La arquitectura hecha con tierra tambiƩn es patrimonio

”Yorokobu gratis en formato digital!
Buena parte del acervo cultural marroquĆ es de barro. Ā«Cuando hablamos del patrimonio arquitectónico de un territorio, solemos pensar en construcciones ricas, con una tradición histórica, descrita y escrita en los tratados de arquitectura. Pero no siempre es asĆĀ».
En ocasiones, continĆŗa Nuria Medina, coordinadora cultural de Casa Ćrabe, Ā«el valor de ciertas edificaciones no deriva de la nobleza de sus materiales, sino de su vinculación con las personas que las habitanĀ».
«Es su relación con la cultura y el modo de vivir de la población. A veces no importa tanto su belleza como el hecho de que se trate de una arquitectura viva y habitada», añade.
Ocurre en el caso de la arquitecturaĀ con tierra que abunda en el sur del paĆs africano. Ā«La población local, bereberes principalmente, construyó un tipo de edificación que humaniza el paisaje y se integra en Ć©l. Su belleza procede del uso exclusivo del material naturalĀ».
Faissal Cherradi Akbil, arquitecto y especialista en arquitectura de tierra, ademĆ”s de consejero del Ministerio de Cultura y Comunicación del Reino de Marruecos, tomaba la palabra tras la intervención de Medina, en un reciente encuentro celebrado en Madrid. Al igual que la ponente que le precedĆa, lo hizo para reivindicar el valor patrimonial de este tipo de arquitectura.
Ā«En la llanura presahariana ācontinuabaā, la naturaleza es la que marca las pautasĀ». La construcción de las viviendas de sus oasis estĆ”n sujetas a sus leyes: Ā«AllĆ la dureza no permite lo innecesario. La sĆntesis y lo esencial se convierte en clave para la supervivencia. Y eso es hacer arquitecturaĀ».
En el valle del Draa, al suoreste de Marruecos, el rĆo traza una lĆnea de vida en mitad del desierto Ā«de la que parecen descolgarse, a modo de rosario, una serie de oasisĀ». El de Māhamid es el Ćŗltimo de ellos. Un conjunto de doce asentamientos tradicionales salpicados entre las dunas, rodeado de huertas y en el que, segĆŗn el Ćŗltimo censo āque data de 2004ā, viven cerca de 7.000 personas.
Carmen Moreno, miembro de la asociación de especialistas en conservación del patrimonio y en cooperación al desarrollo Terrachidia, califica de Ā«paisaje antrópicoĀ» este tipo de asentamiento. Ā«Lo ha creado el hombre a partir del rĆo y del resto de elementos de la zona. Es un urbanismo inteligente y los materiales se han empleado de una manera muy sabia porque se adaptan a las inclemencias del clima y al terrenoĀ».
Dentro de estos oasis, los ksur (poblados fortificados) disponen de una estructura urbana que imita al dibujo del esqueleto de un pez: una calle principal a la que cruzan perpendicularmente otras mÔs pequeñas. Mientras que aquella suele estar descubierta, los callejones, en cambio, suelen parapetarse bajo las propias casas, creando asà espacios cubiertos en los que guarecerse en las horas de mÔs calor. «En ocasiones, la temperatura exterior puede acercarse a los 50º, mientras que dentro de estos pasadizos no suelen superar los 25».
La estructura de las casas responde tambiĆ©n a los dictados climatológicos: viviendas de dos plantas, con un patio central estrecho, pero de altas paredes o fachadas con pequeƱas aperturas son algunos de los elementos mĆ”s frecuentes. Su disposición no es estĆ”tica; en invierno se prefiere la planta superior, mientras que en verano el dĆa transcurre en la mĆ”s baja y se sube a la cubierta para dormir.
Calles, viviendas, incluso edificios significativos como la mezquita, la escuela o los morabitos (pequeƱas construcciones funerarias) se construĆanĀ con tierra. Y empleamos el pretĆ©rito imperfecto del verbo a propósito ya que el uso de aquel material ya no es tan habitual como antaƱo.
Hormigón, ¿sinónimo de prosperidad?
Pese a las numerosas propiedades de la tierra en estas construcciones (Ā«es un material muy fĆ”cil de trabajar. Es barato y no precisa de una alta cualificación para saber construir con ella, ademĆ”s de ser sostenible āsu manipulación no genera emisiones de CO2ā, reciclable y óptimo para la salud de las personas que los habitanĀ»), en los Ćŗltimos aƱos el hormigón le estĆ” ganando terreno. ĀæPor quĆ©?
Faissal Cherradi Akbil seƱala al progreso mal entendido como la principal causa. Ā«Algunas familias de la zona comienzan a construir su casa con hormigón como reflejo de una mejor calidad de vidaĀ», comentaba con una entonación evidentemente dubitativa. Ā«Estamos en pleno siglo XXI; ahora ĀæquiĆ©n les explica que la casa de sus padres o sus abuelos era mejor?Ā», aƱadĆa para apostillar con una paradoja: Ā«Mientras ellos ven el hormigón como un sĆmbolo de prosperidad, son los ricos americanos y europeos los que ahora se estĆ”n dando cuenta de que en las casas bioclimĆ”ticas se vive mejorĀ».
Para Carmen Moreno, el continuo mantenimiento que requiere las construccionesĀ con tierra tambiĆ©n tienen mucho que ver en este cambio de tendencia. Ā«Cuando no se llevan a cabo ciertas labores de conservación de manera periódica ācomo, por ejemplo, la renovación del recubrimiento de las fachadas tras una gran lluviaā, la edificación se ve afectadaĀ». Con el uso del hormigón Ā«se prioriza la inmediatez y la no necesidad de mantenimiento ante la calidad constructiva y de habitabilidadĀ».
La falta de aislamiento tĆ©rmico es uno de los principales problemas de las nuevas viviendas: Ā«Con el bloque de hormigoĢn no se coloca ninguĢn tipo de material aislante ni se revisten las fachadas. El peĢsimo comportamiento teĢrmico del material provoca que las temperaturas en el interior de las viviendas sean mucho mayores que en las viviendas tradicionalesĀ».
Fuera el panorama no mejora. «El paisaje de las ciudades resulta desolador. La trama urbana, con grandes avenidas que carecen de espacios en sombra (imprescindibles en este clima), provoca que la calle sea un espacio público invivible».
Que vuelva la tierra
Desde 2012, Terrachidia estÔ desarrollando diversas acciones para revertir esta situación y que la tierra vuelva a ser el material preponderante en los oasis. Los talleres son unos de sus principales instrumentos. «Trabajamos en la rehabilitación de espacios urbanos y edificios singulares de los poblados del oasis de la mano de los maestros de construcción locales».
El objetivo, conservar e incluso recuperar las tĆ©cnicas de la arquitecturaĀ de tierra, propia de esta zona, y evitar que ocurra lo mismo que ha sucedido con la arquitectura rural en otras partes del mundo, entre ellas EspaƱa: Ā«Los que aĆŗn saben construir con adobe o mortero no son artesanos, sino artistas, y hay que pagarles a precio de artistasĀ», decĆa Faissal Cherradi Akbil durante su intervención.
Los grupos de trabajo rehabilitan plazas, puertas o mezquitas y otros elementos comunitarios. Ā«Son construcciones donde se reĆŗne la gente y con las que la población se siente especialmente vinculadaĀ». La implicación de la población local resulta esencial para el logro de esas metas: Ā«La idea es que, gracias al trabajo de sensibilizacioĢn que se realiza con ellos, sean los habitantes los que tomen la iniciativa de recuperar estos espacios y promuevan iniciativas propiasĀ».
AdemÔs de los locales, a los talleres, según Moreno, acuden personas comprometidas e interesadas en la conservación del patrimonio cultural y del medio ambiente procedentes de todo el mundo. «Hay mucho joven arquitecto o aparejador, pero también gente de otras muchas disciplinas». En ellos se habla del origen del oasis, de cómo se configuran los poblados, del palmeral, las calles, las casas y de cómo se trabaja con la tierra como material.
Ā«AdemĆ”s de trabajar con maestros del oasis, conocen la artesanĆa de la mano de las cooperativas de mujeres, su modo de vida y su cultura. Es un espacio de aprendizaje desde el learning by doing que genera oportunidades de innovación y desarrollo, porque sabemos que la innovación ocurre en la intersección de culturasĀ».
Para fomentar esa intersección de culturas de la que habla Carmen Moreno, Terrachidia editó en 2015 una guĆa del Patrimonio Cultural del Oasis de M’hamid. Ā«AdemĆ”s de la parte tĆ©cnica y arquitectónica, se proponen rutas y paseos para adentrarse en los pueblos y perderse en los palmerales y las dunas. No existĆa ningĆŗn material similar hasta entoncesĀ».
La guĆa estĆ” dirigida a todos esos turistas que llegan a Māhamid Ćŗnica y exclusivamente para visitar el desierto Erg Chigaga: Ā«Son excursiones altamente recomendables, sin duda, pero nuestra intención es que no dejen de conocer la riqueza cultural y paisajĆstica de los doce poblados tradicionales del oasisĀ».
Iniciativas para poner en valor un tipo de arquitectura que por su sencillez, austeridad y porque su «únicaĀ» razón de ser ha sido la de cobijar a sus moradores no ha contado con la protección ni el reconocimiento que merecĆa. Ā«No es tan conocida, pero ha sido la forma de habitar mĆ”s importante de los Ćŗltimos siglos porque ha sido y es una respuesta inteligente a la necesidad de hogarĀ».
Ā«En entornos urbanos ācontinua Morenoā, encontramos edificios de gran envergadura (La Alhambra de Granada, por ejemplo) que, al ser definidos como monumentos, sĆ son mĆ”s conocidos y gozan de la protección debidaĀ». Por suerte, concluye, este otro tipo de arquitectura mĆ”s domĆ©stica, rural y vernĆ”cula estĆ” reclamando la atención de las instituciones y parece que, poco a poco, lo estĆ” consiguiendo.
”Yorokobu gratis en formato digital!
Buena parte del acervo cultural marroquĆ es de barro. Ā«Cuando hablamos del patrimonio arquitectónico de un territorio, solemos pensar en construcciones ricas, con una tradición histórica, descrita y escrita en los tratados de arquitectura. Pero no siempre es asĆĀ».
En ocasiones, continĆŗa Nuria Medina, coordinadora cultural de Casa Ćrabe, Ā«el valor de ciertas edificaciones no deriva de la nobleza de sus materiales, sino de su vinculación con las personas que las habitanĀ».
«Es su relación con la cultura y el modo de vivir de la población. A veces no importa tanto su belleza como el hecho de que se trate de una arquitectura viva y habitada», añade.
Ocurre en el caso de la arquitecturaĀ con tierra que abunda en el sur del paĆs africano. Ā«La población local, bereberes principalmente, construyó un tipo de edificación que humaniza el paisaje y se integra en Ć©l. Su belleza procede del uso exclusivo del material naturalĀ».
Faissal Cherradi Akbil, arquitecto y especialista en arquitectura de tierra, ademĆ”s de consejero del Ministerio de Cultura y Comunicación del Reino de Marruecos, tomaba la palabra tras la intervención de Medina, en un reciente encuentro celebrado en Madrid. Al igual que la ponente que le precedĆa, lo hizo para reivindicar el valor patrimonial de este tipo de arquitectura.
Ā«En la llanura presahariana ācontinuabaā, la naturaleza es la que marca las pautasĀ». La construcción de las viviendas de sus oasis estĆ”n sujetas a sus leyes: Ā«AllĆ la dureza no permite lo innecesario. La sĆntesis y lo esencial se convierte en clave para la supervivencia. Y eso es hacer arquitecturaĀ».
En el valle del Draa, al suoreste de Marruecos, el rĆo traza una lĆnea de vida en mitad del desierto Ā«de la que parecen descolgarse, a modo de rosario, una serie de oasisĀ». El de Māhamid es el Ćŗltimo de ellos. Un conjunto de doce asentamientos tradicionales salpicados entre las dunas, rodeado de huertas y en el que, segĆŗn el Ćŗltimo censo āque data de 2004ā, viven cerca de 7.000 personas.
Carmen Moreno, miembro de la asociación de especialistas en conservación del patrimonio y en cooperación al desarrollo Terrachidia, califica de Ā«paisaje antrópicoĀ» este tipo de asentamiento. Ā«Lo ha creado el hombre a partir del rĆo y del resto de elementos de la zona. Es un urbanismo inteligente y los materiales se han empleado de una manera muy sabia porque se adaptan a las inclemencias del clima y al terrenoĀ».
Dentro de estos oasis, los ksur (poblados fortificados) disponen de una estructura urbana que imita al dibujo del esqueleto de un pez: una calle principal a la que cruzan perpendicularmente otras mÔs pequeñas. Mientras que aquella suele estar descubierta, los callejones, en cambio, suelen parapetarse bajo las propias casas, creando asà espacios cubiertos en los que guarecerse en las horas de mÔs calor. «En ocasiones, la temperatura exterior puede acercarse a los 50º, mientras que dentro de estos pasadizos no suelen superar los 25».
La estructura de las casas responde tambiĆ©n a los dictados climatológicos: viviendas de dos plantas, con un patio central estrecho, pero de altas paredes o fachadas con pequeƱas aperturas son algunos de los elementos mĆ”s frecuentes. Su disposición no es estĆ”tica; en invierno se prefiere la planta superior, mientras que en verano el dĆa transcurre en la mĆ”s baja y se sube a la cubierta para dormir.
Calles, viviendas, incluso edificios significativos como la mezquita, la escuela o los morabitos (pequeƱas construcciones funerarias) se construĆanĀ con tierra. Y empleamos el pretĆ©rito imperfecto del verbo a propósito ya que el uso de aquel material ya no es tan habitual como antaƱo.
Hormigón, ¿sinónimo de prosperidad?
Pese a las numerosas propiedades de la tierra en estas construcciones (Ā«es un material muy fĆ”cil de trabajar. Es barato y no precisa de una alta cualificación para saber construir con ella, ademĆ”s de ser sostenible āsu manipulación no genera emisiones de CO2ā, reciclable y óptimo para la salud de las personas que los habitanĀ»), en los Ćŗltimos aƱos el hormigón le estĆ” ganando terreno. ĀæPor quĆ©?
Faissal Cherradi Akbil seƱala al progreso mal entendido como la principal causa. Ā«Algunas familias de la zona comienzan a construir su casa con hormigón como reflejo de una mejor calidad de vidaĀ», comentaba con una entonación evidentemente dubitativa. Ā«Estamos en pleno siglo XXI; ahora ĀæquiĆ©n les explica que la casa de sus padres o sus abuelos era mejor?Ā», aƱadĆa para apostillar con una paradoja: Ā«Mientras ellos ven el hormigón como un sĆmbolo de prosperidad, son los ricos americanos y europeos los que ahora se estĆ”n dando cuenta de que en las casas bioclimĆ”ticas se vive mejorĀ».
Para Carmen Moreno, el continuo mantenimiento que requiere las construccionesĀ con tierra tambiĆ©n tienen mucho que ver en este cambio de tendencia. Ā«Cuando no se llevan a cabo ciertas labores de conservación de manera periódica ācomo, por ejemplo, la renovación del recubrimiento de las fachadas tras una gran lluviaā, la edificación se ve afectadaĀ». Con el uso del hormigón Ā«se prioriza la inmediatez y la no necesidad de mantenimiento ante la calidad constructiva y de habitabilidadĀ».
La falta de aislamiento tĆ©rmico es uno de los principales problemas de las nuevas viviendas: Ā«Con el bloque de hormigoĢn no se coloca ninguĢn tipo de material aislante ni se revisten las fachadas. El peĢsimo comportamiento teĢrmico del material provoca que las temperaturas en el interior de las viviendas sean mucho mayores que en las viviendas tradicionalesĀ».
Fuera el panorama no mejora. «El paisaje de las ciudades resulta desolador. La trama urbana, con grandes avenidas que carecen de espacios en sombra (imprescindibles en este clima), provoca que la calle sea un espacio público invivible».
Que vuelva la tierra
Desde 2012, Terrachidia estÔ desarrollando diversas acciones para revertir esta situación y que la tierra vuelva a ser el material preponderante en los oasis. Los talleres son unos de sus principales instrumentos. «Trabajamos en la rehabilitación de espacios urbanos y edificios singulares de los poblados del oasis de la mano de los maestros de construcción locales».
El objetivo, conservar e incluso recuperar las tĆ©cnicas de la arquitecturaĀ de tierra, propia de esta zona, y evitar que ocurra lo mismo que ha sucedido con la arquitectura rural en otras partes del mundo, entre ellas EspaƱa: Ā«Los que aĆŗn saben construir con adobe o mortero no son artesanos, sino artistas, y hay que pagarles a precio de artistasĀ», decĆa Faissal Cherradi Akbil durante su intervención.
Los grupos de trabajo rehabilitan plazas, puertas o mezquitas y otros elementos comunitarios. Ā«Son construcciones donde se reĆŗne la gente y con las que la población se siente especialmente vinculadaĀ». La implicación de la población local resulta esencial para el logro de esas metas: Ā«La idea es que, gracias al trabajo de sensibilizacioĢn que se realiza con ellos, sean los habitantes los que tomen la iniciativa de recuperar estos espacios y promuevan iniciativas propiasĀ».
AdemÔs de los locales, a los talleres, según Moreno, acuden personas comprometidas e interesadas en la conservación del patrimonio cultural y del medio ambiente procedentes de todo el mundo. «Hay mucho joven arquitecto o aparejador, pero también gente de otras muchas disciplinas». En ellos se habla del origen del oasis, de cómo se configuran los poblados, del palmeral, las calles, las casas y de cómo se trabaja con la tierra como material.
Ā«AdemĆ”s de trabajar con maestros del oasis, conocen la artesanĆa de la mano de las cooperativas de mujeres, su modo de vida y su cultura. Es un espacio de aprendizaje desde el learning by doing que genera oportunidades de innovación y desarrollo, porque sabemos que la innovación ocurre en la intersección de culturasĀ».
Para fomentar esa intersección de culturas de la que habla Carmen Moreno, Terrachidia editó en 2015 una guĆa del Patrimonio Cultural del Oasis de M’hamid. Ā«AdemĆ”s de la parte tĆ©cnica y arquitectónica, se proponen rutas y paseos para adentrarse en los pueblos y perderse en los palmerales y las dunas. No existĆa ningĆŗn material similar hasta entoncesĀ».
La guĆa estĆ” dirigida a todos esos turistas que llegan a Māhamid Ćŗnica y exclusivamente para visitar el desierto Erg Chigaga: Ā«Son excursiones altamente recomendables, sin duda, pero nuestra intención es que no dejen de conocer la riqueza cultural y paisajĆstica de los doce poblados tradicionales del oasisĀ».
Iniciativas para poner en valor un tipo de arquitectura que por su sencillez, austeridad y porque su «únicaĀ» razón de ser ha sido la de cobijar a sus moradores no ha contado con la protección ni el reconocimiento que merecĆa. Ā«No es tan conocida, pero ha sido la forma de habitar mĆ”s importante de los Ćŗltimos siglos porque ha sido y es una respuesta inteligente a la necesidad de hogarĀ».
Ā«En entornos urbanos ācontinua Morenoā, encontramos edificios de gran envergadura (La Alhambra de Granada, por ejemplo) que, al ser definidos como monumentos, sĆ son mĆ”s conocidos y gozan de la protección debidaĀ». Por suerte, concluye, este otro tipo de arquitectura mĆ”s domĆ©stica, rural y vernĆ”cula estĆ” reclamando la atención de las instituciones y parece que, poco a poco, lo estĆ” consiguiendo.
Buen reporte, si la tierra cruda ns da hogares y mÔs, que dan confort y duración cuando bien cuidadas, siglos de vida, pero trogloditas Bush fueron capaz de destruir siglos de historia en Irak, la Mesopotamia.
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