Recuerdo que durante mis primeras prácticas estaba deseando que me invitasen a una reunión. Veía a mis compañeros dirigirse con sus agendas hacia la sala de reuniones y, cuando tras el último, se cerraba la puerta, yo me decía: “Pronto estaré ahí dentro tratando asuntos importantes y resolviendo los problemas de la empresa”.
Algunos años y reuniones después, debo decir que son un camelo. Puedo afirmar que, hasta la fecha, he acudido a más reuniones de las necesarias. Sí, a más de las necesarias, porque la mitad tratan asuntos totalmente irrelevantes y, de la otra mitad, un porcentaje elevado no llevan a ningún sitio por estar mal estructuradas y dirigidas o por llevarse a cabo a destiempo.
Seamos serios. ¿Me puede explicar alguien para qué sirve una reunión un lunes a las 8:30 de la mañana? En teoría para organizar y estructurar la semana. En mi opinión, para soliviantar al personal desde bien temprano y reducir su rendimiento, de por sí no muy alto los lunes por la mañana. ¿Para qué sirven las reuniones de los viernes a última hora? Pues, a no ser que sean para destacar algún logro o unos buenos resultados que animen y motiven, solo sirven para que vayamos a tomarnos la cerveza del viernes con más ganas aún y para que, tras la segunda o tercera, empecemos a rajar del jefe con más ímpetu que de costumbre.
Muchos managers o directores dedican gran parte de su tiempo a organizar reuniones con el único objetivo de controlar el trabajo de sus empleados, para camuflar sus propias carencias y para aparentar ante su equipo, sus empleados y/o superiores y justificar su tiempo y sueldo.
Refiriéndome en todo momento a reuniones internas, no estoy diciendo que todas sean innecesarias. Considero que son fundamentales para compartir ideas y puntos de vista, para mejorar la creatividad, establecer objetivos, exponer problemas y buscar soluciones. Sin embargo, creo que están sobrevaloradas y que, en su mayoría, no sirven porque interrumpen los flujos de trabajo y porque destruyen en lugar de crear.
Por favor, managers del mundo, cuando se os encienda la bombilla y creáis que es momento para una reunión, respirad hondo, contad hasta diez y dejad que la idea salga plácidamente de vuestra mente. Si pasado un tiempo, la idea vuelve, respirad hondo de nuevo, contad hasta veinte, y así sucesivamente hasta que la idea realmente desaparezca. En serio, todo seguirá funcionando bien. No se os necesita tanto como creéis, ni a vosotros, ni a vuestras reuniones. Si la idea persiste, entonces nos lo planteamos en serio.
Mirad, el tema es simple. Antes de convocarla, preguntaos: ¿Tenemos una buena razón para hacerla? ¿Sacaremos algo positivo para la empresa? ¿Será productiva esta reunión? Si la respuesta es con toda honestidad “sí, es necesaria para la compañía o el proyecto”, entonces adelante con ella.
Si, por el contrario, la respuesta es no y sólo estáis aburridos, no queréis trabajar mucho ese día o, simplemente, queréis aparentar, llamad a vuestra madre para decirle cuánto la queréis o id a tomar unas cañas, pero ¡dejad al personal que trabaje en paz! —
José Alberto Benavides dialoga en Twitter con el nombre de usuario @joselond.
Foto portada: Opensourceway bajo lic. CC
Este artículo fue publicado en el número de abril de Yorokobu.
Recuerdo que durante mis primeras prácticas estaba deseando que me invitasen a una reunión. Veía a mis compañeros dirigirse con sus agendas hacia la sala de reuniones y, cuando tras el último, se cerraba la puerta, yo me decía: “Pronto estaré ahí dentro tratando asuntos importantes y resolviendo los problemas de la empresa”.
Algunos años y reuniones después, debo decir que son un camelo. Puedo afirmar que, hasta la fecha, he acudido a más reuniones de las necesarias. Sí, a más de las necesarias, porque la mitad tratan asuntos totalmente irrelevantes y, de la otra mitad, un porcentaje elevado no llevan a ningún sitio por estar mal estructuradas y dirigidas o por llevarse a cabo a destiempo.
Seamos serios. ¿Me puede explicar alguien para qué sirve una reunión un lunes a las 8:30 de la mañana? En teoría para organizar y estructurar la semana. En mi opinión, para soliviantar al personal desde bien temprano y reducir su rendimiento, de por sí no muy alto los lunes por la mañana. ¿Para qué sirven las reuniones de los viernes a última hora? Pues, a no ser que sean para destacar algún logro o unos buenos resultados que animen y motiven, solo sirven para que vayamos a tomarnos la cerveza del viernes con más ganas aún y para que, tras la segunda o tercera, empecemos a rajar del jefe con más ímpetu que de costumbre.
Muchos managers o directores dedican gran parte de su tiempo a organizar reuniones con el único objetivo de controlar el trabajo de sus empleados, para camuflar sus propias carencias y para aparentar ante su equipo, sus empleados y/o superiores y justificar su tiempo y sueldo.
Refiriéndome en todo momento a reuniones internas, no estoy diciendo que todas sean innecesarias. Considero que son fundamentales para compartir ideas y puntos de vista, para mejorar la creatividad, establecer objetivos, exponer problemas y buscar soluciones. Sin embargo, creo que están sobrevaloradas y que, en su mayoría, no sirven porque interrumpen los flujos de trabajo y porque destruyen en lugar de crear.
Por favor, managers del mundo, cuando se os encienda la bombilla y creáis que es momento para una reunión, respirad hondo, contad hasta diez y dejad que la idea salga plácidamente de vuestra mente. Si pasado un tiempo, la idea vuelve, respirad hondo de nuevo, contad hasta veinte, y así sucesivamente hasta que la idea realmente desaparezca. En serio, todo seguirá funcionando bien. No se os necesita tanto como creéis, ni a vosotros, ni a vuestras reuniones. Si la idea persiste, entonces nos lo planteamos en serio.
Mirad, el tema es simple. Antes de convocarla, preguntaos: ¿Tenemos una buena razón para hacerla? ¿Sacaremos algo positivo para la empresa? ¿Será productiva esta reunión? Si la respuesta es con toda honestidad “sí, es necesaria para la compañía o el proyecto”, entonces adelante con ella.
Si, por el contrario, la respuesta es no y sólo estáis aburridos, no queréis trabajar mucho ese día o, simplemente, queréis aparentar, llamad a vuestra madre para decirle cuánto la queréis o id a tomar unas cañas, pero ¡dejad al personal que trabaje en paz! —
José Alberto Benavides dialoga en Twitter con el nombre de usuario @joselond.
Foto portada: Opensourceway bajo lic. CC
Este artículo fue publicado en el número de abril de Yorokobu.
…Una vez invitado a esa reunión del fin del mundo, fuera de tu zona geográfica, inamovible por agendas, en la que se van a tratar los nuevos asuntos imprescindibles para que el mundo siga siendo el mundo y seguramente de vida o muerte para la especie…
¿cómo dices que te pasas?
… al final: 14 horas de jornada laboral, habiendo asisitido a “otra más” y al llegar a casa te cuentan que tu hijo, al que llevas a los partidos los Viernes por la tarde, ha metido un gol (el primero).
Mejor que cuenten hasta mil, si saben…
Tiene toda la razón, pero una de las peores cosas es cuando lo invitan a una reunión en donde se gesta la creación de un producto para web, en donde hay gente de mercadeo, vendedores, el gerente, periodistas y demás, la reunión ya lleva una hora y nadie le ha preguntado a uno que opina, todos dan sus ideas (la mayoría retazos de otros sitios web, que tenga la navegación de amazon, el buscador de google, el diseño de coca-cola, e.t.c) y uno piensa ¿qué demonios hago acá?, No creo que este producto le dará valor a algún usuario o cliente, además para implementar este nuevo producto los temas urgentes de nuestro sitio web se desplazan y esta babosada se convierte en prioridad, que asco.
Está feo plantearlo así pero son muchos los hombres directivos que plantean reuniones estériles a última hora para llegar lo máximo posible la llegada a sus casas y a sus problemas domésticos: sus hijos. Si hubiera más mujeres en puestos directivos, el uso del tiempo sería más racional. Yo pasé de tener una jefa que nos tenía a todos amedrentados a un jefe totalmente ácrata y ninguno de los extremos es bueno para el trabajo. Sí echo de menos algunas reuniones orientadas a aclarar responsabilidades, diseñar estrategias interesantes y motivar al personal…aunque creo que estamos evolucionando. Gracias por el interesante topic.
…Una vez invitado a esa reunión del fin del mundo, fuera de tu zona geográfica, inamovible por agendas, en la que se van a tratar los nuevos asuntos imprescindibles para que el mundo siga siendo el mundo y seguramente de vida o muerte para la especie…
¿cómo dices que te pasas?
… al final: 14 horas de jornada laboral, habiendo asisitido a “otra más” y al llegar a casa te cuentan que tu hijo, al que llevas a los partidos los Viernes por la tarde, ha metido un gol (el primero).
Mejor que cuenten hasta mil, si saben…
Tiene toda la razón, pero una de las peores cosas es cuando lo invitan a una reunión en donde se gesta la creación de un producto para web, en donde hay gente de mercadeo, vendedores, el gerente, periodistas y demás, la reunión ya lleva una hora y nadie le ha preguntado a uno que opina, todos dan sus ideas (la mayoría retazos de otros sitios web, que tenga la navegación de amazon, el buscador de google, el diseño de coca-cola, e.t.c) y uno piensa ¿qué demonios hago acá?, No creo que este producto le dará valor a algún usuario o cliente, además para implementar este nuevo producto los temas urgentes de nuestro sitio web se desplazan y esta babosada se convierte en prioridad, que asco.
Está feo plantearlo así pero son muchos los hombres directivos que plantean reuniones estériles a última hora para llegar lo máximo posible la llegada a sus casas y a sus problemas domésticos: sus hijos. Si hubiera más mujeres en puestos directivos, el uso del tiempo sería más racional. Yo pasé de tener una jefa que nos tenía a todos amedrentados a un jefe totalmente ácrata y ninguno de los extremos es bueno para el trabajo. Sí echo de menos algunas reuniones orientadas a aclarar responsabilidades, diseñar estrategias interesantes y motivar al personal…aunque creo que estamos evolucionando. Gracias por el interesante topic.
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