27 de febrero 2023    /   IDEAS
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¿CĂ³mo han llegado Rusia y Putin a una guerra en pleno siglo XXI? 

Mark Galeotti, experto en el paĂ­s exsoviĂ©tico, tiene varios libros sobre lo que llama «la naciĂ³n mĂ¡s compleja del mundo». Se acaban de traducir al español dos de sus ensayos. Uno sobre la historia y otro sobre su mandatario.

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El 24 de febrero de 2022, el mundo amaneciĂ³ o se acostĂ³ con una noticia terrible. Rusia acababa de atacar Ucrania desde varios puntos fronterizos, en un intento de invasiĂ³n que desde el Kremlin se tildaba de «desnazificaciĂ³n». Aquel movimiento sacudiĂ³ a Europa y generĂ³ un dominĂ³ de decisiones sĂºbitas. Llegaron las sanciones, el envĂ­o de armas, la ayuda a millones de refugiados y el temblor por una amenaza global. Las alarmas sonaban desde hacĂ­a tiempo, pero muchos las oĂ­an como un simulacro. Hasta que la realidad impuso este timbre dramĂ¡tico.

Un año despuĂ©s, el conflicto perdura sin un horizonte claro. Las tropas rusas no han conseguido sus objetivos iniciales, la diplomacia entre representantes de ambos bloques se ha desvanecido y aĂºn retumba entre la poblaciĂ³n esa cuestiĂ³n incomprensible: ¿CĂ³mo hemos llegado hasta aquĂ­? Para hacerse una idea de ese periplo hacia un conflicto en pleno siglo XXI que ya contabiliza miles de vĂ­ctimas y pone en la cuerda floja el futuro energĂ©tico de todo un continente, resulta recomendable acudir la visiĂ³n de Mark Galeotti, experto en el asunto.

Putin

La editorial CapitĂ¡n Swing acaba de publicar en castellano dos de sus ensayos mĂ¡s recientes. Con Una breve historia de Rusia (2020) y Tenemos que hablar de Putin (2019), el autor inglĂ©s recorre el origen de lo que llama «la naciĂ³n mĂ¡s compleja del mundo» y trata de entender a su lĂ­der actual, sobre el que se han desatado diferentes teorĂ­as. ¿Es un loco, un sĂ¡dico, un suicida o simplemente un nostĂ¡lgico? Los adjetivos se acumulan y Galeotti sigue sin respuesta: todavĂ­a no ha desentrañado lo que pasa por su cabeza. LĂ³gico: cada dĂ­a hay un nuevo bandazo.

«ValdĂ­mir Putin sigue siendo muy opaco, un enigma», sintetiza, «y por eso depositamos en Ă©l todos nuestros miedos». El profesor de varias instituciones britĂ¡nicas y estadounidenses, nacido en Londres en 1965, no tiene una opiniĂ³n cerrada. A pesar de que ha investigado mucho sobre su biografĂ­a, lo catalogue de «un yudoca, no un jugador de ajedrez» o contradiga la versiĂ³n mĂ¡s extendida y afirme que «tiene aversiĂ³n al riesgo, no es un macho aventurero».

Sus dudas son razonables. Y mĂ¡s cuando lo barruntado una noche se altera a las pocas horas. «No se sabe su siguiente paso. Creo que esencialmente no ha cambiado desde que se instalĂ³ en el Kremlin. Ahora, de todas formas, es mĂ¡s complicado. EntrĂ³ en Ucrania pensando que iba a ser algo rĂ¡pido y fĂ¡cil. Que en dos semanas todo acabarĂ­a. Y se encontrĂ³ con la resistencia, con la pĂ©rdida de algunos territorios, con el interĂ©s de Europa», enumera desde su despacho en la capital inglesa.

Putin cometiĂ³ un error de cĂ¡lculo tremendo. El putinismo muriĂ³ en el instante en que los tanques cruzaron la linde para lo que en Rusia siguen catalogando como «estrategia militar»

AĂºn vemos, indica, a un hombre que quiere permanecer en el poder, que recluta mĂ¡s soldados de repente, que celebra elecciones para anexionar ciudades asediadas o que estĂ¡ tratando de «ganar a base de no perder». «Lo que creo que es ha cometido un error de cĂ¡lculo tremendo», cavila, agregando que Putin nunca imaginĂ³ la determinaciĂ³n del pueblo ucraniano, la reacciĂ³n del resto del mundo, la movilizaciĂ³n de sus ciudadanos. El putinismo, incide, muriĂ³ en el instante en que los tanques cruzaron la linde para lo que en Rusia siguen catalogando como «estrategia militar».

Todo este tiempo se han ido sucediendo anĂ¡lisis sobre la naturaleza de Putin y del alma rusa. Se dice que el exespĂ­a de la KGB se ha entronizado como un zar. O que pretende emular al sĂ¡trapa Stalin. Y que el pueblo, por su parte, consume propaganda a diario y favorece esa irracional escalada bĂ©lica. SegĂºn Galeotti, uno de los rasgos del paĂ­s es su inseguridad. AsĂ­ como la sensaciĂ³n de que son mĂ¡s europeos que los propios europeos: «Ellos dirĂ¡n convencidos que el continente acaba en Vladivostok, no en los Urales o la frontera de Polonia».

Galeotti define al paĂ­s como un palimpsesto: los lienzos se van superponiendo y para averiguar de dĂ³nde proceden hay que rascar. Las actitudes del pasado —las soviĂ©ticas o de otras Ă©pocas de gloria— tardan mucho en morir. Por ejemplo, ese afĂ¡n conquistador que se dio durante el reinado de IvĂ¡n III el Grande, en el siglo XV, continuĂ³ con los Romanov, del XVII al XX, o con la URSS. Y posteriormente no ha muerto, ni con los herederos de la disuelta UniĂ³n SoviĂ©tica ni con Putin, que ya suma mĂ¡s de dos dĂ©cadas de poder.

La clave para entender a Putin y sus acciones a lomos del Estado es, argumenta Galeotti, indagar en esas huellas pretĂ©ritas. Algunas afloran en los lugares mĂ¡s insospechados y muestran el peso de la Historia, incluso la mĂ¡s reciente.

«Hay una anĂ©cdota muy grĂ¡fica. Una vez estaba dando una conferencia en la universidad de MoscĂº delante de 200 estudiantes. Era 2014 o 2015, despuĂ©s de la anexiĂ³n de Crimea, y hablĂ© algo del ejĂ©rcito en el DonbĂ¡s. RĂ¡pidamente me preguntaron cĂ³mo sabĂ­a eso, lo pusieron en duda los colegas que estaban conmigo. Es una actitud muy soviĂ©tica, la de pensar que lo que ellos escuchan es lo correcto y la de no querer otras versiones», expone Galeotti, que tiene prohibido pisar el paĂ­s.

El autor enlaza el chascarrillo con la «excusa» de atribuir la existencia de nazis para ocupar Ucrania: «Es como un Gran Hermano, y lo pintan como liberar a la primera provincia eslava, la Rus de Kiev, mientras que ensanchan sus fronteras como hicieron en otras latitudes», explica.

De todos modos, advierte, es simplista tratar a Rusia como imperialista. ¿Acaso no lo han sido Reino Unido, India o China?, se pregunta el especialista. Acepta que estamos como en una mĂ¡quina del tiempo. Que el paĂ­s se estĂ¡ desgarrando y hay quien se posiciona firmemente en contra del mando absoluto de Putin, pero quien cree en la necesidad de un sistema firme para sostenerlo.

Putin

Galeotti vira hacia el siglo XIX y las presiones que aguantĂ³ NicolĂ¡s II antes de la RevoluciĂ³n para justificar al lĂ­der actual. AdemĂ¡s, repasa, con el poder de Lenin y luego de Stalin, con la Segunda Guerra Mundial y los gulags, el pueblo dejĂ³ de verse como una fuerza marxista o un experimento comunista y se alzĂ³ como una aldea global.

Y eso es, quizĂ¡s, lo que pretende Putin. «Me parece que no estĂ¡ tratando de retrotraerse a nada especĂ­fico, pero sĂ­ creo que estĂ¡ mĂ¡s cerca del imperio zarista que de la UniĂ³n SoviĂ©tica. En tĂ©rminos territoriales, no es alguien que quiera recuperar los estados bĂ¡lticos. Para Ă©l son otra cosa. Ucrania y Bielorrusia son diferentes. Las ve como parte de las tierras rusas eslavas. Y no es que las quiera unir, sino tenerlas en Ă³rbita. Bajo su influencia. Lo que quiere es ser una gran potencia y que sea reconocida, pero no ir tomando terreno hasta que España sea ortodoxa», bromea.

Incluso pensando en que todavĂ­a reside cierto hĂ¡lito del homo sovieticus, la gente no estarĂ­a por la labor de volver atrĂ¡s. «Puede que algunos tengan una nostalgia selectiva, que rememoren la sensaciĂ³n de pertenecer a una comunidad o la estabilidad econĂ³mica, pero ninguno querrĂ­a vivir eso otra vez. ¡Muchos tienen abuelos muertos en campos!», exclama. El giro de Putin, de hecho, no es tan extraño: ya se metiĂ³ en la guerra de Chechenia, ya amenazĂ³ a Georgia con Osetia y ya usĂ³ la brutalidad de su armamento en Siria. Para Ă©l, asegura, no existe una idealizaciĂ³n del pasado, sino una cuestiĂ³n de estrategia.

«PodrĂ­a pensarse en vĂ­as alternativas mediante las cuales Rusia podrĂ­a establecerse como una gran potencia del siglo XXI: todavĂ­a tiene fortalezas tecnolĂ³gicas, una enorme influencia y capital humano. Pero a la hora de la verdad, creo que Putin es un geopolĂ­tico del siglo XIX. NapoleĂ³n o Bismarck se reconocerĂ­an en lo que estĂ¡ haciendo y lo considerarĂ­an bastante normal. Siente que necesita demostrar su poder y ratificarlo de una manera que nadie pueda confundirlo. Y eso se traduce en capacidad militar, en el miedo que le tengan, no en dinamismo econĂ³mico o flexibilidad para negociar», añade.

La conquista de Ucrania, de hecho, es el paroxismo de este declive. Su «estupidez y torpeza» no convence ni a los nacionalistas, ni a los liberales, ni siquiera a los oligarcas

Se compara a Putin con Hitler, arguye, cuando estĂ¡ mĂ¡s cerca del prĂ­ncipe IvĂ¡n III o del zar Pedro I, el Grande: «Quiere hacerse un hueco en el panteĂ³n de los hĂ©roes de la construcciĂ³n del gran Estado ruso. Aunque yo lo asemejarĂ­a mĂ¡s a IvĂ¡n el Terrible, que tuvo un reinado de 40 años en el siglo XVI dividido en dos partes: al principio fue un hombre brutal y desagradable, pero tambiĂ©n fue un estadista. RestableciĂ³ un cierto grado de estabilidad en Moscovia, creĂ³ las bases de las instituciones para un verdadero Estado ruso, pero entonces sucumbiĂ³ a la paranoia y el estadista se convirtiĂ³ en el hombre que destruyĂ³ el Estado».

Lo mismo, salvando las distancias, que Putin. En su primer periodo como presidente fue un estadista, concede Galeotti: «RescatĂ³ a Rusia de la anarquĂ­a de los noventa, generĂ³ unos años de prosperidad, de buena calidad de vida, y se fue. Pero luego volviĂ³. Con la paranoia de que Occidente conspiraba contra Ă©l», señala, «por eso los comparo: su trayectoria tambiĂ©n encaja con la del estadista que destruye sus propios logros».

La conquista de Ucrania, de hecho, es el paroxismo de este declive. Su «estupidez y torpeza» no convence ni a los nacionalistas, ni a los liberales, ni siquiera a los oligarcas. ¿Una revuelta popular? «Hay mucha gente descontenta y hay riesgo para la Ă©lite, pero saben que una rebeliĂ³n es arriesgada, asĂ­ que se esconden y esperan a que esto acabe», esgrime.

¿Un final inminente? Galeotti prefiere no arriesgarse. La historia del paĂ­s y los devaneos de su lĂ­der empujan a la prudencia. Cree, no obstante, que la derrota de Putin ya es un hecho. Y que los ucranianos han vencido simplemente por hacerles retroceder en varios frentes.

«La guerra ha sido un error garrafal. Y no creo que haya paz antes de que acabe el invierno. SeguirĂ¡ un escenario como de Guerra FrĂ­a y, quizĂ¡s, acabe con Rusia abandonando y quedĂ¡ndose con Crimea. Algo que no satisface del todo a Occidente ni a Ucrania, pero que se verĂ­a en MoscĂº como una derrota y podrĂ­a causar la caĂ­da del gobierno», zanja.

El 24 de febrero de 2022, el mundo amaneciĂ³ o se acostĂ³ con una noticia terrible. Rusia acababa de atacar Ucrania desde varios puntos fronterizos, en un intento de invasiĂ³n que desde el Kremlin se tildaba de «desnazificaciĂ³n». Aquel movimiento sacudiĂ³ a Europa y generĂ³ un dominĂ³ de decisiones sĂºbitas. Llegaron las sanciones, el envĂ­o de armas, la ayuda a millones de refugiados y el temblor por una amenaza global. Las alarmas sonaban desde hacĂ­a tiempo, pero muchos las oĂ­an como un simulacro. Hasta que la realidad impuso este timbre dramĂ¡tico.

Un año despuĂ©s, el conflicto perdura sin un horizonte claro. Las tropas rusas no han conseguido sus objetivos iniciales, la diplomacia entre representantes de ambos bloques se ha desvanecido y aĂºn retumba entre la poblaciĂ³n esa cuestiĂ³n incomprensible: ¿CĂ³mo hemos llegado hasta aquĂ­? Para hacerse una idea de ese periplo hacia un conflicto en pleno siglo XXI que ya contabiliza miles de vĂ­ctimas y pone en la cuerda floja el futuro energĂ©tico de todo un continente, resulta recomendable acudir la visiĂ³n de Mark Galeotti, experto en el asunto.

Putin

La editorial CapitĂ¡n Swing acaba de publicar en castellano dos de sus ensayos mĂ¡s recientes. Con Una breve historia de Rusia (2020) y Tenemos que hablar de Putin (2019), el autor inglĂ©s recorre el origen de lo que llama «la naciĂ³n mĂ¡s compleja del mundo» y trata de entender a su lĂ­der actual, sobre el que se han desatado diferentes teorĂ­as. ¿Es un loco, un sĂ¡dico, un suicida o simplemente un nostĂ¡lgico? Los adjetivos se acumulan y Galeotti sigue sin respuesta: todavĂ­a no ha desentrañado lo que pasa por su cabeza. LĂ³gico: cada dĂ­a hay un nuevo bandazo.

«ValdĂ­mir Putin sigue siendo muy opaco, un enigma», sintetiza, «y por eso depositamos en Ă©l todos nuestros miedos». El profesor de varias instituciones britĂ¡nicas y estadounidenses, nacido en Londres en 1965, no tiene una opiniĂ³n cerrada. A pesar de que ha investigado mucho sobre su biografĂ­a, lo catalogue de «un yudoca, no un jugador de ajedrez» o contradiga la versiĂ³n mĂ¡s extendida y afirme que «tiene aversiĂ³n al riesgo, no es un macho aventurero».

Sus dudas son razonables. Y mĂ¡s cuando lo barruntado una noche se altera a las pocas horas. «No se sabe su siguiente paso. Creo que esencialmente no ha cambiado desde que se instalĂ³ en el Kremlin. Ahora, de todas formas, es mĂ¡s complicado. EntrĂ³ en Ucrania pensando que iba a ser algo rĂ¡pido y fĂ¡cil. Que en dos semanas todo acabarĂ­a. Y se encontrĂ³ con la resistencia, con la pĂ©rdida de algunos territorios, con el interĂ©s de Europa», enumera desde su despacho en la capital inglesa.

Putin cometiĂ³ un error de cĂ¡lculo tremendo. El putinismo muriĂ³ en el instante en que los tanques cruzaron la linde para lo que en Rusia siguen catalogando como «estrategia militar»

AĂºn vemos, indica, a un hombre que quiere permanecer en el poder, que recluta mĂ¡s soldados de repente, que celebra elecciones para anexionar ciudades asediadas o que estĂ¡ tratando de «ganar a base de no perder». «Lo que creo que es ha cometido un error de cĂ¡lculo tremendo», cavila, agregando que Putin nunca imaginĂ³ la determinaciĂ³n del pueblo ucraniano, la reacciĂ³n del resto del mundo, la movilizaciĂ³n de sus ciudadanos. El putinismo, incide, muriĂ³ en el instante en que los tanques cruzaron la linde para lo que en Rusia siguen catalogando como «estrategia militar».

AĂºn vemos, indica, a un hombre que quiere permanecer en el poder, que recluta mĂ¡s soldados de repente, que celebra elecciones para anexionar ciudades asediadas o que estĂ¡ tratando de «ganar a base de no perder». «Lo que creo que es ha cometido un error de cĂ¡lculo tremendo», cavila, agregando que Putin nunca imaginĂ³ la determinaciĂ³n del pueblo ucraniano, la reacciĂ³n del resto del mundo, la movilizaciĂ³n de sus ciudadanos. El putinismo, incide, muriĂ³ en el instante en que los tanques cruzaron la linde para lo que en Rusia siguen catalogando como «estrategia militar».

Todo este tiempo se han ido sucediendo anĂ¡lisis sobre la naturaleza de Putin y del alma rusa. Se dice que el exespĂ­a de la KGB se ha entronizado como un zar. O que pretende emular al sĂ¡trapa Stalin. Y que el pueblo, por su parte, consume propaganda a diario y favorece esa irracional escalada bĂ©lica. SegĂºn Galeotti, uno de los rasgos del paĂ­s es su inseguridad. AsĂ­ como la sensaciĂ³n de que son mĂ¡s europeos que los propios europeos: «Ellos dirĂ¡n convencidos que el continente acaba en Vladivostok, no en los Urales o la frontera de Polonia».

Galeotti define al paĂ­s como un palimpsesto: los lienzos se van superponiendo y para averiguar de dĂ³nde proceden hay que rascar. Las actitudes del pasado —las soviĂ©ticas o de otras Ă©pocas de gloria— tardan mucho en morir. Por ejemplo, ese afĂ¡n conquistador que se dio durante el reinado de IvĂ¡n III el Grande, en el siglo XV, continuĂ³ con los Romanov, del XVII al XX, o con la URSS. Y posteriormente no ha muerto, ni con los herederos de la disuelta UniĂ³n SoviĂ©tica ni con Putin, que ya suma mĂ¡s de dos dĂ©cadas de poder.

La clave para entender a Putin y sus acciones a lomos del Estado es, argumenta Galeotti, indagar en esas huellas pretĂ©ritas. Algunas afloran en los lugares mĂ¡s insospechados y muestran el peso de la Historia, incluso la mĂ¡s reciente.

«Hay una anĂ©cdota muy grĂ¡fica. Una vez estaba dando una conferencia en la universidad de MoscĂº delante de 200 estudiantes. Era 2014 o 2015, despuĂ©s de la anexiĂ³n de Crimea, y hablĂ© algo del ejĂ©rcito en el DonbĂ¡s. RĂ¡pidamente me preguntaron cĂ³mo sabĂ­a eso, lo pusieron en duda los colegas que estaban conmigo. Es una actitud muy soviĂ©tica, la de pensar que lo que ellos escuchan es lo correcto y la de no querer otras versiones», expone Galeotti, que tiene prohibido pisar el paĂ­s.

El autor enlaza el chascarrillo con la «excusa» de atribuir la existencia de nazis para ocupar Ucrania: «Es como un Gran Hermano, y lo pintan como liberar a la primera provincia eslava, la Rus de Kiev, mientras que ensanchan sus fronteras como hicieron en otras latitudes», explica.

De todos modos, advierte, es simplista tratar a Rusia como imperialista. ¿Acaso no lo han sido Reino Unido, India o China?, se pregunta el especialista. Acepta que estamos como en una mĂ¡quina del tiempo. Que el paĂ­s se estĂ¡ desgarrando y hay quien se posiciona firmemente en contra del mando absoluto de Putin, pero quien cree en la necesidad de un sistema firme para sostenerlo.

Putin

Galeotti vira hacia el siglo XIX y las presiones que aguantĂ³ NicolĂ¡s II antes de la RevoluciĂ³n para justificar al lĂ­der actual. AdemĂ¡s, repasa, con el poder de Lenin y luego de Stalin, con la Segunda Guerra Mundial y los gulags, el pueblo dejĂ³ de verse como una fuerza marxista o un experimento comunista y se alzĂ³ como una aldea global.

Y eso es, quizĂ¡s, lo que pretende Putin. «Me parece que no estĂ¡ tratando de retrotraerse a nada especĂ­fico, pero sĂ­ creo que estĂ¡ mĂ¡s cerca del imperio zarista que de la UniĂ³n SoviĂ©tica. En tĂ©rminos territoriales, no es alguien que quiera recuperar los estados bĂ¡lticos. Para Ă©l son otra cosa. Ucrania y Bielorrusia son diferentes. Las ve como parte de las tierras rusas eslavas. Y no es que las quiera unir, sino tenerlas en Ă³rbita. Bajo su influencia. Lo que quiere es ser una gran potencia y que sea reconocida, pero no ir tomando terreno hasta que España sea ortodoxa», bromea.

Incluso pensando en que todavĂ­a reside cierto hĂ¡lito del homo sovieticus, la gente no estarĂ­a por la labor de volver atrĂ¡s. «Puede que algunos tengan una nostalgia selectiva, que rememoren la sensaciĂ³n de pertenecer a una comunidad o la estabilidad econĂ³mica, pero ninguno querrĂ­a vivir eso otra vez. ¡Muchos tienen abuelos muertos en campos!», exclama. El giro de Putin, de hecho, no es tan extraño: ya se metiĂ³ en la guerra de Chechenia, ya amenazĂ³ a Georgia con Osetia y ya usĂ³ la brutalidad de su armamento en Siria. Para Ă©l, asegura, no existe una idealizaciĂ³n del pasado, sino una cuestiĂ³n de estrategia.

«PodrĂ­a pensarse en vĂ­as alternativas mediante las cuales Rusia podrĂ­a establecerse como una gran potencia del siglo XXI: todavĂ­a tiene fortalezas tecnolĂ³gicas, una enorme influencia y capital humano. Pero a la hora de la verdad, creo que Putin es un geopolĂ­tico del siglo XIX. NapoleĂ³n o Bismarck se reconocerĂ­an en lo que estĂ¡ haciendo y lo considerarĂ­an bastante normal. Siente que necesita demostrar su poder y ratificarlo de una manera que nadie pueda confundirlo. Y eso se traduce en capacidad militar, en el miedo que le tengan, no en dinamismo econĂ³mico o flexibilidad para negociar», añade.

La conquista de Ucrania, de hecho, es el paroxismo de este declive. Su «estupidez y torpeza» no convence ni a los nacionalistas, ni a los liberales, ni siquiera a los oligarcas

Se compara a Putin con Hitler, arguye, cuando estĂ¡ mĂ¡s cerca del prĂ­ncipe IvĂ¡n III o del zar Pedro I, el Grande: «Quiere hacerse un hueco en el panteĂ³n de los hĂ©roes de la construcciĂ³n del gran Estado ruso. Aunque yo lo asemejarĂ­a mĂ¡s a IvĂ¡n el Terrible, que tuvo un reinado de 40 años en el siglo XVI dividido en dos partes: al principio fue un hombre brutal y desagradable, pero tambiĂ©n fue un estadista. RestableciĂ³ un cierto grado de estabilidad en Moscovia, creĂ³ las bases de las instituciones para un verdadero Estado ruso, pero entonces sucumbiĂ³ a la paranoia y el estadista se convirtiĂ³ en el hombre que destruyĂ³ el Estado».

Lo mismo, salvando las distancias, que Putin. En su primer periodo como presidente fue un estadista, concede Galeotti: «RescatĂ³ a Rusia de la anarquĂ­a de los noventa, generĂ³ unos años de prosperidad, de buena calidad de vida, y se fue. Pero luego volviĂ³. Con la paranoia de que Occidente conspiraba contra Ă©l», señala, «por eso los comparo: su trayectoria tambiĂ©n encaja con la del estadista que destruye sus propios logros».

La conquista de Ucrania, de hecho, es el paroxismo de este declive. Su «estupidez y torpeza» no convence ni a los nacionalistas, ni a los liberales, ni siquiera a los oligarcas. ¿Una revuelta popular? «Hay mucha gente descontenta y hay riesgo para la Ă©lite, pero saben que una rebeliĂ³n es arriesgada, asĂ­ que se esconden y esperan a que esto acabe», esgrime.

¿Un final inminente? Galeotti prefiere no arriesgarse. La historia del paĂ­s y los devaneos de su lĂ­der empujan a la prudencia. Cree, no obstante, que la derrota de Putin ya es un hecho. Y que los ucranianos han vencido simplemente por hacerles retroceder en varios frentes.

«La guerra ha sido un error garrafal. Y no creo que haya paz antes de que acabe el invierno. SeguirĂ¡ un escenario como de Guerra FrĂ­a y, quizĂ¡s, acabe con Rusia abandonando y quedĂ¡ndose con Crimea. Algo que no satisface del todo a Occidente ni a Ucrania, pero que se verĂ­a en MoscĂº como una derrota y podrĂ­a causar la caĂ­da del gobierno», zanja.

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Opiniones 1
  • ¿Y por quĂ© Mark Galeotti no habla de los hechos de Maidan de 2014, de la intervenciĂ³n de los Usa en la caĂ­da del gobierno ucraniano de entonces, del atlantismo de los gobiernos europeos siervos de los americanos, del “Fuck Ue” de la Nuland, de la ley deZelensky que echa de la Rada los partidos de la ooposiciĂ³n, del alto grado de corrupciĂ³n de su gobierno, del batallĂ³n Azov filo-nazi, etc.?

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