La belleza se ha instalado como la norma. Por eso Jonas Nyffenegger y  Sebastien Mathys fundaron Ugly Design, un compendio del peor gusto en diseño. Si el mundo se ha rendido a una uniformidad de IKEA, la fealdad tiene el deber de acudir en su ayuda.
Estos diseñadores suizos (otro paÃs afectado por la epidemia del diseño más puro que el aire alpino) cuentan con más de 125.000 seguidores en Instagram y otra cuenta aún más delirante en Tumblr.
Y asà lo feo –esa nueva belleza– resiste como un soldado del Viet Cong, atrincherado en el diseño de objetos. De hecho, el único territorio donde el omnipresente smartphone, con sus apps, filtros y ayudas de composición, no puede socorrernos.
Gracias a la tecnologÃa, la percepción de la belleza se ha democratizado y hoy casi todos poseemos el training armónico del profesional. Afortunadamente, llegaron los posmodernos y aportaron el humor y el kitsch. «El posmodernismo es uno de los grandes tributos a la fealdad que la arquitectura y el diseño han brindado a Occidente», remata Selims.
«Resulta difÃcil seguir fabricando productos culturales cuando el capitalismo y la industria ya no satisfacen las necesidades de un número cada vez mayor de personas», dice Chris Schanck, escultor y diseñador de mobiliario que ve la imperfección como una respuesta visceral al neoliberalismo.
Tal vez ese tipo de rebeldÃa haga florecer un nuevo dadaÃsmo, una nueva evolución del espÃritu punk. «Lo que queremos es todo lo contrario a lo que aprendimos en la facultad de Diseño», dice Mathys. «Queremos ver aquello que somos incapaces de soñar, y cuanto más absurdo, mejor».
Todos los rÃos van al mar, pero este nunca se llenará. Porque los rÃos siempre volverán a donde salieron para comenzar a correr nuevo. Lo que siempre fue lo mismo será, lo que siempre hicieron repetirán.
La belleza se ha instalado como la norma. Por eso Jonas Nyffenegger y  Sebastien Mathys fundaron Ugly Design, un compendio del peor gusto en diseño. Si el mundo se ha rendido a una uniformidad de IKEA, la fealdad tiene el deber de acudir en su ayuda.
Estos diseñadores suizos (otro paÃs afectado por la epidemia del diseño más puro que el aire alpino) cuentan con más de 125.000 seguidores en Instagram y otra cuenta aún más delirante en Tumblr.
Y asà lo feo –esa nueva belleza– resiste como un soldado del Viet Cong, atrincherado en el diseño de objetos. De hecho, el único territorio donde el omnipresente smartphone, con sus apps, filtros y ayudas de composición, no puede socorrernos.
Gracias a la tecnologÃa, la percepción de la belleza se ha democratizado y hoy casi todos poseemos el training armónico del profesional. Afortunadamente, llegaron los posmodernos y aportaron el humor y el kitsch. «El posmodernismo es uno de los grandes tributos a la fealdad que la arquitectura y el diseño han brindado a Occidente», remata Selims.
«Resulta difÃcil seguir fabricando productos culturales cuando el capitalismo y la industria ya no satisfacen las necesidades de un número cada vez mayor de personas», dice Chris Schanck, escultor y diseñador de mobiliario que ve la imperfección como una respuesta visceral al neoliberalismo.
Tal vez ese tipo de rebeldÃa haga florecer un nuevo dadaÃsmo, una nueva evolución del espÃritu punk. «Lo que queremos es todo lo contrario a lo que aprendimos en la facultad de Diseño», dice Mathys. «Queremos ver aquello que somos incapaces de soñar, y cuanto más absurdo, mejor».
Todos los rÃos van al mar, pero este nunca se llenará. Porque los rÃos siempre volverán a donde salieron para comenzar a correr nuevo. Lo que siempre fue lo mismo será, lo que siempre hicieron repetirán.
¡Me encantó!
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