Todos tenemos un amigo ‘oso’, ese tipo de barba y pecho peludo que usa camisas leñadoras. Lo que no es tan habitual es tener amigos ‘cachorros’, ‘peludos’ y ‘ponis’. Estos otros fetiches son más Ãntimos, más difÃciles de descubrir. Pero sus nombres nos dejan pensando si estas elecciones sexuales serán divertidas, juguetonas o perversillas. Probablemente, un poco de las tres.
Los peludos o furries pueden ser hombres o mujeres, heterosexuales o gays. Para unos ponerse un traje peludo es un fetiche, para otros es tan emocionante como vestir el uniforme de Star Trek. Pero lo que atrae a unos y otros es poder convertirse en un personaje de dibujo animado. De hecho, desde su juventud muchos furries han deseado poder llegar a tener forma de animal. «No es algo que le pase a muchos», se sincera Marshall Woods, un informático de Acron (Ohio, EEUU).
Los ponyboys y ponygirls suelen ser miembros de la comunidad BDSM: bondage, dominación y sadomasoquismo. En BDSM la humillación forma parte del juego erótico, y por tanto en las sesiones de ponyplay el poni debe asumir el rol pasivo. Las mujeres llevan los accesorios tÃpicos de los deportes ecuestres: herraduras, bridas, bocado, montura y cola falsa. Y a veces hasta monturas.
El caso de los ponyboys es parecido pero con una exigencia y riesgos mayores. Estos deberán conocer sus lÃmites fÃsicos; y su ama, vigilar que su poni no se deshidrate ni sufra problemas de circulación o respiratorios. En el mundo del BDSM, la lycra, el látex y la goma juegan un rol importante, y los adeptos a los ponis tienen todo tipo de productos a su alcance. Dicen que los trajes de cebra son especialmente atractivos.
Pero no todo es juego. Hay quienes no mantienen relaciones con personas disfrazadas sino con animales de verdad. Son los zoófilos. En muchos paÃses las leyes no estipulan que las relaciones sexuales con animales impliquen necesariamente abuso. Los zoófilos por su parte argumentan que el consentimiento no es relevante pues ni la caza, ni las pruebas de laboratorio, ni el sacrificio de animales para el consumo, toman en cuenta el consentimiento del animal.
Todos tenemos un amigo ‘oso’, ese tipo de barba y pecho peludo que usa camisas leñadoras. Lo que no es tan habitual es tener amigos ‘cachorros’, ‘peludos’ y ‘ponis’. Estos otros fetiches son más Ãntimos, más difÃciles de descubrir. Pero sus nombres nos dejan pensando si estas elecciones sexuales serán divertidas, juguetonas o perversillas. Probablemente, un poco de las tres.
Los peludos o furries pueden ser hombres o mujeres, heterosexuales o gays. Para unos ponerse un traje peludo es un fetiche, para otros es tan emocionante como vestir el uniforme de Star Trek. Pero lo que atrae a unos y otros es poder convertirse en un personaje de dibujo animado. De hecho, desde su juventud muchos furries han deseado poder llegar a tener forma de animal. «No es algo que le pase a muchos», se sincera Marshall Woods, un informático de Acron (Ohio, EEUU).
Los ponyboys y ponygirls suelen ser miembros de la comunidad BDSM: bondage, dominación y sadomasoquismo. En BDSM la humillación forma parte del juego erótico, y por tanto en las sesiones de ponyplay el poni debe asumir el rol pasivo. Las mujeres llevan los accesorios tÃpicos de los deportes ecuestres: herraduras, bridas, bocado, montura y cola falsa. Y a veces hasta monturas.
El caso de los ponyboys es parecido pero con una exigencia y riesgos mayores. Estos deberán conocer sus lÃmites fÃsicos; y su ama, vigilar que su poni no se deshidrate ni sufra problemas de circulación o respiratorios. En el mundo del BDSM, la lycra, el látex y la goma juegan un rol importante, y los adeptos a los ponis tienen todo tipo de productos a su alcance. Dicen que los trajes de cebra son especialmente atractivos.
Pero no todo es juego. Hay quienes no mantienen relaciones con personas disfrazadas sino con animales de verdad. Son los zoófilos. En muchos paÃses las leyes no estipulan que las relaciones sexuales con animales impliquen necesariamente abuso. Los zoófilos por su parte argumentan que el consentimiento no es relevante pues ni la caza, ni las pruebas de laboratorio, ni el sacrificio de animales para el consumo, toman en cuenta el consentimiento del animal.
Me justaria ser de su grupo de puppy play y si te gusta no te abuerguensen
Yo también soy fanático de la ropa fetiche de látex, es sólo mi debilidad https://www.rubberloft.com/women-leggings-pants.html
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