Soul City: la utopĆa negra que financió Richard Nixon

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[pullquote author=”Friedrich Nietzsche. AsĆ habló Zaratustra”]Todo dĆa en el que no hayamos bailado al menos una vez deberĆamos considerarlo un dĆa perdido[/pullquote]
Hay tardes en las que, sentada en el porche de su casa, la señora Jane Ball-Groom recuerda su vida en Harlem. Nació allà a finales de la década de los 40 y allà vivió hasta los veinticinco años. Sin embargo, desde 1973, su casa con porche estÔ en Carolina del Norte, en el condado de Warren. En una pequeña municipalidad que quiso ser ciudad y que se llama Soul City.
Como cuenta en su libro The Salad Pickers, la seƱora Ball-Groom echa de menos su infancia ācomo casi todo el mundoā, pero no echa de menos la ciudad. Cuando era pequeƱa, las calles de Nueva York efervescĆan con los gritos y los juegos de cientos de niƱos de su edad, baby-boomers concebidos en la paz que siguió a la 2ĀŖ Guerra Mundial, pero esas mismas calles tambiĆ©n eran Ć”speras y, con demasiada frecuencia, implacables. Esos cientos de niƱas y niƱos negros aprendĆan dónde estaban los lĆmites de su barrio y, por tanto, de su raza. AprendĆan a dónde y a quiĆ©n debĆan dirigirse. AprendĆan a agachar la cabeza cuando les hablaba un blanco.
Cuando llegaron los 60, los negros estaban hartos de tener lĆmites. Algunos quisieron romper esos lĆmites de forma pacĆfica, como Martin Luther King; otros pensaban que la Ćŗnica manera de romper algo era, efectivamente, haciĆ©ndolo pedazos por la fuerza. Uno de ellos era Floyd McKissick, lĆder del Congreso por la Igualdad Racial (CORE) en 1966.

Veterano de la guerra en Europa, McKissick fue, en 1951, el primer negro en ser admitido en la escuela de Derecho de la Universidad de Carolina del Norte. Lo consiguió tras un largo proceso legal y, de alguna manera, como consecuencia de haber estado envuelto en movimientos por los derechos civiles desde que ingresó en la NAACPĀ (Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color) con tan solo doce aƱos. Ā A principios de los 60, McKissick formó parte del equipo del CORE que funcionó como asesor en varias actividades y manifestaciones encabezadas por el reverendo King. Sin embargo, segĆŗn avanzaba la dĆ©cada, el CORE fue distanciĆ”ndose cada vez mĆ”s de la pacĆfica integración que preconizaba King y acercĆ”ndose a las posiciones extremas de las Black Panthers. Cuando McKissick se convirtió en cabeza de la organización, el CORE era un movimiento separatista; un estandarte del Black Power.
Martin Luther King fue asesinado en Memphis el 4 de abril de 1968 sin haber visto cumplido su sueƱo. A las pocas semanas, Floyd McKissick dimitió como lĆder del CORE y comenzó a trabajar en el suyo propio: una ciudad concebida, planificada, construida y habitada por negros y para negros. La llamó Soul City.
El equipo con el que McKissick acometerĆa la empresa estaba formado por un buen nĆŗmero de asesores: arquitectos, urbanistas, economistas, ingenieros, sociólogos y abogados, ademĆ”s de administrativos y asistentes personales. Uno de ellos era la seƱorita Jane Ball, quien habĆa conocido a McKissick en una de las reuniones neoyorquinas del CORE. A Ball le fascinaba la idea de un lugar donde los niƱos y las niƱas negras pudiesen crecer en paz y libertad, sin las bandas de Harlem o el Bronx, sin la policĆa vigilando cada movimiento.
Obviamente, cualquier equipo humano era insuficiente sin el colosal soporte financiero que necesitaba el proyecto. McKissick lo encontró en uno de los lugares a priori menos proclives a prestar dinero al colectivo negro: la presidencia de Richard Nixon.
En realidad, las posiciones entre un Nixon reciĆ©n elegido y McKissick no eran tan distantes. SĆ, un par de aƱos antes, el propio McKissick habĆa llamado fascista y racista al candidato Nixon pero, a principios de los 70, no es solo que necesitase el dinero gubernamental para su ciudad, es que ambos confiaban en el capitalismo como Ćŗnico camino para alcanzar sus objetivos. Objetivos que tampoco eran tan distintos. Por un lado, el Black Power no buscaba la integración sino la separación y el control de las comunidades donde hubiese mayorĆa negra; por el otro, Nixon necesitaba votantes negros y, siendo honestos, tampoco veĆa con malos ojos que esos votantes viviesen en comunidades separadas, por mucho que estuviesen autoadministradas y autogestionadas.
Anuncio original de Soul City. ca 1970.
Lógicamente, esta postura separatista no podĆa exhibirse de manera pĆŗblica, asĆ que cuando el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD) inició el programa de financiación de nuevas ciudades construidas bajo iniciativa privada, McKissick defendió su Soul City como una comunidad para todas las razas en lugar de esa ideal ciudad negra que le habĆa servido para describirla en los inicios del proyecto.
A principios del 69, con la carrera electoral en marcha, McKissick, uno de los lĆderes del movimiento negro, apoyó pĆŗblicamente la candidatura de Richard Nixon e incluso se inscribió en el Partido Republicano. A cambio, Soul City fue uno de los trece proyectos auspiciados por el HUD. El Ćŗnico que se construirĆa sin ninguna preexistencia, sin ninguna ciudad próxima y sin ninguna infraestructura industrial que garantizase el nĆŗmero suficiente de puestos de trabajo necesarios para sostener una ciudad. McKissick eligió una antigua plantación de tabaco en el condado de Warren, en su Carolina del Norte natal. Ā Era lo mĆ”s parecido a los legendarios cuarenta acres y una mula que la Unión prometió a los esclavos liberados tras la Guerra Civil Americana; una ciudad negra construida en la tierra que, durante tantos aƱos, habĆa sido trabajada por mano de obra esclava.
Soul City se ideó siguiendo un plan de treinta aƱos. ComenzarĆa en 1973 con tres pequeƱos nĆŗcleos habitacionales que alcanzarĆan unos dos mil habitantes en 1978, hasta llegar a una población total estimada de cuarenta y cuatro mil residentes para el aƱo 2004. Todo ello con industrias y negocios autóctonos, comercios, escuelas y hospitales. Las estructuras de una ciudad pero con el espĆritu de un pueblo; de esa entidad que los estadounidenses llaman Ā«communityĀ».

No funcionó, claro. Se construyeron las carreteras, las calles y las plazas. Se construyó la red elĆ©ctrica y la de abastecimiento de agua. Se construyeron los tres nĆŗcleos iniciales y hasta un edificio de 6.000 metros cuadrados que debĆa servir como nodo de la incipiente industria manufacturera. Se llamaba Soul Tech One y, como su nombre adelantaba, debĆa ser el primero de varios y, aunque algunas empresas se establecieron en el Soul Tech One, ni eran las suficientes ni los suficientemente grandes como para generar un tejido económico sólido. Como una serpiente incapaz de dejar de morderse la cola, sin tejido económico no llegaron los residentes y sin residentes no aparecieron las empresas. AsĆ que, en 1978, Soul City apenas llegaba a los doscientos vecinos.
Hay quien considera que parte del fracaso de la ciudad se debió al racismo e incluso al machismo. Por ejemplo, Eva Clayton, congresista por Carolina del Norte y que formó parte de la Soul City Foundation desde el 73 al 79, afirmó en una entrevista concedida en 1989 que una ciudad planificada por hombres negros y tambiĆ©n por mujeres negras amenazaba las estructuras de poder tradicionales, sostenidas por viejos hombres blancos convencidos deĀ que los negros no estaban capacitados para planificar nada. Algunos aluden alĀ mismo nombre, Ā Soul City, como demasiado negro y, por tanto, en contra de su desarrollo. Es decir, que pese a que tĆ©cnicamente era un proyecto abierto a todas las razas, mucha gente siguió considerando a Soul City como una comunidad exclusivamente para negros. Otros apuntan a la falta de apoyo gubernamental, esencialmente porque, en 1974, casi al principio del proyecto, Richard Nixon dimitió de la presidencia, caso Watergate mediante, con lo que el principal apoyo de McKissick tambiĆ©n desapareció. AdemĆ”s, en medio de las evidencias de fracaso, el periódico local The Raleigh News and Observer acusó a los responsables de Soul City de todo tipo de desmanes, desde nepotismo hasta corrupción polĆtica y malversación de fondos. Con todo el ruido, el HUD cortó los fondos en 1979 y Soul City se paralizó definitivamente.

Seguramente, el descalabro de Soul City se debió, como casi siempre, a una entrelazada de factores. Y, posiblemente, uno de los factores mĆ”s relevantes fue la imposibilidad real de levantar una ciudad desde la nada. Al menos, en la segunda mitad del siglo XX. Se dirĆa que los Estados Unidos seguĆan pensando en los mismos tĆ©rminos que los colonos del XVII y XVIII, cuando, efectivamente, no habĆa nada sobre lo que apoyarse cuando fundaron pueblos y ciudades por todo el paĆs. Sin embargo, en los aƱos 70, era una quimera pensar en caravanas de jóvenes urbanos que hiciesen ese viaje al sur, a un entorno esencialmente rural, desde Chicago, Nueva York, Boston o incluso desde la vecina Charlotte. La prueba es que, de los trece proyectos financiados inicialmente por el HUD, solo el texano The Woodlands salió adelante, ayudado por el pequeƱo boom petrolĆfero que surgió a las afueras de Houston a finales de los 70.
A fecha de hoy Soul City sigue existiendo, aunque como comunidad dependiente de Raleigh y con una población que apenas llega a los dos mil habitantes. Uno de ellos es la seƱor Jane Ball-Groom, quien decidió hacer el viaje y no regresar a Harlem. En estos cuarenta aƱos ha visto como la figura de Floyd McKissick desaparecĆa del imaginario pĆŗblico pese a que fue uno de los hombres que encabezaron la lucha por los derechos civiles en los aƱos 60. Al menos en Carolina del Norte se le sigue recordando y, por suerte para Ć©l, murió en 1991 sin llegar a ver la Ćŗnica gran infraestructura que se construyó en los terrenos que debĆan haber sido Soul City: el Instituto Correccional de Warren, una prisión de mĆ”xima seguridad inaugurada en 1993 y en la cual viven unos ochocientos reclusos. La gran mayorĆa de raza negra.
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[pullquote author=”Friedrich Nietzsche. AsĆ habló Zaratustra”]Todo dĆa en el que no hayamos bailado al menos una vez deberĆamos considerarlo un dĆa perdido[/pullquote]
Hay tardes en las que, sentada en el porche de su casa, la señora Jane Ball-Groom recuerda su vida en Harlem. Nació allà a finales de la década de los 40 y allà vivió hasta los veinticinco años. Sin embargo, desde 1973, su casa con porche estÔ en Carolina del Norte, en el condado de Warren. En una pequeña municipalidad que quiso ser ciudad y que se llama Soul City.
Como cuenta en su libro The Salad Pickers, la seƱora Ball-Groom echa de menos su infancia ācomo casi todo el mundoā, pero no echa de menos la ciudad. Cuando era pequeƱa, las calles de Nueva York efervescĆan con los gritos y los juegos de cientos de niƱos de su edad, baby-boomers concebidos en la paz que siguió a la 2ĀŖ Guerra Mundial, pero esas mismas calles tambiĆ©n eran Ć”speras y, con demasiada frecuencia, implacables. Esos cientos de niƱas y niƱos negros aprendĆan dónde estaban los lĆmites de su barrio y, por tanto, de su raza. AprendĆan a dónde y a quiĆ©n debĆan dirigirse. AprendĆan a agachar la cabeza cuando les hablaba un blanco.
Cuando llegaron los 60, los negros estaban hartos de tener lĆmites. Algunos quisieron romper esos lĆmites de forma pacĆfica, como Martin Luther King; otros pensaban que la Ćŗnica manera de romper algo era, efectivamente, haciĆ©ndolo pedazos por la fuerza. Uno de ellos era Floyd McKissick, lĆder del Congreso por la Igualdad Racial (CORE) en 1966.

Veterano de la guerra en Europa, McKissick fue, en 1951, el primer negro en ser admitido en la escuela de Derecho de la Universidad de Carolina del Norte. Lo consiguió tras un largo proceso legal y, de alguna manera, como consecuencia de haber estado envuelto en movimientos por los derechos civiles desde que ingresó en la NAACPĀ (Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color) con tan solo doce aƱos. Ā A principios de los 60, McKissick formó parte del equipo del CORE que funcionó como asesor en varias actividades y manifestaciones encabezadas por el reverendo King. Sin embargo, segĆŗn avanzaba la dĆ©cada, el CORE fue distanciĆ”ndose cada vez mĆ”s de la pacĆfica integración que preconizaba King y acercĆ”ndose a las posiciones extremas de las Black Panthers. Cuando McKissick se convirtió en cabeza de la organización, el CORE era un movimiento separatista; un estandarte del Black Power.
Martin Luther King fue asesinado en Memphis el 4 de abril de 1968 sin haber visto cumplido su sueƱo. A las pocas semanas, Floyd McKissick dimitió como lĆder del CORE y comenzó a trabajar en el suyo propio: una ciudad concebida, planificada, construida y habitada por negros y para negros. La llamó Soul City.
El equipo con el que McKissick acometerĆa la empresa estaba formado por un buen nĆŗmero de asesores: arquitectos, urbanistas, economistas, ingenieros, sociólogos y abogados, ademĆ”s de administrativos y asistentes personales. Uno de ellos era la seƱorita Jane Ball, quien habĆa conocido a McKissick en una de las reuniones neoyorquinas del CORE. A Ball le fascinaba la idea de un lugar donde los niƱos y las niƱas negras pudiesen crecer en paz y libertad, sin las bandas de Harlem o el Bronx, sin la policĆa vigilando cada movimiento.
Obviamente, cualquier equipo humano era insuficiente sin el colosal soporte financiero que necesitaba el proyecto. McKissick lo encontró en uno de los lugares a priori menos proclives a prestar dinero al colectivo negro: la presidencia de Richard Nixon.
En realidad, las posiciones entre un Nixon reciĆ©n elegido y McKissick no eran tan distantes. SĆ, un par de aƱos antes, el propio McKissick habĆa llamado fascista y racista al candidato Nixon pero, a principios de los 70, no es solo que necesitase el dinero gubernamental para su ciudad, es que ambos confiaban en el capitalismo como Ćŗnico camino para alcanzar sus objetivos. Objetivos que tampoco eran tan distintos. Por un lado, el Black Power no buscaba la integración sino la separación y el control de las comunidades donde hubiese mayorĆa negra; por el otro, Nixon necesitaba votantes negros y, siendo honestos, tampoco veĆa con malos ojos que esos votantes viviesen en comunidades separadas, por mucho que estuviesen autoadministradas y autogestionadas.
Anuncio original de Soul City. ca 1970.
Lógicamente, esta postura separatista no podĆa exhibirse de manera pĆŗblica, asĆ que cuando el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD) inició el programa de financiación de nuevas ciudades construidas bajo iniciativa privada, McKissick defendió su Soul City como una comunidad para todas las razas en lugar de esa ideal ciudad negra que le habĆa servido para describirla en los inicios del proyecto.
A principios del 69, con la carrera electoral en marcha, McKissick, uno de los lĆderes del movimiento negro, apoyó pĆŗblicamente la candidatura de Richard Nixon e incluso se inscribió en el Partido Republicano. A cambio, Soul City fue uno de los trece proyectos auspiciados por el HUD. El Ćŗnico que se construirĆa sin ninguna preexistencia, sin ninguna ciudad próxima y sin ninguna infraestructura industrial que garantizase el nĆŗmero suficiente de puestos de trabajo necesarios para sostener una ciudad. McKissick eligió una antigua plantación de tabaco en el condado de Warren, en su Carolina del Norte natal. Ā Era lo mĆ”s parecido a los legendarios cuarenta acres y una mula que la Unión prometió a los esclavos liberados tras la Guerra Civil Americana; una ciudad negra construida en la tierra que, durante tantos aƱos, habĆa sido trabajada por mano de obra esclava.
Soul City se ideó siguiendo un plan de treinta aƱos. ComenzarĆa en 1973 con tres pequeƱos nĆŗcleos habitacionales que alcanzarĆan unos dos mil habitantes en 1978, hasta llegar a una población total estimada de cuarenta y cuatro mil residentes para el aƱo 2004. Todo ello con industrias y negocios autóctonos, comercios, escuelas y hospitales. Las estructuras de una ciudad pero con el espĆritu de un pueblo; de esa entidad que los estadounidenses llaman Ā«communityĀ».

No funcionó, claro. Se construyeron las carreteras, las calles y las plazas. Se construyó la red elĆ©ctrica y la de abastecimiento de agua. Se construyeron los tres nĆŗcleos iniciales y hasta un edificio de 6.000 metros cuadrados que debĆa servir como nodo de la incipiente industria manufacturera. Se llamaba Soul Tech One y, como su nombre adelantaba, debĆa ser el primero de varios y, aunque algunas empresas se establecieron en el Soul Tech One, ni eran las suficientes ni los suficientemente grandes como para generar un tejido económico sólido. Como una serpiente incapaz de dejar de morderse la cola, sin tejido económico no llegaron los residentes y sin residentes no aparecieron las empresas. AsĆ que, en 1978, Soul City apenas llegaba a los doscientos vecinos.
Hay quien considera que parte del fracaso de la ciudad se debió al racismo e incluso al machismo. Por ejemplo, Eva Clayton, congresista por Carolina del Norte y que formó parte de la Soul City Foundation desde el 73 al 79, afirmó en una entrevista concedida en 1989 que una ciudad planificada por hombres negros y tambiĆ©n por mujeres negras amenazaba las estructuras de poder tradicionales, sostenidas por viejos hombres blancos convencidos deĀ que los negros no estaban capacitados para planificar nada. Algunos aluden alĀ mismo nombre, Ā Soul City, como demasiado negro y, por tanto, en contra de su desarrollo. Es decir, que pese a que tĆ©cnicamente era un proyecto abierto a todas las razas, mucha gente siguió considerando a Soul City como una comunidad exclusivamente para negros. Otros apuntan a la falta de apoyo gubernamental, esencialmente porque, en 1974, casi al principio del proyecto, Richard Nixon dimitió de la presidencia, caso Watergate mediante, con lo que el principal apoyo de McKissick tambiĆ©n desapareció. AdemĆ”s, en medio de las evidencias de fracaso, el periódico local The Raleigh News and Observer acusó a los responsables de Soul City de todo tipo de desmanes, desde nepotismo hasta corrupción polĆtica y malversación de fondos. Con todo el ruido, el HUD cortó los fondos en 1979 y Soul City se paralizó definitivamente.

Seguramente, el descalabro de Soul City se debió, como casi siempre, a una entrelazada de factores. Y, posiblemente, uno de los factores mĆ”s relevantes fue la imposibilidad real de levantar una ciudad desde la nada. Al menos, en la segunda mitad del siglo XX. Se dirĆa que los Estados Unidos seguĆan pensando en los mismos tĆ©rminos que los colonos del XVII y XVIII, cuando, efectivamente, no habĆa nada sobre lo que apoyarse cuando fundaron pueblos y ciudades por todo el paĆs. Sin embargo, en los aƱos 70, era una quimera pensar en caravanas de jóvenes urbanos que hiciesen ese viaje al sur, a un entorno esencialmente rural, desde Chicago, Nueva York, Boston o incluso desde la vecina Charlotte. La prueba es que, de los trece proyectos financiados inicialmente por el HUD, solo el texano The Woodlands salió adelante, ayudado por el pequeƱo boom petrolĆfero que surgió a las afueras de Houston a finales de los 70.
A fecha de hoy Soul City sigue existiendo, aunque como comunidad dependiente de Raleigh y con una población que apenas llega a los dos mil habitantes. Uno de ellos es la seƱor Jane Ball-Groom, quien decidió hacer el viaje y no regresar a Harlem. En estos cuarenta aƱos ha visto como la figura de Floyd McKissick desaparecĆa del imaginario pĆŗblico pese a que fue uno de los hombres que encabezaron la lucha por los derechos civiles en los aƱos 60. Al menos en Carolina del Norte se le sigue recordando y, por suerte para Ć©l, murió en 1991 sin llegar a ver la Ćŗnica gran infraestructura que se construyó en los terrenos que debĆan haber sido Soul City: el Instituto Correccional de Warren, una prisión de mĆ”xima seguridad inaugurada en 1993 y en la cual viven unos ochocientos reclusos. La gran mayorĆa de raza negra.
Interesante el tema, con un pero. Parece que si no se mete una referencia de discriminación sexual en todo artĆculo, lavan a acusar a una de machista. En este texto la coletilla es “(…) e incluso al machismo”. No hay ninguna justificación ni argumento que la apoye, pero ahĆ estĆ”, para salvarnos el pellejo. Es el “por si acaso”.
No hay machismo en todos y cada uno de los temas de nuestra vida, le pese a quien le pese.
En leer bien no hay engaƱo. El autor del texto explicita que “Hay quien considera que parte del fracaso de la ciudad se debió al racismo e incluso al machismo”, no estĆ” aseverando, aporta otro posible de los tantos factores que se asume supusieron el fracaso del proyecto.
Y su argumento es la entrevista realizada a Eva Clayton, y que puede leerse a travĆ©s del link posteado en el artĆculo. En esa entrevista ella afirma lo siguiente: “the dynamics of working at that time, through the county commissions was controlled by, most, well, all men, no doubt about that, because I’m the first woman ever to be there.”
Es decir, ella fue la primera mujer en la historia en asumir un cargo de responsabilidad en las Comisiones del Condado, instituciones responsables de impulsar o frenar un proyecto como Soul City. A mi no me parece descabellado decir que las mujeres tenĆan una mĆnima injerencia en decisiones que favorecieran proyectos de ese tipo.
Estoy de acuerdo en que no hay que buscar machismo donde no lo hay, de igual manera no hay que subestimar lo entramado que estĆ” el machismo en (y me atrevo a afirmar sin estadĆsticas a la mano) todas las sociedades del planeta y sus culturas.
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