15 de agosto 2013    /   CIENCIA
por
 

Ricos, acaparadores y egoĆ­stas

15 de agosto 2013    /   CIENCIA     por          
CompƔrtelo twitter facebook whatsapp

”Yorokobu gratis en formato digital!

Lee gratis la revista PlacerĀ haciendo clic aquĆ­.

¿Qué fue primero, el huevo de la codicia o la gallina del egoísmo? Las personas de clases altas son mÔs proclives a mentir y a llevar a cabo actos éticamente reprobables que los de clases mÔs bajas. Es la conclusión de un estudio llevado a cabo por un psicólogo estadounidense y que ha tenido amplia difusión, y no poca polémica, en aquel país.

Paul Piff, autor del estudio, comprobó con diversos test y juegos con dinero simulado que cuanta mĆ”s riqueza acumulaban los jugadores mĆ”s deshumanizado se volvĆ­a su comportamiento. ā€œEl dinero —concluye el psicólogo— hace a la gente mĆ”s egoĆ­sta, mĆ”s aislada, menos empĆ”tica y menos Ć©ticaā€.

Puede que esta conclusión no escandalice en un país católico y meridional, como España, donde el poderoso siempre ha sido sospechoso de codicia y corrupción, pero en Estados Unidos, donde la prosperidad es considerada el premio a la laboriosidad, semejante diatriba contra la clase alta es poco menos que un anatema. El rico americano lo es porque se lo merece y para justificar su status quo ha erigido todo un andamiaje de autojustificación sustentado por mitos ampliamente aceptados.

Uno de estos es el de la igualdad de oportunidades, y su corolario, la movilidad social. Sin embargo, los datos demuestran que solo el 16% de los que nacen pobres logran escalar hasta la clase media y el factor que mejor predice la riqueza de una persona es… el nivel de ingresos de sus padres.

Otro experimento llevado a cabo por el equipo de Piff consistió en comprobar el respeto por las normas de trÔfico de los conductores en un stop y un paso de cebra. Los investigadores comprobaron que existía una fuerte correlación entre el modelo de coche y el desdén hacia otros conductores y peatones: el conductor del Hummer se comportaba como si el resto de los vehículos fueran obstÔculos en la consecución de su objetivo, llegar primero.

ĀæQuĆ© fue primero, el huevo de la codicia o la gallina del egoĆ­smo? ĀæConsiguen los ricos alcanzar su fortuna porque son capaces de pasar por encima de cualquier obstĆ”culo o es la posesión de bienes lo que los vuelve codiciosos? Parece ser que ambos fenómenos se retroalimentan: por un lado, la simple acumulación de dinero es capaz de enardecer nuestra naturaleza mĆ”s egoĆ­sta; por otro, las personas mĆ”s ególatras y antisociales tienden a ascender en la escala social y —como harĆ­a cualquier padre— a transmitir sus valores a sus hijos.

Los ganadores de la loterĆ­a son un buen ejemplo de enriquecimiento desmesurado y repentino. Todos hemos fantaseado en algĆŗn momento con la idea de ganar la Bonoloto, echar una mano a amigos y familiares, tapar algunos agujeros, viajar…, pero lo cierto es que los autĆ©nticos ganadores de grandes premios reportan alejamiento de sus allegados, sospechas constantes sobre la intención de los otros y un asombroso miedo a perder su reciĆ©n cosechado estatus. Curiosamente, los ganadores de la loterĆ­a retornan cinco aƱos despuĆ©s del premio al mismo nivel de felicidad que tenĆ­an antes de conseguirlo.

En un entorno social en el que la ostentación es sinónimo de Ć©xito es difĆ­cil abstraerse de lo que el filósofo Alain de Botton denomina ā€˜la ansiedad por el estatus’. La mitad de los jóvenes norteamericanos estĆ”n convencidos de que se harĆ”n ricos a lo largo de su vida, una fe que choca inexorablemente con la realidad: el 1% siempre estarĆ” formado por… el 1%, una elite boyante, acaparadora y egoĆ­sta.

Mas información en: NY Mag

Este artĆ­culo fue publicado en FIVE (2012)

”Yorokobu gratis en formato digital!

Lee gratis la revista PlacerĀ haciendo clic aquĆ­.

¿Qué fue primero, el huevo de la codicia o la gallina del egoísmo? Las personas de clases altas son mÔs proclives a mentir y a llevar a cabo actos éticamente reprobables que los de clases mÔs bajas. Es la conclusión de un estudio llevado a cabo por un psicólogo estadounidense y que ha tenido amplia difusión, y no poca polémica, en aquel país.

Paul Piff, autor del estudio, comprobó con diversos test y juegos con dinero simulado que cuanta mĆ”s riqueza acumulaban los jugadores mĆ”s deshumanizado se volvĆ­a su comportamiento. ā€œEl dinero —concluye el psicólogo— hace a la gente mĆ”s egoĆ­sta, mĆ”s aislada, menos empĆ”tica y menos Ć©ticaā€.

Puede que esta conclusión no escandalice en un país católico y meridional, como España, donde el poderoso siempre ha sido sospechoso de codicia y corrupción, pero en Estados Unidos, donde la prosperidad es considerada el premio a la laboriosidad, semejante diatriba contra la clase alta es poco menos que un anatema. El rico americano lo es porque se lo merece y para justificar su status quo ha erigido todo un andamiaje de autojustificación sustentado por mitos ampliamente aceptados.

Uno de estos es el de la igualdad de oportunidades, y su corolario, la movilidad social. Sin embargo, los datos demuestran que solo el 16% de los que nacen pobres logran escalar hasta la clase media y el factor que mejor predice la riqueza de una persona es… el nivel de ingresos de sus padres.

Otro experimento llevado a cabo por el equipo de Piff consistió en comprobar el respeto por las normas de trÔfico de los conductores en un stop y un paso de cebra. Los investigadores comprobaron que existía una fuerte correlación entre el modelo de coche y el desdén hacia otros conductores y peatones: el conductor del Hummer se comportaba como si el resto de los vehículos fueran obstÔculos en la consecución de su objetivo, llegar primero.

ĀæQuĆ© fue primero, el huevo de la codicia o la gallina del egoĆ­smo? ĀæConsiguen los ricos alcanzar su fortuna porque son capaces de pasar por encima de cualquier obstĆ”culo o es la posesión de bienes lo que los vuelve codiciosos? Parece ser que ambos fenómenos se retroalimentan: por un lado, la simple acumulación de dinero es capaz de enardecer nuestra naturaleza mĆ”s egoĆ­sta; por otro, las personas mĆ”s ególatras y antisociales tienden a ascender en la escala social y —como harĆ­a cualquier padre— a transmitir sus valores a sus hijos.

Los ganadores de la loterĆ­a son un buen ejemplo de enriquecimiento desmesurado y repentino. Todos hemos fantaseado en algĆŗn momento con la idea de ganar la Bonoloto, echar una mano a amigos y familiares, tapar algunos agujeros, viajar…, pero lo cierto es que los autĆ©nticos ganadores de grandes premios reportan alejamiento de sus allegados, sospechas constantes sobre la intención de los otros y un asombroso miedo a perder su reciĆ©n cosechado estatus. Curiosamente, los ganadores de la loterĆ­a retornan cinco aƱos despuĆ©s del premio al mismo nivel de felicidad que tenĆ­an antes de conseguirlo.

En un entorno social en el que la ostentación es sinónimo de Ć©xito es difĆ­cil abstraerse de lo que el filósofo Alain de Botton denomina ā€˜la ansiedad por el estatus’. La mitad de los jóvenes norteamericanos estĆ”n convencidos de que se harĆ”n ricos a lo largo de su vida, una fe que choca inexorablemente con la realidad: el 1% siempre estarĆ” formado por… el 1%, una elite boyante, acaparadora y egoĆ­sta.

Mas información en: NY Mag

Este artĆ­culo fue publicado en FIVE (2012)

CompƔrtelo twitter facebook whatsapp
La oda feminista que Neil Gaiman dedica a la ciencia
Una campaña en Facebook multiplica por 21 en un día los donantes de órganos
Internet no es apto para ingenuos
Una araƱa que se pone como una moto para conquistar a las fƩminas
 
Especiales
 
facebook twitter whatsapp
Opiniones 6
  • Comentarios cerrados.