La primera inversión que deberÃa acometer alguien que disfruta de un patrimonio holgado es la búsqueda y manutención de un doble. ¿Pero qué es exactamente un doble? Una persona con la suficiente coincidencia fÃsica con nuestra apariencia como para poder reemplazarnos en situaciones tediosas, inconvenientes, peligrosas o poco deseables.
Están bien documentados los casos de polÃticos o sátrapas (o ambas cosas) que gozaban de este privilegio. Stalin, Gadafi, Sadam… Pero hay mucha más gente de la que usted cree que tiene un doble a sueldo. Incluso personas de su entorno, que arañan de sus Ãnfimas nóminas lo indecible para poder procurarse un sosias.
Si el doble es muy convincente puede hacer gozar a tu pareja bajo las sábanas sin que repare en el engaño. O peor aún, sabiendo perfectamente que es un engaño y paladeando la novedad, ¿quién no querrÃa disfrutar de una réplica de su ser amado? Es una perversión exquisita, al alcance de unos pocos, y normalmente tiene lugar con gemelos idénticos, como ilustra la inquietante cinta de David Cronenberg Inseparables (1988), cuyo visionado les recomiendo con entusiasmo. Jeremy Irons duplicado. ¡Ahà es nada!
La segunda novela que escribió el gran Dostoyevski se titula precisamente El doble, y aborda la cuestión desde una óptica diferente. Un funcionario gris y oscuro de la Rusia de los zares se ve reemplazado paulatinamente por otro hombre con quien comparte idéntica fisonomÃa, el mismo nombre y las mismas habilidades. En realidad es la historia de una sustitución. Y aquà viene el chiste fácil, o no tanto. ¿Realmente habÃa dos Toyevskis, que empujaron a nuestro escritor ruso favorito a sufrir esa paranoia? Alcohólico y ludópata, ¿por qué no habrÃa de alimentar esa pesadilla de ser dos y no saberlo?
Pero puede suceder que el original envidie la vida del doble, y se produzca una inversión de intereses, el doble quedará relegado a las tareas familiares, a la vida contemplativa, mientras el original ocupará el papel del doble, con la impunidad moral que ello otorga. Este caso suele terminar en el diván del psicoanalista, pero conviene ser precavido, pues los psicoanalistas más reputados también suelen tener un doble.
No es preciso recurrir a la cirugÃa plástica. El estilismo, la actitud, la dicción, los pequeños detalles… Todo ello suele bastar para convencer al populacho de que el personaje famoso que conocen de la televisión está ante ellos, dispuesto a hacerse un selfi. O dos.
Por cierto, hace poco coincidà en un cóctel con un célebre actor y monologuista con quien todo el mundo querÃa hacerse selfis. Ante el evidente hastÃo y comprensible agotamiento de paciencia que se dibujaba en su rostro le dije:
—Santi, deberÃas tener un doble que soportara el tedio de la fama, mientras tú estás en la playa o en la peluquerÃa.
A lo que me respondió muy ufano:
—¡Qué me vas a contar! El doble soy yo. Millán está en las Bahamas.
Para terminar, ya me dirán si les ha gustado este artÃculo, porque es el primero que le he encargado a mi doble.
Imagen de portada:Â Razvan Iosif / Shutterstock.com
no puede faltar, “El hombre duplicado” del maestro Saramago…
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