El ser humano no es solo un animal de costumbres. Es, además, gregario y esclavo del criterio de las personas que le rodean. Por eso, porque el boca a boca es repetitivo, algunos lugares del mundo se ven castigados por senderos trillados por millones de personas.
El recomendador se centra en ciudades, regiones o rutas que, si bien no son secretas –ya nada lo es–, sà gozan de menos popularidad que las capitales que aparecen en mente al segundo uno.
La abundancia de lugares semiocultos es, a la vez, una suerte y un problema. Nos sitúa ante la paradoja de la abundancia. Existen tantas opciones que es difÃcil decantarse por una. Sin embargo, es más sencillo encontrar un objetivo si se indaga un poco.
El recomendador de viajes de EVO plantea nueve preguntas al viajero que pasan por el estado de ánimo, el presupuesto, la duración del viaje, las ganas de devorar kilómetros o el ánimo para descubrir nuevas culturas y sensaciones.
Una vez analizados esos factores, el recomendador arroja un resultado adaptado a cada viajero. O alternativas, si esa no convence al usuario, ya que con solo agitar el dispositivo móvil, aparecerán nuevas sugerencias basadas en los mismos parámetros.
No se trata tanto de exclusividad como de no desperdiciar lo que el mundo ofrece al viajero. El turista ya habrá echado una moneda en la Fontana di Trevi, habrá enganchado un candado en un puente de ParÃs, se habrá hecho una foto en una cabina telefónica de Notting Hill y habrá montado a lomos de un dromedario cerca de Marrakesh. El viajero, por el contrario, estará ávido de salir de una estación y encontrarse con nuevos olores; de que la prosodia de los idiomas no le sea familiar o de probar recetas que pongan las pupilas en efervescencia.
El ser humano no es solo un animal de costumbres. Es, además, gregario y esclavo del criterio de las personas que le rodean. Por eso, porque el boca a boca es repetitivo, algunos lugares del mundo se ven castigados por senderos trillados por millones de personas.
El recomendador se centra en ciudades, regiones o rutas que, si bien no son secretas –ya nada lo es–, sà gozan de menos popularidad que las capitales que aparecen en mente al segundo uno.
La abundancia de lugares semiocultos es, a la vez, una suerte y un problema. Nos sitúa ante la paradoja de la abundancia. Existen tantas opciones que es difÃcil decantarse por una. Sin embargo, es más sencillo encontrar un objetivo si se indaga un poco.
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No se trata tanto de exclusividad como de no desperdiciar lo que el mundo ofrece al viajero. El turista ya habrá echado una moneda en la Fontana di Trevi, habrá enganchado un candado en un puente de ParÃs, se habrá hecho una foto en una cabina telefónica de Notting Hill y habrá montado a lomos de un dromedario cerca de Marrakesh. El viajero, por el contrario, estará ávido de salir de una estación y encontrarse con nuevos olores; de que la prosodia de los idiomas no le sea familiar o de probar recetas que pongan las pupilas en efervescencia.