15 de septiembre 2016    /   DIGITAL
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Silicon Valley: una zona anodina de oficinas convertida en destino turĂ­stico

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Silicon Valley ha pasado de ser una meca intelectual para los amantes de la tecnologĂ­a a perfilarse como un destino turĂ­stico en crecimiento. Cada vez mĂ¡s personas viajan a San Francisco para caminar por las mismas aceras que Steve Jobs o Mark Zuckerberg. Tras mucho trabajo de marketing, muchos consideran aquel valle como el lugar mĂ¡s creativo del planeta y acuden a Ă©l buscando inspiraciĂ³n. Conscientes de ello, un buen nĂºmero de agencias de viajes ofertan tours de varias horas para acercar al pĂºblico a las sedes de los gigantes tecnolĂ³gicos.

La adoraciĂ³n a Silicon Valley y la tendencia a mitificar las anĂ©cdotas que rodean la gestaciĂ³n de las grandes corporaciones lo sitĂºan en el camino de convertirse en una especie de retiro espiritual. De hecho, igual que no sĂ³lo las personas con intereses religiosos o artĂ­sticos visitan las catedrales de Roma, a Silicon Valley comienzan a acercarse pĂºblicos ajenos al mundo de la tecnologĂ­a: «En realidad, no es sĂ³lo para trabajadores tecnolĂ³gicos, sino que interesa a todo tipo de personas del mundo de los negocios», asegura Caesar Cypriano, guĂ­a de la empresa Tours by Locals.

turismo silicon valley

Cypriano cuenta a Yorokobu que comenzĂ³ a organizar estos itinerarios en 2013. Desde entonces, el nĂºmero de turistas pertenecientes a la industria de la alta tecnologĂ­a se ha ido igualando a los que proceden de otros campos. El interĂ©s va mĂ¡s allĂ¡ de lo tĂ©cnico, y el pĂºblico habitual oscila entre los 18 años y cerca de los 50.

Sin embargo, respirar el mismo aire que los gurĂºs de la innovaciĂ³n no sale barato: Tourist by Locals ofrece recorridos de nueve horas para seis personas por mĂ¡s de 500 euros. Algo mĂ¡s caros son, por ejemplo, los itinerarios de Golden Horizon, que ademĂ¡s ofrece recorridos privados con furgoneta para grupos cerrados: ocho horas que se pagan a mĂ¡s de mil euros.

Los precios se olvidan si de lo que se trata es de pararse a la sombra de los mismos Ă¡rboles y tomar cafĂ© en los mismos locales que las personas que dedican las horas del dĂ­a a intentar parir ideas millonarias. Cypriano cuenta que los lugares mĂ¡s deseados son los edificios de Google, Apple, Facebook y Stanford.

turismo en Silicon Valley

El turismo en Silicon Valley se alimenta a sĂ­ mismo. Algunos de los emplazamientos mĂ¡s disfrutados resultan perfectos para fotografiarse en ellos y poder compartir la imagen a travĂ©s de las redes sociales, por ejemplo, el parque de las estatuas, frente al edificio de Google. Android bautiza cada nueva versiĂ³n de su software con el nombre de un dulce y en aquel jardĂ­n campan el panal de abeja, la piruleta, el pan de jengibre o el sĂ¡ndwich de helado.

El cartel con el sĂ­mbolo de Me gusta de Facebook tambiĂ©n supone una parada fotogrĂ¡fica obligatoria. La imagen con un dedo gigante a la espalda cosecharĂ¡, aunque sea por inducciĂ³n, un buen capazo de me gusta. Consciente de la potencia del fenĂ³meno, Michael Liedtke publicĂ³ en el portal Skift un artĂ­culo que venĂ­a a ser una suerte de guĂ­a de viaje para empollones en la que relataba la historia del lugar.

El mito del valle del Silicio, bautizado asĂ­ por la aglomeraciĂ³n de empresas ubicadas allĂ­ dedicadas a la tecnologĂ­a y las computadoras, empezĂ³ cuando la Universidad de Stanford dedicĂ³ unos terrenos de su propiedad para que los graduados se afincaran allĂ­ y trabajasen en innovaciĂ³n. Gracias a eso, dos estudiantes, David Packard y William Hewlett, acabaron fundando la empresa Hewlett-Packard.

turismo en silicon valley

No obstante, entonces corrĂ­an los finales de los años 30 y ellos sĂ³lo eran dos licenciados trabajando en un garaje del 367 de la avenida Addison. Nadie sospechaba que en aquella zona acabarĂ­an creĂ¡ndose aparatos que cambiarĂ­an el rostro de la sociedad occidental. Unas cuantas dĂ©cadas despuĂ©s, en 1976, naciĂ³ Apple Computer. En el 2066 de la calle Crist Drive, Steve Jobs y Stephen Wozniak trabajaron en la creaciĂ³n del primer ordenador personal.

TambiĂ©n en un garaje de la avenida Santa Margarita naciĂ³ Google en 1998. Y en 2004, Mark Zuckerberg convenciĂ³ a unos amigos para zambullirse en Silicon Valley, en la calle Jennifer Way, durante el verano y desarrollar esa mĂ¡quina de socializaciĂ³n e histeria llamada Facebook.

Sin embargo, en realidad, los tours no incluyen el acceso a los edificios donde actualmente se localizan las empresas. AsĂ­ lo advierte la empresa San Jose Silicon Valley Tours en su web: «No podemos pasar dentro de las corporaciones… Pero podemos llevarte a lugares que estĂ¡n abiertos al pĂºblico, como la tienda de empleados de Apple, el Museo de Historia de la Computadora o a una cafeterĂ­a corporativa».

En resumen, son itinerarios por fachadas de diseño, museos y alguna tienda de suvenires carĂ­simos. Como en un viaje a Tierra Santa, todo lo que hay no estĂ¡ visible y, aun asĂ­, muchos esperan que el lugar transmita alguna enseñanza o les contagie la virtud y la creatividad. En este rollo telĂºrico tecnolĂ³gico cobra relevancia el papel de los bares del valle: «PodrĂ¡ obtener una excelente degustaciĂ³n de la vida de alta tecnologĂ­a cuando cenemos en una cafeterĂ­a corporativa o en un lugar de encuentro de los capitalistas de riesgo», prometen en la web.

turismo en silicon valley

Esta vuelta de tuerca de los destinos de interĂ©s nace de un cambio en los sistemas de creencias, gustos y aspiraciones del mundo occidental. A las preferencias clĂ¡sicas de acudir a ciudades marcadas por hitos histĂ³ricos o polĂ­ticos o embellecidas por el arte y la arquitectura durante siglos, ahora se suma un interĂ©s por los negocios y la innovaciĂ³n. Del deseo de ver las huellas de la historia en mayĂºsculas, pasamos a la devociĂ³n por perseguir el rastro del Ă©xito de pequeños individuos.

La mayorĂ­a de visitantes proceden de EEUU y Asia, aunque tambiĂ©n se dejan caer algunos europeos. El guĂ­a de Tours by Locals augura buen futuro al turismo tecnolĂ³gico: «Si estĂ¡ bien promocionado, con los medios de comunicaciĂ³n adecuados, sin duda crecerĂ¡. Es una tendencia nueva, una manera muy Ăºnica de hacer turismo».

Sin embargo, al anarquista experto en encriptaciĂ³n Moxie Marlinspike el lugar no le resulta tan atractivo. En una entrevista con Wired dijo: «Pensaba que Silicon Valley serĂ­a como una novela de William Gibson y, en cambio, es un conjunto de parques y autopistas llenas de oficinas».

Silicon Valley ha pasado de ser una meca intelectual para los amantes de la tecnologĂ­a a perfilarse como un destino turĂ­stico en crecimiento. Cada vez mĂ¡s personas viajan a San Francisco para caminar por las mismas aceras que Steve Jobs o Mark Zuckerberg. Tras mucho trabajo de marketing, muchos consideran aquel valle como el lugar mĂ¡s creativo del planeta y acuden a Ă©l buscando inspiraciĂ³n. Conscientes de ello, un buen nĂºmero de agencias de viajes ofertan tours de varias horas para acercar al pĂºblico a las sedes de los gigantes tecnolĂ³gicos.

La adoraciĂ³n a Silicon Valley y la tendencia a mitificar las anĂ©cdotas que rodean la gestaciĂ³n de las grandes corporaciones lo sitĂºan en el camino de convertirse en una especie de retiro espiritual. De hecho, igual que no sĂ³lo las personas con intereses religiosos o artĂ­sticos visitan las catedrales de Roma, a Silicon Valley comienzan a acercarse pĂºblicos ajenos al mundo de la tecnologĂ­a: «En realidad, no es sĂ³lo para trabajadores tecnolĂ³gicos, sino que interesa a todo tipo de personas del mundo de los negocios», asegura Caesar Cypriano, guĂ­a de la empresa Tours by Locals.

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Cypriano cuenta a Yorokobu que comenzĂ³ a organizar estos itinerarios en 2013. Desde entonces, el nĂºmero de turistas pertenecientes a la industria de la alta tecnologĂ­a se ha ido igualando a los que proceden de otros campos. El interĂ©s va mĂ¡s allĂ¡ de lo tĂ©cnico, y el pĂºblico habitual oscila entre los 18 años y cerca de los 50.

Sin embargo, respirar el mismo aire que los gurĂºs de la innovaciĂ³n no sale barato: Tourist by Locals ofrece recorridos de nueve horas para seis personas por mĂ¡s de 500 euros. Algo mĂ¡s caros son, por ejemplo, los itinerarios de Golden Horizon, que ademĂ¡s ofrece recorridos privados con furgoneta para grupos cerrados: ocho horas que se pagan a mĂ¡s de mil euros.

Los precios se olvidan si de lo que se trata es de pararse a la sombra de los mismos Ă¡rboles y tomar cafĂ© en los mismos locales que las personas que dedican las horas del dĂ­a a intentar parir ideas millonarias. Cypriano cuenta que los lugares mĂ¡s deseados son los edificios de Google, Apple, Facebook y Stanford.

turismo en Silicon Valley

El turismo en Silicon Valley se alimenta a sĂ­ mismo. Algunos de los emplazamientos mĂ¡s disfrutados resultan perfectos para fotografiarse en ellos y poder compartir la imagen a travĂ©s de las redes sociales, por ejemplo, el parque de las estatuas, frente al edificio de Google. Android bautiza cada nueva versiĂ³n de su software con el nombre de un dulce y en aquel jardĂ­n campan el panal de abeja, la piruleta, el pan de jengibre o el sĂ¡ndwich de helado.

El cartel con el sĂ­mbolo de Me gusta de Facebook tambiĂ©n supone una parada fotogrĂ¡fica obligatoria. La imagen con un dedo gigante a la espalda cosecharĂ¡, aunque sea por inducciĂ³n, un buen capazo de me gusta. Consciente de la potencia del fenĂ³meno, Michael Liedtke publicĂ³ en el portal Skift un artĂ­culo que venĂ­a a ser una suerte de guĂ­a de viaje para empollones en la que relataba la historia del lugar.

El mito del valle del Silicio, bautizado asĂ­ por la aglomeraciĂ³n de empresas ubicadas allĂ­ dedicadas a la tecnologĂ­a y las computadoras, empezĂ³ cuando la Universidad de Stanford dedicĂ³ unos terrenos de su propiedad para que los graduados se afincaran allĂ­ y trabajasen en innovaciĂ³n. Gracias a eso, dos estudiantes, David Packard y William Hewlett, acabaron fundando la empresa Hewlett-Packard.

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No obstante, entonces corrĂ­an los finales de los años 30 y ellos sĂ³lo eran dos licenciados trabajando en un garaje del 367 de la avenida Addison. Nadie sospechaba que en aquella zona acabarĂ­an creĂ¡ndose aparatos que cambiarĂ­an el rostro de la sociedad occidental. Unas cuantas dĂ©cadas despuĂ©s, en 1976, naciĂ³ Apple Computer. En el 2066 de la calle Crist Drive, Steve Jobs y Stephen Wozniak trabajaron en la creaciĂ³n del primer ordenador personal.

TambiĂ©n en un garaje de la avenida Santa Margarita naciĂ³ Google en 1998. Y en 2004, Mark Zuckerberg convenciĂ³ a unos amigos para zambullirse en Silicon Valley, en la calle Jennifer Way, durante el verano y desarrollar esa mĂ¡quina de socializaciĂ³n e histeria llamada Facebook.

Sin embargo, en realidad, los tours no incluyen el acceso a los edificios donde actualmente se localizan las empresas. AsĂ­ lo advierte la empresa San Jose Silicon Valley Tours en su web: «No podemos pasar dentro de las corporaciones… Pero podemos llevarte a lugares que estĂ¡n abiertos al pĂºblico, como la tienda de empleados de Apple, el Museo de Historia de la Computadora o a una cafeterĂ­a corporativa».

En resumen, son itinerarios por fachadas de diseño, museos y alguna tienda de suvenires carĂ­simos. Como en un viaje a Tierra Santa, todo lo que hay no estĂ¡ visible y, aun asĂ­, muchos esperan que el lugar transmita alguna enseñanza o les contagie la virtud y la creatividad. En este rollo telĂºrico tecnolĂ³gico cobra relevancia el papel de los bares del valle: «PodrĂ¡ obtener una excelente degustaciĂ³n de la vida de alta tecnologĂ­a cuando cenemos en una cafeterĂ­a corporativa o en un lugar de encuentro de los capitalistas de riesgo», prometen en la web.

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Esta vuelta de tuerca de los destinos de interĂ©s nace de un cambio en los sistemas de creencias, gustos y aspiraciones del mundo occidental. A las preferencias clĂ¡sicas de acudir a ciudades marcadas por hitos histĂ³ricos o polĂ­ticos o embellecidas por el arte y la arquitectura durante siglos, ahora se suma un interĂ©s por los negocios y la innovaciĂ³n. Del deseo de ver las huellas de la historia en mayĂºsculas, pasamos a la devociĂ³n por perseguir el rastro del Ă©xito de pequeños individuos.

La mayorĂ­a de visitantes proceden de EEUU y Asia, aunque tambiĂ©n se dejan caer algunos europeos. El guĂ­a de Tours by Locals augura buen futuro al turismo tecnolĂ³gico: «Si estĂ¡ bien promocionado, con los medios de comunicaciĂ³n adecuados, sin duda crecerĂ¡. Es una tendencia nueva, una manera muy Ăºnica de hacer turismo».

Sin embargo, al anarquista experto en encriptaciĂ³n Moxie Marlinspike el lugar no le resulta tan atractivo. En una entrevista con Wired dijo: «Pensaba que Silicon Valley serĂ­a como una novela de William Gibson y, en cambio, es un conjunto de parques y autopistas llenas de oficinas».

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