Ellis querĆa conocer el mundo. Concretamente, los lugares en los que se hacen cruasanes, galletas y tartas de huevo. Un dĆa se lanzó al mar y, no sin enfrentarse a tiburones, llegó a Nueva York. DespuĆ©s de visitar varios museos y tiendas, se quedó sin dinero y decidió buscar trabajo. Empezó cocinando gofres por las noches y, mientras soƱaba con ser chef en The Egg Shop, tuvo tiempo para deprimirse. Hasta que al fin consiguió su sueƱo.
Pero Ellis, aunque lo parezca, no es un chico; es un huevo. Por quƩ sueƱa con cocinar a los suyos, es algo que nadie ha logrado explicar.
El lugar en el que ahoraĀ viveĀ no es exactamente un museo. Es, mĆ”s bien, una evolución de las fotos de desayunosĀ de Instagram con sus huevos perfectos; un lugar amarillo con una finalidad artĆstica para que los visitantesĀ se hagan fotos rodeados de huevos.
Los mĆ”s crĆticos con el lugar coinciden: los mayores, en busca de la foto perfecta, no dejan a los niƱos jugar en The Egg House.
La idea de crear The Egg House se le ocurrió a tres jóvenes que se acababan de graduar en arte, diseƱo y marketing y encontraron lo que de verdad los unĆa: el amarillo de las yemas.
Con laĀ finalidad de abrir al publico un lugar para su gusto paradisĆaco, diseƱaron un espacio de seis habitaciones en tonos pastel, donde predomina el amarillo.

En uno de los cuartos hay hasta una piscina de huevos; en otros, una huevera gigante para sentirse huevo y un columpio con forma de cascarón. Por suerte para el olfato, los huevos que decoran la instalación no son reales.
Ā«Elegimos los huevos porque es un alimento universal que puedes ver y comer en cualquier paĆs sin pensar necesariamente de dónde viene. Vienen de distintos animales, estados y continentes; los hay de diferentes formas, colores y tamaƱos. Aunque todos tienen distinta cĆ”scara, eso no significa nada para los humanos porque, cuando los chafamos, todos nos parecen igualesĀ», dice Samantha Mirabal, una de las responsables de The Egg House, a Yorokobu.
Según Mirabal, eso nos acerca a los huevos porque los humanos «por fuera somos distintos, pero por dentro no nos diferenciamos: todos perseguimos sueños».
No bromea.

«La gente viene aquà para escapar del ajetreo y el bullicio de la vida en la ciudad. Cada habitación es interactiva y se puede explorar. En cuanto a foto, tiene muchas opciones. Y tenemos a Ellis el huevo», comenta.
El mayor atractivo de The Egg House es Ellis, un huevo cuya historia llega al corazón de los visitantes que alguna vez se han sentido como el personaje. Con toda probabilidad, nunca antes se pusieron en el cascarón de un huevo entusiasta.

SegĆŗn Mirabal, el Ć©xito de lugares dedicados aĀ alimentos (al helado,a la pizza y al huevo), que han comenzado a proliferar en Nueva York y que no tienen ninguna relación entre sĆ, reside en la profusión por gran parte del mundo de los alimentos elegidos. Cuando no de su universalidad.
«Los espacios de temÔtica gastronómica funcionan porque todo el mundo sabe lo que ve. No importa de donde vengas para saber lo que es un huevo», añade.
Pero lo cierto es que, sin Instagram, estos lugares no tendrĆan sentido. Se trata de espacios pensados, sobre todo, para que la gente acuda a hacerse selfis, lo que ha desatado las crĆticas de quienes consideran que estos lugares estĆ”n perjudicando al museo tradicional.

Según Mirabal, ellos no compiten con los museos ni los perjudican porque no buscan lo mismo. «No somos un museo, sino una instalación de arte interactiva con una narrativa. Es un espacio para que la gente lo pase bien, juegue y no se preocupe por sus vidas y responsabilidades durante treinta minutos», aclara.
Aunque la instalación solo permanecerÔ abierta en Manhattan hasta el 27 de junio, sus creadores estÔn buscando la manera de trasladarla a otras ciudades próximamente. También se plantean añadir elementos educativos para dar información sobre su alimento favorito.
The Egg House es mĆ”s que un espacio fĆsico. Es tambiĆ©n una cuenta de Instagram en la que se va detallando la historia de Ellis en Nueva York a travĆ©s de montajes en los que, paradójicamente, los huevos siempre estĆ”n fritos o rotos. Es difĆcil imaginar que a Ć©l le entusiasme esta idea.
Ā«Las redes sociales estĆ”n en todas partes y la tecnologĆa estĆ” siempre cambiando nuestro mundo, para bien y para mal. Por esoestamos intentando aƱadir un elemento narrativoĀ», aƱade Mirabal.
Para alejarse de esa imagen de Ā«tĆpica ventana emergente de selfisĀ» y propiciar la Ā«interacción humanaĀ», The Egg House acoge eventos en vivo con artistas. Todos ellos, dice Mirabal, tienen algo en comĆŗn con Ellis: Ā«Hemos llegado aquĆ con sueƱos y hemos empezado de la nadaĀ».
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