resources Watch, una organización dedicada a vigilar –y denunciar– la explotación de los recursos naturales del Sáhara por parte de Marruecos ante los organismos internacionales.

Las reservas de fosfato de Marruecos son propiedad de la empresa estatal Office Cherifien des Phosphates, aunque “empresa real” sería un término más apropiado para definirla: es propiedad casi enteramente del rey Mohammed VI, quien debe una parte sustancial de su fortuna (estimada por Forbes en 2.500 millones de dólares) al fosfato del desierto, marroquí también, pero sobre todo saharaui: Bou Craa es su Potosí.

El fosfato es un inmenso negocio para Marruecos y para su monarca. El país africano es el tercer productor del mundo, tras China y EE UU, pero el primer exportador, dado que tanto Estados Unidos como China han establecido fuertes aranceles a los fosfatos, al considerarlos estratégicos para alimentar su población. El 90% de las reservas mundiales están concentradas en 5 países –los tres citados más Sudáfrica y Jordania– lo que confiere una nueva dimensión a la importancia geoestratégica de Bou Craa y, por ende, del Sáhara Occidental.

Togo_phosphates_mining

Mina de fosfatos en Togo. (Imagen: Wikicommons).

El agotamiento a medio plazo del fósforo es un problema serio, una confirmación más de que el futuro se ha convertido en un vertedero del presente, pero más inminente es el llamado “pico del fósforo”, el momento en el que la demanda sobrepasa a la oferta, disparando la competencia por el recurso remanente. Los geólogos no están de acuerdo: algunos piensan que el pico no llegará hasta 2030 y otros que ya tuvo lugar en 1989, lo que en parte explicaría la escalada del precio de los alimentos, hambrunas locales y consiguientes revoluciones sociales.

¿Hay escape a la trampa malthusiana que plantea el agotamiento del fósforo? Solo una. Al contrario que el petróleo, el fósforo es un recurso renovable: de hecho, lo expulsamos en nuestras deposiciones. La solución pasa por utilizar las heces y los orines humanos para abonar los campos, una técnica que, por cierto, llevan utilizando los campesinos asiáticos desde tiempos ancestrales.

De hecho, antes del hallazgo de los fosfatos minerales, los ávidos campos de la superpoblada Europa se nutrían del guano, que no es otra cosa que la caca solidificada de los pájaros, producto del que Chile detentaba un monopolio de facto. El guano se agotó, pero llegaron los nitratos y los fosfatos para apuntalar la explosión demográfica del siglo XX. Cuando el geólogo español Manuel Alía Madina descubrió Fos Bucraa, en 1947, la población mundial era de 2500 millones de personas, la tercera parte que en la actualidad.


Artículo elaborado con la inestimable ayuda de Ali Salem Alali y Sukeina Aali-Taleb.

Ilustración: Juan Díaz Faes.

No digan que no avisé:

Diez corporaciones del mundo real que parecen salidas de la mente de un supervillano

El dispositivo que inventó un mecánico argentino para asistir al parto

Diez juguetes que, asombrosamente, se siguen regalando

Seis efectos benéficos de las drogas que no quieren contarnos

Por qué me deprime la Navidad

“Y este soy yo, treinta años después, con la misma ropa y la misma cara de panoli”

Desde Rusia, con amor: Las fotos más delirantes de los sitios de ligoteo rusos

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A 100 kilómetros de El Aiún, la capital del Sáhara Occidental, en pleno desierto, está la mina a cielo abierto de Bou Craa, el depósito de fosfatos más grande del mundo. No es su único récord: desde la mina parte la cinta transportadora más larga del mundo (construida por España en los años 60) hasta el puerto de El Aiún donde los fosfatos serán procesados y embarcados hacia su destino: los campos de Norteamérica, Asia y Australia.

Pocos conocen la existencia de la mina de Bou Craa y menos aún han estado alguna vez allí. Sin embargo, cientos de millones de personas nos alimentamos gracias al fosfato que sale del subsuelo del Sáhara, cuya privilegiada combinación de sequedad, humedad del Atlántico y restos de animales que poblaron el antiguo mar hace 20 millones de años ha permitido la formación del mineral, un fertilizante imprescindible para la agricultura intensiva.

Pero la mina de Bou Craa tiene sus días contados: en algún momento entre los próximos 60 y 70 años el fosfato se agotará y solo quedará un gigantesco agujero en el desierto. Para entonces, la población mundial ascenderá a una cifra entre 10.000 millones y 13.000 millones de personas (dependiendo de varios factores, entre otros la comida disponible) y más vale haber encontrado un fertilizante alternativo para abonar nuestros campos. Porque el fosfato se agota, y no solo en la mina de Bou Craa, sino en todas las excavaciones, según advierte la Iniciativa Global del Fósforo: “No habrá suficientes suministros de fósforo en 30 o 40 años”. Esa es la buena noticia. La mala es que “el fósforo en la agricultura es irremplazable”.

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Vista satélite de la cinta transportadora que lleva el mineral desde Bou Craa al puerto de El Aiún.

¿Por qué es tan importante el fósforo? Para las plantas, se trata de un elemento (P, en la tabla periódica) imprescindible para hacer la fotosíntesis. Por lo que nos concierne a nosotros, el fósforo es el segundo mineral más abundante en el cuerpo humano, tras el calcio. Si no ingerimos entre 800 y 1200 miligramos diarios de fósforo, petamos.

Nuestra avidez por el fósforo explica que cada año extraigamos 170 millones de toneladas de fosfato de la tierra (2,4 millones de ellas, procedentes de Bou Craa). Cada tonelada de fosfatos produce 130 toneladas de cereal. En otras palabras, sin fosfatos, no hay comida para todos.

Esto explica también por qué Marruecos invadió el Sáhara Occidental en 1975, arrebatando su territorio (y sus fosfatos y su pesca) al millón de saharauis que vivían en el protectorado español: “Desde luego no vinieron por sus bonitas playas”, comenta el delegado del Frente Polisario en Euskadi, Lih Beiruk. El principal motivo era la mina de Bou Craa, que supone “en torno al 80% o 90% de las riquezas del Sáhara Occidental, unos 4800 millones de dólares anuales”, según Javier García Lachica, de Western Sahara Resources Watch, una organización dedicada a vigilar –y denunciar– la explotación de los recursos naturales del Sáhara por parte de Marruecos ante los organismos internacionales.

Las reservas de fosfato de Marruecos son propiedad de la empresa estatal Office Cherifien des Phosphates, aunque “empresa real” sería un término más apropiado para definirla: es propiedad casi enteramente del rey Mohammed VI, quien debe una parte sustancial de su fortuna (estimada por Forbes en 2.500 millones de dólares) al fosfato del desierto, marroquí también, pero sobre todo saharaui: Bou Craa es su Potosí.

El fosfato es un inmenso negocio para Marruecos y para su monarca. El país africano es el tercer productor del mundo, tras China y EE UU, pero el primer exportador, dado que tanto Estados Unidos como China han establecido fuertes aranceles a los fosfatos, al considerarlos estratégicos para alimentar su población. El 90% de las reservas mundiales están concentradas en 5 países –los tres citados más Sudáfrica y Jordania– lo que confiere una nueva dimensión a la importancia geoestratégica de Bou Craa y, por ende, del Sáhara Occidental.

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Mina de fosfatos en Togo. (Imagen: Wikicommons).

El agotamiento a medio plazo del fósforo es un problema serio, una confirmación más de que el futuro se ha convertido en un vertedero del presente, pero más inminente es el llamado “pico del fósforo”, el momento en el que la demanda sobrepasa a la oferta, disparando la competencia por el recurso remanente. Los geólogos no están de acuerdo: algunos piensan que el pico no llegará hasta 2030 y otros que ya tuvo lugar en 1989, lo que en parte explicaría la escalada del precio de los alimentos, hambrunas locales y consiguientes revoluciones sociales.

¿Hay escape a la trampa malthusiana que plantea el agotamiento del fósforo? Solo una. Al contrario que el petróleo, el fósforo es un recurso renovable: de hecho, lo expulsamos en nuestras deposiciones. La solución pasa por utilizar las heces y los orines humanos para abonar los campos, una técnica que, por cierto, llevan utilizando los campesinos asiáticos desde tiempos ancestrales.

De hecho, antes del hallazgo de los fosfatos minerales, los ávidos campos de la superpoblada Europa se nutrían del guano, que no es otra cosa que la caca solidificada de los pájaros, producto del que Chile detentaba un monopolio de facto. El guano se agotó, pero llegaron los nitratos y los fosfatos para apuntalar la explosión demográfica del siglo XX. Cuando el geólogo español Manuel Alía Madina descubrió Fos Bucraa, en 1947, la población mundial era de 2500 millones de personas, la tercera parte que en la actualidad.


Artículo elaborado con la inestimable ayuda de Ali Salem Alali y Sukeina Aali-Taleb.

Ilustración: Juan Díaz Faes.

No digan que no avisé:

Diez corporaciones del mundo real que parecen salidas de la mente de un supervillano

El dispositivo que inventó un mecánico argentino para asistir al parto

Diez juguetes que, asombrosamente, se siguen regalando

Seis efectos benéficos de las drogas que no quieren contarnos

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“Y este soy yo, treinta años después, con la misma ropa y la misma cara de panoli”

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Opiniones 43
  • Lo que habría que abrir… son nuevas fábricas de condones. El mayor problema de la población es esa mentalidad que tienen algunos grupos de fomentar la natalidad… para que después no sean los propios padres o paises los que se responsabilicen de darles sustento. Condones para áfrica… condones para la India…

  • Alguien que pone “petamos” en un artículo serio no merece la más mínima credibilidad. Lo cual no quiere decir que lo del fósforo vaya a ser un problema. Como el fin del mundo de los Mayas.

  • Listillo, ¿sabes lo qué es la agricultura ecológica? ¿sabes lo que es el cómpost, el humus, los huanos, purines estiércoles y otros productos de origen orgánicos y organo-mineral que se utilizan en la agricultura ecológica, haciendo explotaciones sostenibles por si mismas? Pues infórmate y no hagas demagogia diciendo que los productos fosforados son IMPRESCINDIBLES en la agricultura, en todo caso, especifica y habla de agricultura CONVENCIONAL EXTENSIVA, y especifica también que la agricultura CONVENCIONAL no es necesaria por mucho que algunos como Monsanto y sus secuaces digan lo contrario. Muy mal…

    • Agricultor sin Fosforados. Mal empiezas tu comentario llamándome “listillo”. Te devuelvo la pregunta: ¿tú crees de verdad que plantando pepinos ecológicos vas a alimentar a 10.000 millones de personas dentro de 20 años? No contestes todavía. Esa agricultura que demonizas es, lamentablemente, la que da de comer a millones de personas en Asia y África hoy en día. Y cuando se agoten los fosfatos y los nitratos estaremos (estarán, tú no, con tu huerta) bien jodidos.
      Un saludo,

      Iñaki

      • Que sea la que alimenta hoy en día, no quiere decir que sea la única solución, hay otras alternativas mucho mejores y más sostenibles para dar de comer al planeta.

      • Hola, me ha gustado tu artículo y me encanta esta revista, pero hay algunas cosas de las que deberías informarte.
        Te animo a que te informes de que es la Agroecología y cuales son sus principios, son principios medioambientales, sociales, culturales…
        http://www.abyayalacolectivo.com/web/compartir/noticia/miguel-altieri-que-es-la-agroecologia
        No sólo se basan en un cambio de insumos de la agricultura convencional a unos permitidos en agricultura ecológica por protocolos hechos por el Ministerio. Lamentablemente, la Agricultura convencional y extensiva y de variedades cada vez mas artificiales (transgénicos) que tu dices, ni da de comer a Asia ni a Africa como debería, es la gran mentira que nos hacen creer. También creo que deberías leer acerca de la cantidad de comida que se tira a lo largo de la cadena alimenticia, se produce el triple de lo que necesitamos, y sin embargo hay una parte de la población muy alta que no recibe ese alimento.
        Basta ya de demonizar la agricultura ecológica http://esthervivas.com/2014/07/07/quien-tiene-miedo-de-la-agricultura-ecologica-i/
        Información sobre esto hay mucha, lo que hay es que tener ganas de informarse y no quedarse anclados en creencias de que la agricultura convencional es lo mejor (¿a quien interesa esto?

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