Regresión psicodélica de la mano de Disney

¡Yorokobu gratis en formato digital!
De niños disfrutábamos de las pelÃculas de Walt Disney, una tras otra, sin tener la menor idea de cómo era la persona más importante detrás de aquella maquinaria de entretenimiento estadounidense. Yo no tuve el gusto de conocerle, todavÃa me quedaban décadas para salir del bombo, pero su genialidad siempre fue acompañada de acusaciones de antisemitismo, misoginia y tirano-corporativismo.
Además ahora está criogenizado en algún sitio a la espera de que inventen la tecnologÃa que le devuelva a la vida y lea esto en Yorokobu y me denuncie al FBI por comunista. O no. Pero el caso es que yo, con 6 años, no sabÃa de misoginia, ni antisemitismo, ni tirano-corporativismo. Yo sabÃa de dibujos animados y los de Disney eran los mejores.
En los dibujos, se pueden extraer diferentes lecturas según tu edad. En el plano emocional todos sentimos porque están pensados para provocarnos emociones. ¿Quién no lloró cuando muere Mufasa? Yo fui al cine a ver el Rey León cuando la estrenaron y no me acuerdo de la gente, entre otras cosas, porque estaba muy ocupado llorando la muerte de Mufasa, pero estoy seguro de que algún padre lloró. Mi padre lloró, fijo.
Luego está el plano racional donde existe una primera capa de significado a la que accede el niño, mientras que el adulto, gracias a su desarrollo cognitivo y experiencia, va más allá. Supongo que los creadores son expertos en dotar a sus productos de cierta estratificación cognitiva y desde el principio saben que tienen que satisfacer a los padres y madres que acompañan a sus hijos al cine.
Esto también puede funcionar a la inversa, es decir, que como adultos ya estamos tan jodidos que se nos escapa el significado que los niños sà perciben. En fin, si revisionamos de adulto una peli que vimos de niño —especialmente una de esas que vimos muchas veces—, experimentaremos una regresión en la que mezclaremos ambas perspectivas. Un viaje en transporte audiovisual hacia las sensaciones más recónditas de la memoria. Y ahà te sientes como un crÃo de 6 años, que sabe de dibujos animados, con una consciencia de un adulto de pongamos treinta y pico. Un desdoblamiento temporal en el que eres al mismo tiempo aquel niño y este adulto.
Las pelÃculas de Disney también hacen lo suyo. Si ya la viste de pequeño, la pelÃcula es un todo regresivo, pero dentro de ella hay distintos mecanismos y uno de los que mejor funcionan es la música, que activa la memoria sonora. Puede que no te acuerdes de las imágenes o de qué pasó pero en cuanto escuchas esa canción, clic, vuelves al salón de casa de tus padres, a aquel cumpleaños, aquella Navidad, aquellos amigos, aquellos juguetes… Y esas pelÃculas están repletas de secuencias musicales, y muy buenas además.
En segundo lugar, están aquellos fragmentos que no entendÃas del todo, pero que por rocambolescos se volvÃan especiales y a la larga, representativos. Algunos pueden pertenecer al estrato cognitivo pensado para el adulto y otros son simplemente/complejamente surrealistas; y quién sabe, quizás los niños los perciban mejor y no se coman tanto la cabeza.
En el primer caso, treinta años después, vuelves a ver la pelÃcula y dices, ¡anda, si era esto!, y entonces el niño de 6 años hiperconsciente se da cuenta de qué va la vaina. En el segundo, no tienes ni idea de qué va esto y tu curiosidad aumenta porque piensas: Joder primo, menudos dibujos veÃa yo de pequeño.
En cualquier caso estos fragmentos son muy potentes por psicodélicos o por surrealistas o por onÃricos. Es más, la mayorÃa de las veces también son fragmentos musicales como el que acabamos de ver de El Jorobado de Notre Dame, Hell Fire. ¿De dónde sale ese coro de batamantas rojas sin cara? Disney no era amigo de Albert Hofmann, que yo sepa, pero era un maestro a la hora de introducir fragmentos onÃrico-musicales en sus pelÃculas.
Muchas de las veces, estos fragmentos oniri-psico-musi-listas tienen lugar cuando el personaje está soñando, aunque al principio no lo sepamos. Es el deus ex machina más antiguo de la narración —¡ah no, que estaba soñando!— y la excusa más a mano para justificar esas alucinaciones. Asà ocurre en la adaptación del libro de Lewis Carrol, Alicia en el PaÃs de las Maravillas (1951) o en Las Aventuras de Winnie the Pooh (1971), cuando se le inunda la casa al osito y sueña movidas raras que parecen el resultado de una sobredosis de miel.
Mención aparte merece la pelÃcula FantasÃa (1940). Esta obra maestra es una bella amalgama entre animación y música clásica y todavÃa hoy, una de las pelÃculas de Disney más increÃbles. Como dice el presentador al principio, FantasÃa consta de tres tipos de audiovisual: el primero, en el que la música se usa para contar una historia narrativa definida -como la de Mickey, el aprendiz de mago-; el segundo, en el que la música coexiste con animación más o menos definida, pero sin historia de por medio y el tercero, en el que la música se muestra por y para ella y los animadores ilustran de forma abstracta las sensaciones que transmiten las notas.
La última clase de audiovisual es la que más nos interesa aquà porque alcanza unos grados de surrealismo espectaculares que acompañados por la Tocata y Fuga de Johann Sebastian Bach, como en el primer fragmento, se convierten en una pista de despegue.
FantasÃa es todo un viaje onÃrico. Sin embargo, lo más surrealista es sin duda el proyecto fallido con Salvador DalÃ, Destino (1946), un largometraje ideado por el artista que fue cancelado finalmente por considerarse que no tendrÃa aceptación entre el público. La pela es la pela y más aún en aquellos años 40. Suerte que 54 años después, el sobrino de Walt, Roy E. Disney, lo sacó del cajón para retomarlo y finalmente estrenarlo en forma de corto en el 2003.
Bien, hasta aquà lo más onÃrico y surrealista que ha producido Disney… pero no lo más psicodélico. Ahà ya entramos en estados de consciencia alterados y no solamente los que se encuentran latentes en el inconsciente o los que experimenta mi vecino cuando marca el Atleti. No señor, la psicodelia es un movimiento artÃstico y cultural que comenzó en la segunda mitad del siglo XX y aquà está Disney unos diez o quince años antes flipando en colorines, con droga de por medio o no. Por eso no me puedo olvidar de la escena de los elefantes rosas de Dumbo (1940) que supuestamente obedece a la intoxicación de alcohol. Ya sé que Dumbo, el elefante más tierno del mundo, no está acostumbrado a pillarse esas melopeas nuestras de viernes noche, pero que, por Dios, me digan qué lleva ese ponche.
Sin embargo, lo más psicodélico de Disney es sin duda Los Tres Caballeros, una ‘package film’ de Disney de 1944 que es la responsable de mi viaje psicodeliregresivo y en consecuencia de esta retahÃla textual. Pero antes explicaré lo que son las ‘Package Films’ (omitir el siguiente fragmento si pasas de las package films y quieres leer directamente la regresión psicodélica).
Package Films
Los años 40 no fueron fáciles para Walt Disney. La compañÃa habÃa triunfado con Blancanieves en 1938, pero estaba endeudada por los nuevos estudios en Burbank y por los resultados irregulares de los siguientes largometrajes, Pinocho y FantasÃa. En 1941 tuvo una huelga de trabajadores que duró 9 semanas. Los estudios estrenaron Dumbo que caló entre el público, pero justo después EE UU entró en la Segunda Guerra Mundial y Walt Disney colaboró estrechamente con el gobierno, produciendo pelÃculas educativas y de formación militar, asà como otras encaminadas a elevar la moral en la retaguardia. Pero estas pelÃculas no daban dinero y tras el estreno modesto de Bambi, la compañÃa se apretó el cinturón y no volvió a producir un largometraje de animación en toda la década de los 40.
Ahà entran las ‘Packages Films’, que son básicamente recopilatorios de distintos cortos animados y que se podrÃan clasificar en varios grupos. Algunas como Make Mine Music (1946) o Melody Time (1948) son verdaderos recopilatorios musicales, mientras que Fun and Fancy Free (1947) o The Adventures of Ichabod and Mr. Toad (1949) están formadas por dos historias más largas. La compañÃa también probó con otros proyectos como Song of the South (1946), el primer largometraje Disney de acción real y animación, pero lo mejor de esa época fueron las dos package films orientadas a Latinoamérica, Saludos Amigos (1942) y Los Tres Caballeros (1944).
En ellas se produce una importación de la cultura de distintos paÃses latinoamericanos a través del paisaje, la música y el folclore mientras se exporta la industria del entretenimiento estadounidense y sus convenciones, patrones, etc. El modelo de vida americano. Exportación cultural bidireccional y astuto movimiento por parte de Walt Disney para consolidar un mercado jugoso. Asà planteado no me extrañarÃa que las hubiesen subvencionado.
Regresión psicodélica con Los Tres Caballeros
Soy un niño de seis años que está escribiendo esto… Vale, fuera coñas. Soy un niño de seis años y medio. Estoy sentado en el salón con mi hermana pequeña, muy cerca de la tele, una de tubo de rayos catódicos, viendo Los Tres Caballeros. SÃ, esa peli superextraña que nos gusta tanto y que ya hemos visto como mil veces. Resulta que es el cumpleaños de Donald y sus amigos de Latinoamérica le han regalado cosas estupendas como un proyector con pelÃculas que hablan de allá.
Primero aparece el pingüino Polo que quiere abandonar el hielo e irse a una isla tropical. Ah, qué bonitos son esos mapas en relieve del subcontinente. Son la representación gráfica perfecta de lo que imaginaban los exploradores del siglo XIX cuando veÃan los suyos de papel. Luego viene el gauchito volador y a continuación le tiro de la manga a mi hermana. Ya lo sé tonto, me replica. Aquà viene el Aracuán.
«Quiero presentarte a uno de los pájaros más excéntricos que en tu vida hayas visto. Se llama el Aracuán y anda como loco por todos lados». Creo que esa cancioncita todavÃa suena en algún sitio. Es magnÃfico, ¿cómo puede el Aracuán estar en tres ramas a la vez y partirse de risa?
Después la pelÃcula se vuelve un poco turbia. Yo tengo seis años y no me entero de nada, solo percibo fiesta y color. Pero yo adulto me doy cuenta de lo caótica e inconexa que es. La promoción turÃstica se ha hecho mucho más evidente, aunque la mezcla de los personajes de carne y hueso con la animación mola. Me imagino a los actores en un croma o en localizaciones reales hablando con cariño a un bloque de aire de medio metro.
Pero lo peor es que Donald está rodeado de gente muy chunga. Ese José Carioca es muy águila para ser un loro. Desde que ha llegado no ha hecho más que volver loco a Donald a base de fiesta. El pobre se ha olvidado de pasar un buen rato y ahora solo piensa en pillar cacho. Y el Pancho Pistolas… ese gallito sà que es mala compañÃa. No solo va armado, sino que ha convertido el dueto en un trÃo de sabuesos patrullando los bajos de Moncloa. Atención a esa especie de flipada simétrica en la que se mete Donald.
«¡Aunque somos cuates/ viendo una sonrisa de mujer cachonda/ cada uno para él!» Bueno no sé si dice cachonda exactamente, pero a mà me lo parece. En fin, que es evidente que el Pancho Pistolas ha traÃdo mandanga de la buena a la birthday party de Donald. Se montan en una alfombra mágica y se recorren México hasta llegar a Acapulco, donde Donald ya está tirando a todo lo que se mueve como ese colega tuyo cinco minutos antes de que chapen el garito. Además, Pancho Pistolas le ha dado algo fuerte -peyote por tu cumple, dice- porque el tÃo ahora ve a una mujer hermosa cantar en la luna y luego en una flor mientras José Carioca susurra «muchachas bonitas». Donald, tÃo, para el carro, ¿no ves que si tiras a todas no vas a ligar con ninguna? Pero José Carioca susurra «muchachas bonitas» y el mundo gira alrededor hasta que llega a un desierto con cactus enormes.
Allà hay otra mujer pero por mucho que lo intenta… nada. La droga se ha vuelto en su contra y los malditos cactus le están jodiendo la jugada. Está amaneciendo, tÃo, es mi última jugada, piensa Donald. Pero la mujer desaparece. Donald está muy frustrado, no entiende cómo en el dÃa de su cumpleaños, en este garito latino, no ha sido capaz de pillar cacho. Pero no pasa nada porque a continuación llegan los otros dos piezas, el loro José Carioca y el gallo Pancho Pistolas, y se pegan un mañaneo de órdago sin caer en la cuenta de que a su dibujante se le olvidó ponerles genitales.
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Fuentes: Filmwerk, Wikipedia, sonofdoublefeature, theofantastique y mi cabeza.
Imagen de portada: Dibujo de Fred Moore
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De niños disfrutábamos de las pelÃculas de Walt Disney, una tras otra, sin tener la menor idea de cómo era la persona más importante detrás de aquella maquinaria de entretenimiento estadounidense. Yo no tuve el gusto de conocerle, todavÃa me quedaban décadas para salir del bombo, pero su genialidad siempre fue acompañada de acusaciones de antisemitismo, misoginia y tirano-corporativismo.
Además ahora está criogenizado en algún sitio a la espera de que inventen la tecnologÃa que le devuelva a la vida y lea esto en Yorokobu y me denuncie al FBI por comunista. O no. Pero el caso es que yo, con 6 años, no sabÃa de misoginia, ni antisemitismo, ni tirano-corporativismo. Yo sabÃa de dibujos animados y los de Disney eran los mejores.
En los dibujos, se pueden extraer diferentes lecturas según tu edad. En el plano emocional todos sentimos porque están pensados para provocarnos emociones. ¿Quién no lloró cuando muere Mufasa? Yo fui al cine a ver el Rey León cuando la estrenaron y no me acuerdo de la gente, entre otras cosas, porque estaba muy ocupado llorando la muerte de Mufasa, pero estoy seguro de que algún padre lloró. Mi padre lloró, fijo.
Luego está el plano racional donde existe una primera capa de significado a la que accede el niño, mientras que el adulto, gracias a su desarrollo cognitivo y experiencia, va más allá. Supongo que los creadores son expertos en dotar a sus productos de cierta estratificación cognitiva y desde el principio saben que tienen que satisfacer a los padres y madres que acompañan a sus hijos al cine.
Esto también puede funcionar a la inversa, es decir, que como adultos ya estamos tan jodidos que se nos escapa el significado que los niños sà perciben. En fin, si revisionamos de adulto una peli que vimos de niño —especialmente una de esas que vimos muchas veces—, experimentaremos una regresión en la que mezclaremos ambas perspectivas. Un viaje en transporte audiovisual hacia las sensaciones más recónditas de la memoria. Y ahà te sientes como un crÃo de 6 años, que sabe de dibujos animados, con una consciencia de un adulto de pongamos treinta y pico. Un desdoblamiento temporal en el que eres al mismo tiempo aquel niño y este adulto.
Las pelÃculas de Disney también hacen lo suyo. Si ya la viste de pequeño, la pelÃcula es un todo regresivo, pero dentro de ella hay distintos mecanismos y uno de los que mejor funcionan es la música, que activa la memoria sonora. Puede que no te acuerdes de las imágenes o de qué pasó pero en cuanto escuchas esa canción, clic, vuelves al salón de casa de tus padres, a aquel cumpleaños, aquella Navidad, aquellos amigos, aquellos juguetes… Y esas pelÃculas están repletas de secuencias musicales, y muy buenas además.
En segundo lugar, están aquellos fragmentos que no entendÃas del todo, pero que por rocambolescos se volvÃan especiales y a la larga, representativos. Algunos pueden pertenecer al estrato cognitivo pensado para el adulto y otros son simplemente/complejamente surrealistas; y quién sabe, quizás los niños los perciban mejor y no se coman tanto la cabeza.
En el primer caso, treinta años después, vuelves a ver la pelÃcula y dices, ¡anda, si era esto!, y entonces el niño de 6 años hiperconsciente se da cuenta de qué va la vaina. En el segundo, no tienes ni idea de qué va esto y tu curiosidad aumenta porque piensas: Joder primo, menudos dibujos veÃa yo de pequeño.
En cualquier caso estos fragmentos son muy potentes por psicodélicos o por surrealistas o por onÃricos. Es más, la mayorÃa de las veces también son fragmentos musicales como el que acabamos de ver de El Jorobado de Notre Dame, Hell Fire. ¿De dónde sale ese coro de batamantas rojas sin cara? Disney no era amigo de Albert Hofmann, que yo sepa, pero era un maestro a la hora de introducir fragmentos onÃrico-musicales en sus pelÃculas.
Muchas de las veces, estos fragmentos oniri-psico-musi-listas tienen lugar cuando el personaje está soñando, aunque al principio no lo sepamos. Es el deus ex machina más antiguo de la narración —¡ah no, que estaba soñando!— y la excusa más a mano para justificar esas alucinaciones. Asà ocurre en la adaptación del libro de Lewis Carrol, Alicia en el PaÃs de las Maravillas (1951) o en Las Aventuras de Winnie the Pooh (1971), cuando se le inunda la casa al osito y sueña movidas raras que parecen el resultado de una sobredosis de miel.
Mención aparte merece la pelÃcula FantasÃa (1940). Esta obra maestra es una bella amalgama entre animación y música clásica y todavÃa hoy, una de las pelÃculas de Disney más increÃbles. Como dice el presentador al principio, FantasÃa consta de tres tipos de audiovisual: el primero, en el que la música se usa para contar una historia narrativa definida -como la de Mickey, el aprendiz de mago-; el segundo, en el que la música coexiste con animación más o menos definida, pero sin historia de por medio y el tercero, en el que la música se muestra por y para ella y los animadores ilustran de forma abstracta las sensaciones que transmiten las notas.
La última clase de audiovisual es la que más nos interesa aquà porque alcanza unos grados de surrealismo espectaculares que acompañados por la Tocata y Fuga de Johann Sebastian Bach, como en el primer fragmento, se convierten en una pista de despegue.
FantasÃa es todo un viaje onÃrico. Sin embargo, lo más surrealista es sin duda el proyecto fallido con Salvador DalÃ, Destino (1946), un largometraje ideado por el artista que fue cancelado finalmente por considerarse que no tendrÃa aceptación entre el público. La pela es la pela y más aún en aquellos años 40. Suerte que 54 años después, el sobrino de Walt, Roy E. Disney, lo sacó del cajón para retomarlo y finalmente estrenarlo en forma de corto en el 2003.
Bien, hasta aquà lo más onÃrico y surrealista que ha producido Disney… pero no lo más psicodélico. Ahà ya entramos en estados de consciencia alterados y no solamente los que se encuentran latentes en el inconsciente o los que experimenta mi vecino cuando marca el Atleti. No señor, la psicodelia es un movimiento artÃstico y cultural que comenzó en la segunda mitad del siglo XX y aquà está Disney unos diez o quince años antes flipando en colorines, con droga de por medio o no. Por eso no me puedo olvidar de la escena de los elefantes rosas de Dumbo (1940) que supuestamente obedece a la intoxicación de alcohol. Ya sé que Dumbo, el elefante más tierno del mundo, no está acostumbrado a pillarse esas melopeas nuestras de viernes noche, pero que, por Dios, me digan qué lleva ese ponche.
Sin embargo, lo más psicodélico de Disney es sin duda Los Tres Caballeros, una ‘package film’ de Disney de 1944 que es la responsable de mi viaje psicodeliregresivo y en consecuencia de esta retahÃla textual. Pero antes explicaré lo que son las ‘Package Films’ (omitir el siguiente fragmento si pasas de las package films y quieres leer directamente la regresión psicodélica).
Package Films
Los años 40 no fueron fáciles para Walt Disney. La compañÃa habÃa triunfado con Blancanieves en 1938, pero estaba endeudada por los nuevos estudios en Burbank y por los resultados irregulares de los siguientes largometrajes, Pinocho y FantasÃa. En 1941 tuvo una huelga de trabajadores que duró 9 semanas. Los estudios estrenaron Dumbo que caló entre el público, pero justo después EE UU entró en la Segunda Guerra Mundial y Walt Disney colaboró estrechamente con el gobierno, produciendo pelÃculas educativas y de formación militar, asà como otras encaminadas a elevar la moral en la retaguardia. Pero estas pelÃculas no daban dinero y tras el estreno modesto de Bambi, la compañÃa se apretó el cinturón y no volvió a producir un largometraje de animación en toda la década de los 40.
Ahà entran las ‘Packages Films’, que son básicamente recopilatorios de distintos cortos animados y que se podrÃan clasificar en varios grupos. Algunas como Make Mine Music (1946) o Melody Time (1948) son verdaderos recopilatorios musicales, mientras que Fun and Fancy Free (1947) o The Adventures of Ichabod and Mr. Toad (1949) están formadas por dos historias más largas. La compañÃa también probó con otros proyectos como Song of the South (1946), el primer largometraje Disney de acción real y animación, pero lo mejor de esa época fueron las dos package films orientadas a Latinoamérica, Saludos Amigos (1942) y Los Tres Caballeros (1944).
En ellas se produce una importación de la cultura de distintos paÃses latinoamericanos a través del paisaje, la música y el folclore mientras se exporta la industria del entretenimiento estadounidense y sus convenciones, patrones, etc. El modelo de vida americano. Exportación cultural bidireccional y astuto movimiento por parte de Walt Disney para consolidar un mercado jugoso. Asà planteado no me extrañarÃa que las hubiesen subvencionado.
Regresión psicodélica con Los Tres Caballeros
Soy un niño de seis años que está escribiendo esto… Vale, fuera coñas. Soy un niño de seis años y medio. Estoy sentado en el salón con mi hermana pequeña, muy cerca de la tele, una de tubo de rayos catódicos, viendo Los Tres Caballeros. SÃ, esa peli superextraña que nos gusta tanto y que ya hemos visto como mil veces. Resulta que es el cumpleaños de Donald y sus amigos de Latinoamérica le han regalado cosas estupendas como un proyector con pelÃculas que hablan de allá.
Primero aparece el pingüino Polo que quiere abandonar el hielo e irse a una isla tropical. Ah, qué bonitos son esos mapas en relieve del subcontinente. Son la representación gráfica perfecta de lo que imaginaban los exploradores del siglo XIX cuando veÃan los suyos de papel. Luego viene el gauchito volador y a continuación le tiro de la manga a mi hermana. Ya lo sé tonto, me replica. Aquà viene el Aracuán.
«Quiero presentarte a uno de los pájaros más excéntricos que en tu vida hayas visto. Se llama el Aracuán y anda como loco por todos lados». Creo que esa cancioncita todavÃa suena en algún sitio. Es magnÃfico, ¿cómo puede el Aracuán estar en tres ramas a la vez y partirse de risa?
Después la pelÃcula se vuelve un poco turbia. Yo tengo seis años y no me entero de nada, solo percibo fiesta y color. Pero yo adulto me doy cuenta de lo caótica e inconexa que es. La promoción turÃstica se ha hecho mucho más evidente, aunque la mezcla de los personajes de carne y hueso con la animación mola. Me imagino a los actores en un croma o en localizaciones reales hablando con cariño a un bloque de aire de medio metro.
Pero lo peor es que Donald está rodeado de gente muy chunga. Ese José Carioca es muy águila para ser un loro. Desde que ha llegado no ha hecho más que volver loco a Donald a base de fiesta. El pobre se ha olvidado de pasar un buen rato y ahora solo piensa en pillar cacho. Y el Pancho Pistolas… ese gallito sà que es mala compañÃa. No solo va armado, sino que ha convertido el dueto en un trÃo de sabuesos patrullando los bajos de Moncloa. Atención a esa especie de flipada simétrica en la que se mete Donald.
«¡Aunque somos cuates/ viendo una sonrisa de mujer cachonda/ cada uno para él!» Bueno no sé si dice cachonda exactamente, pero a mà me lo parece. En fin, que es evidente que el Pancho Pistolas ha traÃdo mandanga de la buena a la birthday party de Donald. Se montan en una alfombra mágica y se recorren México hasta llegar a Acapulco, donde Donald ya está tirando a todo lo que se mueve como ese colega tuyo cinco minutos antes de que chapen el garito. Además, Pancho Pistolas le ha dado algo fuerte -peyote por tu cumple, dice- porque el tÃo ahora ve a una mujer hermosa cantar en la luna y luego en una flor mientras José Carioca susurra «muchachas bonitas». Donald, tÃo, para el carro, ¿no ves que si tiras a todas no vas a ligar con ninguna? Pero José Carioca susurra «muchachas bonitas» y el mundo gira alrededor hasta que llega a un desierto con cactus enormes.
Allà hay otra mujer pero por mucho que lo intenta… nada. La droga se ha vuelto en su contra y los malditos cactus le están jodiendo la jugada. Está amaneciendo, tÃo, es mi última jugada, piensa Donald. Pero la mujer desaparece. Donald está muy frustrado, no entiende cómo en el dÃa de su cumpleaños, en este garito latino, no ha sido capaz de pillar cacho. Pero no pasa nada porque a continuación llegan los otros dos piezas, el loro José Carioca y el gallo Pancho Pistolas, y se pegan un mañaneo de órdago sin caer en la cuenta de que a su dibujante se le olvidó ponerles genitales.
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Fuentes: Filmwerk, Wikipedia, sonofdoublefeature, theofantastique y mi cabeza.
Imagen de portada: Dibujo de Fred Moore