21 de mayo 2014    /   ENTRETENIMIENTO
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El origen de los dichos: Tener su aquel

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Cómo nos gusta el misterio, reconozcámoslo. Porque mira que podíamos esforzarnos un poco más y deleitarnos en la descripción del que tenemos enfrente, ese que no nos parece guapo a rabiar, pero que tiene un puntito, un algo, un no sé qué que nos gusta. Pero no. En su lugar, y para no desecharlo del todo y condenarlo a la lista del olvido, decimos eso de «tiene su aquel». Si es que, en el fondo, somos muy considerados. (Foto: Sergio Patric lic. CC)

Este es uno de esos dichos sutiles que me gusta mucho. Tan sutil, que llega a convertirse en un comodín para describir lo que no tiene descripción. La RAE, por ejemplo, lo define como una locución verbal que, dicho de una persona, significa que tiene cierto interés o atractivo indefinible. Cierto. Quizá no sea pereza el no querer dar más detalles de eso que hace tan interesante a alguien, como exponía arriba. Sino, más bien, cierta imposibilidad de poder concretar, de decir exactamente qué es lo que vemos de especial en esa persona.
¿Pero de dónde viene ese «aquel»? Seguro que estaréis pensando que es un pronombre demostrativo. Pues no, no van por ahí los tiros.
Adolfo de Castro fue un erudito español del siglo XIX, gaditano para más señas, que afirmaba que «Tener mucho aquel es tener mucho entendimiento o mucha inteligencia». No parece tener nada que ver con la gracia, con la belleza, con eso que nos atrae. Claro, que estamos hablando de lo que significaba en 1879, que es cuando escribió Estudios prácticos de buen decir y de arcanidades de la lengua española, y de donde está sacada la cita. Lo que explica después es que «aquel» procede del término árabe aquel y no del pronombre.
Luis Montoto especifica aún más esa expresión. No solo es tener inteligencia, sino tener inteligencia perspicaz. «Equivale a gracia en la persona, y en el decir, y en el hacer, y… mucho más todavía». ¿En quién estaría pensando el buen Montoto? Ni idea, pero debía ser alguien increíble.
Hoy en día, ese significado de inteligencia está prácticamente perdido. Quizá lo roce de refilón el otro sentido de la expresión, que lo aplicamos –según la RAE- cuando un asunto tiene cierta complejidad no evidente. Y nos da un ejemplo: «Parecía resuelto, pero el asunto tiene su aquel». Y digo lo roza por relacionar de alguna manera la inteligencia con la complejidad de algo, por muy sutil que parezca.
Sea como sea, está claro que cuando hablamos hoy de que alguien tiene su aquel estamos pensando más en ese puntito de belleza física que no alcanzamos a describir, pero que nos gusta, qué demonios. Si es inteligente o no, importa poco.
 

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Cómo nos gusta el misterio, reconozcámoslo. Porque mira que podíamos esforzarnos un poco más y deleitarnos en la descripción del que tenemos enfrente, ese que no nos parece guapo a rabiar, pero que tiene un puntito, un algo, un no sé qué que nos gusta. Pero no. En su lugar, y para no desecharlo del todo y condenarlo a la lista del olvido, decimos eso de «tiene su aquel». Si es que, en el fondo, somos muy considerados. (Foto: Sergio Patric lic. CC)

Este es uno de esos dichos sutiles que me gusta mucho. Tan sutil, que llega a convertirse en un comodín para describir lo que no tiene descripción. La RAE, por ejemplo, lo define como una locución verbal que, dicho de una persona, significa que tiene cierto interés o atractivo indefinible. Cierto. Quizá no sea pereza el no querer dar más detalles de eso que hace tan interesante a alguien, como exponía arriba. Sino, más bien, cierta imposibilidad de poder concretar, de decir exactamente qué es lo que vemos de especial en esa persona.
¿Pero de dónde viene ese «aquel»? Seguro que estaréis pensando que es un pronombre demostrativo. Pues no, no van por ahí los tiros.
Adolfo de Castro fue un erudito español del siglo XIX, gaditano para más señas, que afirmaba que «Tener mucho aquel es tener mucho entendimiento o mucha inteligencia». No parece tener nada que ver con la gracia, con la belleza, con eso que nos atrae. Claro, que estamos hablando de lo que significaba en 1879, que es cuando escribió Estudios prácticos de buen decir y de arcanidades de la lengua española, y de donde está sacada la cita. Lo que explica después es que «aquel» procede del término árabe aquel y no del pronombre.
Luis Montoto especifica aún más esa expresión. No solo es tener inteligencia, sino tener inteligencia perspicaz. «Equivale a gracia en la persona, y en el decir, y en el hacer, y… mucho más todavía». ¿En quién estaría pensando el buen Montoto? Ni idea, pero debía ser alguien increíble.
Hoy en día, ese significado de inteligencia está prácticamente perdido. Quizá lo roce de refilón el otro sentido de la expresión, que lo aplicamos –según la RAE- cuando un asunto tiene cierta complejidad no evidente. Y nos da un ejemplo: «Parecía resuelto, pero el asunto tiene su aquel». Y digo lo roza por relacionar de alguna manera la inteligencia con la complejidad de algo, por muy sutil que parezca.
Sea como sea, está claro que cuando hablamos hoy de que alguien tiene su aquel estamos pensando más en ese puntito de belleza física que no alcanzamos a describir, pero que nos gusta, qué demonios. Si es inteligente o no, importa poco.
 

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