6 de febrero 2017    /   ENTRETENIMIENTO
por
 

Una mirada antropolĂłgica a las gradas de un estadio de fĂștbol

6 de febrero 2017    /   ENTRETENIMIENTO     por          
CompĂĄrtelo twitter facebook whatsapp

ÂĄYorokobu gratis en formato digital!

Lee gratis la revista Placer haciendo clic aquí.

En El extremo fantasma, el escritor mexicano Juan Villoro relatĂł la historia de un equipo de fĂștbol de baja gama que se habĂ­a creado en una zona pantanosa, alejada de la capital, donde los mapas se quedan sin tinta: «AquĂ­ no se acaba la cancha, aquĂ­ se acaba el paĂ­s». El Ășnico cometido del equipo era crear un ritual para que los trabajadores de las plataformas petroleras que malvivĂ­an allĂĄ se desfogaran y dejaran descansar un poco a las prostitutas locales.

Durante todo el cuento parece que lo importante ocurre en el terreno de juego, en la vida del entrenador, pero eso sĂłlo es parte del espejismo: el ingrediente que sostiene la aventura vive en segundo plano todo el tiempo, en las gradas; entre un pĂșblico que, a veces, hasta se desentiende del encuentro.

Eso hizo el investigador de la Universidad de Granada Guillermo Acuña, dio la espalda al cĂ©sped del Nuevo Los CĂĄrmenes y mirĂł al pĂșblico, allĂ­ habĂ­a algo relevante a lo que la sociologĂ­a y la antropologĂ­a, por algĂșn motivo, le prestaban poca atenciĂłn. «Las gradas estĂĄn bastante de actualidad en los medios, rara es la semana en que no vemos una noticia sobre el pĂșblico, nos encontramos informaciones sobre la aficiĂłn y la cultura que se genera en torno a las gradas;  no se investiga a fondo y pensamos que podĂ­a tener bastante interĂ©s social y validez para la gente», cuenta a Yorokobu.

Acuña ha escrito La cultura de gradas en el fĂștbol despuĂ©s de observar largamente lo que ocurrĂ­a en los estadios, de tomar notas, de grabar audios, de hacer encuestas, de formar grupos de discusiĂłn con aficionados. El objetivo era buscar los motivos de la asistencia, las explicaciones a la pasiĂłn por el equipo, a esas irracionalidades que se liberan en cada partido: expresividad, confraternizaciĂłn, violencias


Acuña indagĂł en las vĂ©rtebras de un ritual moderno fundamental para grandes grupos de personas. «El fĂștbol tiene una importancia simbĂłlica para la gente y eso hace que todo lo que gira en torno a Ă©l se adquiera un sentido ritual, se parece bastante a lo que antiguamente conseguĂ­a la religiĂłn: hay rituales antes del partido, durante el partido, cĂĄnticos, acompañamientos al autobĂșs, salidas para celebrar».

Subir al metro que se encarrila hacia el Estadio Vicente Calderón en la hora previa a un partido importante es ver un estallido de color blanco y rojo, bufandas, camisetas, gorras, y debajo de las gorras, gente con un ånimo distinto al del resto de viajeros: algunos meditativos, otros mordiéndose las uñas, otros discutiendo tåcticas o imaginando el futuro a través de partidos viejos, agitando el fantasma de los malos resultados, como quien habla de lo que le aterroriza para sacarlo de la sombra, para que asuste menos.

En la atmĂłsfera de rutina que siempre domina los vagones del suburbano, la presencia de unos hinchas supone una ruptura emocional: van justo a liberarse de la anestesia del dĂ­a a dĂ­a, van a participar en una ficciĂłn de sufrimientos, iras, insultos y euforias que los convierten en alguien distintos a quienes son durante la semana. En las gradas se adquiere un sentido.

gradas estadio
Estadio San Mamés/ Foto: Martin P. Szymczak (Flickr)

Como recuerda el investigador granadino, el antropĂłlogo Marcel Mauss calificĂł el fĂștbol como un «hecho social total». Los ritos, para muchos expertos, son rupturas del orden realizadas en un entorno controlado, son escenificaciones de la irracionalidad que reciclan ciertas pulsiones para que no intoxiquen las estructuras de convivencia y de poder de la sociedad.

QuizĂĄs por eso sucede lo que indica Guillermo Acuña, que «aunque se vea en todo el campo, el aspecto ritual y simbĂłlico cobra mĂĄs sentido y mĂĄs pasiĂłn en los fondos norte y sur». En los palcos, donde se encuentra el pĂșblico de mejor perfil econĂłmico, la agitaciĂłn y la catarsis no son comparables con las que se desatan en el resto del estadio. Ellos no necesitan rebelarse.

Se acude al campo para cambiarse por otro: un otro protagonista y activo. «Se generan dos identidades. La identidad de rol, que sería el papel simbólico que desempeña el aficionado dentro del campo, y luego se da la identidad en cuanto a sentido de pertenencia». Se trata de saberse parte del engranaje del universo que hace posible el equipo, ser una pieza necesaria.

Acuña identificĂł las motivaciones que empujan a los aficionados a acudir al campo en vez de quedarse en su casa o en el bar. La causa ganadora era absolutamente emocional. El 35,8% de las respuestas aludĂ­an a sentimiento, sufrimiento, pasiĂłn, ilusiĂłn, alegrĂ­a, adrenalina, nervios
 Un 25,8% lo achacaban a la lealtad, a la tradiciĂłn, a la fe en el equipo, a la fidelidad
 Algo difĂ­cil de entender para los profanos, puesto que los Ășnicos factores que permanecen invariables a lo largo de los años (y a veces tampoco) son los colores y el nombre de la formaciĂłn. El resto cambia cada pocos años: jugadores, directivos, filosofĂ­as de juego, entrenadores


1fans
Shutterstock

El fĂștbol mueve, sobre todo, una pasiĂłn cromĂĄtica. En el pantone concreto de cada equipo echan el ancla los deseos de confraternizaciĂłn, de ensalzamiento frente al mundo exterior: de trascendencia.

La necesidad de agresión vibra en el estadio. Casi nunca se propinan ataques físicos, pero los insultos, gestos y pancartas se repiten jornada a jornada: «Mezclar un deporte de alto rendimiento y de competición con el sentido simbólico genera dinåmicas de oposición, de rivalidad», cuenta.

Son impulsos consustanciales al fĂștbol, necesarios para el Ă©xito universal del deporte que, ademĂĄs, los medios de comunicaciĂłn reafirman cada dĂ­a a travĂ©s del lĂ©xico y de las mĂșsicas Ă©picas, apocalĂ­pticas, con tambores de guerra. Sin embargo, justamente desde la prensa se esfuerzan en destacar que el fĂștbol, por sĂ­ mismo, posee muchos mĂĄs valores morales positivos.

«No va directamente relacionado, hace falta una mediaciĂłn, tĂ©cnicas educativas para mostrar valores a partir del deporte, por sĂ­ solo parece ser que no tiene una influencia positiva directa sobre el respeto y la solidaridad. A la hora de asistir a un estadio de fĂștbol, no es lo primero que se recoge», reflexiona Acuña.

El autor del estudio rehĂșsa la calificaciĂłn de «opio del pueblo» que suele aplicarse a este deporte de masas, pero sĂ­ reconoce que cumple funciones que en otro tiempo cumplĂ­a el culto religioso. Por alguna razĂłn, siempre que el hombre quiere creer en algo acaba cantando. Los coros, el himno, las palmas coreografiadas son quizĂĄ la muestra mĂĄs clara de cĂłmo el fĂștbol une a sus aficionados. Un estudio publicado en 2013 en Frontiers in Psychology hablaba de que el canto en coro creaba un «un patrĂłn emocional compartido» y sincronizaba los latidos de los coristas. De modo que los hinchas, en cierta medida, se conectan tambiĂ©n orgĂĄnicamente.

ÂĄYorokobu gratis en formato digital!

Lee gratis la revista Placer haciendo clic aquí.

En El extremo fantasma, el escritor mexicano Juan Villoro relatĂł la historia de un equipo de fĂștbol de baja gama que se habĂ­a creado en una zona pantanosa, alejada de la capital, donde los mapas se quedan sin tinta: «AquĂ­ no se acaba la cancha, aquĂ­ se acaba el paĂ­s». El Ășnico cometido del equipo era crear un ritual para que los trabajadores de las plataformas petroleras que malvivĂ­an allĂĄ se desfogaran y dejaran descansar un poco a las prostitutas locales.

Durante todo el cuento parece que lo importante ocurre en el terreno de juego, en la vida del entrenador, pero eso sĂłlo es parte del espejismo: el ingrediente que sostiene la aventura vive en segundo plano todo el tiempo, en las gradas; entre un pĂșblico que, a veces, hasta se desentiende del encuentro.

Eso hizo el investigador de la Universidad de Granada Guillermo Acuña, dio la espalda al cĂ©sped del Nuevo Los CĂĄrmenes y mirĂł al pĂșblico, allĂ­ habĂ­a algo relevante a lo que la sociologĂ­a y la antropologĂ­a, por algĂșn motivo, le prestaban poca atenciĂłn. «Las gradas estĂĄn bastante de actualidad en los medios, rara es la semana en que no vemos una noticia sobre el pĂșblico, nos encontramos informaciones sobre la aficiĂłn y la cultura que se genera en torno a las gradas;  no se investiga a fondo y pensamos que podĂ­a tener bastante interĂ©s social y validez para la gente», cuenta a Yorokobu.

Acuña ha escrito La cultura de gradas en el fĂștbol despuĂ©s de observar largamente lo que ocurrĂ­a en los estadios, de tomar notas, de grabar audios, de hacer encuestas, de formar grupos de discusiĂłn con aficionados. El objetivo era buscar los motivos de la asistencia, las explicaciones a la pasiĂłn por el equipo, a esas irracionalidades que se liberan en cada partido: expresividad, confraternizaciĂłn, violencias


Acuña indagĂł en las vĂ©rtebras de un ritual moderno fundamental para grandes grupos de personas. «El fĂștbol tiene una importancia simbĂłlica para la gente y eso hace que todo lo que gira en torno a Ă©l se adquiera un sentido ritual, se parece bastante a lo que antiguamente conseguĂ­a la religiĂłn: hay rituales antes del partido, durante el partido, cĂĄnticos, acompañamientos al autobĂșs, salidas para celebrar».

Subir al metro que se encarrila hacia el Estadio Vicente Calderón en la hora previa a un partido importante es ver un estallido de color blanco y rojo, bufandas, camisetas, gorras, y debajo de las gorras, gente con un ånimo distinto al del resto de viajeros: algunos meditativos, otros mordiéndose las uñas, otros discutiendo tåcticas o imaginando el futuro a través de partidos viejos, agitando el fantasma de los malos resultados, como quien habla de lo que le aterroriza para sacarlo de la sombra, para que asuste menos.

En la atmĂłsfera de rutina que siempre domina los vagones del suburbano, la presencia de unos hinchas supone una ruptura emocional: van justo a liberarse de la anestesia del dĂ­a a dĂ­a, van a participar en una ficciĂłn de sufrimientos, iras, insultos y euforias que los convierten en alguien distintos a quienes son durante la semana. En las gradas se adquiere un sentido.

gradas estadio
Estadio San Mamés/ Foto: Martin P. Szymczak (Flickr)

Como recuerda el investigador granadino, el antropĂłlogo Marcel Mauss calificĂł el fĂștbol como un «hecho social total». Los ritos, para muchos expertos, son rupturas del orden realizadas en un entorno controlado, son escenificaciones de la irracionalidad que reciclan ciertas pulsiones para que no intoxiquen las estructuras de convivencia y de poder de la sociedad.

QuizĂĄs por eso sucede lo que indica Guillermo Acuña, que «aunque se vea en todo el campo, el aspecto ritual y simbĂłlico cobra mĂĄs sentido y mĂĄs pasiĂłn en los fondos norte y sur». En los palcos, donde se encuentra el pĂșblico de mejor perfil econĂłmico, la agitaciĂłn y la catarsis no son comparables con las que se desatan en el resto del estadio. Ellos no necesitan rebelarse.

Se acude al campo para cambiarse por otro: un otro protagonista y activo. «Se generan dos identidades. La identidad de rol, que sería el papel simbólico que desempeña el aficionado dentro del campo, y luego se da la identidad en cuanto a sentido de pertenencia». Se trata de saberse parte del engranaje del universo que hace posible el equipo, ser una pieza necesaria.

Acuña identificĂł las motivaciones que empujan a los aficionados a acudir al campo en vez de quedarse en su casa o en el bar. La causa ganadora era absolutamente emocional. El 35,8% de las respuestas aludĂ­an a sentimiento, sufrimiento, pasiĂłn, ilusiĂłn, alegrĂ­a, adrenalina, nervios
 Un 25,8% lo achacaban a la lealtad, a la tradiciĂłn, a la fe en el equipo, a la fidelidad
 Algo difĂ­cil de entender para los profanos, puesto que los Ășnicos factores que permanecen invariables a lo largo de los años (y a veces tampoco) son los colores y el nombre de la formaciĂłn. El resto cambia cada pocos años: jugadores, directivos, filosofĂ­as de juego, entrenadores


1fans
Shutterstock

El fĂștbol mueve, sobre todo, una pasiĂłn cromĂĄtica. En el pantone concreto de cada equipo echan el ancla los deseos de confraternizaciĂłn, de ensalzamiento frente al mundo exterior: de trascendencia.

La necesidad de agresión vibra en el estadio. Casi nunca se propinan ataques físicos, pero los insultos, gestos y pancartas se repiten jornada a jornada: «Mezclar un deporte de alto rendimiento y de competición con el sentido simbólico genera dinåmicas de oposición, de rivalidad», cuenta.

Son impulsos consustanciales al fĂștbol, necesarios para el Ă©xito universal del deporte que, ademĂĄs, los medios de comunicaciĂłn reafirman cada dĂ­a a travĂ©s del lĂ©xico y de las mĂșsicas Ă©picas, apocalĂ­pticas, con tambores de guerra. Sin embargo, justamente desde la prensa se esfuerzan en destacar que el fĂștbol, por sĂ­ mismo, posee muchos mĂĄs valores morales positivos.

«No va directamente relacionado, hace falta una mediaciĂłn, tĂ©cnicas educativas para mostrar valores a partir del deporte, por sĂ­ solo parece ser que no tiene una influencia positiva directa sobre el respeto y la solidaridad. A la hora de asistir a un estadio de fĂștbol, no es lo primero que se recoge», reflexiona Acuña.

El autor del estudio rehĂșsa la calificaciĂłn de «opio del pueblo» que suele aplicarse a este deporte de masas, pero sĂ­ reconoce que cumple funciones que en otro tiempo cumplĂ­a el culto religioso. Por alguna razĂłn, siempre que el hombre quiere creer en algo acaba cantando. Los coros, el himno, las palmas coreografiadas son quizĂĄ la muestra mĂĄs clara de cĂłmo el fĂștbol une a sus aficionados. Un estudio publicado en 2013 en Frontiers in Psychology hablaba de que el canto en coro creaba un «un patrĂłn emocional compartido» y sincronizaba los latidos de los coristas. De modo que los hinchas, en cierta medida, se conectan tambiĂ©n orgĂĄnicamente.

CompĂĄrtelo twitter facebook whatsapp
Toma tu San ValentĂ­n, maldita cucaracha
El bum de los youtubers paleolĂ­ticos
¿Por qué someten a los superhéroes a ridículos liftings?
Si eres chica y te gustan los videojuegos, ÂĄa fregar!
 
Especiales
 
facebook twitter whatsapp
Opiniones 8
  • Constantinopla durante el año 532, rebeliĂłn popular a partir de una discusiĂłn entre las facciones rivales “Verdes” y “Azules” (colores con los que competĂ­an) sobre carreras de carros.

    Procopio de Cesarea escribĂ­a:

    La poblaciĂłn de las ciudades se habĂ­a dividido desde hace tiempo en dos grupos, los Verdes y los Azules… sus miembros (de cada facciĂłn) luchaban contra sus adversarios… no respetando ni matrimonio ni parentesco, ni lazos de amistad, incluso aunque los que apoyaban a diferentes colores pudieran ser hermanos o tuvieran algĂșn otro parentesco.

  • Tribalidad, lo que se aprecia y se fomenta es tribalidad. Tribalidad que en el deporte bien podĂ­a quedar en lĂșdica, folclĂłrica y festiva. Pero como tristemente podemos constatar no suele ser asĂ­.
    Y evidentemente tiene similitudes religiosas en cuanto a mitos y ritos e incluso a algo de creencias.
    Ya nos muestra la historia y la actualidad que tribu y religiĂłn siempre van bien cogidas de la mano retroalimentĂĄndose mutuamente.

  • Me gustarĂ­a darle mi versiĂłn al autor, que como profano confiesa lo difĂ­cil que le resulta la adhesiĂłn a un equipo cuando “los Ășnicos factores que permanecen invariables a lo largo de los años (y a veces tampoco) son los colores y el nombre de la formaciĂłn”. Desde adolescente creo que jugadores, directivos, filosofĂ­as de juego, entrenadores y todo lo que orbita entorno a un club de fĂștbol es absolutamente accesorio, son satĂ©lites cautivos del “nĂșcleo duro”, el noĂșmeno kantiano que es el equipo en sĂ­. Lo que trasciende es el nombre, la historia, las gestas y anĂ©cdotas de un club, juegue quien juegue y lo dirija quien lo dirija (esto Ășltimo con un criterio mĂĄs tajante aĂșn debido a la serie de tipejos corruptos que utilizan el fĂștbol como plataforma de autopromociĂłn personal o de sus empresas). La adhesiĂłn a un club suele ser de por vida, es casi la Ășnica cosa que uno no cambia desde niño. Hace referencia a un entramado emocional afortunadamente incatalogable, algo que va mĂĄs allĂĄ de toda lĂłgica, casi instintivo y animal, que mezcla en un explosivo cĂłctel los recuerdos, alegrĂ­as y tristezas que dan forma, vigor y lealtad a una pasiĂłn limpia y genuina. Todo eso es mĂĄs importante que el Ășltimo super fichaje, el entrenador de moda o el oscuro empresario que ha tomado las riendas del club.

  • Tribalidad, lo que fluye y se fomenta es tribalidad, que en el deporte podrĂ­a quedarse en lĂșdica, folclĂłrica y festiva , pero podemos constatar que no suele ser asĂ­.
    Tribalidad que se nutre y se exacerba a base de mitos, ritos , sĂ­mbolos ,himnos, tabĂșes y preceptos, claramente como las religiones.
    Y es que tribu y religiĂłn/creencias siempre van Ă­ntimamente unidas y retroalimentandose mutuamente.
    La Historia y la Actualidad nos muestran con claridad hasta donde llegamos cebados y cegados de tribalidad estos “Homo tecnotribalis supersticiosus”, que es lo que somos.
    Âż”H. sapiens sapiens”? … … … Demasiado prematuro y presuntuoso.

  • Comentarios cerrados.