Andan por ahĆ pareciendo personas normales. Los podrĆas confundir con alguien cualquiera si te cruzaras con uno de ellos por la calle, porque no sĆ© si solo un cruce de miradas bastase para sospechar que, con la misma facilidad que tĆŗ respiras, ellos crean e imaginan infinitos mundos solo capaces de percibir los demĆ”s mortales en universos onĆricos.
Tener destreza para hacer dibujos no es tarea fƔcil, muy a pesar de algunos. Hasta quƩ punto nuestra vida estƔ llena de experiencias y objetos rutinarios e insulsos, los mismos que son una mina de oro para un ilustrador, que los traza en su hoja con elegancia y sencillez para que no pasen inadvertidos.

Seis diseƱadoras grĆ”ficas y una profesora de Arte de instituto fueron las aventajadas alumnas del ilustrador Steven Guarnaccia en el taller ‘Creación de un libro objeto’. Servidora, que aquĆ vino de oyente para relataros el trabajo del dibujante en esta jornada del Flic Festival de Barcelona (festival de literaturas y artes juvenil e infantil), acabó formando parte del alumnado.
En el aula habĆa tres mesas, una junto a otra; en esas tres mesas habĆa ocho cajas de cerillas, una frente a cada una de las ocho sillas que rodeaban las mesas. Y, despuĆ©s de una breve presentación, Guarnaccia encargó el primero de los ejercicios del taller: «¿Veis esta caja de cerillas? Tiene estructura, se puede aplastar, se puede cortar, se puede dividir en piezas pequeƱas. Os vais a enfrentar a este objeto cotidiano. De ella debĆ©is crear una historia, un libro, un objetoĀ». En cuarenta y cinco minutos.


Para los que acabĆ”is de descubrir a Steven Guarnaccia en estas lĆneas, Ć©l es profesor de la legendaria universidad de DiseƱo y Arte The New School, fue durante unos aƱos director de arte de las pĆ”ginas editoriales del New York Times, y su trabajo ilustrativo abarca desde portadas de CD o revistas, a diseƱos para museos o marcas de relojes, aparte de sus libros infantiles reinterpretando cuentos populares con un halo setentero.
En el taller vino a defender el libro como un objeto desde el cual experimentar una historia. «Los libros pueden estar bien en su versión digital, pero no creo que sea el futuro de los libros. Los libros infantiles son la formalización de una historia, una experiencia, una idea. El niño empieza a controlar el mundo a partir de los objetos. La pantalla reduce el mundo a una sola escala».
Y como las palabras no bastan, pasó una muestra de diferentes libros como ejemplo de ello. Libros desplegables, libros en movimiento, libros que provocan, libros sobre nada. Uno de ellos, titulado Sounds (sonidos), creado por Keith Godard, era simplemente hojas de diferentes texturas para que interviniera el oĆdo y el tacto en la experiencia. Y libros donde el tamaƱo pesa. Ā«Hace poco estuve de jurado en un certamen de cómics. Los jueces prestaron atención a uno de los libros que se presentaba, de gran tamaƱo. Y un miembro del jurado dijo: “Ā”Ohā¦! He sentido lo mismo que cuando de pequeƱo cogĆa un cómic con mis manosĀ», porque era de la misma escala que un tebeo normal para un niƱoĀ».

Y ahĆ seguĆamos, dando vueltas a la cajita de cerillas. Remirando con recato las otras manos que recortaban y enganchaban piezas a una velocidad que me golpeaba en la cara. Guarnaccia dejó sugerir: Ā«Todas aquellas cosas que no podĆ©is hacer, forman parte de vuestro estiloĀ». Guarnaccia Ā tiene un estilo inconfundible. Es como si un personaje de sus cómics, con aire estrambótico e ingenioso, hubiera tomado forma, ojos, manos y movimiento. Y vestido de colores intensos, con el mismo gusto y distinción con que pintaba HergĆ© sus cómics: Ā«La mayorĆa de artistas tienen pintura por todos lados y eso no soy yo. Recuerdo, cuando estudiaba, ver una foto de Paul Klee en traje y corbata y pensĆ© “Ā”AhĆ”! SĆ que puedo ser un artista”Ā».
Mientras que las compaƱeras hicieron virguerĆas con ese trozo de cartón, como un libro desplegable para ver en la oscuridad o un minĆŗsculo submarino, mi caja de cerillas acabó, con orgullo y barbilla bien alta, siendo mĆ”s parecido a la manualidad de un niƱo de pĆ”rvulo. Ā«Crea aquello que salga de la belleza y de lo que sientesĀ», me calmaba el ilustrador. El lenguaje visual es una de nuestras carencias cuando, quizĆ”, una imagen teja con mayor inteligencia y sencillez lo que cien palabras no harĆa.

El discurso de Giovanni Sartori, quien alentaba que un mundo cada vez mÔs visual atrofia nuestra capacidad cognitiva, se coloca a espaldas de un ilustrador. «¿Un mundo cada vez mÔs visual? ”Siempre hemos sido visuales! Yo creo firmemente en la palabra y creo totalmente en la imagen. No sé suficiente sobre la Iglesia, de modo que no puedo culparles, pero quizÔ ellos fueran quienes dieron a la palabra mÔs relevancia de la que tiene, prohibiéndola a las clases bajas. Dejaron que se creyera que solo los tontos o los artistas pudiesen entender imÔgenes».

El ilustrador es, ante todo, un narrador, dice el artista. Guarnaccia encargó el siguiente ejercicio en otro nivel de expresión: crear un libro sin imĆ”genes, sin palabras y con historia. Ā ĀæCómo? Las alumnas ingeniaron cuadernillos recortados, con texturas, evocando palabras difĆciles de describir con un idioma textual. Ā«Hay tantos lenguajes como maneras de comunicar una idea. La ausencia de palabra e imagen tambiĆ©n revela conceptosĀ», opina.

El taller concluĆa con la presentación de un proyecto, en el cual las alumnas e invitadas de rebote debĆamos narrar en Ć©l una historia con ilustraciones, con recortes, con movimiento, con aquello que nuestra mente nos permitiera fabricar. El resultado fueron trabajos bellos, emocionales, intelectuales, complejos. Una carga narrativa que, lo que podĆa parecer naĆÆf y aniƱado a simple vista, necesitaba del ojo adulto para dar la Ćŗltima pincelada.


Ā«Cuando fui director de arte de las pĆ”ginas de opinión del New York Times trabajĆ© con las personas mĆ”s inteligentes que he conocido⦠Con palabrasĀ». Guarnaccia explica cómo se interpretaban sus dibujos en el prestigioso diario: Ā«Cada vez que les llevaba un boceto, estaban seguros de que el artista estaba tratando de ocultar algo. Las imĆ”genes no las entendĆan. Los editores permitĆan ideas realmente enrevesadas en los textos que se publicaban, pero tenĆan miedo de mostrar imĆ”genes complejas en sus pĆ”ginasĀ».
Del arte del ilustrador mana un idioma que hemos creĆdo propiedad de niƱos y jóvenes, cuando su mensaje golpea como un martillo al pasear por manos adultas. Ā«Uno crea las cosas y las deja libres en el mundo. Y cada persona experimenta diferente al enfrentarse a ellas. Eso estĆ” bien, Āæno?Ā».
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