En Polonia tienen un dicho: «Plakat musi spiewac», que serÃa algo asà como el cartel debe cantar… «Un paÃs que tiene un dicho para el diseño de carteles tiene que ser un buen lugar para un diseñador», pensó el zaragozano David Navarro. Asà que cuando decidió hacer un viaje en coche por Europa, apuntó Polonia como una de las paradas obligatorias.
Lo que no imaginaba Navarro cuando inició ese viaje hace ya diez años es que Polonia también era un buen lugar para enamorarse. Y para quedarse. David Navarro no imaginó que acabarÃa conociendo a la que es hoy su mujer, Martyna Sobecka, que fundarÃa un estudio de diseño con ella, Zupagrafika, y que acabarÃa concienciando a los polacos sobre el expolio que sufrió su paÃs durante la Segunda Guerra Mundial. Pero eso fue lo que pasó.
En la II Guerra Mundial Polonia perdió más de medio millón de piezas a manos de las tropas rusas y alemanas. El problema se arrastra hasta nuestros dÃas y el Database of War Losses (organismo creado por el Ministerio de Cultura polaco) cataloga más de 63.000 obras desaparecidas, una lista que envÃa periódicamente a las casas de subastas más importantes del mundo.
Lo hacen por un motivo: aún hoy se trafica con ese arte robado. Y muchas veces el propio comprador desconoce la procedencia ilÃcita de su nueva adquisición. «El asunto no es excesivamente conocido, o al menos no tanto como en otros paÃses como Alemania o Francia», comenta Navarro. Se tenÃa que concienciar a la población, polaca y extranjera, de un efecto colateral del conflicto que la desgracia se encargó de orillar de los libros de historia. Se tenÃan que poner las cartas sobe la mesa.



Las cartas se dividen en cuatro kits. Cada uno hace referencia a una disciplina artÃstica que sufrió el expolio: pintura polaca, pintura extranjera, grabado y escultura. Juntos conforman Positive, un proyecto encargado por el Ministerio de Cultura polaco y realizado por Zupagrafica.
Aquà se hace del fallo virtud y se aprovecha lo único que quedó de las obras expoliadas: viejas fotografÃas, para esconderlo. En lugar de optar por recopilar imágenes y meterlas en un sobre, Navarro y Sobeka se decantaron por una opción más sutil: cubrir estas imágenes con un velo negro, un papel que oculta la pieza y hace que a primera vista parezca ausente. Desaparecida. Expoliada.
Tras ella yace la obra, esperando a unas manos amigas que la rescaten del ostracismo. «QuerÃamos involucrar al usuario, de una manera simbólica, en el proceso de recuperación», justifica Navarro, a la vez que defiende que en Positive, más que la obra en sÃ, «importaba el concepto de ausencia».

Los padres de David Navarro tenÃan una imprenta en Zaragoza y eso explica muchas cosas. Explica la obsesión de su hijo con la cartelerÃa, su afición por construir unos edificios de papel de los que ya nos hicimos eco en Yorokobu, y la elección de este elemento como clave también para Positive. «Pasaba en la imprenta muchas horas», reconoce el diseñador.
Este tiempo muerto de la infancia se reveló productivo cuando empezó a trabajar para Positive, pues acabó utilizando las mismas técnicas de fotocomposición y espray adhesivo que usaban sus padres. Fue algo asà como un viaje a la infancia. Con el trabajo hecho, con la ayuda y asesoramiento del sociólogo Maciej Frąckowiak, faltaba solo bautizar a la criatura.
La novena acepción que ofrece el diccionario de la RAE sobre positivo describe las copias fotográficas en que los claros y oscuros no aparecen invertidos, sino como se ven en la realidad. Sin embargo y a pesar de que hablamos de un proyecto fotográfico, Positive sugiere otro significado, uno que va más allá de las páginas de un diccionario y que hace referencia a una sensación optimista y favorable. La misma sensación con la que se ha quedado esta pareja de diseñadores cuando supo que estaba ayudando, siquiera un poco, a recuperar parte del legado perdido en la barbarie.


En Polonia tienen un dicho: «Plakat musi spiewac», que serÃa algo asà como el cartel debe cantar… «Un paÃs que tiene un dicho para el diseño de carteles tiene que ser un buen lugar para un diseñador», pensó el zaragozano David Navarro. Asà que cuando decidió hacer un viaje en coche por Europa, apuntó Polonia como una de las paradas obligatorias.
Lo que no imaginaba Navarro cuando inició ese viaje hace ya diez años es que Polonia también era un buen lugar para enamorarse. Y para quedarse. David Navarro no imaginó que acabarÃa conociendo a la que es hoy su mujer, Martyna Sobecka, que fundarÃa un estudio de diseño con ella, Zupagrafika, y que acabarÃa concienciando a los polacos sobre el expolio que sufrió su paÃs durante la Segunda Guerra Mundial. Pero eso fue lo que pasó.
En la II Guerra Mundial Polonia perdió más de medio millón de piezas a manos de las tropas rusas y alemanas. El problema se arrastra hasta nuestros dÃas y el Database of War Losses (organismo creado por el Ministerio de Cultura polaco) cataloga más de 63.000 obras desaparecidas, una lista que envÃa periódicamente a las casas de subastas más importantes del mundo.
Lo hacen por un motivo: aún hoy se trafica con ese arte robado. Y muchas veces el propio comprador desconoce la procedencia ilÃcita de su nueva adquisición. «El asunto no es excesivamente conocido, o al menos no tanto como en otros paÃses como Alemania o Francia», comenta Navarro. Se tenÃa que concienciar a la población, polaca y extranjera, de un efecto colateral del conflicto que la desgracia se encargó de orillar de los libros de historia. Se tenÃan que poner las cartas sobe la mesa.



Las cartas se dividen en cuatro kits. Cada uno hace referencia a una disciplina artÃstica que sufrió el expolio: pintura polaca, pintura extranjera, grabado y escultura. Juntos conforman Positive, un proyecto encargado por el Ministerio de Cultura polaco y realizado por Zupagrafica.
Aquà se hace del fallo virtud y se aprovecha lo único que quedó de las obras expoliadas: viejas fotografÃas, para esconderlo. En lugar de optar por recopilar imágenes y meterlas en un sobre, Navarro y Sobeka se decantaron por una opción más sutil: cubrir estas imágenes con un velo negro, un papel que oculta la pieza y hace que a primera vista parezca ausente. Desaparecida. Expoliada.
Tras ella yace la obra, esperando a unas manos amigas que la rescaten del ostracismo. «QuerÃamos involucrar al usuario, de una manera simbólica, en el proceso de recuperación», justifica Navarro, a la vez que defiende que en Positive, más que la obra en sÃ, «importaba el concepto de ausencia».

Los padres de David Navarro tenÃan una imprenta en Zaragoza y eso explica muchas cosas. Explica la obsesión de su hijo con la cartelerÃa, su afición por construir unos edificios de papel de los que ya nos hicimos eco en Yorokobu, y la elección de este elemento como clave también para Positive. «Pasaba en la imprenta muchas horas», reconoce el diseñador.
Este tiempo muerto de la infancia se reveló productivo cuando empezó a trabajar para Positive, pues acabó utilizando las mismas técnicas de fotocomposición y espray adhesivo que usaban sus padres. Fue algo asà como un viaje a la infancia. Con el trabajo hecho, con la ayuda y asesoramiento del sociólogo Maciej Frąckowiak, faltaba solo bautizar a la criatura.
La novena acepción que ofrece el diccionario de la RAE sobre positivo describe las copias fotográficas en que los claros y oscuros no aparecen invertidos, sino como se ven en la realidad. Sin embargo y a pesar de que hablamos de un proyecto fotográfico, Positive sugiere otro significado, uno que va más allá de las páginas de un diccionario y que hace referencia a una sensación optimista y favorable. La misma sensación con la que se ha quedado esta pareja de diseñadores cuando supo que estaba ayudando, siquiera un poco, a recuperar parte del legado perdido en la barbarie.


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