25 de septiembre 2018    /   ENTRETENIMIENTO
por
ilustracion  Rocío Cañero

Sexilio: escapar de un lugar que no acepta la libertad sexual

25 de septiembre 2018    /   ENTRETENIMIENTO     por        ilustracion  Rocío Cañero
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Hay palabras promiscuas que en una boca son una cosa y en labios distintos son otra. Le ocurre esto al sexilio. En el ámbito académico y en la prensa habla esta voz del «exilio de quienes han tenido que abandonar sus países de origen debido a su orientación sexual». Así lo acuñó el sociólogo Manolo Guzmán, en 1997, dentro de un libro que escribió sobre homosexuales latinos.

En cambio, en los pasillos de los colegios mayores y en los pisos de estudiantes, el vocablo dice algo distinto. Nada tiene que ver con la exclusión ni la expulsión. Es más amigable; un pacto; un hoy por ti, mañana por mí. Este sexilio es un «pírate un rato, anda». En la definición de Urban Dictionary: «un exilio de tu apartamento o de tu habitación porque tu compañero está teniendo sexo con alguien».

Pero ese uso juvenil está más extendido por América que por España. Aquí ha caído en los brazos de los colectivos LGTBI y la usan para contar que muchas personas tienen que dejar sus pueblos o sus ciudades por su sexualidad o por escapar del mundo binario de mujer con vulva y hombre con pene.

Esta primavera las asociaciones LGTBI de Castilla-La Mancha tomaron esta voz y la echaron a volar entre sus banderas del arcoiris. Querían que todo el mundo supiera que todavía hay murmullos, miradas censoras y portazos para los que optan por la libertad sexual.

Y, en estas, la palabra sigue en rebeldía contra el pensamiento único. En otras manos se ha dejado acariciar por un significado de antojo. La poeta Elena Fernández Treviño la llevó a la portada de su libro de poesías para hablar del «sexilio voluntario»: el que deja su género por voluntad propia, el que quiere escapar de las etiquetas de hombre o mujer, el que se exilia de las rejas del qué dirán.

sexilio

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Hay palabras promiscuas que en una boca son una cosa y en labios distintos son otra. Le ocurre esto al sexilio. En el ámbito académico y en la prensa habla esta voz del «exilio de quienes han tenido que abandonar sus países de origen debido a su orientación sexual». Así lo acuñó el sociólogo Manolo Guzmán, en 1997, dentro de un libro que escribió sobre homosexuales latinos.

En cambio, en los pasillos de los colegios mayores y en los pisos de estudiantes, el vocablo dice algo distinto. Nada tiene que ver con la exclusión ni la expulsión. Es más amigable; un pacto; un hoy por ti, mañana por mí. Este sexilio es un «pírate un rato, anda». En la definición de Urban Dictionary: «un exilio de tu apartamento o de tu habitación porque tu compañero está teniendo sexo con alguien».

Pero ese uso juvenil está más extendido por América que por España. Aquí ha caído en los brazos de los colectivos LGTBI y la usan para contar que muchas personas tienen que dejar sus pueblos o sus ciudades por su sexualidad o por escapar del mundo binario de mujer con vulva y hombre con pene.

Esta primavera las asociaciones LGTBI de Castilla-La Mancha tomaron esta voz y la echaron a volar entre sus banderas del arcoiris. Querían que todo el mundo supiera que todavía hay murmullos, miradas censoras y portazos para los que optan por la libertad sexual.

Y, en estas, la palabra sigue en rebeldía contra el pensamiento único. En otras manos se ha dejado acariciar por un significado de antojo. La poeta Elena Fernández Treviño la llevó a la portada de su libro de poesías para hablar del «sexilio voluntario»: el que deja su género por voluntad propia, el que quiere escapar de las etiquetas de hombre o mujer, el que se exilia de las rejas del qué dirán.

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