Desde hace unos años nuestra ciudad ha experimentado la constante intervención pictórica y vandálica de jóvenes artistas y escritores. Todo empieza hace muchos años, hablando de la vieja escuela y los años 80, copiando el estilo americano, tags, trazados, letras de color plata y, en general, material con poco tiempo invertido. Este estilo nacía de la persecución que sufría el movimiento de explayarse gráficamente en la vía pública, ya que tanto la sociedad, los políticos y demás autoridades, nunca lo han visto con buen ojo.
Es por la década de los 90 cuando las cosas cambian en Barcelona, debido a la libertad y permisividad que experimenta la ciudad. Grupos de jóvenes, y no tan jóvenes, se dedican a hacer murales artísticos en las calles, descampados, casas abandonadas, muros de obra semipermanentes y efímeros, persinas, etc. En definitiva, en todas partes.
El aire de estas intervenciones venía a ser mucho más expresivo, colorista, y dedicado que lo que antes se había observado. Un estilo que siempre derivaba, del tag y la letra. Así pues, lo que aparecía en los muros eran murales trabajados, muchas veces con ideología (política a veces), pero contenidos con un concepto.
Aquí es donde se marca la diferencia entre la intervención mediante la herramienta del spray, para hacer dibujos, y hacer graffiti, que viene a ser poner tu nombre tantas veces como sea posible, de la mejor manera, y siempre con un resultado estético sorprendente.
Esta faceta del graffiti ha venido desapareciendo en los escritores de la ciudad, dedicándose a la faceta artística plenamente, con spray, o sin él, ya que también hemos sufrido la abundante presencia del llamado “street art”.
Hemos podido observar siempre tags y pintadas vandálicas en las que simplemente observábamos un nombre o una signatura, pero gran parte de este material, y sobre todo el que ha hecho que la escena derive en una política de prohibición, ha sido por parte de los turistas, que acostumbrados al graffiti de letras vandálico y a la prohibición, han dejado la ciudad llena de su material, abusando de las paredes y los espacios que la ciudad ofrece.
Por estos motivos, la ciudad se volvió intolerante, y hará ahora seis años se implementó la ley de la ordenanza cívica, que entre muchas otras cosas prohibía completamente elaborar pintadas en la vía pública.
A raíz de estas medidas, los artistas y escritores locales se han unido y se han convertido en escritores vandálicos que, a modo de reivindicación y placer, se han dedicado a plagar la ciudad con tags y toda clase de pintadas explícitamente alrededor del nombre y del ego.
Una nueva generación de escritores está marcando la nueva época del graffiti barcelonés y cada día crecen en cantidad y calidad. Barcelona ya no está muerta, Barcelona está aquí.