10 de enero 2013    /   BUSINESS
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Quince maneras de engaƱarte

10 de enero 2013    /   BUSINESS     por          
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Los medios de comunicación son como los gatos. Hacen compañía en el sillón, se encargan ellos solitos de sus cosas y hasta queda bien tenerlos. Pero los gatos a veces arañan y los medios de comunicación a veces engañan. Por eso, y por otras cosas, ya no son imprescindibles. También nos engañan las redes sociales, aparentemente gratis y con un precio altísimo a nuestra costa. Pero a los medios, como a los gatos, hay que entenderlos. La mejor forma de evitar arañazos es saber qué es susceptible de provocarlos.

El contenido de este artĆ­culo tiene un origen: una clase de Periodismo en la Universidad Carlos III, en la que soy profesor. La asignatura en cuestión, de la que algunos alumnos se examinan en unos dĆ­as (hola alumno y de nada por facilitarte los apuntes de este tema) trataba la interpretación periodĆ­stica, es decir, la forma en la que los medios de comunicación explican la realidad. ‘Realidad’, mejor dicho, asĆ­ entre comillas.


No entrarĆ© en el detalle de esas comillas porque un seƱor llamado Paul Watzlawick lo explicó antes y mejor que yo en su libro ‘How real is real?‘ (traducido en EspaƱa como ‘ĀæEs real la realidad?’). VenĆ­a a decir, a grandes rasgos, que la realidad que percibimos no es una realidad completa sino una realidad mediada, la interpretación de una realidad a travĆ©s de la ideologĆ­a, los intereses económicos y otros condicionantes que tienen los medios de comunicación, como su influencia en el lector.


Hay grandes formas de hacer lo contrario que se supone que tenemos que hacer los periodistas: mentir, manipular datos, olvidar la presunción de inocencia al seƱalar culpables o usar la demagogia como reclamo para conseguir titulares llamativos. Esos son los clĆ”sicos, y algunos los tenemos a diario en nuestras televisiones, radios y periódicos. Pero… Āæy las sutilezas?

Volviendo al sĆ­mil del gato, y resumiendo el contenido de la clase que da origen a este texto, podrĆ­amos decir que hay al menos quince elementos que hacen que el gato nos araƱe. Es decir, quince formas mĆ”s o menos sutiles con las que los medios nos toman el pelo… y lo consiguen.

Usando las palabras

Las palabras importan, y mucho. Son los ladrillos con los que se construye la pared del discurso. Y no da lo mismo usar unos materiales que otros. Por ejemplo, aƱadiendo adjetivos. En ese caso, adjetivos de casi cualquier tipo. Uno de mis ejemplos favoritos es el del “sanguinario De Juana”. Era la coletilla que la prensa conservadora usaba junto al nombre del terrorista, como para indicar que era mĆ”s malo de lo normal. O “ilegal” Batasuna, como si en diez aƱos de Ley de Partidos hubiera un sólo espaƱol que no supiera que la formación estaba ilegalizada.

Los adjetivos son el ejemplo mĆ”s evidente, pero hay mĆ”s. Los adverbios, por ejemplo. “El Gobierno reconoce ahora que sube el paro” implica cierto ensaƱamiento en el reconocimiento. Estaba equivocado y rectifica, y es tarde. O nombres, en general.

Volviendo al mundo abertzale, llama la atención las palabras que algunos medios usan para hablar de Bildu o Amaiur. “Batasuna”, les llaman. Y no, no es lo mismo. PerdonarĆ”n el paralelismo, pero llamar Batasuna a Amaiur es como llamar Alianza Popular al PP, mĆ”s o menos. Y el uso de ese nombre no es casual: es una forma de decir que siguen siendo los mismos, antes o despuĆ©s de que ETA matara, y que da igual que en la coalición abertzale haya grupos polĆ­ticos que hayan rechazado siempre la violencia (como Alternatiba, Eusko Alkartasuna o Aralar).

Uno de los ejemplos mĆ”s llamativos de los Ćŗltimos meses fue la portada de La Razón de “golpe a la democracia” para referirse a las manifestaciones en el entorno del Congreso. La elección de las palabras palabras, la carga de la imagen y la calle donde se producĆ­an los hechos retrotraen a otras Ć©pocas y otros mĆ©todos de protesta mĆ”s propios de los militares de entonces. Es una evocación como la que provoca usar expresiones con significado compartido en un imaginario colectivo. Por ejemplo un titular del estilo “El bueno, el feo y Mourinho” (este titular me lo invento). El que sĆ­ era real era uno reciente de que Venezuela elegĆ­a “entre un viejo conocido y un nuevo por conocer”. Sobra explicación.


Usando las ideas

Las palabras a veces son engaƱosas, porque lo que parecen sinónimos en realidad no lo son. El uso de una palabra u otra denotarĆ” la fuerza con la que el medio en cuestión apoya o no una postura. Hagamos la prueba: “El Gobierno pide” indica una situación de inferioridad. “El Gobierno solicita” es algo mĆ”s igualitaria, pero todavĆ­a denota una postura desfavorable. “El Gobierno plantea” ya introduce la imagen de debate de igual a igual. “El Gobierno reclama” implica un choque, una reclamación sobre algo que considera justo. “El Gobierno exhorta” indica fortaleza en la posición. “El Gobierno exige” tiene una carga de confrontación absoluta. Cambia bastante el la forma de titular, Āæverdad?

Una tĆ©cnica muy comĆŗn en confidenciales de internet es la de no distinguir visualmente lo que es opinión e información. De hecho, en muchos de ellos todo es opinión, pero aunque no lo fuera la información se contamina de la opinión y el lector acaba por no saber quĆ© es quĆ©. Otra tĆ©cnica, tambiĆ©n muy comĆŗn en muchos informativos televisivos, es optar por el uso del sensacionalismo para retorcer titulares y argumentos hasta el extremo. En la portada de la izquierda, por ejemplo, hablaban del objeto de la imagen como de un hacha con la que se habĆ­an agredido en el Metro… cuando es un laringoscopio.

Pero la reina absoluta es la técnica de cambiar la historia, bastante típica por cierto en los teletipos de un tiempo a esta parte. Por ejemplo, titular con que Telemadrid anoche aprobó reducir el presupuesto un 34%. Cualquiera con sentido común sabrÔ que lo mÔs importante de la noticia no es eso, que estÔ muy bien, sino el hecho de que se aprobaba despedir a 860 personas, nada menos que el 75% de la plantilla. A saber qué intereses tendrÔ la agencia de información pública para titular así.

Lo mismo sucedĆ­a, por ejemplo, con la forma en la que un diario contaba la historia del sueldo de MarĆ­a Dolores de Cospedal. Hubo quien dio la cifra total, quien calculó el neto, quien se centró en que cobró por tres sueldos supuestamente de dedicación exclusiva… Opciones habĆ­a casi tantas como ceros en la cantidad en cuestión. Pero hubo un diario que tituló que la secretaria general del PP habĆ­a cobrado un tanto por ciento menos que el aƱo anterior ĀæFalso? No, es verdad. Pero Āæde verdad es esa la noticia?

Construcción de la realidad

La noticia no es, la noticia se construye, dirĆ­a Watzlawick. Y eso es lo que hizo un semanario polĆ­tico de gente muy sesuda en EEUU en uno de los primeros sondeos electorales que se recuerdan: preguntó a sus lectores quiĆ©n ganarĆ­a las elecciones y por abrumadora mayorĆ­a salió el candidato… que acabó perdiendo. Disculpad que no dĆ© nombres, pero no los recuerdo. La historia, no obstante, se repite a diario: “El nosecuantos por ciento de nuestros lectores cree que el Madrid…” Claro, el resultado cambiarĆ” si la encuesta es en As o en El Mundo Deportivo. Pero no, una encuesta a tus lectores no es representativa porque tus lectores, por norma general, piensan como tĆŗ.

Esa misma generalización se da no sólo con las opiniones, sino tambiĆ©n con las corrientes ideológicas. “La calle pide”. “Los espaƱoles creen”. No, ni ‘la calle’ pide ni ‘los espaƱoles creen’. Un determinado porcentaje sacado de una muestra -cabe esperar que- representativa de lo que se supone que es la sociedad ha dicho algo. Y a saber cómo era la pregunta y si todos han respondido exactamente lo mismo. Por lo general generalizar es engaƱoso.

MĆ”s engaƱoso es, sin embargo, mostrar reacciones abiertamente diferentes ante un mismo hecho. Como los espaƱoles somos gente olvidadiza por lo general, un ejemplo recurrente es el del terrorismo. El Mundo, diario que en sus principios fundacionales incluye respetar el derecho de autodeterminación, hablaba hace unos aƱos de un “valiente paso de Aznar hacia la paz” cuando anunció conversaciones con ETA. Ni que decir tiene que su reacción cuando lo hizo Zapatero fue bien distinta.

Pero por si ese ejemplo os queda lejos, nada mejor que comparar la reacción de ABC cuando la prima de riesgo subía con Zapatero o cuando bajaba desde una cota mucho mayor con Rajoy. O la reacción de elmundo.es con las muertes de Carrillo y Fraga. Ejemplos hay a millones.

En esa misma línea también estÔ la sobrerrepresentación de realidades y la infrarrepresentación de las mismas. Por ejemplo, cuando un periódico abre todos los días durante muchísimo tiempo con una misma historia aunque nadie mÔs le dé importancia. Por no insistir con El Mundo y lo que hizo durante años con el 11M, también estuvo El País con el caso de los espías del PP en Madrid. Pero hay que reconocer que en ese sentido los compañeros de El Mundo son mÔs perros de presa, que cogen una historia y no la sueltan: que se lo digan a Blanco y la operación Campeón, o al supuesto chivatazo del bar FaisÔn.

MÔs grave es, directamente, crear o ignorar realidades. Hay medios que nunca informarÔn de nada sobre homosexuales, o sobre ningún tipo de noticia negativa sobre determinadas personas que invierten en la empresa. O nunca hablarÔn bien de libros que no pertenezcan a un sello editorial del grupo mediÔtico.

La importancia del contexto

Lo que hace que algo sea noticia o no es lo que periodĆ­sticamente -al menos en mi Ć©poca de estudiante- se conocĆ­a como ‘valores noticia’. Si quieres parecer mĆ”s acadĆ©mico puedes decir ‘criterios de noticiabilidad’. Es decir, una especie de cuestionario que se aplica a una historia para saber si interesa o no.

Influyen muchas cosas, desde dónde sucede hasta a cuÔnta gente afecta, pasando por si hay alguien conocido implicado. Pero un criterio de noticiabilidad clÔsico del periodismo es ese que viene a decir que el hecho de que un perro muerda a un hombre no es noticia, pero que un hombre muerda a un perro sí lo es. Es decir, primar lo espectacular y novedoso a lo cotidiano.

Sólo en un contexto así cabe una fotogalería como la que recientemente publicó The New York Times sobre España. Las fotos son preciosas, dramÔticas (gracias sobre todo al nivel de definición en blanco y negro). Pero.. ¿son representativas? ¿Es toda España gente que busca comida en los contenedores o que sale a la calle a protestar en camiseta imperio? Obviamente, no. No hace falta ir tan lejos para encontrar ejemplos: qué barato y entretenido resulta llenar los informativos televisivos de vídeos de YouTube. También los portales online, claro, porque algunos dirigentes suelen pensar que si hay un millón de personas que han visto ese vídeo en YouTube igual queda algún lector que aún no lo ha visto y curiosamente va a tu pÔgina a verlo.

Como siempre, el contexto lo es todo. Recuerdo una campaƱa de Marca de hace muchos aƱos en la que la cĆ”mara hacĆ­a un plano cerrado sobre la portada, en la que se leĆ­a “ButragueƱo al BarƧa”. La cĆ”mara se iba alejando hasta que al final se veĆ­a la frase entera “ButragueƱo: Nunca irĆ© al BarƧa”. Algo similar pasa cuando cortas una frase en una entrevista. Cuando sacas una idea de contexto y la llevas al titular. O, peor, cuando usas una frase dicha en la Ćŗltima respuesta, casi de refilón y sin relación alguna con el resto del cuestionario, para titular.

Pero el mayor poder de descontextualización lo tienen, sin duda, las imÔgenes. Un solo segunda basta para captar una imagen que sea radicalmente diferente a la del segundo siguiente. Un mal gesto, un giro de cara, un pestañeo. O, directamente, una expresión determinada. Ejemplos, a patadas.

Mi favorita es esta Ćŗltima: la sutil diferencia de las fotos. En una portada Mas parece agachar la cabeza y estar por debajo, en la otra estĆ”n al mismo nivel y mirĆ”ndose. En una las palabras son “defender” y “pacto”, en la otra “cara a cara” y la idea de “CataluƱa en EspaƱa”. Un tema, dos realidades bien diferentes.

¿Aún te gustan los gatos? Una vez aprendes a conocerles tienen su encanto, no creas. Aunque a veces arañen.

Imagen:Ā Escaping Criticism, 1874, by Pere Borrell del Caso (Fuente: Wikimedia)

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Los medios de comunicación son como los gatos. Hacen compañía en el sillón, se encargan ellos solitos de sus cosas y hasta queda bien tenerlos. Pero los gatos a veces arañan y los medios de comunicación a veces engañan. Por eso, y por otras cosas, ya no son imprescindibles. También nos engañan las redes sociales, aparentemente gratis y con un precio altísimo a nuestra costa. Pero a los medios, como a los gatos, hay que entenderlos. La mejor forma de evitar arañazos es saber qué es susceptible de provocarlos.

El contenido de este artĆ­culo tiene un origen: una clase de Periodismo en la Universidad Carlos III, en la que soy profesor. La asignatura en cuestión, de la que algunos alumnos se examinan en unos dĆ­as (hola alumno y de nada por facilitarte los apuntes de este tema) trataba la interpretación periodĆ­stica, es decir, la forma en la que los medios de comunicación explican la realidad. ‘Realidad’, mejor dicho, asĆ­ entre comillas.


No entrarĆ© en el detalle de esas comillas porque un seƱor llamado Paul Watzlawick lo explicó antes y mejor que yo en su libro ‘How real is real?‘ (traducido en EspaƱa como ‘ĀæEs real la realidad?’). VenĆ­a a decir, a grandes rasgos, que la realidad que percibimos no es una realidad completa sino una realidad mediada, la interpretación de una realidad a travĆ©s de la ideologĆ­a, los intereses económicos y otros condicionantes que tienen los medios de comunicación, como su influencia en el lector.


Hay grandes formas de hacer lo contrario que se supone que tenemos que hacer los periodistas: mentir, manipular datos, olvidar la presunción de inocencia al seƱalar culpables o usar la demagogia como reclamo para conseguir titulares llamativos. Esos son los clĆ”sicos, y algunos los tenemos a diario en nuestras televisiones, radios y periódicos. Pero… Āæy las sutilezas?

Volviendo al sĆ­mil del gato, y resumiendo el contenido de la clase que da origen a este texto, podrĆ­amos decir que hay al menos quince elementos que hacen que el gato nos araƱe. Es decir, quince formas mĆ”s o menos sutiles con las que los medios nos toman el pelo… y lo consiguen.

Usando las palabras

Las palabras importan, y mucho. Son los ladrillos con los que se construye la pared del discurso. Y no da lo mismo usar unos materiales que otros. Por ejemplo, aƱadiendo adjetivos. En ese caso, adjetivos de casi cualquier tipo. Uno de mis ejemplos favoritos es el del “sanguinario De Juana”. Era la coletilla que la prensa conservadora usaba junto al nombre del terrorista, como para indicar que era mĆ”s malo de lo normal. O “ilegal” Batasuna, como si en diez aƱos de Ley de Partidos hubiera un sólo espaƱol que no supiera que la formación estaba ilegalizada.

Los adjetivos son el ejemplo mĆ”s evidente, pero hay mĆ”s. Los adverbios, por ejemplo. “El Gobierno reconoce ahora que sube el paro” implica cierto ensaƱamiento en el reconocimiento. Estaba equivocado y rectifica, y es tarde. O nombres, en general.

Volviendo al mundo abertzale, llama la atención las palabras que algunos medios usan para hablar de Bildu o Amaiur. “Batasuna”, les llaman. Y no, no es lo mismo. PerdonarĆ”n el paralelismo, pero llamar Batasuna a Amaiur es como llamar Alianza Popular al PP, mĆ”s o menos. Y el uso de ese nombre no es casual: es una forma de decir que siguen siendo los mismos, antes o despuĆ©s de que ETA matara, y que da igual que en la coalición abertzale haya grupos polĆ­ticos que hayan rechazado siempre la violencia (como Alternatiba, Eusko Alkartasuna o Aralar).

Uno de los ejemplos mĆ”s llamativos de los Ćŗltimos meses fue la portada de La Razón de “golpe a la democracia” para referirse a las manifestaciones en el entorno del Congreso. La elección de las palabras palabras, la carga de la imagen y la calle donde se producĆ­an los hechos retrotraen a otras Ć©pocas y otros mĆ©todos de protesta mĆ”s propios de los militares de entonces. Es una evocación como la que provoca usar expresiones con significado compartido en un imaginario colectivo. Por ejemplo un titular del estilo “El bueno, el feo y Mourinho” (este titular me lo invento). El que sĆ­ era real era uno reciente de que Venezuela elegĆ­a “entre un viejo conocido y un nuevo por conocer”. Sobra explicación.


Usando las ideas

Las palabras a veces son engaƱosas, porque lo que parecen sinónimos en realidad no lo son. El uso de una palabra u otra denotarĆ” la fuerza con la que el medio en cuestión apoya o no una postura. Hagamos la prueba: “El Gobierno pide” indica una situación de inferioridad. “El Gobierno solicita” es algo mĆ”s igualitaria, pero todavĆ­a denota una postura desfavorable. “El Gobierno plantea” ya introduce la imagen de debate de igual a igual. “El Gobierno reclama” implica un choque, una reclamación sobre algo que considera justo. “El Gobierno exhorta” indica fortaleza en la posición. “El Gobierno exige” tiene una carga de confrontación absoluta. Cambia bastante el la forma de titular, Āæverdad?

Una tĆ©cnica muy comĆŗn en confidenciales de internet es la de no distinguir visualmente lo que es opinión e información. De hecho, en muchos de ellos todo es opinión, pero aunque no lo fuera la información se contamina de la opinión y el lector acaba por no saber quĆ© es quĆ©. Otra tĆ©cnica, tambiĆ©n muy comĆŗn en muchos informativos televisivos, es optar por el uso del sensacionalismo para retorcer titulares y argumentos hasta el extremo. En la portada de la izquierda, por ejemplo, hablaban del objeto de la imagen como de un hacha con la que se habĆ­an agredido en el Metro… cuando es un laringoscopio.

Pero la reina absoluta es la técnica de cambiar la historia, bastante típica por cierto en los teletipos de un tiempo a esta parte. Por ejemplo, titular con que Telemadrid anoche aprobó reducir el presupuesto un 34%. Cualquiera con sentido común sabrÔ que lo mÔs importante de la noticia no es eso, que estÔ muy bien, sino el hecho de que se aprobaba despedir a 860 personas, nada menos que el 75% de la plantilla. A saber qué intereses tendrÔ la agencia de información pública para titular así.

Lo mismo sucedĆ­a, por ejemplo, con la forma en la que un diario contaba la historia del sueldo de MarĆ­a Dolores de Cospedal. Hubo quien dio la cifra total, quien calculó el neto, quien se centró en que cobró por tres sueldos supuestamente de dedicación exclusiva… Opciones habĆ­a casi tantas como ceros en la cantidad en cuestión. Pero hubo un diario que tituló que la secretaria general del PP habĆ­a cobrado un tanto por ciento menos que el aƱo anterior ĀæFalso? No, es verdad. Pero Āæde verdad es esa la noticia?

Construcción de la realidad

La noticia no es, la noticia se construye, dirĆ­a Watzlawick. Y eso es lo que hizo un semanario polĆ­tico de gente muy sesuda en EEUU en uno de los primeros sondeos electorales que se recuerdan: preguntó a sus lectores quiĆ©n ganarĆ­a las elecciones y por abrumadora mayorĆ­a salió el candidato… que acabó perdiendo. Disculpad que no dĆ© nombres, pero no los recuerdo. La historia, no obstante, se repite a diario: “El nosecuantos por ciento de nuestros lectores cree que el Madrid…” Claro, el resultado cambiarĆ” si la encuesta es en As o en El Mundo Deportivo. Pero no, una encuesta a tus lectores no es representativa porque tus lectores, por norma general, piensan como tĆŗ.

Esa misma generalización se da no sólo con las opiniones, sino tambiĆ©n con las corrientes ideológicas. “La calle pide”. “Los espaƱoles creen”. No, ni ‘la calle’ pide ni ‘los espaƱoles creen’. Un determinado porcentaje sacado de una muestra -cabe esperar que- representativa de lo que se supone que es la sociedad ha dicho algo. Y a saber cómo era la pregunta y si todos han respondido exactamente lo mismo. Por lo general generalizar es engaƱoso.

MĆ”s engaƱoso es, sin embargo, mostrar reacciones abiertamente diferentes ante un mismo hecho. Como los espaƱoles somos gente olvidadiza por lo general, un ejemplo recurrente es el del terrorismo. El Mundo, diario que en sus principios fundacionales incluye respetar el derecho de autodeterminación, hablaba hace unos aƱos de un “valiente paso de Aznar hacia la paz” cuando anunció conversaciones con ETA. Ni que decir tiene que su reacción cuando lo hizo Zapatero fue bien distinta.

Pero por si ese ejemplo os queda lejos, nada mejor que comparar la reacción de ABC cuando la prima de riesgo subía con Zapatero o cuando bajaba desde una cota mucho mayor con Rajoy. O la reacción de elmundo.es con las muertes de Carrillo y Fraga. Ejemplos hay a millones.

En esa misma línea también estÔ la sobrerrepresentación de realidades y la infrarrepresentación de las mismas. Por ejemplo, cuando un periódico abre todos los días durante muchísimo tiempo con una misma historia aunque nadie mÔs le dé importancia. Por no insistir con El Mundo y lo que hizo durante años con el 11M, también estuvo El País con el caso de los espías del PP en Madrid. Pero hay que reconocer que en ese sentido los compañeros de El Mundo son mÔs perros de presa, que cogen una historia y no la sueltan: que se lo digan a Blanco y la operación Campeón, o al supuesto chivatazo del bar FaisÔn.

MÔs grave es, directamente, crear o ignorar realidades. Hay medios que nunca informarÔn de nada sobre homosexuales, o sobre ningún tipo de noticia negativa sobre determinadas personas que invierten en la empresa. O nunca hablarÔn bien de libros que no pertenezcan a un sello editorial del grupo mediÔtico.

La importancia del contexto

Lo que hace que algo sea noticia o no es lo que periodĆ­sticamente -al menos en mi Ć©poca de estudiante- se conocĆ­a como ‘valores noticia’. Si quieres parecer mĆ”s acadĆ©mico puedes decir ‘criterios de noticiabilidad’. Es decir, una especie de cuestionario que se aplica a una historia para saber si interesa o no.

Influyen muchas cosas, desde dónde sucede hasta a cuÔnta gente afecta, pasando por si hay alguien conocido implicado. Pero un criterio de noticiabilidad clÔsico del periodismo es ese que viene a decir que el hecho de que un perro muerda a un hombre no es noticia, pero que un hombre muerda a un perro sí lo es. Es decir, primar lo espectacular y novedoso a lo cotidiano.

Sólo en un contexto así cabe una fotogalería como la que recientemente publicó The New York Times sobre España. Las fotos son preciosas, dramÔticas (gracias sobre todo al nivel de definición en blanco y negro). Pero.. ¿son representativas? ¿Es toda España gente que busca comida en los contenedores o que sale a la calle a protestar en camiseta imperio? Obviamente, no. No hace falta ir tan lejos para encontrar ejemplos: qué barato y entretenido resulta llenar los informativos televisivos de vídeos de YouTube. También los portales online, claro, porque algunos dirigentes suelen pensar que si hay un millón de personas que han visto ese vídeo en YouTube igual queda algún lector que aún no lo ha visto y curiosamente va a tu pÔgina a verlo.

Como siempre, el contexto lo es todo. Recuerdo una campaƱa de Marca de hace muchos aƱos en la que la cĆ”mara hacĆ­a un plano cerrado sobre la portada, en la que se leĆ­a “ButragueƱo al BarƧa”. La cĆ”mara se iba alejando hasta que al final se veĆ­a la frase entera “ButragueƱo: Nunca irĆ© al BarƧa”. Algo similar pasa cuando cortas una frase en una entrevista. Cuando sacas una idea de contexto y la llevas al titular. O, peor, cuando usas una frase dicha en la Ćŗltima respuesta, casi de refilón y sin relación alguna con el resto del cuestionario, para titular.

Pero el mayor poder de descontextualización lo tienen, sin duda, las imÔgenes. Un solo segunda basta para captar una imagen que sea radicalmente diferente a la del segundo siguiente. Un mal gesto, un giro de cara, un pestañeo. O, directamente, una expresión determinada. Ejemplos, a patadas.

Mi favorita es esta Ćŗltima: la sutil diferencia de las fotos. En una portada Mas parece agachar la cabeza y estar por debajo, en la otra estĆ”n al mismo nivel y mirĆ”ndose. En una las palabras son “defender” y “pacto”, en la otra “cara a cara” y la idea de “CataluƱa en EspaƱa”. Un tema, dos realidades bien diferentes.

¿Aún te gustan los gatos? Una vez aprendes a conocerles tienen su encanto, no creas. Aunque a veces arañen.

Imagen:Ā Escaping Criticism, 1874, by Pere Borrell del Caso (Fuente: Wikimedia)

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Opiniones 8
  • Maravilloso artĆ­culo. El uso de la palabra y sus matices es algo que pocos aprendemos en la Universidad. Pero por otra parte, hasta quĆ© punto luego este “arte” depende de nosotros o de la cabecera editorial que nos precede? La objetividad no existe, o al menos en este paĆ­s. Pero, y el rigor? Es lamentable que para poder informarse sobre lo que sucede en esta paĆ­s sea necesario, a menudo, leer la prensa internacional.
    Pd. le recomendaría que los marcadores sociales que tiene al final de la noticia para compartir su artículo los situara tambíen en el inicio del post. QuizÔs así gana mÔs difusión (si cabe) en sus entradas, sin la necesidad de llegar hasta el final del artículo. Gracias.

  • Muy interesante y didĆ”ctico el artĆ­culo. Aunque no me queda claro si el poner como ejemplos de engaƱo a una mayorĆ­a aplasante de medios afines a la derecha forma parte de la manera 16 de manipulación sutil o entra en la ‘lĆ­nea editorial’ de la Carlos III.

  • Se os ha olvidado incluir el propio post en la lista como la manera nĆŗmero 16. Bueno, realmente en vuestras valoraciones utilizĆ”is las 15 maneras expuestas, asĆ­ que no hay problema šŸ˜‰

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