La mascota del club de surf de Fukushima es un pez con tres ojos que sale en la segunda temporada de Los Simpson y se llama Guiñitos. Lo pescan Bart y Lisa en el lago donde desembocan los residuos radiactivos de la planta de energÃa nuclear del señor Burns. Asà es el sentido del humor de los surfistas japoneses que cogen a diario la tabla a unos pocos kilómetros de la central nuclear de Fukushima Dai-ichi.
«Esto es un paraÃso del surf», dice emocionado. «En sus mejores dÃas, las olas de Fukushima no tienen nada que envidiar a las de los mejores lugares del mundo. Su calidad es constante durante todo el año, en muy poca distancia puedes escoger muchas playas y apenas hay nadie en el agua porque nadie quiere venir aquû.
Por eso el hotel de Yoshida lleva completo desde el verano de 2011. Al otro lado de la carretera, ha levantado uno mucho más moderno y mucho más grande donde tampoco quedan habitaciones. Aun asÃ, todos los dÃas encuentra un momento para cambiar su chaqueta y corbata por el traje de neopreno y meterse en el agua. «Cuando era pequeño decÃa que era de Fukushima y nadie sabÃa de dónde venÃa. Ahora, desgraciadamente, es un lugar muy famoso», dice.
—Yo no. En las playas hay contadores Geiger y el nivel de radiación es el mismo que en Tokio. Además, la radiación se diluye en el agua, pierde fuerza y se hunde hasta el fondo.
Curiosamente, la ciencia de andar por casa de Yoshida coincide tanto con los análisis de Shaun Burnie, la especialista en energÃa nuclear y radiación de Greenpeace, como con los del doctor Makoto Akashi, del Instituto Nacional de Ciencias Cuánticas, Radiológicas y TecnologÃa de Japón. «Antes del accidente, el nivel de radiación natural era de 0,05 microsieverts por hora. Ahora es de 0,1. Es un poquito más alto que hace seis años, pero no es preocupante», señala Akashi.
«Por ejemplo, en la cima del monte Fuji o en unas aguas termales, el nivel natural de radiación llega a 0,15, y yo no dirÃa que es perjudicial para la salud». Burnie se muestra conforme: «En algunos puntos del mar de Irlanda la contaminación por radiación es superior a la de la costa de Fukushima».
La mascota del club de surf de Fukushima es un pez con tres ojos que sale en la segunda temporada de Los Simpson y se llama Guiñitos. Lo pescan Bart y Lisa en el lago donde desembocan los residuos radiactivos de la planta de energÃa nuclear del señor Burns. Asà es el sentido del humor de los surfistas japoneses que cogen a diario la tabla a unos pocos kilómetros de la central nuclear de Fukushima Dai-ichi.
«Esto es un paraÃso del surf», dice emocionado. «En sus mejores dÃas, las olas de Fukushima no tienen nada que envidiar a las de los mejores lugares del mundo. Su calidad es constante durante todo el año, en muy poca distancia puedes escoger muchas playas y apenas hay nadie en el agua porque nadie quiere venir aquû.
Por eso el hotel de Yoshida lleva completo desde el verano de 2011. Al otro lado de la carretera, ha levantado uno mucho más moderno y mucho más grande donde tampoco quedan habitaciones. Aun asÃ, todos los dÃas encuentra un momento para cambiar su chaqueta y corbata por el traje de neopreno y meterse en el agua. «Cuando era pequeño decÃa que era de Fukushima y nadie sabÃa de dónde venÃa. Ahora, desgraciadamente, es un lugar muy famoso», dice.
—Yo no. En las playas hay contadores Geiger y el nivel de radiación es el mismo que en Tokio. Además, la radiación se diluye en el agua, pierde fuerza y se hunde hasta el fondo.
Curiosamente, la ciencia de andar por casa de Yoshida coincide tanto con los análisis de Shaun Burnie, la especialista en energÃa nuclear y radiación de Greenpeace, como con los del doctor Makoto Akashi, del Instituto Nacional de Ciencias Cuánticas, Radiológicas y TecnologÃa de Japón. «Antes del accidente, el nivel de radiación natural era de 0,05 microsieverts por hora. Ahora es de 0,1. Es un poquito más alto que hace seis años, pero no es preocupante», señala Akashi.
«Por ejemplo, en la cima del monte Fuji o en unas aguas termales, el nivel natural de radiación llega a 0,15, y yo no dirÃa que es perjudicial para la salud». Burnie se muestra conforme: «En algunos puntos del mar de Irlanda la contaminación por radiación es superior a la de la costa de Fukushima».