Vamos a hablar de nuestro amigo AndrĂ©s, un pintor de brocha gorda que se gana la vida como puede, a veces trapicheando, y que tiene mĂĄs bien poca idea de tecnologĂa. Ya lo irĂ©is conociendo. El caso es que AndrĂ©s tiene un mĂłvil antiguo, con sistema operativo Android, y es consciente â porque lo han repetido hasta la saciedad en las noticias â de que, por ello, Google lo sabe (casi) todo sobre Ă©l.
TambiĂ©n estĂĄ harto de oĂr que, Snowden dixit, los espĂas se mueven por los servidores del rey de las bĂșsquedas como Pedro por su casa. Todo esto, hasta ayer mismo, le daba un poco igual. AndrĂ©s es de los que piensan que, si no tienes nada que ocultar, no deberĂa preocuparte que te espĂen.
En realidad, ahora es de los que lo pensaban. En pasado. Para tratar de concienciar a nuestro amigo AndrĂ©s acerca de su privacidad, le enseñamos un rincĂłn de Google que la mayorĂa de usuarios no conoce. Le llevamos de la mano hasta el llamado «Historial de ubicaciones», uno de los lugares mĂĄs acongojantes de los vastos dominios de la gran G.

Una vez allĂ, AndrĂ©s escuchĂł con atenciĂłn una historia de terror descafeinado, de esas que los yanquis cuentan en Halloween a sus hijos. ÂżTe imaginas, amigo, que todos tus pasos â uno por uno â estuvieran registrados en un mapa? ÂżTe imaginas que alguien pudiera darle al play y repasar, como en un vĂdeo, los pormenores de cada dĂa de tu vida?
Le sonĂł a distopĂa futurista, a un episodio especialmente malo de Black Mirror. Incluso le hizo gracia, en un primer momento, y soltĂł una carcajada. Su modo irĂłnico se activĂł como por resorte, pero entonces, y solo para que pudiera verlo con sus propios ojos, hicimos clic en el botĂłn de play. Su vida pasĂł ante nuestros ojos. No en imĂĄgenes, cierto, pero si en forma de mapas, puntos y trayectorias.

SĂĄbado 9 de agosto. Para AndrĂ©s, la mañana es laborable. Se despierta en su casa del almeriense barrio del Zapillo, al lado de la playa del mismo nombre; desayuna, se viste y sale rumbo al centro de la ciudad, a pintar los techos de una casa cerca de la Rambla Federico GarcĂa Lorca. Cuando termina, se dirige a otra vivienda, cerca del Paseo de AlmerĂa, y vuelve a casa mĂĄs o menos a la hora de comer.

SĂĄbado 19 de julio. AndrĂ©s se ha tomado el fin de semana libre, no tanto por placer como por no tener ningĂșn encargo. Decide coger el coche y pasar el dĂa en Murcia, visitando a sus abuelos.

Una jornada de lo mĂĄs anodina. Saliendo de casa de sus parientes en el barrio obrero de San AntolĂn, AndrĂ©s se dirige al centro, obligado a visitar por enĂ©sima vez la catedral. La memoria de su abuela, a causa de la edad, es muy frĂĄgil, asĂ que se empeña en llevar a su nieto a contemplar la fachada de aquel templo una y otra vez. El eterno deja vu de sus paseos por Murcia tambiĂ©n tiene parada en un centro comercial, pasando por las famosas calles de TraperĂa y PlaterĂa.

Domingo 10 de agosto: viaje a Madrid. Ahora sĂ, AndrĂ©s estĂĄ de vacaciones. Ha venido a la capital a arreglar unos asuntos, a hacer turismo y a visitar a los amigos. Aunque igual se arrepiente de haber guardado un dĂa para comer con nosotros. Sale de nuestra casa bien comido, bien cenado, pero con la mosca detrĂĄs de la oreja. Ahora piensa que, tal vez, se estaba tomando demasiado a la ligera el tema este de la privacidad. Nos sentimos un poco culpables por habĂ©rselo mostrado, pero es un amigo y sentĂamos la obligaciĂłn de hacerlo.
Le enseñamos, eso sĂ, un truco. Si tĂș, como hizo AndrĂ©s, quieres dejar de grabar huellas en sus mapas, solo tienes que desactivar un par de opciones en la configuraciĂłn de tu cuenta de Google. Lo tienes que hacer desde tu mĂłvil. Es sencillo. Solo tienes que seguir estos pasos.
Por cierto, AndrĂ©s es un amigo imaginario. Lo cierto es que el dueño de estos mapas es otro, cuyo nombre no desvelaremos por respeto a su privacidad. No obstante, todos – tanto Ă©l, como el que firma estas lĂneas, como tĂș que las estĂĄs leyendo â somos un poquito AndrĂ©s. Todos llevamos un mĂłvil (demasiado) inteligente en el bolsillo y estamos cediendo cortĂ©smente, a menudo sin saberlo, multitud de datos a la multinacional de turno – llĂĄmese Google, Apple, Microsoft o Facebook, por citar algunas de las favoritas de Snowden.
Es el precio que pagamos por usar gratis sus servicios y, las cosas como son, la mayorĂa no vamos a dejar de hacerlo. Por eso viene bien de vez en cuando echar un vistazo a estos asuntos y cambiar algunas de esas opciones que, por defecto, no siempre estĂĄn pensando en lo mejor para nosotros.
—————————–
Las dos primeras imĂĄgenes de este artĂculo son propiedad de Johan Larsson y Christopher Chen
Afortunadamente cuando me “ofrecieron” activarlo decidĂ que no lo hacĂa. Luego va y en el Facebook voy rellenandolo yo, y encima, a mano…
Comentarios cerrados.