El ‘powerpointulismo’ es una intoxicación causada por una neurotoxina bacteriana producida por el bacilo ‘hareunapresentación’. Su vía es, generalmente, alimentaria por ingestión de información en mal estado o transmitida de manera inapropiada. Puede ser por contaminación, a través de heridas abiertas en la comunicación con propósitos estéticos, o por el tratamiento de enfermedades derivadas de la incertidumbre y atrofia muscular comunicativa.
Esta toxina apareció entre nosotros hace ya casi 20 años. En un primer momento, como garantía de trabajo previo, y actualmente, en forma de comodín válido para casi todo, como el perejil de todas las salsas. Me asalta una pregunta: ¿Hay vida más allá del PWP? Parece que estamos padeciendo una severa intoxicación de presentaciones que, desgraciadamente, desplazan la atención hacia una gran pantalla sobre la que el conferenciante desplegará sus habilidades, más propias del karaoke que de la voluntad comunicativa. Para nuestra desgracia y aburrimiento, esta forma de presentación se ha convertido en muletilla irrenunciable de demasiada mediocridad.
“Menos PWP y más power-profe” reclamaba una pintada en los muros de la Universidad. Interesado en el sentido de tan potente manifestación, inquirí a un estudiante al respecto. Clarificadoramente me contestó: “Viene por aquí algún profe que realmente sabe mucho y es una pena que no puedas interaccionar con él por su obsesión en seguir a pies juntillas su somnífera presentación. Te pierdes lo mejor; conversar con él” (sic).
Tiempos estos de estandarización, de empaquetado, de colores y gráficas que sustentan y apuntalan cualquier línea argumental. Instalados en la creencia de que aquello dicho en Arial 42 en más verdad. Convencidos que aplastaremos a nuestro auditorio con colores, tics, flechas, frases ocurrentes, citas doctas y plúmbeos datos. Ha llegado a ser culto y disciplina cuando, realmente y con excesiva frecuencia, no es más que una manifestación de inseguridad o de falta de convicción en el mensaje.
Nuestro ‘powerpointulismo’ requiere urgentemente tratamiento. Para ello es necesario reconocerse intoxicado y clamar: “PWP. No, gracias”. Administrar la antitoxina más natural, la conversación comprometedora. Parece casi romántico hablar de declaración, del valor necesario para afirmar mirando al auditorio y no a la pantalla: “Si, he sido yo y esto es lo que pienso y quiero decir”. ¿Tan difícil es aguantar una mirada? Parece ser que sí.
¿Qué fue de la dialéctica? La amputación de la conversación nos traslada indefectiblemente al famoso callejón sin salida. Abocados sin remedio al monólogo frente al que, únicamente, caben risas o ronquidos. Alicatados en presentaciones de pesadilla soñando en que el proyector no se conecte, en que falle el pendrive, en el formateo espontáneo del CD, en el fallo inalámbrico de la conexión o en la simple idea de que ‘tenía una presentación que no pienso utilizar y que les haré llegar, pero prefiero aprovechar que están ustedes aquí para que conversemos’. Cerrada ovación.
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Francesc Beltri Gebrat es socio de Mediterráneo Consultores
Foto: US Navy, Dominio Público.
Aquí todavía siguen con la “exposicionitis”.
Ayer precisamente tuve un pequeño debate con un profesor de Universidad que defendía todo lo contrario, él odiaba las presentaciones porque le parecía una pérdida de tiempo el hacerlas, y es verdad!! cuánto tiempo se desperdicia en ajustar el título, escribir la fórmula, colocarla… al final el tiempo de hacer el continente duplica al del contenido.
Buen artículo! Efectivamente, hay un serio problema de comunicación en nuestro país y en el mundo entero.
Pero no perdamos de vista que el Powerpoint es tan sólo un software y, como tal, no puede ser nunca el responsable de una mala presentación.
En lugar de condenar al Powerpoint deberíamos hacerlo con los miles de malos presentadores que lo utilizan.
He visto hacer presentaciones impresionantes con el Powerpoint que no se limitaban a un monólogo del ponente sino que establecían diálogo con la audiencia.
Decir que el Powerpoint tiene la culpa de las malas presentaciones es como pretender que la culpa de la crisis económica la tenga el dinero.
Así que en lugar de “muerte al powerpoint” yo gritaría “fuera los malos presentadores” 😉
El PWP va íntimamente ligado a la práctica del acomodaciontitis versus creencia a pensar que los expectantes espectadores son demasiado idiotas para entender un discurso largo y tendido sobre el tema a tratar, por lo tanto necesito el PWP como método de entendimiento.
Ya en la actualidad se esta erradicando un poco eso del powerpointulismo, ya hay maneras de sintetizar las cosas sin tanto titulo y presentaciones que pueden hacerse de otra manera mas agil y sin tanta complicación.
Me gusta esta nueva palabra ‘powerpointulismo’, muy buen artículo. NO al aburrido y tedioso PWP y SÍ a las presentaciones online en Prezi http://bit.ly/JNOz4z
Buenísimo saludos desde México
debería haber licencia para usar power point
Fernando ErreGé
Gabriel Ginebra que tal?
jajaja
Yo normalmente las he visto bien utilizadas. Desde luego mucho mejor que las clases de pizarra y leer láminas transparentes. Un powerpoint con llamadas de atención, impactante y esquemático es una gran herramienta, pero un mal profesor lo será incluso peor sin power.
Ivan Carnicero
El signo de nuestros tiempos… El dominio de la herramienta se valora por encima del contenido. A los periodistas nos pasa mucho, ya no se busca a periodistas que conozcan su oficio sino que manejen todo tipo de programas impronunciables. A manejar un pwp se aprende en una hora, tener algo interesante que contar o saber contarlo es bastante más difícil.
No padezco esa enfermedad, es más, tengo aaaaaños sin hacer una presentacioncita de esas.
Fiorella
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