
Cansado por la monotonĆa de las grandes superficies y los cines multisala, el director de cine Nacho CerdĆ ha resucitado la sesión doble, esa vieja tradición de programar dos pelĆculas seguidas. Lo llama Phenomena, y una vez al mes invade el cine de Urgel en Barcelona con clĆ”sicos de los aƱos 70 y 80.
A la edad de diez aƱos, Arnau recibió su primera paga. Nunca habĆa ido al cine y pensó que era un buen lugar para celebrarlo. Siempre le habĆan atraĆdo los carteles del cine de su barrio con sus fabulosos dibujos que se extendĆan desde la punta de su nariz hasta el infinito. Su madre le dio permiso para ir solo al cine. āYa eres un hombrecito. Veā, le dijo. La taquillera no debió pensar lo mismo. Entregada a la tarea de mascar chicle y limarse las uƱas, no se dio cuenta de su presencia hasta que un puƱo diminuto apareció de la nada y depositó unas cuantas pesetas en el cuenco metĆ”lico de la taquilla. La taquillera se asomó a la ventanilla. āĀæHas venido solo, niƱo?ā, le preguntó. āSĆā. āĀæCuĆ”ntos aƱos tienes?ā. āDiez. Bueno, nueve casi diezā. Era tan pequeƱo que la mujer tuvo que salir de la taquilla para darle la entrada en mano. āĀæQuieres un chicle, niƱo?ā. āValeā. Y le dio un bang bang. āSe dice gracias, niƱoā. āGracias”. En el papelito rugoso que le habĆa dado leyó Veinte mil leguas de viaje submarino y el tĆtulo de otra pelĆcula que olvidó nada mĆ”s salir de la sala. āPasa p’adentro, niƱo, y que te guste. SiĆ©ntate donde te plazcaā. Ni en el colegio existĆa una puerta con unas batientes tan grandes. La cruzó con verdadero pavor y no quiso apartarse del pasillo hasta llegar a la primera fila de butacas. AllĆ se sentó, pues por aquel entonces aĆŗn creĆa que todo lo primero era siempre mejor. La butaca era roja, muy espaciosa y cómoda. Se hizo un silencio y se apagó la luz. De repente, en la oscuridad comenzaron a chispear estrellas y girar astros. Desde entonces nunca ha dejado de soƱar despierto.

Mentira, sĆ dejó de hacerlo. El primer sĆntoma lo percibió en las taquilleras, que dejaron de mascar chicle y parecĆan aburrirse mortalmente en su garita. ĀæQuĆ© estaba sucediendo? Los cines languidecĆan de frĆo. ĀæQuĆ© pasarĆa con nuestros sueƱos despiertos? Por suerte, acudieron al rescate el vĆdeo, los videoclubes y mĆ”s tarde el dvd, y sobrevivieron exiguos en reuniones en petit comitĆ© que perseguĆan en vano aquellos tiempos en que la gran pantalla centelleaba ante nuestros ojos atónitos.
El director de cine Nacho CerdĆ tambiĆ©n organizaba encuentros cinĆ©filos en su casa… hasta que se le ocurrió la brillante idea de apostar de nuevo por la sesión doble en una ciudad como Barcelona, sitiada por las grandes superficies y los cines multisalas. Y a esta experiencia la llamó Phenomena.
āPhenomena surgió de la necesidad como espectador de ver buen cine en un cine de verdadā, dice CerdĆ . āEl pĆŗblico y la crĆtica coinciden en que, de todos los estrenos a los que asistimos a lo largo del aƱo, apenas nos gustan unos diez; el resto, son pelĆculas malas o mediocres. Como espectador, sentĆa la necesidad de enamorarme del cine otra vezā.
Con Phenomena, su artĆfice propone un viaje en el tiempo de la mano de pelĆculas emblemĆ”ticas de las dĆ©cadas de los 70 y 80, autĆ©nticos taquillazos como La cosa, Terminator, Indiana Jones y el templo maldito o el tĆ”ndem encargado de dar el pistoletazo de salida a la sesión doble inaugural el diciembre pasado: Alien y Tiburón. āHace 35 aƱos, en el mismo mes, se proyectaba Tiburón por primera vez en Barcelona y era en este mismo cine, en el cine Urgelā. Phenomena se ha convertido en todo un revival conmemorativo del cine contemporĆ”neo mĆ”s mĆtico.

La gran ilusión se instala una noche al mes en el céntrico barrio de Sant Antoni. La primera señal de esperanza es una larga cola de gente muy excitada, con muchas ganas de divertirse y pasÔrselo bien.
Todos los detalles estĆ”n cuidados al mĆ”ximo. En el vestĆbulo del cine Urgel, los carteles de las pelĆculas y sus fotocromos. Antes de la proyección, la Ā misma publicidad que precedió las pelĆculas cuando se estrenaron: anuncios, trailers de la Ć©poca y, claro, la entraƱable cabecera de Movierecord con sus estrellas y astros. Como era de prever, la platea se anima enseguida y el cine se convierte en una autĆ©ntica fiesta cinematogrĆ”fica. El pĆŗblico vitorea las hazaƱas de los hĆ©roes, aplauden a sus actores y actrices favoritos y, en definitiva, participa en comunidad de la gran celebración que es el mundo del cine.


ArtĆculo publicado en la edición de abril de 2011 de la revista Ling. Fotos de Edgar Melo.