The New Yorker se ha convertido en el Shangri-La de los ilustradores. Muchos ansĆan conquistar su portada; incrustar su firma en la fachada principal de la residencia en la que una vez moró Eustace Tille, aquel dandy altivo que miraba el vuelo de una mariposa a travĆ©s de su monóculo. A sus mĆ”s de 90 aƱos de vida, la revista norteamericana continĆŗa siendo un icono del nuevo periodismo. De hecho no paran de salirle prolongaciones. La Ćŗltima se llama The Valencianer.
ĀæThe New Yorker en Valencia? SĆ y no. Este proyecto estĆ” inspirado en la cabecera semanal creada por Harold Ross, y efectivamente conserva su esencia, pero The Valencianer nace con vocación de humilde homenaje. SerĆ”n doce nĆŗmeros mensuales apoyados en doce portadas encargadas a ilustradores valencianos āo residentes en Valenciaā, y en cada nĆŗmero un relato, a modo de pĆldora, poetizando la cara B de la ciudad.

La idea de esta publicación digital surgió en una librerĆa del Bd. Saint-Michel āen ParĆsā con el ilustrador Carlos OrtĆn metiĆ©ndole mano a sus estanterĆas. A fuerza de rebuscar dio con un librito ligero y fascinante. Un recopilatorio de ciento y pico portadas de una revista imaginaria llamada The Parisianer. La excusa para entender ParĆs desde la perspectiva de sus ilustradores. Aquel descubrimiento fue un manzanazo en la cabeza de OrtĆn, que volvió a Valencia con el eureka entre los dientes.
Ā«El plan de la revista es, primero, sumarse a las copias a The New Yorker, al homenaje a esta revista como ilustradores y siempre desde la ilustración. En segundo lugar queremos tratar la ciudad con cariƱo. Me encanta disfrutar del lugar en el que vivo y de alguna manera lo evidenciamos en esta publicaciónĀ», cuenta Carlos OrtĆn, impulsor y director de The Valencianer.
Los cuatro nĆŗmeros publicados hasta la fecha ahondan en ese afecto. Remarcados por las ilustraciones de portadas, muy heterogĆ©neas entre sĆ, el anecdotario valenciano se amalgama configurando la cartografĆa de una ciudad diversa: Poblats MarĆtims y su encanto discreto, la exuberancia de la falla de DalĆ, el lumpen de los ochenta, la contracultura de hoy. Cada entrega arroja luz sobre una Valencia de adicciones baratas, con sus borrachos e intelectuales siempre a la sombra de los tan citados yonkis del dinero.

Bajo el nubarrón de polĆticos corruptos resiste otra Valencia, la Valencia invisible. Ā«Queremos mostrar cómo vemos la ciudad los que amamos la ilustración. Los que nos fijamos en los bajantes de las tuberĆas con caritas de personas. Los que vamos mirando para arriba y no para abajo. Todas las colaboraciones que sacamos adelante son de gente que ve esa Valencia distinta con su trencadis, el suelo hidrĆ”ulico y las azoteas, no la que se conoce desde fueraĀ».
Desde fuera llegan al Levante con los estereotipos en la guantera. Y cuando pisan la terreta no tardan en sacarlos. Que si la ruta del bakalao, que si GandĆa Shore… JamĆ”s hubieran esperado una ciudad tan alejada de semejantes referentes. La capital del Turia vive un presente estimulante repleto de oferta cultural, con un buen puƱado de barrios llenos de personalidad: el Benimaclet jipi, la Ruzafa hipster, el CabaƱal guerrero, El Carmen como huella de aquella Valencia lumpen y hermosamente decadente que dio impulso a la metrópolis que es hoy.
Por tener tiene hasta una versión de la revista mĆ”s famosa del mundo. The Valencianer cuenta con financiación de la ESAT (Escuela Superior de Arte y TecnologĆa) y unaĀ aportación del Ayuntamiento de Valencia. AdemĆ”s, se ha utilizado como festejo para conmemorar el veinte aniversario de la Asociación Profesional de Ilustradores Valencianos (APIV). La cantidad aportada por el consistorio quizĆ”s no sea relevante, pero sin duda resulta sintomĆ”tica. Es el resultado de un nuevo modelo estĆ©tico y administrativo. Ā«El cartelismo en los Ćŗltimos 25 aƱos has sido horrible. Se hacĆan encargos a cosas absolutamente caducas y absurdasĀ», argumenta Carlos OrtĆn.

Ā«Cuando llegó el PP hubo un parón de cartelistas fantĆ”sticos, como Miguel Calatayud, Sento, Daniel Torres; gente fantĆ”stica. Desde entonces todo se convirtió en un magma sin criterio ni sentido. Ahora, con las llamadas a proyectos, se estĆ” favoreciendo la posibilidad de que artistas y asociaciones de artistas sean quienes elijan a los profesionales que elaboren las campaƱas. Te puede gustar mĆ”s o menos, pero la calidad es otra. Tengo los ojos muy entrenados y a mĆ me dolĆa la basuraĀ», apostilla OrtĆn.
El tema de la cartelerĆa es especialmente sangrante por tratarse de Valencia, que lleva dĆ©cadas siendo un caladero de grandes ilustradores. Si se habla de un boom en esta disciplina, quizĆ”s sea aquĆ donde se prendió la mecha. Ā«Es cierto que hay cierta efervescencia en la ilustración. Se nota porque la gente empieza a reconocer estĆ©ticas. Mi selección en The Valencianer busca reunir lo mĆ”s emergente, lo que estĆ” funcionando en este momento. Hasta ahora hemos contado con gente como ElĆas TaƱo o Cachete Jack. En los próximos nĆŗmeros estarĆ”n Luis de Mano, MarĆa Herrero o Malota. Contamos con gente que estĆ” explotando en este momento porque querĆamos ser radicalmente actualesĀ».

Actuales, que no originales. Cuando se habla de homenaje a veces asoma un tufillo a plagio, pero el director de esta publicación procura dejarlo claro: Ā«A mĆ me hace gracia la copia, el homenaje. Si una cosa estĆ” bien hecha, Āæpor quĆ© no hacer mĆ”s? En este caso es una especie de franquicia falsa con historias como la ucronĆa del Ćŗltimo nĆŗmero. Yo estoy absolutamente en contra de toda la copia con intereses económicos. El plagio no me parece simpĆ”tico en absoluto, otra cosa es que construyas un homenaje sin ganar dinero ni aprovecharte de la situaciónĀ».
Despejadas las suspicacias solo queda esperar a que aparezcan nuevas versiones. De momento, al tallo neoyorquino le han crecido ramas en ParĆs, Tokio ātambiĆ©n hay una versión llamada The Tokyoiterā y Valencia. Si sigue escalĆ”ndose, tal vez terminemos leyendo un The Fuenlabrader.
yo quiero participar
chƩ! quƩ chula!
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